miércoles, 1 de febrero de 2012

Pases espíritas



En una ocasión, nos han presentado la siguiente pregunta: “Si lo único que deseo al ir al centro espírita es recibir pases, ¿por qué necesito asistir, antes de recibirlos, a una conferencia espírita o a una reunión de estudios doctrinarios?”

Discurriremos sobre el tema en base, no a opiniones personales, sino a la Doctrina Espírita, que nos invita incesantemente a la reflexión, puesto que uno de sus fundamentos es la fe razonada.
En primer lugar, es necesario considerar que, entre los factores para la eficacia de los pases, está el paciente, es decir, la persona que los recibirá. Así, la recomendación de previamente asistir a una conferencia espírita, participar en una reunión de estudios doctrinarios o en una lectura de carácter evangélico, por ejemplo, busca favorecer la preparación del paciente y, por lo tanto, incrementar las posibilidades de eficacia de los pases.

¿Cómo la participación en una conferencia espírita, en una reunión de estudios doctrinarios o en una lectura de carácter evangélico puede ayudar en la preparación del paciente?
En términos generales, se puede afirmar que los pases espíritas son una transmisión de buenos fluidos por medio de movimientos que el pasista realiza, en sintonía con la Espiritualidad Superior, con el pensamiento y la voluntad de ayudar al paciente.

Los fluidos afines se atraen y los opuestos se repelen (Allan Kardec, La Génesis, los milagros y las predicciones según el Espiritismo, cap. 14, ít. 21). Por lo tanto, cuanto más esté envuelto en buenos fluidos, más facilidad tendrá el paciente de atraer, debido a la afinidad, los buenos fluidos transmitidos por los pases.
Al propiciar la elevación de pensamientos y sentimientos hacia el perfeccionamiento moral, la participación en una conferencia espírita, en una reunión de estudios doctrinarios o en una lectura de carácter evangélico envuelve al paciente en buenos fluidos y, por consiguiente, le facilita la atracción de los buenos fluidos transmitidos por los pases.

Además, durante la conferencia espírita, la reunión de estudios doctrinarios o la lectura de carácter evangélico, la Espiritualidad Superior, aprovechando que el público eleva su sintonía espiritual, suele realizar tratamientos fluídicos en encarnados y desencarnados presentes (ver, por ejemplo, la obra Senderos de Liberación, cap. “Sexo y responsabilidad”, de Manoel Philomeno de Miranda, psicografiada por Divaldo Franco). De ese modo, los tratamientos fluídicos en los centros espíritas no se realizan solamente por medio del servicio prestado por pasistas encarnados. De hecho, esos tratamientos comprenden un amplio proceso, en el cual la aplicación de los pases por pasistas encarnados es una de las etapas.

También se debe observar que, cuando alguien va a un centro espírita para recibir pases, está buscando liberarse de una desarmonía, que puede tener repercusiones físicas, emocionales o espirituales. Los pases constituyen una ayuda muy importante para esa liberación, pero la conquista efectiva de la armonía interior se logra, en realidad, mediante la reforma moral.

Es necesario, pues, actuar más allá de los síntomas y eliminar la causa de la desarmonía. Así, en la conferencia espírita, en la reunión de estudios doctrinarios o en una lectura de carácter evangélico, el paciente recibe enseñanzas necesarias a su reforma moral y, por consiguiente, a su armonía interior.
Por lo tanto, la participación en una conferencia espírita, en una reunión de estudios doctrinarios o en una lectura de carácter evangélico es necesaria no solamente para el tratamiento fluídico de los síntomas del paciente, sino también para la efectiva liberación de la desarmonía en razón de la cual la persona desea recibir los pases.

Simoni Privato Goidanich

¿Qué significa supervivencia del alma?



Muchos hombres atentos solamente a sus preocupaciones cotidianas no tienen demasiado interés en pensar en lo que va a suceder después de la muerte, conllevando esa actitud a un olvido temporal durante la vida de ese inevitable tema.

