martes, 31 de marzo de 2009

JUICIO CRÍTICO SOBRE LA CODIFICACIÓN ESPÍRITA

En este especial “Allan Kardec” en donde homenajeamos la gran labor del insigne codificador de la doctrina espírita, hemos querido transcribir un hermoso trabajo que hicieron los “Grandes del Espiritismo” en España a principios del siglo XX. Se trata de un juicio crítico de sus obras de la mano de espíritas como Amalia Domingo Soler, La gran señora del Espiritismo.

Habiendo llegado a nuestras manos, nos parecía injusto dejarlo en la sombra o sólo en el conocimiento de unos pocos y es por ello que os hacemos entrega de este insólito documento.

Debemos también resaltar que el examen sobre “El libro de los Espíritus” debía haber sido hecho por el conocido D. Manuel Sanz Benito, que según nuestras informaciones, fue uno de los presidentes de la Federación Espírita Española. En vista de que tuvo serios problemas de corazón y no pudo entregar su trabajo, este no fue publicado nunca. El Ángel del Bien ha querido, en cierta manera, incluirle en este homenaje haciendo que su nombre no cayera en el olvido y… ¿Quién mejor para hacer el trabajo de uno de los primeros presidentes de la F.E.E. que su actual presidente? Así es que en este especial, nuestro querido amigo y presidente Salvador Martín ha querido ayudarnos preparando la parte que el Sr. Sanz Benito no pudo entregar.

Esperamos que a todos os guste tanto como a nosotros y que sirva para que aquellos que no conozcan el Espiritismo y lean este artículo puedan interesarse por las obras de Allan Kardec.

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SOBRE "EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS"

De la misma manera que ha vencido hogueras, el Libro de los Espíritus va venciendo a la Ciencia habiéndosele adelantado en muchas cuestiones no sólo 151 años que han pasado de su publicación sino los que estarán por llegar porque aquella irá confirmando uno a uno todos los puntos en los que este libro dio un paso más que ella.

Jesucristo no escribió nada y se dejó mucho por decir, algo que comprobamos en pasajes como en su conversación con Nicodemo. Diálogo que representaría a la Ciencia de la época hablando directamente con el propio Jesús, y respondiendo éste a tres cuestiones fundamentales. La humanidad no estaba preparada intelectualmente para recibir muchas informaciones
¿Eres tú Maestro en Israel y no comprendes esto?.(Conversación con Nicodemo hablando de la transmigración de las almas, San Juan Cap.III)
Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños. Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. (Hechos Cap. II, v. 17 y 18)
Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.(San Juan Cap. XIV, v. 15 y 16)
A media mañana del 18 de Abril de 1857, un sábado de primavera en el Palais Royal de París se presenta públicamente la primera edición de El Libro de los Espíritus, en esa misma tarde ya estaba en manos de Víctor Hugo, que desde el principio de los fenómenos había tomado de las “mesas parlantes” pensamientos de los poetas “muertos”, y también en el de otras tantas personalidades afines a la realidad espírita como Dumas o Lamartine. La segunda edición, del 18 de marzo de 1860, añade en el título el término Filosofía Espiritualista y contiene los principios de la doctrina espírita sobre la inmortalidad del alma, la naturaleza de los Espíritus y sus relaciones con los hombres, las leyes morales, la vida presente y futura y el porvenir de la humanidad, según la enseñanza dada por los Espíritus Superiores con la ayuda de diferentes médiums. Los Espíritus Superiores refieren ser comandados por el Espíritu de Verdad.

El 1 de mayo de 1864 la Iglesia lo coloca en el Index Librorum Prohibitorum, por el que la Iglesia prohibe la lectura de esas obras a sus fieles, lista creada por la Inquisición y que se ha mantenido hasta el año 1966, ¡qué gran honor para El Libro de los Espíritus estar en esa lista, junto a Galileo, Copérnico, Pascal, Rousseau, etc!

El 9 de octubre de 1861, siendo las diez y treinta horas de la mañana, en la explanada de la ciudadela de Barcelona, fueron quemados por orden del obispo de la ciudad 300 volúmenes y folletos sobre Espiritismo, entre los que se encontraba El Libro de los Espíritus. Una muchedumbre llenaba la calzada y cubría la inmensa explanada donde se levantó la hoguera, al grito de ¡Abajo Inquisición!.
Los principales diarios españoles daban detallada cuenta del suceso, y la prensa liberal lo condenaba. Y en la Sociedad de París se recibía la siguiente comunicación…Era necesario, que algo arrasara de un violento golpe a ciertos espíritus, encarnados, para que decidan ocuparse de esta gran doctrina que viene a regenerar al mundo. Nada en vuestra tierra se hace inútilmente y los que inspiramos el auto de fe de Barcelona sabíamos que obrando así le haríamos al Espiritismo dar un gran paso hacia adelante. Este hecho brutal, desconocido para los tiempos actuales fue consumado para llamar la atención de los periodistas que indiferentes dejaron decir y hacer obstinados en permanecer sordos, respondiendo siempre con mutismo la búsqueda de propaganda de los adeptos de esta idea. Pero, con este hecho han debido ocuparse para afirmarle o desmentirle dando lugar a una polémica que ha de concluir por dar la vuelta al mundo y de la que el Espiritismo obtendrá beneficios. La retaguardia de la inquisición porque lo hemos deseado acaba de realizar su último auto de fe. Un Espíritu (Santo Domingo de Guzmán).
Apenas 27 años después se celebraría en el mismo lugar la Exposición Universal y al mismo tiempo el Primer Congreso Internacional Espiritista de todos los tiempos. Y diez años después uno de los aniversarios del auto de fe congregaría siete mil espiritistas en la plaza de la ciudadela. Ningún libro hasta el día de hoy pudo encontrar mejor forma de divulgación.

Escrito en forma dialogada como la filosofía clásica es resultado de las respuestas a las preguntas que hiciera Denizard Rivail, (que adoptó el pseudónimo de Allan Kardec recomendado por un espíritu para que su fama literaria como pedagogo no se confundiera con el libro que daría inicio a la Era Espírita), respondidas por los Espíritus desde muchos puntos del planeta, bajo la dirección del Espíritu de Verdad.
Está dividido en cuatro partes o libros y en 1019 preguntas, y sería pretencioso por nuestra parte saber qué destacar de una obra inspirada por las mayores autoridades del conocimiento humano a título póstumo. Por lo que es fruto únicamente del azar que colocamos algunas cuestiones dentro del limitado espacio que se nos ofrece, pero que nos permite este hojear el libro como la mejor forma de que él hable de si mismo.

En la Introducción se crean palabras nuevas como espiritismo para distinguirla de espiritualismo.
Dios es la inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas. Encontramos la prueba de su existencia en el axioma que no hay efecto sin causa, buscad la causa de todo lo que no es obra del hombre y vuestra razón os contestará.

Están habitados todos los globos que circulan en el espacio sea por vida material o espiritual.

Los espíritus son los seres inteligentes de la creación. Pueblan el universo fuera del mundo material. Dios ha creado siempre espíritus, aunque invidualmente todos tenemos un principio creados sencillos e ignorantes y siendo eternos desde ese momento y sometidos a la ley del progreso.
El espíritu no es inmaterial, si incorporal, pues está formado por una materia que si bien nuestros sentidos no registran no deja de ser una materia en estados que aún no conocemos.
Hay espíritus en muy diferentes estados evolutivos que van desde el estado primitivo hasta el espíritu puro.
El libre albedrío se desarrolla a partir que el espíritu adquiere conciencia de sí mismo.

El objeto de la encarnación es el progreso y para ello tiene muchas existencias corporales. Entre ellas participa de la vida espiritual donde también progresa y elige generalmente el género de pruebas que tendrá en la próxima encarnación. Y mientras el cuerpo duerme el espíritu regresa a la vida espiritual por lo que morimos de alguna manera todas las noches.
El aborto es siempre un crimen pues impide al espíritu ya ligado al cuerpo desde el momento de la concepción soportar las pruebas que le ayudarían a progresar.

Los espíritus influyen en nuestros pensamientos hasta el punto que a veces son ellos quienes nos dirigen. Contando todos con un ángel guardián o espíritu protector. Y muchos presentimientos no son otra cosa que las inspiraciones de un buen espíritu o el recuerdo de aquellas cuestiones principales elegidas antes de encarnar, y es en virtud de esa elección en la que únicamente existiría cierta fatalidad o especie de destino. Entretanto el porvenir le está vetado al hombre y sólo muy excepcionalmente Dios permite su revelación.

La virtud más meritoria está fundada en la caridad más desinteresada.

El conócete a ti mismo es el medio práctico más eficaz para mejorarse en esta vida y resistir a las solicitaciones del mal.

A medida que los espíritus se depuran, se reencarnan en mundos más y más perfectos, hasta que se hayan desprendido de toda influencia material.

La transformación de la humanidad ha sido predicha, y vosotros tocáis el momento de aquélla, que apresuran todos los hombres que favorecen el progreso. La transformación se verificará por medio de la encarnación de los espíritus mejores que constituirán en la Tierra una nueva generación. Entonces los espíritus de los malos, a quienes la muerte hiere diariamente, y todos los que intentan detener la marcha de las cosas, serán excluidos de la Tierra, porque estarían fuera de su centro entre hombres de bien cuya felicidad perturbarían.



Salvador Martín
Presidente de la Federación Espírita Española




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SOBRE “EL LIBRO DE LOS MEDIUMS”

Hace más de cuarenta años que Kardec publicó El Libro de los Médiums. Durante este lapso de tiempo las ciencias han realizado un progreso enorme.

La Anatomía, ayudada por el microscopio, ha llegado a los últimos confines del elemento material, estudiando detallada y minuciosamente la estructura de la célula, elemento fundamental de los tejidos orgánicos.

La Fisiología, enriquecida con los datos aportados por los adelantamientos anatómicos, es, ya, poseedora del movimiento celular, describiendo, no sólo los modos de reproducción de ese elemento primitivo, si no que también las fases de su desarrollo y sus variadas funciones biológicas.