La ocultación de la verdad de lo que significa morir para el hombre fue extendida desde hace siglos, camuflada bajo una capa nebulosa y espesa. ¿ Por qué motivo?

De una forma indirecta o intencionada, generada por miedo e ignorancia a lo desconocido, añadido a la ansiedad que causa el no saber en realidad qué es lo que va a suceder cuando llegue la hora de partir; o incluso por el dominio que unos pocos pueden ejercer sobre una masa de ciudadanos ignorantes de las verdades espirituales, son algunos de los motores por los cuales se mantuvo y aún se mantiene a un gran conjunto de la sociedad humana en la infancia del saber espiritual.

Actualmente la forma de vida está centrada en los placeres efímeros de adquisición y acumulación de bienes materiales que tienen como resultado un desvío de intereses, llevando a la mente a un estado ilusorio acarreando una insatisfacción permanente al hombre, donde la muchedumbre de una manera general, perdida, no sabe solventar sus inquietudes.

Sumergido en sus labores de conquistas exteriores, el hombre no es feliz, no es mejor que hace siglos, estos siglos donde los minutos de la eternidad han sido testigos de la creciente insatisfacción y desesperación humana; siglos donde el hombre levantó sus ideales bajo los cimientos de las apariencias vacías, no trayéndole a pesar de los años ningún sosiego, ni siquiera una clara noción de su porvenir.

Esa manera de vivir y ese comportamiento no proporcionan sostén alguno en la marcha de la confección de un ser integral, es por el contrario, como un vientre generador de insuficiencias morales, excesos y sublevaciones, brindándole el campo labrado  de las pasiones donde vive reinante los instintos inferiores. En la investigación de algo que le conforte las ansiedades prioriza la satisfacción de las necesidades eminentes; de los apetitos y de los deseos,  perdiéndose en la propia búsqueda de sí mismo.

A pesar de todos los esfuerzos, de todos los intentos de la sociedad en alcanzar el progreso innovador, el hombre aún titubea en la inseguridad de su futuro, no encontrando las respuestas a sus inquietudes. Amedrentado, prefiere no pensar y solamente vivir el hoy y ahora, en un descenso vertiginoso en la montaña rusa del materialismo donde desprovisto de los valores morales, se descarrila.

La suposición de la desaparición del ser humano con la muerte lejos de ser veraz, es un engaño superlativo que no se puede absolutamente creer ni fomentar.

El espiritismo viene a esclarecer con la ayuda de nuestros hermanos desencarnados, las necesidades de mejorar las conductas desviadas para poder avanzar en la escala evolutiva, como seres que sobrevivimos, seres inmortales que somos.

La Doctrina Espírita nos ofrece testimonios a través de las experiencias de los que ya partieron, en los ejemplos de comportamiento y las consecuencias de las actitudes del día a día en la situación posterior a muerte del hombre.

La muerte, no simboliza en absoluto y en hipótesis alguna el término de todo, ya que no existe,  siendo en realidad solamente un sinónimo de transformación.

A diario, nosotros somos testigos de esa transformación necesaria e irrevocable en todos los hechos que concierne a la Naturaleza y a todo el Universo. Todos los seres vivos de manera general vamos cambiando en diferentes etapas de la vida y la muerte es un cambio más que todos realizaremos. Basta parar y analizar la vida. Nuestro propio cuerpo material es un ejemplo, ya que se renueva periódicamente, pero podemos observar que la memoria y el pensamiento son siempre fieles a sí mismo,  hay pues un principio inteligente que mantiene eses cambios y que hace que no perdamos nuestra identidad a lo largo de la vida.

Ese principio inteligente es el espíritu actuando sobre la materia que agrupa, asociando todas las potencias intelectuales manteniendo de ese modo las características físicas de cada uno.

León Denis, unos de los defensores y propagadores del Espiritismo, en “Después de la muerte”, nos dice: “Si nuestra entidad espiritual se mantiene y persiste a través de la perpetua renovación de moléculas y las transformaciones de nuestro cuerpo físico, la disgregación, la desaparición final de este último no podrán alcanzarla tampoco en su existencia.

Hemos visto que nada se aniquila en el Universo.
Cuando la química nos enseña que ningún átomo se pierde, cuando la física nos demuestra que ninguna fuerza se desvanece, ¿cómo creer que esa unidad prodigiosa en que se resumen todas las facultades intelectuales, que ese Yo consciente en quien la vida abandona las cadenas de la fatalidad, puede disolverse y aniquilarse?

No solamente la lógica y la moral, sino también los hechos mismos, hechos de orden sensible, a la vez fisiológicos y psíquicos, todo concurre, mostrando la persistencia del ser consciente después de la tumba, a probarnos que el alma se encuentra más allá del sepulcro tal cual ella misma se ha formado por sus acciones y sus esfuerzos en el curso de su existencia terrestre.”

Pues, es así. El alma es un espíritu eterno, encarnado momentáneamente en un planeta material, cuyo cuerpo es la envoltura temporal de materia perecedera que utiliza para domar sus instintos inferiores y ejercer sus potenciales divinos, a través de las vivencias en situaciones que lo experimentarán y que le van proporcionando el campo íntimo necesario para que el espíritu avance en su marcha evolutiva.
Después de un período de tiempo, que nosotros reconocemos como “vida”, el espíritu desecha ese cuerpo que ya no le sirve, por diversos y diferentes motivos y vuelve a la patria espiritual, para seguir su aprendizaje en un período de erraticidad.

No debemos confundir el cuerpo, la sangre, las venas, los músculos, con la razón, con la voluntad o el juicio de nuestro ser que están regidos por la conciencia del espíritu.
Ese proceso ocurrirá cuantas veces sea necesario hasta que el espíritu llegue al nivel exigido, es lo que se denomina reencarnación.

Ese mundo espiritual que no vemos normalmente, por nuestros sentidos densos, está en otra faja de vibración, en otra esfera de sensaciones, pero existe, es el mundo original o primitivo, preexistente y superviviente a todo.

El mundo que se deja al desencarnar o morir es el mundo material, secundario, que si no hubiese existido jamás, no causaría ningún perjuicio para el mundo espiritual.

La única certeza que cualquier persona puede tener en la vida con toda la seguridad, es que va a morir, las demás cosas pueden suceder o no. De hecho, desencarnar es la consecuencia de una de las Leyes Morales, no siendo posible derogarla, porque es profunda y de un orden inmutable.
¿No es avasalladora esa afirmación?

Esa cuestión interesa a todos los hombres, porque todos somos sometidos a esa Ley e irremediablemente pasaremos por ella, todos.
Por lo tanto, el conocimiento de la supervivencia del espíritu abre los campos de las percepciones y asimilaciones de nuevos conocimientos, al mismo tiempo que conforta, apacigua, alienta y renueva al hombre, porque le da esperanza en un mañana.

Mirando de frente, el ser humano debe analizar las cuestiones que siempre ha intentado a lo largo de la historia contestar y ha buscado con incesante codicia la respuesta: ¿Qué pasará después?
Seguiremos vivos y podemos afirmar que somos espíritus inmortales, los seres inteligentes de la Creación. El alma es el ser inmaterial e individual que reside en nosotros y sobrevive al cuerpo.

Fuimos creados por Dios para un propósito, tenemos un destino que es colaborar con Él en su Creación. Somos sus pupilos amados, y Él ha creado para nosotros con Amor condiciones para que podamos llegar por nuestro propio perfeccionamiento a este destino.