Donde más sensible ha resultado ese progreso anatomofisiológico es en lo referente a los centros nerviosos, cuya estructura y funcionalismo constituye la parte más hermosa de la moderna histología.

El progreso de las ciencias físicas es también muy notable. Los rayos X, la telegrafía sin hilos, amén de otros muchos descubrimientos admirables, constituyen el digno remate del edificio científico levantado por el siglo decimonoveno.

Pero el mayor progreso de estos últimos años y que más directamente atañe a la ciencia espírita, está simbolizado en la Psicología experimental; ciencia nacida ayer y que, a pesar de su poca edad, lleva un contingente notable de hechos, a cuál más sorprendentes; Ciencia encaminada a demostrar la trabazón y mutua influencia existente entre el mundo físico y el moral, toda vez que los portentosos hechos registrados obligarán, con obligación irresistible, a los sabios a emitir teorías, más o menos verosímiles, para llegar a la postre a la explicación verdadera, fundada en la existencia de la doble naturaleza humana, espiritual y corporal, eterna y permanente aquella, y ésta, temporal y mudable, influyéndose ambas entre sí y dando lugar a los variadísimos fenómenos de la psicofísica.

Pues bien; a pesar del gran progreso científico realizado desde que Allan Kardec publicó El Libro de los Médiums, dicho libro es perfectamente de actualidad; tan de actualidad como lo era el mismo día de su publicación.

Ya sé que no todos los espíritas estarán conformes con la declaración categórica que acabo de hacer. No importa; cada cual cree lo que puede y piensa como piensa, que el pensar y el creer no dependen de la voluntad, y en virtud de la libertad de pensar que a todos nos ampara, yo formulo mi pensamiento.

He procurado estar al tanto del movimiento progresivo en Anatomía, en Fisiología y en Psicología, dentro de la corta medida de mi capacidad. He leído a Lombroso, Crookes y otros que tratan del inconsciente, del animismo, de la transmisión a distancia, de las energías psíquicas, etc... y nada he podido ver que explique tan claramente como lo hizo Kardec hace cuarenta años, todos los fenómenos psicológicos, así como el mejor modo de provocarlos y analizarlos.

Esta es mi opinión, debiendo añadir que, a mi ver, quien quiera dedicarse a la nueva ciencia psicológica, no adelantará gran cosa en su trabajo, ni dejará de experimentar serias y hasta graves contrariedades, si antes no se impone muy bien de todo lo contenido en el libro que me ocupa.

Hacer un juicio crítico, completo, de El Libro de los Médiums, además de ser obra muy superior a mis medios, exigiría otro libro, más bien que un artículo. Por eso me limitaré a señalar, tan solo, lo más importante, a mi juicio.

El capítulo 3.º, que trata de la propaganda, deben leerlo de un modo muy especial los que, poseídos de un exaltado fervor, obran casi siempre imprudentemente, sin cuidarse para nada de la buena o mala disposición de los que escuchan, con cuya conducta ponen muchas veces en ridículo lo que con tanto afán tratan de acreditar y defender. Para sembrar se necesita sazón y donde no hay sazón no debe sembrarse.

Así, al tratar con ateos debe distinguirse entre los que lo son por sistema, para dejarles con buenos modos en su ateísmo, y los que lo son a falta de otra cosa. Estos requieren mucho tino; la demasiada luz les cegará, por lo tanto, no se les vaya con hechos milagrosos; trátese el punto concreto de la existencia de Dios y del alma, y en caso de convencerles pueden tratarse los demás asuntos gradualmente, dejándoles si persisten en su ateísmo.

Las mismas reglas se aconsejan respecto a los espiritualistas que no creen en las manifestaciones de los espíritus libres, clasificados en: incrédulos de mala fe, por pusilanimidad y por decepciones.

También debe tenerse presente lo que Kardec dice respecto a los espiritistas experimentadores, morales y exaltados, así como sobre el escaso valor convictivo de los fenómenos, comparado con el estudio. Y es verdad; al menos yo siempre he visto que el que ha entrado sin querer leer, atraído solamente por la novedad del fenómeno, no ha tardado a salir, después de un periodo, generalmente corto, de entusiasmo exagerado. Solo la lectura da la convicción filosófica que la experiencia, bien dirigida, confirma después.

La exposición de los diversos sistemas emitidos para explicar los hechos, sin la intervención de los espíritus desencarnados, constituye la principal parte del capítulo 4.º A pesar de lo mucho que sobre esto se ha escrito desde que Kardec publicó este libro, aún resulta necesario tener presente lo que en él se dice, si se quiere trabajar con fruto en este orden de fenómenos.

Fuerza magnética, reflejismo, después llamado inconsciente automático y sonambulismo, hoy llamado por algunos animismo; he ahí los principales sistemas con los que se ha querido negar la intervención de las almas libres en los fenómenos espiritistas, aparte del diabólico, del que ya nadie se acuerda, porque el demonio ya no causa miedo.

A pesar de los adelantos de la Anatomía y de la Fisiología, no se ha esclarecido gran cosa más la naturaleza de los fenómenos psicofísicos de lo que dice Kardec en este capítulo y en otras partes de esta obra, especialmente en los capítulos 19 y 20, que tratan de la influencia del médium en las comunicaciones.

En la segunda parte trata, como es sabido, del periespíritu; clave única de todos los fenómenos, desde el movimiento de las mesas, hasta los aportes y fantasmas.

Admira verdaderamente la gran cantidad de doctrina contenida en tan pocas páginas; así como la sencillez y claridad del lenguaje empleado en la exposición del mecanismo productivo de los diversos hechos, lo cual hace que esté al alcance de las personas de mediana instrucción..

Yo no aseguraré que la explicación que allí se da de cada fenómeno sea completa; pero confieso que nada he visto tan racional y tan conforme a la experiencia, en las diversas explicaciones que se han dado, basadas en la Anatomía y en la Fisiología íntimas; explicaciones que, además de no ser claras, al menos para mí, solo están al alcance de las personas doctas entre los intelectuales.

Así se ha dicho, por ejemplo, que toda mediumnidad supone un estado patológico; lo que además de no estar basado en prueba alguna positiva, está en pugna con la experiencia, puesto que se ven a diario médiums tan sanos de cuerpo y alma que casi dan envidia.

Además; ¿cómo explican la relación causal entre la enfermedad del médium, caso de existir por simple concomitancia, y el aporte o el ruido espontáneo que atemoriza a los habitantes de la casa endemoniada? Pues lo explican del mejor modo que pueden, cogiendo la cosa por los cabellos y si pasa, pasa; el caso es prescindir del orden espiritual.

No; la mediumnidad no es ninguna enfermedad. Hay médiums habitualmente sanos y los hay habitualmente enfermos. Aún diré más; ciertas enfermedades, especialmente las nerviosas, se curan muchas veces con el ejercicio de la mediumnidad. Yo recuerdo haber leído eso en alguna obra de Kardec, cuando la experiencia propia ya me había dado esa creencia.

Conozco a dos señoras de mediana edad que desde pequeñas habían sido enfermizas, con espasmos, síncopes y otros accidentes neuropáticos y que, habiendo aceptado el credo espiritista, han resultado médiums más que regulares, quedando completamente curadas de su histerismo, y desarrollándose físicamente hasta un punto que no era de esperar.

Del capítulo 14, que trata de los médiums, no debe desperdiciar absolutamente nada, quién, teniéndolos a mano, quiera internarse, con pie seguro, en el escabroso terreno de la Psicología experimental.

En el número 172 trata de los médiums sonámbulos, haciendo resaltar claramente lo que es obra del espíritu propio del médium (animismo), y la parte que puede tomar en la producción del fenómeno otro espíritu libre.

También es curioso lo que se dice respecto de los médiums sensitivos, esto es, que antes, durante o después de la comunicación, conocen la moralidad del espíritu comunicante, por el estudio físico-moral que ellos se observan. Esto, además de confirmárnoslo la experiencia, nos ha servido muchas veces para desenmascarar a los hipócritas.

Al hablar de los médiums curanderos, trata muy bien, a mi juicio, de las relaciones íntimas entre el magnetismo como energía humana y el mediumnismo curativo. ¡Cuántos magnetizadores son médiums sin saberlo! Los espíritus libres, que sin ninguna duda se interesan por los encarnados afines y simpáticos, toman parte muy activa en las operaciones magnéticas, sabiéndolo o no el que opera.

De aquí se desprende lógicamente que a igual potencia magnética entre dos operadores, obtendrá superiores resultados el que tenga la convicción espiritista. También se desprende que el Espiritismo imprimirá un gran impulso al Magnetismo.

La falta de espacio no me permite detallar minuciosamente la materia de este capítulo y los que le siguen. Pasando al 17, digo que abundan en él los consejos útiles referentes al desarrollo de médiums, consejos que hoy y tal vez durante mucho tiempo, no podrán hallarse en parte alguna.