Los hermanos que nos preceden, los buenos espíritus que vinieron durante toda la historia de la humanidad a auxiliar al hombre, vuelven ahora de una manera clara e innegable, a partir de las manifestaciones denominadas mesas girantes, a explicar de una forma metódica, racional y elevada las enseñanzas de Cristo, para ayudarnos a avanzar más rápido en el camino de nuestro destino, cambiando la perspectiva errónea que hemos asimilado después de tanto tiempo de ignorancia y aclaran que el porvenir depende de nosotros mismos.

El saber que estaremos vivos en el mundo espiritual, es tranquilizador, da al hombre confianza y esperanza, confirma las múltiples oportunidades de enriquecimiento noble y de valores elevados, que Dios nos concede en cada nueva encarnación; entonces ¿por qué no nos preparamos como es debido para ese pasaje?
Esos seres que han pertenecido al mundo corpóreo, constituyen ahora después de perder el cuerpo físico a lo que llamamos mundo espiritual.

De hecho en el ítem V de la introducción del Libro de los Espíritus el insigne pedagogo Allan Kardec nos declara esta certeza cuando afirma que las respuestas dadas por los espíritus son “un sello de tal sabiduría,  de profundidad y exactitud; revelan pensamientos tan elevados y sublimes, que no pueden emanar más que de una inteligencia superior, identificada con la moral más pura.

No obstante, Allan Kardec advierte también que “...otras veces son tan superficiales, frívolas e incluso triviales, que la razón se rehúsa a admitir que proceden de la misma fuente. Esa diversidad de lenguajes sólo encuentra una explicación en la diversidad de las inteligencias que se manifiestan...”

Entonces nos llama la atención para el discernimiento, en el análisis de las comunicaciones, porque el espíritu cuando desencarna será lo que haya forjado en sí mismo durante su vida, será las consecuencias de sus actos.

Por sintonía los actos van determinando la posición en que corresponderá vivir cuando llegue en el plano espiritual, porque bajo Las Leyes Morales, esta ley justa y equitativa, los actos son fundamentales y nadie podrá evadirse de ellos.

Es durante la vida encarnada que el espíritu escoge el sitio en que va a estar después de su desencarnación. Con sus actitudes, volcadas así al bien, la bondad, y el amor, vislumbrará un sitio donde podrá seguir trabajándose en esta línea de perfeccionamiento.

O por el contrario, con sus acciones desprovistas de honestidad y caridad, en un perpetuo combate de riqueza, gloria, vicios que son reinados de un día, se asociará a planos menos dichosos donde tendrá que recapacitar, arrepentirse y solicitar reajustarse con los designios de Dios.

Como consecuencia de ese conocimiento, a partir de ahora que eres consciente que seguirás vivo, es de suma importancia prestar atención en la vida actual, y preguntarnos cada día: ¿qué es lo que hice hoy por mí, por mi prójimo?

Aprovechar el tiempo en que estamos internos en esa escuela de la vida, es ser sabio y previsor. Algunos rechazan la oportunidad de enriquecimiento, en razón de la parálisis momentánea de sus facultades superiores, otros sin embargo prefieren la comodidad a que están acostumbrados, y desperdician las ocasiones de enriquecimiento superior. ¡No seas uno de ellos!

Indagar y examinar son los deberes que el hombre debe hacer, para evaluar sus actos y cambiar los que no se ajustan a la moral elevada secándola de la animalidad, asumiendo la dirección de su propia senda evolutiva.
El espiritismo mató la muerte, quitó el paño que la cubría demostrando que seguimos vivos, abriendo una visión amplia basada en fundamentos racionales, lógicos e irrefutables a cerca del futuro del hombre como espíritu inmortal.