Entre otros detalles importantes, creo necesario hacer mención del que se refiere a la naturaleza generalmente inferior y hasta maligna de los espíritus que intervienen en los primeros ejercicios de mediumnidad. Esto enseña que debe desconfiarse de las comunicaciones obtenidas por médiums principiantes.
También esto lo confirma la experiencia. Una buena médium parlante dio las primeras señales de mediumnidad, estando en una reunión y apoderándose de ella bruscamente el espíritu de un anarquista célebre, muerto en el cadalso cuyo espíritu, bajo la impresión de los últimos momentos de su vida carnal, pedía que le quitáramos la argolla del cuello.
Será muy útil que los directores de Centros se fijen mucho en el contenido del artículo 20, referente a las condiciones de los médiums a la regla de conducta que han de seguir en lo que respecta a este importante asunto.
Más interesante que todo cuanto llevo dicho es el capítulo 23, que trata de la Obsesión. No sólo es de gran importancia este asunto, sino que bien puede decirse que constituye la característica del kardecismo, pues sabido es que no todos los espiritistas aceptan lo que Kardec manifiesta.
Mi personal opinión es que no debe despreciarse nada del contenido de este capítulo, por ser expresión fiel de la realidad. La Obsesión, para mí, no sólo es un hecho, sino que es muy frecuente en grados diversos; manifestándose en varias formas, desde el sencillo accidente nervioso y la excentricidad de carácter, hasta las más graves neuropatías y la misma locura.
Este terreno es muy resbaladizo y sólo yendo con cautela y prudencia puede recorrerse sin graves tropiezos, pues no es cosa fácil hacer un diagnóstico diferencial de un ataque histérico por causa física, del que reconoce como causa la intervención de un espíritu malo.
En esto es muy funesta la sistematización y sin embargo es muy frecuente. Hay espiritistas sencillos y por lo general indoctos, que de golpe y porrazo han suprimido las enfermedades por causa física, no habiendo para ellos más causas que los espíritus. De tal modo pensaban y pensarán aún los discípulos del difunto Nicasio Unciti. En cambio otros espiritistas, con poca lógica, a mi juicio, niegan la posibilidad de la intervención espiritual y por ende, no admiten más enfermedades que las de naturaleza y causa física.
Los kardecistas debemos huir de ambos extremos y adoptando el sistema ecléctico aconsejado por el Maestro, estaremos en condiciones apropiadas para apreciar en cada caso, lo que pueda haber de los dos órdenes de causas y de fenómenos, para aplicar el debido y racional tratamiento.
Cuando el espiritualismo moderno haya logrado penetrar en el santuario de la ciencia oficial, los médicos sabrán hacer con relativa facilidad estas apreciaciones diagnósticas diferenciales y aplicar en cada caso particular el oportuno plan curativo.
Como este artículo va resultando demasiado extenso, voy a terminar, dejando, con pena, de tratar de otros varios puntos a cual más interesantes, tales como la identidad de los espíritus, las substituciones, la moralización de los espíritus atrasados y los espíritus proféticos, que tanto suelen gustar y que generalmente son mal intencionados, concluyendo con la manifestación de mi más profundo reconocimiento y admiración hacia el espíritu del autor del libro que someramente he comentado, libro que, por ahora, debe ser considerado como el vademécum del espiritista práctico.

Mariano Torres
Extraído de la Revista “Luz y Unión” de marzo de 1903.


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SOBRE “LA MORAL ESPIRITISTA O EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO”

El mejor juicio crítico del libro que nos ocupa nos lo dan hecho los mismos, que no admitiendo más que a título de hipótesis las demás Obras fundamentales del Espiritismo, dicen de ésta: “Entre las obras del célebre pensador francés, es el libro por excelencia”. Por esto no es raro, sino frecuente encontrarlo en bibliotecas cuyos dueños, sin compartir nuestras convicciones, tienen el delicado gusto de poseer las mejores obras de cada escuela, gusto que caracteriza igualmente a la generalidad de los espiritistas kardecianos. Sintetizar en una decena de cuartillas juicio más elocuente, requeriría, además de una pluma más diestra, que existiese algo más elocuente que el hecho mencionado. Pero ¿quién desiste al deseo de tributar, siquiera humilde, homenaje de admiración al inmortal recopilador de la doctrina espírita en el XXXIV aniversario de su glorioso despertar a la vida del infinito? Me limitaré, pues, a ser breve, lo más breve posible, exponiendo él, a mi juicio, verdadero punto de vista en que debe colocarse todo el que pretenda sacar de dicho libro prácticos y beneficiosos resultados.

Ante todo, fijémonos en las múltiples y no pequeñas dificultades que la interpretación del texto evangélico ha venido suscitando en todas las épocas. Tal y como hasta nosotros ha llegado, apenas hay pasaje que no se preste a versiones más o menos contradictorias entre sí. Copiemos nada más que algunos:

A —Y vino Jesús a las partes de Cesárea de Philippo y preguntaba a sus discípulos diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el hijo del hombre? —Y ellos respondieron los unos que Juan el Bautista, los otros que Elías, los otros que Jeremías o uno de los profetas. —Y Jesús les dice: Y vosotros ¿quién decís que soy yo? —Respondió Simón Pedro y dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. —Y respondiendo Jesús le dijo: Bienaventurado eres Simón, hijo de Juan, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

B —Jesús preguntando a los Escribas dice: —¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David? —y el mismo David dice en los salmos: Dijo el señor siéntate a mi diestra. —Entretanto que pongo tus enemigos por estrado de tus pies. —Así David le llama Señor, ¿cómo pues, es su hijo?

C —Y había un hombre de los fariseos, llamado Nicodemo, príncipe de los judíos. —Este vio a Jesús de noche y le dijo: Rabbí, sabemos que eres maestro venido de Dios, porque ninguno puede hacer estos milagros que tú haces si Dios no estuviera con él. —Jesús le respondió y le dijo: En verdad, en verdad te digo, que no puede ver el reino de Dios sino aquél que renaciere de nuevo. —Nicodemo le dijo: ¿Cómo un hombre puede nacer siendo viejo? por ventura ¿puede volver al vientre de su madre y nacer otra vez? —Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo, que no puede entrar en el reino de Dios sino aquel que fuese renacido de agua y Espíritu Santo. —Lo que es nacido de carne, carne es; lo que es nacido de espíritu, espíritu es. —No te maravilles porque te dije que os es necesario nacer otra vez. —El espíritu donde quiere sopla; y oyes su voz, mas no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo aquel que es nacido de espíritu. —Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? —Respondió Jesús y le dijo: ¿Tú eres maestro de Israel y esto ignoras? —En verdad, en verdad te digo que lo que sabemos, esto hablamos, y lo que hemos visto, atestiguamos, y no recibís nuestro testimonio. —Si os he dicho cosas terrenas y no las creéis ¿cómo creeréis si os dijese las celestiales?”.

D: “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que more siempre con vosotros: El Espíritu de la Verdad a quien no puede recibir el mundo, porque ni lo ve, ni lo conoce. Más vosotros lo conoceréis, porque morará con vosotros, y estará en vosotros. Y el Consolador, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo aquello que yo os hubiese dicho”.

Supongamos que el ser humano no vive más que una sola vida corporal. El pasaje C no puede interpretarse más que en el sentido de que hay que renacer de la vida profana a la cristiana por medio del bautismo. Pero si el alma humana es creada en el momento de nacer, Cristo no es un ser como nosotros. Según el pasaje B, siglos antes de nacer conversaba con David y David le llamaba Señor. La frase de Cephas: “Tú eres el Cristo, el hijo de Dios vivo” del pasaje A debe, pues, entenderse en el sentido de que Jesús no es hombre, sino Dios verdadero ¡el Unigénito del Padre Clestial!

Ahora bien, en el bautismo entran dos factores: el agua y el Espíritu Santo. Este último no puede asimilarse ni al Dios Padre ni a su Unigénito, y menos todavía a ser mortal alguno. Si para tener de él ligera idea acudimos al pasaje D, vemos que puede morar siempre con los hombres, estar en ellos y enseñarles todas las cosas. Luego es muy superior a la humanidad, es procedente de Dios y sólo al ruego de su Unigénito deberemos que venga a ser nuestro Consolador.

Pero si Cristo es Dios, ¿cabe suponer que haya podido engañarse ni engañarnos?. Su doctrina es, no ya verdad, sino la Verdad absoluta. No admite, ni puede admitir perfección alguna. Es y será siempre la última palabra de toda la verdad. Por otra parte, el Espíritu Santo es el Paráclito al que invocan los Padres de la Iglesia, cuando quieren entre porción de rollos de papiro colocados sobre amplia mesa, cuáles contienen los evangelios más auténticos. Y ese Paráclito, el que en forma de viento impetuoso desciende a la cerrada estancia en que los referidos Padres oran derribando todos los rollos, menos los cuatro que contienen los Evangelios según Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Cumpliendo la promesa de Cristo, Él ha revelado a su iglesia todas las cosas. Espíritu de la Verdad ¿cabe suponer tampoco en él ni sombra de falibilidad?

Claro está que admitido éste, todo otro dogma es absurdo. No hay más religión verdadera que una; ni más que una salvación posible: la religión predicada y la salvación prometida por el mismo Dios hecho hombre. ¿Quién sino Dios mismo podría hacer tantos y tales milagros como refieren los Evangelios? Pero diversas religiones también los obran. Sus predicaciones y prodigios compiten con las predicaciones y prodigios del Dios hecho carne. No pueden ser divinas, ni en provecho suyo han de ser infernales y en contra de Él. Llamemos Belcebú, Satanás, Mammon, a ese tenebroso poder. De ese poder es el mundo terrestre, único que existe. Enemigas de la luz ¿dónde han de albergarse sus negras legiones más que en las oscuras entrañas del planeta?. En ellas, pues, está el Infierno, la Gehenna evangélica donde será el llorar y el crujir de dientes. Pero si Dios no quisiera ese poder no existiría. Su existencia ha de obedecer a algo. ¿Puede consistir ese algo más que en probar la virtud y la fe de las almas? Ese infernal poder es, pues, el que alucinando a los mortales háceles creer en los mayores desatinos, presentándoles la bóveda celeste, mansión de eterna gloria ya como abismo vacío en insondable, ya como espacio sin confines, poblado de soles y de mundos.

Supongamos, por el contrario, que las palabras de Cristo a Nicodemo signifiquen que la Psiquis humana, esa divina mariposa, renace muchísimas veces, animando cada una un nuevo cuerpo humano. El Espíritu sobrevive a la muerte del organismo y sobrevive conservando íntegras sus facultades, sus afecciones, es decir, su historia. ¿Qué puede impedir que siga amando a los seres queridos que dejó en la Tierra?. Y no olvidándolos ¿qué puede impedir que vuele a su lado y procure entrar con ellos en relaciones?. Secular experiencia viene atestiguando que los llamados muertos, pueden manifestarse a los vivos de mil diversos modos. Jesús, comunicándose con David, siglos antes de renacer el hijo de María, no difiere de los demás, por este sólo hecho, en lo más mínimo. Elías renaciendo Juan Bautista, tampoco difiere, por ello solo, de los demás humanos. Pero ¡qué revolución tan inmensa no implica esto! Ese mismo Nicodemo príncipe de los judíos puede ser, transcurridos dieciocho siglos, Cardenal del Sacro Colegio Romano. Ese mismo Bautista, siglos después, puede ser Mahoma, el árabe libre, el servidor de Dios y recibir de Gabriel (arcángel de la sinagoga y anunciador a María de que va a ser madre de Cristo) libro como el Corán. Jesús mismo puede haber sido en el pasado, augusto Krischna ó no menos augusto Buda Sakya Muni. Los fanáticos perseguidores de una religión, los mártires y santos de esa religión misma en siglos posteriores. Las mismas muchedumbres que en Jerusalén gritan a Pilatos: -¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos y que en el Gólgota gritan a Cristo: -¡Si eres hijo de Dios baja de la Cruz! ¡Las mismas masas ciegas que siglos después van en las Cruzadas a hacerse degollar por reconquistar de los infieles su Santo Sepulcro, cuando no, las que siglos después van a prosternarse con la cara en tierra y los brazos en cruz sobre las marmóreas losas de cristianos templos!