Cláudia Bernardes de Carvalho
Centro Espírita Entre el Cielo y la Tierra

La Felicidad




¿Qué se supone que es la felicidad? El ser humano ha tendido siempre a perseguir la felicidad como una meta o un fin, como un estado de bienestar, ideal o permanente al que llegar y quizá su principal característica sea la futilidad, su capacidad de aparecer y desaparecer de forma constante a lo largo de nuestras vidas. Sin embargo, parece ser que se compone de pequeños momentos, de detalles vividos en el día a día. Es un concepto con profundos significados, incluye alegría, pero también otras muchas emociones, algunas de las cuales no son necesariamente positivas (compromiso, lucha, retos, incluso dolor).
Es muy difícil que en el mundo en el cual estamos, el hombre tenga una felicidad total, ya que, como sabemos, éste es un mundo de expiación y pruebas, y como dice una máxima: “La felicidad no es de este mundo”.

En la Tierra, hágase lo que se hiciese, a cada cual toca su parte de trabajo fatigoso y de miseria, su lote de sufrimientos y desilusiones. Tenemos que saber que lo que nos parece un mal no lo es siempre, pues a menudo ha de resultar de él un bien, que será más grande que el mal y esto es lo que muchas veces no comprendemos porque sólo pensamos en el presente y en nuestra persona.

En mis 54 años vividos, he tenido la gran suerte, “entre comillas”, de haber nacido sin uno de los defectos del ser humano, la envidia. Mi vida desde la infancia ha sido de dar más que de recibir. Mis padres me inculcaron que hay que ayudar al necesitado, de todo tipo y también a ponerlo en práctica. Éramos pobres pero no es necesario poseer mucho para ayudar a los demás, tenemos dos manos, tenemos una conciencia, tenemos unos valores, más o menos desarrollados… Que nadie se diga a sí mismo “yo no puedo”, no hay que ser hipócrita, pues todos poseemos, en medida de nuestras posibilidades. No hay excusa posible para no hacer la caridad.

La caridad es muy amplia. Algunas personas, cuando oyen la palabra caridad les suena a dar limosna al mendigo o necesitado que está en la calle con un platillo. Sin embargo, la caridad es tan amplia que es casi inabarcable, desde ayudar a llevar las bolsas de la compra a una persona anciana, a dar consuelo al afligido, visitar y animar al enfermo, ayudar al vecino… Podríamos seguir y seguir, pero creo que se ha comprendido lo que quiero decir.

Hay muchas personas que dicen “¡No soy feliz! ¡La felicidad no se ha hecho para mí!” sea cual fuese la situación social en la que se encuentre. Está demostrado que ni la fortuna ni el poder son condiciones esenciales de la dicha. ¿Cuántas veces no hemos visto u oído, en medio de las clases más privilegiadas, a personas de toda edad quejarse con amargura de su situación? Ante tal resultado es inconcebible que las clases trabajadoras y luchadoras ambicionen con tanta avidez la situación de aquellos a quienes la fortuna parece haberles favorecido.

Doy gracias a Dios por la profesión que tengo, con la cual estoy en contacto con las personas, y me permite transmitir e irradiar esta energía vital que tengo. A veces mis compañeros espíritas me dicen: “Tú también tienes que dejarte ayudar” (porque a veces me resisto), y reconozco que tienen razón, yo también necesito ayuda, como todo ser humano.

La felicidad es una cualidad producto de un estado de armonía interno, que se manifiesta como un sentimiento de bienestar y perdura en el tiempo. Es un estado de ánimo que se produce en la persona, cuando cree haber alcanzado una meta deseada y buena, tal estado propicia paz interior, un enfoque de medio positivo, al mismo tiempo estimula a conquistar nuevas metas, es definida como una condición interna de satisfacción y de alegría.

Me he criado con esta máxima, que va conmigo desde que tengo uso de razón y que ustedes ya habrán oído infinidad de veces: “No es más feliz el que más tiene, si no el que menos necesita”. Esta y la caridad son mis secretos para ser feliz.

Les he querido hacer partícipes a todos ustedes que están ahora leyendo este escrito de lo que siento y lo hago con toda humildad, porque este es mi modo de ver y sentir la verdadera felicidad. Sólo las personas que comprenden estas ideas saben perfectamente lo que estoy diciendo y a las que, por el motivo que sea, no entienden lo que digo, les propongo que pongan en práctica lo dicho aquí. Si por el contrario necesitan ayuda, pónganse en contacto con esta publicación o el Centro Espírita.

Cuando notemos que no somos felices, pensemos que a menudo depende de nosotros mismos.  Dios nos ha dado la inteligencia para que nos sirvamos de ella y nos dice… Buscad y encontraréis,… llamad y se os abrirá. Y, en ese punto especialmente, vienen a nuestra ayuda los espíritus sugiriéndonos pensamientos propicios, pero… tenemos que poner mucho de nuestra parte para encontrar la felicidad.

Yo, por mi parte, me considero una persona feliz y les puedo narrar, como estoy encontrando la felicidad. En el transcurso de los últimos me he ido desprendiendo de cosas materiales, que yo notaba no me hacían feliz, a pesar de que otras personas allegadas a mí entendían lo contrario. Para esas personas, la opulencia, el aparentar ante los demás, el tener casa vez más posesiones, tener el poder para dominar a ciertas personas, la avaricia es su modo de entender que así pueden (teniendo  supuestamente todo) ser felices, más que otras personas que no tengan sus mismas ambiciones.

Les puedo decir por experiencia propia, ya que yo he convivido con estas personas, que son muy desgraciadas. Los demás no lo notan, pues la apariencia lo es todo para ellos y se cuidan mucho de que no se les note, pero como ya les he dicho, cuando se convive con ellos se les nota las muchas carencias que tienen, y se llega a tenerles lástima. Yo rezo por ellos para que, de alguna manera, descubran lo que yo he descubierto con el Espiritismo, que la verdadera felicidad la tenemos todos dentro de nosotros, sólo nos hace falta un detonante para que explote y quedemos impregnados de ella, día tras día. Pero esto tiene un precio… ¿cuál? La mejora, por nuestra parte, de nuestros actos y nuestras actitudes de entender. ¿Para qué estamos aquí, en este mundo?, ¿para acumular riquezas, para intentar ser más que nadie? etc. La respuesta, a mi modo de ver, está en poner en práctica los valores morales que todos podemos tener, si nos lo proponemos. Valorar y reforzar, descubrir y disfrutar de todo lo bueno que tenemos, sacar jugo y gozo, vivir abiertos al prójimo, pensar que es preferible que nos engañen 5 o 6 veces en nuestra vida, a que pasemos la vida desconfiando de los demás, tratar de comprenderlos y de aceptarlos tal y como son, distintos a nosotros, buscar todo lo que nos une y no todo lo que nos separa, creer en el bien, porque el bien nos hace bien y el mal nos hace mal, preocuparse más por amar que por ser amados, procurar sonreír con ganas o sin ellas, transmitir y compartir nuestra felicidad interna, ser útiles a nosotros mismos y a los demás, cada día, con cualquier persona, se lo merezca o no. En dos palabras “hacer caridad”.
Esto que les estoy contando, les puede parecer difícil, inaccesible, casi imposible, por el modo que se tiene de vivir hoy en día. Yo les digo por propia experiencia que es mucho más fácil de lo que creen, piensen un poco en esta reflexión de nuestro querido León Denis: "Tener pocas necesidades también es una forma de riqueza”.

En esta sociedad de consumo que nos está tocando vivir, el materialismo se apodera de las personas, o mejor dicho, son las personas las que adoran el materialismo, como si fuese “El becerro de oro”, como si ser rico y poderoso, fuese la meta a alcanzar.

Personalmente creo que todas las personas tenemos que proporcionarnos una familia, una casa, un medio de transporte, ropa, comida, etc. y prosperar en la vida, alcanzar un bienestar. Ayúdate a ti mismo, para después hacer lo mismo por los que lo necesiten. Debemos decirnos “tengo lo necesario para ser feliz” y recordar que todo lo que hay en este planeta, incluido lo que todos nosotros creemos poseer, no es nuestro, nos ha sido prestado por Dios (de una manera o de otra) para que disfrutemos de ello, lo cuidemos y lo mejoremos para las generaciones venideras (que en algunas de ellas también estaremos nosotros).
Si sólo nos preocupamos de destrozar y derrochar, y no atendemos a lo que se nos ha dicho, Dios nos aplicará estas palabras: “Tú has recibido ya tu recompensa”.