Según esta gran luz, Dios es el Dios incognoscible, el Único, el celeste Padre, en cuyo seno somos, nos movemos y existimos todos los humanos, sin distinción de razas. Satanás, es la humanidad atrasada, la humanidad ignorante. ¡La soberbia humana que lleva a todo justo a monte oscuro diciéndole: Ríndeme culto y te daré todos los reinos de la tierra! Los Mesías: verdaderos Hijos de Dios. Todos sus Evangelios igualmente divinos. Todos sus Calvarios igualmente sagrados. La Tierra entera un solo templo. El Paráclito eterno, todo un mundo: el invisible mundo de las almas o espíritus abogado celeste, revelador de eternas verdades, consejero divino, no ya de una Iglesia, sino de todas las Iglesias; no ya de cuantos creen, sino hasta de los que dudan de sí mismos, de los que no creen en nada y que no son los menos necesitados de consuelo. Los milagros hechos naturales patentizando desde la más remota antigüedad las constantes relaciones con nuestro mundo del mundo invisible. Las innúmeras Tierras del cielo habitadas por humanidades, de la nuestra hermanas, peldaños de luminosa escala que conduce a Dios.

¿Entendéis por religión la de Pontífice conducido en áurea silla gestatoria y ciñendo tiara con tres coronas cuajadas de pedrería simbolizando su triple autoridad: doctrinal, sacramental y pastoral? Pues Dios no puede ser más que el anciano eterno de luenga y blanca barba, de veneranda faz, de cabeza ideal, destacándose en el fondo de doble triángulo, llevando delante de sí a Hijo, hermoso joven, vistiendo blanca túnica con la terrestre esfera en una mano y en la otra redentora cruz y entre ambos el Espíritu Santo, la nívea paloma del Jordán. Satán, es un sátiro con cuernos de macho cabrío y alas de murciélago. Los ángeles y arcángeles, antiguas legiones de guerreros con espadas de fuego y alas de paloma. Las moradas de la Casa del Padre, ya no son más que cinco: e Infierno, tenebroso abismo de suplicios eternos en hielos perpetuos o perpetuas llamas; el Purgatorio, temporal infierno; el Limbo, a donde van los niños que mueren sin bautismo; este Valle de Lágrimas y finalmente la eterna bienaventuranza con muros de esmeralda, con puertas de oro, con tonos eternos, en piélago de inmensa luz para los elegidos. La regeneración individual, negada al propio esfuerzo, la dará el agua. La constante vigilancia de cada ser sobre sí mismo que Pitágoras denominó: “Sal de la vida”, no será inspirada por la presencia de los Espíritus de Dios, será un pedazo de sal que el sacerdote aproxima a los labios del neófito, en el acto de bautizarle. El lugar donde Dios se hace a todos visible no será tanto la conciencia como artística Custodia de macizo oro: sol cuyos rayos adornan diamantes, perlas y rubíes. Las inefables y silenciosas inspiraciones de Dios en el alma, serán blancos discos de pan sin levadura, colocados en los centros de esos áureos soles. El mayor sacrificio, el más grato a Dios, no será dar la propia vida, derramar la propia sangre por el hermano, sino tomar la sacra ostia o beber en cáliz de oro el consagrado vino. Por último, la inmortalidad misma no será más que sueño de algunos siglos, hasta que las trompetas del Juicio final nos despierten de él para cada cual unirse a su cuerpo, al cuerpo que dejó en la tumba rejuvenecido y reanimado para recibir con él, el premio o el castigo a que se hiciera acreedor en su breve vida. Porque eso y nada más puede ser la religión mientras exista un orden sacerdotal, como sacramento anterior y superior al matrimonio.

Nada de extraño tiene que envista d ello no pocos hayan rechazado el Evangelio y con él toda creencia religiosa.

Pero ¿porque Roma haya desconocido la inmensa trascendencia del pensamiento de Cristo, porque no pueda renunciar al más pequeño detalle en esos dogmas sin suicidarse, sin disolverse como Iglesia, sin desaparecer como Institución, dejará de ser esa trascendencia menos real, menos inmensa? Porque los sabios de Roma y de Salamanca se hayan obstinado en considerar la Tierra inmóvil y quimérico sueño, saliendo de España por occidente, regresar por oriente ¿ha dejado nuestro planeta de moverse un solo segundo, ni de afectar su forma esferoide y de achatado por los polos? Las fisgas y las risotadas con que tonsurados sabios acogían los razonamientos de Galileo y Colón ¿han impedido que el péndulo de León Foucault, evidenciara el movimiento del globo terráqueo y que Sebastián Elcano, diera la vuelta al mundo? Sobre todas las revelaciones parciales, está la Revelación universal del Dios incognoscible en el alma, en la historia y en la naturaleza.

Sobre todos los evangelios está el de Dios vivo: la Ciencia que nos enseña a leer su Voluntad en la piedra, en la flor, en la nube, en la criatura, en el astro. ¿No queda ya a la Ciencia hecho alguno por estudiar, ley ninguna por descubrir?

En este litigio de la ciencia y la fe, tan fecundo en conflictos, cuando entrambas son exclusivistas y dogmáticas, no quedaba otro medio para hacer la luz que recurrir a la experiencia. Si Cristo no había sido un mito, si los evangelios no eran leyendas populares, la promesa de: “Allí donde dos o tres se reúnan en mi nombre, estaré yo en medio de ellos”, no podía faltar. Y digámoslo muy alto, ¡no faltó! Dictados medianímicos, obtenidos en mas de mil centros espiritistas formales, diseminados por todas las partes del mundo, al par que demostraban con la elocuencia irrefutable de hechos positivos, el carácter científico de no poco fenómenos, reputados milagrosos y sobrenaturales, restablecieron las cosas en su verdadero sentido, disipando las sombras que sobre las cristianas predicaciones había amontonado el dogma, desvaneciendo la incredulidad y sentando que no hay fe inalterable, sino la que puede mirar frente a frente a la razón en todas las edades de la Humanidad. Recoger tales dictados, confrontarlos y formar con ellos un cuerpo de doctrina, tal y no otra ha sido la principal tarea de Allan Kardec en su obra “La moral espiritista o el Evangelio según el Espiritismo”, que contiene la explicación de las máximas morales de Cristo, su concordancia con el Espiritismo y su aplicación a las diversas posiciones de la vida.

Que ¿quién garantiza que los dictados medianímicos que constituyen el alma de la obra proceden del Espíritu de Verdad, del Consolador por Cristo prometido?

¿No dice el Evangelio que por el fruto se conoce al árbol? ¿Y pueden, ni Satán, ni el atraso humano dar frutos de redención? Para cerciorarse que la obra citada los da, no tiene la Iglesia más que observar la visible trasformación que opera en las costumbres de cuantos hacen en dicho libro su norma de vida.

Por otra parte, ¿pueden comprobarse ninguna verdad, burlándose de ella y negándose a estudiarla?

Estudien detenidamente la citada obra teólogos y sabios y juzguen por sí mismos, si exclusivismo alguno dogmático o científico, puede prevalecer contra la realidad que ha inspirado las siguientes líneas de su Introducción: “Lo que ha contribuido a que tuviera buen éxito la doctrina formulada en El Libro de los Espíritus y en El Libro de los Médiums”, es que, en todas partes, todos han podido recibir directamente de los espíritus, la confirmación de lo que esos libros contienen. Si en todas partes los espíritus los hubiesen contradicho, hace tiempo que esos libros hubieran sufrido la suerte de todas las concepciones fantásticas. Ni aún el apoyo de la prensa les hubiera salvado del naufragio, al paso que, privados de él, no por esto han dejado de hacer un camino rápido; porque han tenido el apoyo de los espíritus, cuya buena voluntad compensa con ventaja la mala voluntad de los hombres. Lo mismo sucederá con todas las ideas que, viniendo de los espíritus o de los hombres, no puedan soportar esta comprobación, cuyo poder nadie puede negar”.

Tal –a mi humilde juicio- es el verdadero punto de vista en que debe colocarse también todo el que pretenda obtener del estudio del Espiritismo frutos de vida.
Por todo lo cual no terminaré sin unir, a las de millones de admiradores del gran maestro, mi débil voz clamando este día: ¡Dios te bendiga, insigne Allan Kardec, Dios te bendiga, como luz has dado a mi espíritu, como de amor has hecho latir mi corazón, como paz has llevado a mi vida, con tus obras imperecederas.

Miguel Gimeno Eito.
Extraído de la Revista “Luz y Unión” de marzo de 1903.




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SOBRE “El Cielo y el Infierno o La Justicia Divina según el Espiritismo”


Osadía incalificable fuera hacer un juicio crítico de una de las obras de Allan Kardec, careciendo como yo carezco de una gran inteligencia; pues para juzgar lo grande, grandeza se necesita; así es, que habiéndome pedido que escribiera algo sobre dicho libro, yo escribiré no para criticar ni para juzgar, diré sencillamente mi opinión particular, opinión que no hará bajar ni subir la balanza donde se pesen los méritos de Allan Kardec como escritor, como filósofo, como propagandista del Espiritismo, y como hombre práctico para conocer las flaquezas y los hábitos rutinarios de la humanidad.
Yo creo sinceramente, que el gran talento de Allan Kardec fue amoldarse a la humanidad de su tiempo; él, como Jesús, no dijo todo lo que debía decir; Jesús habló a los pueblos por medio de sus parábolas, de sus sentencias y de sus aforismos; y Allan Kardec habló a la humanidad con un lenguaje apropiado a espíritus que salían de una iglesia buscando otro templo donde rezar y encomendarse a éste o a aquel espíritu, como antes lo habían hecho invocando la protección de un santo milagroso o de una virgen misericordiosa.
Allan Kardec (ingeniero admirable), tendió un puente entre la iglesia de ayer y el templo del porvenir; puente tan sólido, tan bien construido, formando una pendiente tan suave, que se baja por ella sin sentir el mejor sacudimiento, y se abandonan las capillas
sombrías, con sus altares y sus santos, y se penetra en los centros espiritistas rezando por los muertos más queridos para que éstos sean consolados. Yo no encuentro frases para elogiar el profundo conocimiento de Allan Kardec para atraer a su escuela a los descontentos de todas las religiones, y a los indiferentes, y a los incrédulos, y a los ateos, y a todos aquellos que en determinados momentos quieran darle solución al problema de la vida. Destruye con argumentos irrebatibles las moradas que levantaron el paganismo y todas las religiones, o sean los cielos, los infiernos, los purgatorios y los limbos, y en cambio de tales mentiras, describe lo que es la vida en los mundos superiores, y los sufrimientos del espíritu que olvidó sus deberes y se lanzó en el abismo de los vicios. He aquí lo que dice refiriéndose a los que no olvidaron que ser bueno es vivir.

“La reencarnación puede verificarse en la tierra o en otros mundos. Entre los mundos, hay unos mas adelantados que otros en donde la existencia se cumple en condiciones menos penosas que en la tierra, física y moralmente; pero en ellos sólo son admitidos los espíritus llegados a un grado de perfección en relación con el estado de aquellos mundos”.
“La vida en los mundos superiores es ya una recompensa porque allí no se sufren los males y las vicisitudes con los cuales se luchan aquí abajo. Los cuerpos, menos materiales, casi fluidifico, no están expuestos ni a las enfermedades, ni a los accidentes, ni aún a las necesidades. Estando excluidos de allí los malos espíritus, los hombres viven en paz, sin otro cuidado que el de su adelantamiento por el trabajo de la inteligencia. Allí imperan la verdadera fraternidad, porque no hay egoísmo; la verdadera libertad, porque no hay orgullo; la verdadera igualdad, porque no hay desordenes que reprimir ni ambiciosos que quieran oprimir al débil. Comparados con la tierra aquellos mundos, son verdaderos paraísos; son etapas del camino del progreso que conduce al estado definitivo. La tierra es un mundo inferior destinado a la depuración de los espíritus imperfectos, y esta es la razón por que domina aquí el mal hasta que plazca a Dios hacer de este planeta mansión de espíritus más adelantados”.

Hablando del cielo, dice así:

“Está en todas partes; ninguna valla le sirve de límite; los mundos felices son la ultimas estaciones que a él conducen; las virtudes abren el camino y los vicios cierran su entrada”.

Refiriéndose al infierno o sea a las penas futuras, se expresa del modo siguiente:

“El espiritismo no viene, pues, con su autoridad privada, a formular un código de fantasía; su ley, por lo que toca al porvenir del alma, deducida de las observaciones tomadas en el hecho, puede resumirse en los puntos siguientes:
1. El alma o espíritu sufre en la vida espiritual las consecuencias de todas las imperfecciones de que no se ha despojado durante la vida corporal. Su estado dichoso o desgraciado, es inherente al grado de su depuración o de sus imperfecciones.
2. La dicha perfecta es inherente a la perfección, esto es, la depuración completa del espíritu. Toda imperfección es a la ve una causa de sufrimiento y de goce, de la misma manera que toda cualidad adquirida es una causa de goce y atenuación de los sufrimientos.
3. No hay ni una sola imperfección del alma que no lleve consigo sus consecuencias molestas e inevitables, y ni una sola buena cualidad que no sea origen de un goce.
”La suma de penas es, de este modo, proporcional a la suma de imperfecciones, de la misma manera que la suma de goces está en razón de la suma de buenas cualidades”.

Ocupándose de las críticas y de las censuras de que ha sido objeto el espiritismo, dice muy oportunamente:

“La critica malévola se ha complacido en representar las comunicaciones espiritas como rodeadas de las practicas ridículas y supersticiones de la magia y de la nigromancia. Si los que hablan del espiritismo sin conocerle, se hubiesen tomado el trabajo de estudiarle, se hubieran ahorrado gastos de imaginación alegaciones que no sirven más que para probar su ignorancia o su mala voluntad. Para instrucción de las personas extrañas a las ciencia, diremos que para comunicarse con lo espíritus no hay días, horas, ni lugares más propicios unos que otros; que no son necesarias, para evocarles, ni fórmulas, ni palabras sacramentales o cabalísticas; que no hay necesidad de ninguna preparación, ni de ninguna iniciación; que no da resultado alguno el empleo de signos u objetos materiales, sea para atraerles, sea para rechazarles, y que el pensamiento basta; en fin, que los médiums reciben sus comunicaciones de un modo tan natural y sencillo, como si fueran dictadas por una persona viva, sin salir del estado normal. Solo el charlatanismo podría efectuar maneras excéntricas, y añadir accesorios ridículos.
Los espíritus no pueden guiar en las investigaciones científicas y los descubrimientos. La ciencia es obra del genio; no debe adquirirse sino por el trabajo, porque solo por el trabajo el hombre adelanta en su camino. ¿Qué merito habría si bastara preguntar a los espíritus, para saberlo todo? Cualquier imbécil podría ser sabio a poco costa. Lo mismo sucede con la invenciones y descubrimientos de la industria.”

Describe después de un modo admirable los sufrimientos de los espíritus que han cometido horribles crímenes, los que llevan dentro de sí todas las penas del infierno; escuchemos las lamentaciones de un espíritu en sufrimiento.

“¡Oh, sí, piedad! ¡Tengo mucha necesidad de ella, porque no sabéis lo que sufro!... ¡no, no lo sabéis, no podéis comprenderlo...es horrible!... ¡La guillotina! ¿Qué es al lado de lo que sufro ahora? Es nada: es un instante. ¡Pero este fuego que me devora es peor, es una muerte continua; es un sufrimiento que no deja tregua ni descanso...que no tiene fin!
¡Y mis victimas que están ahí, a mi alrededor...que me enseñen sus heridas...que me persiguen con sus miradas!... ¡Están ahí, ante mí...las veo todas...sí, todas; no puedo evitarlas!... ¡Y este mar de sangre!... ¡y este oro manchado de sangre... todo está ahí! Siempre ante mí... ¿Sentís el olor de la sangre? ¡Sangre, siempre sangre!... ¡Helas ahí esas pobres víctima; me ruegan... y yo sin piedad hiero... hiero!.. Hiero siempre!... La sangre me embriaga.
Creía que después de mi muerte todo estaría acabado; por esto arrostré el suplicio; ¡insulté a Dios, le renegué!... ¡Y he aquí que, cuando me creía aniquilado para siempre, un despertar terrible tiene lugar en mí!... ¡Oh! ¡Sí, terrible!...estoy rodeado de cadáveres, de figuras amenazadoras...camino sobre sangre... ¡Creía estar muerto, y vivo!... ¡Esto es horroroso!...¡más espantoso que todos los suplicios de la tierra!
¡Oh! ¡Si todos los hombres pudiesen saber lo que hay más allá de la vida! ¡Sabrían lo que cuesta hacer mal; no habría asesinos, ni malhechores! ¡Quisiera que todos los asesinos pudiesen ver lo que veo y lo que sufro!...¡Oh no habría ninguno!...¡es demasiado horrible sufrir lo que sufro!”.

Mucho más pudiera extractar del libro en cuestión, para presentar pruebas irrecusables de su indisputables valía, porque Allan Kardec pinta magistralmente la ventura de los espíritus buenos y el tormento de los espíritus buenos y el tormento de los espíritus malos; pero no so los estrechos límites de un periódico lugar apropiado para extenderse en largas y filosóficas consideraciones; para esto se necesita más espacio.
Me han pedido mi opinión sobre El Cielo y el Infiero, de Allan Kardec, y yo digo que Allan Kardec no ha podido cumplir mejor su cometido, puesto que ha destruido de una plumada las moradas celestiales y los abismos infernales, presentado en su lugar los talleres infinitos, donde las almas progresan y el tormento de los culpables que donde quieran que van llevan consigo las sombras implacables de sus víctimas; y este cambio radical de cuanto se a creído hasta ahora, que echa por tierra las creencias religiosas de muchos siglos, lo lleva a cabo Allan Kardec con una sencillez, con dudas de los escépticos con razonamientos tan convincentes, que hay que decir, como creo que dijo Flammarion ante la tumba del maestro: era Allan Kardec la encarnación del buen sentido.
¿Que pudo Allan Kardec decir mucho más de lo que dijo?... quien lo duda: yo al menos así lo creo; ¿que comprendió que si descartaba sus enseñanzas, plegarias y fervientes oraciones, los espiritistas de la primera hora se creerían perdidos sino tenían santos a quién evocar y ángeles guardianes en quien confiar? Desde luego; en esto es en lo que más admiro a Allan Kardec hubiera ido mucho más lejos, si hubiera comprendido que le seguirían los espiritistas, pero conoció que si avanzaba demasiado se quedaría completamente solo; que no subirían los hombres hasta el, que tenía él que descender y buscar las ovejas descarriadas en los bosques del fanatismo religioso y en los infecundos eriales de la indiferencia y del escepticismo.
Yo admiro en Allan Kardec al hombre que se y al que se adivina; y le veo grande, mucho más grande por lo que ha sabido callar, que por lo que ha llegado a decir.
Ha sido un redentor, sin llegar a ser crucificado porque en nuestros tiempos no es necesario el bautismo de sangre para implantar nuevos ideales. ¡Bendito sea Allan Kardec!

Amalia Domingo Soler
Extraído de la Revista “Luz y Unión” de marzo de 1903.



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SOBRE “EL GENESIS, LOS MILAGROS Y LAS PREDICCIONES. Sus principios y sus consecuencias.”

Concepto novísimo del Génesis, y llamada al concurso colectivo.

Interpretaré, espiritual y libremente, algunos progresos de la doctrina de Allan Kardec, el legislador del espiritismo moderno, asociado al Alma del mundo. Así haré mi crítica, como de un gran monumento se infiere la importancia de las fundaciones. Se trata de la Piedra angular y de continuar la obra.
El Génesis comprende el estelar o uranográfico, el material, el orgánico, el fluídico, el espiritista, los infiernos y los cielos; o sea, la pluralidad de mundos y de existencias, en la Palingenesia universal indefinida. El Génesis religioso, moral, filosófico o científico, económico, artístico o sociológico, son corolarios o partes del total.
Es la Unidad Universal en los derroteros de un eterno camino sin fin, con sus metamorfosis infinitas y perpetuas. No olvidemos esto... Unidad de plan; extinción lenta de formas antiguas; creación sucesiva de formas nuevas; lo más perfecto sustituye a lo que es menos; “nacer, morir, volver a nacer...y siempre progresar, esta es la Ley...”

También es este el génesis; vasto programa, que nos deslumbra; y ante el cual, como la mariposa, que gira en torno de la luz, quemamos las alas y nos rendimos en sumisa adoración al Gran Arquitecto, convencidos de que por los principios, o leyes, y consecuencias, jamás veremos agotados los bosquejos del croquis conocido.
Podemos representar el estudio del Génesis integral por la figura esquemática de un árbol, que crece y se extiende indefinidamente; donde aparecen formas secas o podebles, y nuevos injertos, brotes o retoños; tanto en lo orgánico como en las creaciones intelectuales…
Se desprende de este ligero apunte graves consideraciones.
La dirección de la enseñanza, sobre tal obra, no ha podido confiarse a una sola cabeza humana. Está por encima de la voluntad del hombre él no detenerse en las opiniones de otro. El autor de la inteligencia la ha formado de manera, que no puede someterse, para todo lo que debe aprender por sí misma, más que a su sola autoridad, a su razón. Desde que ella se subordina a otro, se traiciona a sí misma, abjura el más bello de sus derechos, viola el más imprescriptible de sus deberes; porque renuncia a los destinos que le ha trazado la Sabiduría Suprema. Esto está probado en la historia superabundante. Por eso, el Espiritismo Kardeciano comienza por proclamarse campeón del librepensamiento absoluto y del progreso indefinido; de la variedad en la unidad; de la división del trabajo en la gran armonía; del concurso colectivo en método didáctico; y llevando aún más lejos la imitación de la naturaleza, de plantear las leyes de ésta, o atributos divinos, como faro, o brújula de marcha segura.(Caps. I y II del Génesis).
Es verdaderamente providencial, y yo así lo creo con toda mi alma, y me lo razono filosóficamente, que a pesar de que el espiritismo ha sido, frecuente y secularmente, explotado por todas las religiones del mundo, con Apócrifos de Zoroastro, judíos, libilinos, herméticos, de Apolonio de Tyana, evangelios, leyendas, decretales, concilios apasionados, santos de pega, milagros, reliquias, dogmas absurdos, y otros fraudes piadosos, o sacrílegos; que Allan Kardec y sus colaboradores, superiores e inferiores, hayan esclarecido, cosas sublimes, entre un conjunto de doctrinas desacreditadas por los abusos, y lo menospreciado del mundo venga a ser puesto como piedra de cimiento, lo mismo en ciencia que en religión, por las leyes del elemento espiritual. En efecto; veamos lo que nos dice aquél, cuyos despojos mortales descansan bajo un modesto dolmen druídico en el cementerio del Padre Lachaise de París, abrazando, por inscripción, la bandera del progreso.
Todos somos cooperadores en la obra palingenésica, y en la edificación de la ciencia colectiva genésica.
Si el microscopio y el telescopio son los grandes instrumentos de investigación física de lo infinitamente pequeño y grande, el Espiritismo trae otros mayores en lo espiritual; que son la Mediumnidad lata y la reencarnación, sin cuyas brújulas los destinos futuros y pretéritos quedarían deficientes, y el Génesis mutilado.
Por lo tanto, aquí caben, como colaboradores, todas las partes sanas de la humanidad entera, aportando a la ciencia su caudal: el sincretismo gnóstico y alejandrino; la filología; la arqueología e historia del arte; la mitografía; el vasto orientalismo moderno, que tanto ilustran los Burnof, Max-Muller y otras autoridades notables en la filogenia de las ideas; el simbolismo naturalista, según la Ley de Correspondencia de Swedemvorg o de analogía de otros; los Folk-lores; la exégesis de textos; la dirección directa, o fenomenología; la moral; la metafísica; y otras ramas, que descubren los misterios del pasado y del porvenir. También caben, los físicos, químicos, biologistas, botánicos, zoólogos, petrologistas, antropólogos, geólogos, palesutologistas, astrónomos, &; pues todos somos necesarios en la obra; para descubrir panoramas; estudiar las cadenas de las transformaciones; las capas del planeta; la filiaciones de la vida orgánica.
¿Pero dónde está la filiación espiritual, que es la parte esencial del ser, realmente evolutiva, sin la cual no hay Génesis?
Tal es el problema capital que se ofrece al concurso de todos. En su consecuencia:
“La Ciencia está llamada a constituir el Génesis según las Leyes de la naturaleza”: Esta es la bandera universal.
Podemos entrar en el examen de hechos, a grandes rasgos.

Pluralidad de mundos
Evoco la Geología de Lapparent, la Paleontología de Hoermes, los Encadenamientos del mundo animal de Gaundry, los trabajos de Morlillet sobre Prehistoria, el Hombre Fosil de Le Hou, la Selección de Wallace, la Evolución anímica de Delanne,... y con una secreta complacencia veo el triunfo espiritista kardeciano, que es el de todos...
Evocó a Flammarion, y con sus Tierras del cielo, las Maravillas Celestes, la Tierra antes de la creación del hombre y demás obras, deduzco los grandes desarrollos que Kardec presintió 35 años atrás...
Sabemos que la atracción es la Ley de todos los mundos; que el Universo es infinito, eterno, y está formado de los mismos elementos, sometido a las mismas leyes en todas las direcciones; que hay leyes de Solidaridad, Serie, Analogía, Variedad, Unidad y otras muchas... Hemos visto, fotografiado y medido, las montañas de la luna; examinando su superficie acribillada de cráteres; y trazado la costa geodésica de Marte. Sabemos que nuestros hermanos mayores del espacio son Neptuno, Urano, Saturno, Júpiter, los Asteroides y Marte; y los menores, Venus y Mercurio.
“Allá, en lejanos sistemas, hay mundos, donde el día está iluminado por un sol rojo y la noche por un sol verde; días con dos soles; noches precedidas de un crepúsculo dorado y seguidas de una aurora azul. Muchos hay de eternas primaveras.” -P. Secchi... En las moradas de nuestra familia solar, que tienen los mismos materiales que nuestro padre el sol, hay gran variedad, donde la vida ha desplegado sus prodigios: ora organismos macizos y resistentes, ora ligeros; paisajes de perpetuos paraísos; o hemisferio de sombra entre nieves y hielos.
Hay planetas con ocho clases de meses.
En muchos, la locomoción es aérea, y se salta o vuela, entre montañas, nubes, anillos, satélites y mundículos; la atmósfera es nutritiva; no hay tubo intestinal; la ubicuidad e irradiación del pensamiento alcanza millones de leguas; el poder de producir creaciones plásticas artísticas es maravilloso; los lenguajes son variados, dominando el del pensamiento…
Eso no son sueños; son inducciones lógicas y científicas. La analogía, la solidaridad física de la luz, el calor y la vida, acusa la solidaridad intelectual, estética y moral.
Si la comunicación espiritual de las almas se efectúa, en nuestro planeta, por vibraciones magnéticas del pensamiento; la inspiración constante; todas las solidaridades psicofísicas; las ondas o auras, emisivas y receptivas de efluvios sutilísimos; las vibraciones del éter, en general, donde los espíritus se influyen, asocian y compenetran; reaccionando, sin cesar, el cielo sobre la tierra y recíprocamente; sólo tendremos que ensanchar el escenario, las series y descubriremos, racionalmente, los hilos de la trama espiritual de las almas y los mundos, donde todo pregona Atracción, Amor, Orden y Armonía.
Esta parte espiritual es la que falta, por lo general, al génesis físico de la ciencia corriente. Este es el gran telescopio de exploración, cuyos vidrios se fabrican en el trabajo científico, el amor y la virtud. Pasemos a la Reencarnación, llave también muy principal en todo Génesis, para descubrir misterios ocultos.

Pluralidad de existencias
La doctrina de la Reencarnación es firme y extensa.
Han creído en ella: Brahmanismo, Budismo, Egipto, Persia, kabalistas, esenios, terapeutas, filonianos, gnósticos, pitagóricos, planianos, fariseos, cristianos distinguidos, etc…
Allan Kardec le da carácter científico.
Señala los que nacen deformes o bien conformados; sanos o enfermizos; semi-idiotas o de talentos; virtuosos o viciosos; pobres y ricos; salvajes y civilizados; fuertes y débiles; en la Edad Media y en los esplendores industriales de hoy; en Grecia o en las regiones boreales. Indica la variedad de gustos, aptitudes, vocaciones, ideas innatas, costumbres, caracteres, ideales de perfección, creencias, códigos y en fin, las variedades etnológicas.
Llama la atención sobre las modificaciones históricas del cráneo y las fisonomías; los nuevos sociologismos; el industrialismo moderno y las ciencias; las infancias precoces; los genios, los filólogos prodigiosos y otros mil hechos. Todo se explica en la Reencarnación, filosofía profunda, que plantea las expiaciones, misiones, pruebas, regeneraciones, compensaciones y separaciones, individuales y colectivas o explica los Paraísos perdidos y las nuevas facultades.
No tenemos más que examinarnos a nosotros mismos y sabremos lo que he sido y aun lo que nos espera en gran parte. A título de curiosidad y distinguiendo los juicios, en ciertos, probables, dudosos o erróneos, según las analogías, detengámonos brevemente en algunos ensayos de investigación y veremos desfilar ante nosotros en carne y hueso vivientes: el cruel fenicio, el viejo romano conquistados, el trapalón cartaginés, “que se finge amigo par ser señor”, el antiguo feudal con sus mañas de fresco, el predicador de las Cruzadas, el rico convertido en pobre, el pobre hecho burgués, olvidado de las pobrezas, el druida civilizador como antes, el colonizador antiguo, expiando sus culpas y crímenes, y perdiendo los últimos rastros de su imperioso colonial; o los revoltosos de antaño, arrepentidos y desengañados, llevando resignados su cruz como nuevos apóstoles de la Paz y Fraternidad universales…
En el porvenir, no desdeñará la filosofía de la historia el estudio de las expiaciones nacionales. Es un diagnóstico, más o menos probable, como el de la medicina, la moral o la teología…
Según se ve, como de la ceniza se induce el fuego; de los fósiles de un mamífero, el animal entero, por la ley de correlación de los órganos; de los fragmentos arqueológicos, una civilización griega, caldea o egipcia; de las condiciones de una casa, la calidad del inquilino; o de la máquina complicada, el genio del maquinista; de la misma manera, por los indicios o hechos, se descubre la Reencarnación, Ley Universal, que desde hoy entra en el dominio científico popular.

Ley de Analogía Universal
Apuntados la reencarnación y el progreso indefinido, hay que decir algo de la Analogía, de gran importancia en la Psicología comparada o Evolución anímica, fase del perpetuo génesis ascendente.
Cuando decimos que el camaleón retrata al hombre variable; los parásitos y chupadores, a los inactivos; el buitre y el cerdo, la voracidad; el murciélago, las tinieblas; la pantera, la ferocidad; el lobo, el ladrón; el cordero, la timidez; el elefante, la bondad; el perro, la amistad; la abeja y la hormiga, el trabajo asociado, la previsión y el orden; o la mariposa, las metamorfosis; es indudable que reconocemos semejanzas de que está llena la Naturaleza y que acusan Unidad de Plan.
Los naturalistas saben bien que las formas obedecen a una misma ley de nacimiento, desarrollo, decrecimiento y extinción. Esto se observa, lo mismo en las faunas fósiles, como ammonitas, nummulites, labirintodontes, dinosaurios, grandes mamíferos o razas aborígenes, que en lo etnológico, de lenguas, códigos, religiones, imperios, usos, modos, literaturas o instituciones… Siendo la forma visible la envoltura de la idea invisible, es indudable que Dios ha pintado o escrito sus leyes, en el Universo; y en tal caso, es el Evangelio Divino y Eterno... Saber, pues, traducir ó interpretar estos emblemas de la Naturaleza ó Simbolismo de ideal, donde las condiciones antropológicas se reflejan en las faunas, es de la más alta importancia
Esta es la llave de la Psicología Comparada, en virtud de la cual, si en lo inferior nos pinta, en parte, á nosotros, nosotros deberemos reflejar, en parte también, lo superior; con lo que se engarzarán los eslabones de la gran cadena, desde el alfa á la omega, y más allá, hasta lo indefinido. Esta teoría de semejanzas, se ha formulado científicamente en los sistemas filosóficos de Spinosa, Schelling, Krause, Fourier y naturalistas notables; conviniendo todos, en que, en parte, Dios, el Universo y el Hombre, son semejantes, debido, sin duda, á la identidad esencial; pero la profundidad del problema no a permitido todavía descifrar innumerables enigmas, que pude ser queden ocultos para el habitante de la tierra, que carece de facultades sentidos más superiores... De todas maneras, la Analogía acusa en el hombre, parcelas antiguas de lejanas preexistencias, reminiscencias de un pasado remoto; y á la vez, incrustaciones , injertos ó involuciones de edades futuras y de seres inteligentes, que nos marcan nuevos derroteros á la actividad, y hasta nos la senda de lo Infinito.
La Filiación Geneológica Espiritual se pone encamino de investigar, por la Analogía, y son de esperar nuevos descubrimientos. La realidad de los perentescos por abajo por arriba, es un hecho; de donde se puede deducir una filosofía moral, positiva y racional, que nos aleje de lo uno y nos acerque á lo otro; y en el reino humano, el bosquejo de destinos progresivos, que trueque el hombre imperfecto, en futuroi arcángel.
Tal es la ley de la psiquis...
En las fases de huevo, oruga, crisálida y mariposa, tenemos explicado todo el Génesis indefinido y perpetuo...

Ensayo de nueva Cristología
Allan Kardec ha prestado un señalado servicio al Cristianismo, facilitando la transición de la fe, puramente sentimental y empírica, al natiralismo racional, integral y armónico, de la ciencia y la filosofía positiva; pues claro está, que, en virtud de las leyes apuntadas, las nuevas ideas serán al Cristianismo ordinario de la letra, lo que éste fue al Paganismo y al Judaísmo, esto es, un progreso.
El Espiritismo puede decir, como el Héroe del Evangelio: “No vengo á destruir la Ley, si no á cumplirla; sed perfectos”... Yo creo que Kardec consideró los Milagros y las Prediccionés, como capítulos anejos al Génesis, evolutivo eternamente.
Esta idea de la Evolución lenta va dominando en Geología, Paleontología y Ciencia general; marchando en merma y reculando, las teorías insolidarias y de los Cataclismos bruscos, algo parientes del Milagro antiguo.
Todo es transición solidaria en la Naturaleza...
Entran, pues, los Milagros, como hechos, en la fase genésica y en los conceptos generales de la Ciencia, que los somete a las leyes. En su sentido antiguo, no existen; son absurdos, irracionales, contradictorios, perturbadores del orden, armonía y fijeza de las leyes generales. Hay que tomarlos como fenómenos, si son reales... Según las Exégesis de más valor entre teólogos, historiadores, críticos, teósofos, filósofos, apologistas y aficionados, no está claramente deslindado lo que en el Evangelio es autentico y no lo es; sucediendo aquí lo mismo que en otros escritos análogos de diversas religiones orientales. La cosa es muy antigua: viene desde los siglos apostólicos, gnósticos y alejandrinos. Hagamos una ligera excursión...
Los Basilidianos afirmaban, que de los escritos apostólicos, los unos eran supuestos, y los otros, estaban alterados por la ignorancia y la mala fe. Rechazaban, por apócrifas, las Epístolas á Tito, Timoteo y Hebreos.
Los copocracianos admitían el Evangelio de Mateo y el resto lo interpretaban a su gusto.
Cerdon, compañero de Marcion, decia: “Los escritos que enseñan tales dogmas, no provienen de los Apóstoles; son obras pseudonimas;.. Los demás, están tan alterados, que no se pueden distinguir lo verdadero de lo falso>>... Solamente aceptaba como auténtica, una parte de Lucas y Pablo, y rechazaba por completo, como apócrifos, Evangelios, Hechos, Apocalipsis y Epístolas.
Marcion se compuso sus escritos á su gusto, con lo que creyó más racional, según su sistema docelista, sin darse escrúpulos críticos.
Como los Valentinianos y Ophitas, se dividieron en muchas ramas, será mejor en pasarlos en silencio.
El mesopotamio y sincretista, Taciano, discípulo de Jostino Mártir, amigo de Platonismo éste, y fundador aquél de los Encratistas, imitó á otros. Como varios gnósticos habian dado preferencia a algun escrito canónico, él se compuso su código, con las cuatro grandes relaciones de la Iglesia, bajo el titulo de Armonía de los Evangelios. Pero procedió como Mación, dando tajos y mandobles á diestro y siniestro. Quitó las genealogías y lo que le pareció. Enseguida, trato las Epístolas de Pablo con la misma libertad.
Manes, se hizo también su código, independiente de toda crítica. Rechazó en cuajo todo el Antiguo Testamento, y del nuevo solo conservó lo más conforme a su objeto. En su destierro compuso un Evangelio, enriquecido con pinturas alegóricas, que dijo ser caído del cielo, sin duda metafóricamente.
Fausto, sabio maniqueo del siglo III, decía que los Evangelios no han sido escritos por Jesucristo ni por los Apóstoles, sino mucho tiempo después por desconocidos.
Parte de la Escuela de Alejandría no dijo menos.
Los Indios netos aun esperan el Mesías, que no acaba de venir.
Modernamente, Strauss, Fauvety, Massey, Spinosa, arqueólogos y teosofistas, en parte, aun son más explícitos, llegando algunos al Esoterismo radical.
La verdad es que según Kabalistas, Esenios, Therapeutas, Filonianos, Neoplatónicos, Neopitagóricos, Gnósticos, Herméticos, Valentinianos, Ophitas, la Gnosis de la Iglesia, el Zend-Avesta, o los Monumentos Egipcios, resulta que:
Nons, Logos, Demiurgo, Ormuzd, Primer-nacido, Sophia, Monógenes, Hermes, Horus, Verbo, Cristo e Hijo de Dios, o son una misma cosa o se parecen mucho; son una gran realidad, verdadera encarnación del Espíritu Divino, en la Humanidad entera, que reviste ropajes diversos con esplendores artísticos indefinidos: Dios en nosotros…
¿Cuál grupo, de lo auténtico literal o lo apócrifo, triunfará? Kardec, sin pasiones y con buen sentido, ocupa un término medio, pacificador, entre ambos bandos de hermanos enemigos. Ante diversos textos, los racionales y elevados, de comprobación humana, los consideró auténticos o posibles, y los explicó por el Espiritismo y los fluídos, o sea, por las leyes del elemento espiritual. En este sentido, ensayó una Cristología naturalista y científica, con el mismo derecho que otra Cristología cualquiera. Otros versículos, los aclaró, por el sistema alegorista, colocándose en el punto de vista del esoterismo antiguo. Otros, los desechó radicalmente por apócrifos o cuentos. Este sistema tiene la ventaja de iniciarnos en el eclecticismo de métodos, tan natural en la variedad histórica; y bajo la base de que más deben saber muchos que unos pocos. Hay para todos los gustos, que es la Ley de la División del trabajo en la Ciencia Colectiva.
Como tipos de textos naturalistas, están las curaciones, doble vista, resurrecciones parciales, etc. Entre los alegorismos, el pan del cielo, las parábolas y otros… Evidentemente son cuentos, la comida de langostas del Bautista, los espíritus metidos en los cerdos, el estatero, la paloma, los prodigios geológicos de la muerte, la ascensión del cadáver embalsamado, la estrella de los magos, el parto milagroso, etc.
Kardec no da gran valor a la bibliolatría y la letra inmóvil; y por eso escribió, salvando del naufragio lo universal y humano, lo racional y posible. Es un gran Reformador, que merece respeto y gratitud. Inculcó lo esencial sobre lo transitorio…

Consecuencias
El Génesis total , según el Espiritismo, es la ciencia que estudia las leyes de la Naturaleza. Es tas leyes vienen de Dios: de donde se deduce que la Ciencia es la Revelación divina y progresiva. Es filosofía que tiene consecuencias religiosas, morales y sociales.
Por ser campeón del libre pensamiento absoluto, no puede sustituir un exclusivismo a otro, ni una autocracia por otra, en ciencia, religión o política; no puede ni debe, ejercer ninguna presión. Poderoso como filosofía, perdería, en siglos de raciocinio y libertad, si se transformara en un poder temporal cualquiera y empezara con tonterías de proclamar verdades por votaciones y demás usos rancios de los desacreditados Concilios. Siendo la Verdad una Luz , desciende a las almas según sus méritos, no por decretos humanos… No hará instituciones sociales del porvenir, no impondrá leyes, como dice Kardec en: Génesis, cap. XVIII, par. 20; Obras póstumas, capítulos XVIII-XXIII; y otros textos.
Tampoco es una religión: aquí no hay sacerdotes, ni misticismos, ni templos, ni culto, ni rito, ni ceremonias, ni milagros, ni dogmas, ni símbolos, ni misterios.
Lo que hay es Verdad, Libertad y Fraternidad solidaria, que son Atributos de Dios… Todos para uno y uno para todos; trasladándolo de los labios al corazón y la conciencia.
El Génesis es un libro muy serio, de principios y desarrollos inagotables… Con él han muerto para siempre:
Los Génesis místicos, supernaturalistas, fabulosos y milagristas;
Los andamiajes de cielos superpuestos;
Las doctrinas geocéntrica y antropocéntrica;
Los Cielos e Infiernos antiguos, con sus teogonías y cosmogonías;
Las Leyendas apócrifas.
Ya no hay Campos Elíseos, ni Paraíso Cristiano, tocando arpas y cantando alabanzas, nos llaman la actividad y evolución indefinida. No hay Devachan, ni Nirvana, de reposo el uno, de aniquilamiento o absorción el otro, si por tales se traducen, porque la Metamorfosis del alma es perpetua y lleva consigo su infierno y su cielo. No hay Naraca, ni Infierno eterno, donde el criminal perezca o pierda su yo individual, fuera del aura terrestre; porque estas novelas absurdas y nihilistas, son contrarias al desenvolvimiento esencial del ser…
Ya nadie pregunta si el agua de la Luna será buena para bautizar, si la Virgen tendrá, en Sirio, más advocaciones que en nuestro calendario; o si nacer valientes o cobardes, dependerá de la influencia de las constelaciones del León o del Borrego. Están mandadas retirar las profecías numéricas y fijas, sobre cálculos de rondas, ciclos de reencarnaciones individuales o colectivas, o estancias devachánicas. Por un lado, entra el elemento de la libertad, en tales profecías; por otro, la población de las regiones es variable según condiciones y tiempos; y además, los años y siglos, son muy variables, según el cómputo de los tiempos.
El año de Neptuno tiene 165 años de los nuestros; el de Urano, 84; el de Saturno, 29; el de Júpiter, 11 años, 10 meses y 17 días; mientras que el año de Mercurio, solo tiene menos de tres meses terrestres, o sea, 88 días de los nuestros…
No hay formas fluídicas ciegas, ni fantasmas vacíos de vida artificial, sin dueños propios; ni cadáveres sucesivos aromales al acaso; ni espacios desiertos; lo que hay, en nuestra opinión, son fotografías del pensamiento, creaciones plásticas, series de entidades, que todo lo rellenan, como afirman Kardec, Crookes, Huxley u otros. Los espacios tienen variedad infinita de seres en todos los grados del progreso indefinido; de lo cual testifican, la Humanidad entera esclarecida y los hechos del Gran Libro de la Naturaleza, constantemente abierto a las miradas de todos.
Han llegado los tiempos, en que, por la Ciencia, enfrenemos nuestras imaginaciones: Este, con automatismo de fe ciega rutinaria, marcha como taravilla de molino, siempre repitiendo lo mismo y resistiéndose a toda modificación; aquel, gira a todos los vientos, como veleta de campanario; uno es gran fabricante de metáforas o portador de barbarismos anacrónicos, con etiqueta de nueva moda; otro hace inducciones precipitadas o resucita nuevos Misterios esotéricos trasnochados, dejándose de la serena filosofía experimental y racional, con marcados apegos a un panteísmo soñado, exageradamente subjetivo e inarmónico;. . . La Ciencia progresiva y sublime, unida al Amor, nos conducirá hacia Dios... No olvidemos esta gran bandera...


Manuel Navarro Murillo
Extraido de la Revista “Luz y Unión” de marzo de 1903.

EDITORIAL - ABRIL 2009

Era el 31 de Marzo de 1869 y la ciudad de París dormía. Tan sólo unos pocos habitantes empezaban su jornada para un intenso día de trabajo.

El reloj marcaba las 4:30 hrs de la mañana y en el 59 de la calle y pasaje de Santa Ana, alguien se levantaba, como cada mañana, para continuar con los preparativos de una mudanza. Todo transcurría de una manera normal, muebles aquí y allá, utensilios de cocina, papeles, libros, todo en orden dentro del desorden habitual que generan las mudanzas.

Nuestro querido amigo, un habitante más en este planeta, de nombre Hippolyte Léon Denizard Rivail, era un lionés afincado en París desde hacía muchos años, persona que a los ojos de los demás nada tenía de especial. Trabajador infatigable, estudioso, culto, era una persona humilde, bondadosa, que junto a su mujer Amélie Gabrielle Boudet, pasaba su existencia en este plano terrenal.

Cada mañana, como hemos dicho antes, se levantaba a la misma hora, iba a su gabinete de trabajo y ahí pasaba largas horas metido entre sus papeles. Respondía cartas constantemente, comparaba informaciones, las recopilaba y le daba una forma dentro de su cabeza, una vez que las había pasado por la razón. A la vez redactaba y dirigía un periódico mensual, de unas treinta páginas, donde publicaba todos los avances, descubrimientos y compilaciones de un trabajo inesperado que comenzó en 1855 y por el cual fue criticado, humillado... pero del que recibió la mejor recompensa, el mejor salario: “El Amor al prójimo y la reforma Moral”.
Como él mismo había anunciado a los suscriptores de su periódico, el 1 de Abril se habría mudado a la Avenida y Villa de Segur, cerca de “Les Invalides” en París, a donde trasladaba su domicilio junto a la redacción de la revista y al 7 de la calle de Lilles la oficina de expedición y suscripción, y la sede de asociación, junto a la librería que debía inaugurarse.

Esa mañana, que para él era una más, cambiaría el destino de muchas cosas. Estando en su casa y habiendo recibido a un cliente de la librería para entregarle uno de los números del periódico, el Sr. Rivail o Allan Kardec, caía fulminado al suelo víctima de un aneurisma de aorta, debido a los serios problemas circulatorios que tenía.

Todo había cambiado, todo era caos y muerte en aquella casa, aunque no en él. Su rostro estaba feliz y si no fuera porque no respiraba se podría decir que estaba dormido.
Miles de preguntas rondaban en la cabeza de su mujer y amigos ¿Qué sería de la Sociedad de Estudios Espíritas de París? ¿Y de la Revue Spirite? ¿Cuál sería el futuro de aquel “inesperado” trabajo que aceptó en 1855 y que consistía en darle un cuerpo de doctrina, recopilando, analizando, razonando, editando las bases del edificio del Espiritismo? Todo estaba previsto, su misión había terminado pero, previsor como siempre, ya había dejado el número de Abril listo para ser editado y entre sus innumerables papeles se encontraron pensamientos, directrices, consejos para continuar la obra de la que él no se sentía el autor, sino el codificador.
Como veis, queridos lectores, diariamente nos cruzamos con gente que pasa inadvertida, que parecen simples trabajadores, padres y madres de familia que no salen de lo corriente, pero que todos ellos son importantes y tienen su repercusión en los demás en mayor o menor grado.
Hoy, ciento cuarenta años después de la desencarnación de Allan Kardec, nuestro periódico no podía pasar por alto el día en que el codificador del Espiritismo dejaba en nuestras manos el rumbo de esta bella doctrina de consecuencias morales, filosóficas y espirituales. Hoy queremos rendir homenaje a ese hombre, uno de tantos en la Tierra, que con su fe inalterable, con su esfuerzo, su método, su gran capacidad intelectual pudo ver el camino por el que todos pasaremos después de la muerte, pudo dejarnos en sus libros las bases para nuestro mejoramiento y que hoy se han convertido en un movimiento seguido por millones de personas en el mundo que trabajan por el bien social, que se esfuerzan por reformar su interior y que siguen apostando por un mundo mejor de paz, amor e igualdad. Esos somos los espíritas, eso es el Espiritismo.

Kardec, allá dónde estés, recibe este pequeño homenaje que hacemos junto con nuestro más sincero agradecimiento.

La redacción.