Alguien dijo: “¡Señor! ¡He conocido todas las alegrías de la opulencia y me has reducido a la más profunda miseria! Gracias, gracias, Dios mío, por haber querido probar a vuestro siervo”

Mi fórmula de la felicidad: pn + c = p + s + h^2 = √cm = ai = Felicidad; donde, pc= Pocas necesidades; c= Caridad; p= Percibes; s= sientes; h= hacer más; cm= cambios morales; ai= Armonía interior.
La felicidad se puede contagiar… ¡contágiate!
Que Dios nos bendiga a todos.


Lorenzo

Desigualdad de riquezas


Este es un serio problema que con frecuencia nos asalta, sobre todo cuando vemos imágenes tan escalofriantes de criaturas que mueren cada día por falta de medios básicos.
La indignación nos supera, si a continuación de éstas, nos presentan otras donde el derroche no tiene término.
¿Qué hacer, por qué ocurre?
Atendamos, ahora, a estas cuestiones:
-¿Somos todos igual de previsores y sobrios para conservar lo que tenemos?
-¿Disponemos por igual de la misma inteligencia y capacidad de elaborar para adquirir los bienes?
-¿De qué serviría un reparto equitativo de todas las riquezas, si la razón nos dice NO a las anteriores preguntas?
Pero aún así, vamos a suponer que se pueden racionalizar todas las fortunas existentes, teniendo cada individuo, lo necesario para vivir. ¿Seguiría existiendo el afán de lucha que ha empujado a los grandes descubrimientos y empresas útiles que han concurrido al progreso de la humanidad?
Probablemente, no.
Por tanto, si se acumula en ciertos puntos, debería ser para distribuirse en cantidad suficiente según las necesidades.
Sin embargo, ¿por qué Dios se la concede a personas incapaces de hacerla fructificar para el bien de todos?
Nos lamentamos, con razón, al ver el miserable uso que ciertas personas hacen de las riquezas  y entonces nos preguntamos ¿Dios es justo dándosela  a semejante gente?
Es verdad, que si el hombre tuviera una sola existencia, nada justificaría semejante reparto.
No obstante, con la pluralidad de existencias podemos llegar a tener otra perspectiva del problema. Podemos comprobar que todo se equilibra con justicia, ya que en sí, la riqueza es una prueba a superar por todos y cada uno de nosotros, en el momento que nos corresponda tener ese aprendizaje.
Es, sin duda, una asignatura muy resbaladiza, por las tentaciones que da y la fascinación que ejerce, haciendo que muchas veces, el que pasa de la miseria a la fortuna, con frecuencia  olvida muy pronto su anterior posición, volviéndose insensible, con quienes le ayudaron.
Y algo peor, ¿cuántos crímenes no se han cometido por la avaricia?
Entonces, si la riqueza es el origen de tantos males ¿por qué existe?
Porque es a través del libre albedrio, que el ser humano aprende, por su propia experiencia, el conocimiento de lo que está bien o mal.
Debemos comprender que, no es en sí la fortuna la que genera esas pasiones, sino su uso irracional e incontrolado que forma parte de la inmadurez moral de quien la posee. Es por tanto al hombre, a quien corresponde el aprendizaje de hacer salir, de ella, el bien.
No es motivo, glorificarse por lo que se tiene, porque no será por las leyes suntuarias, que tienen por objeto poner moderación y tasa en los gastos, como podrá remediarse el mal, sino por el cambio producido en el corazón.
La riqueza, por tanto, es la prueba de la caridad y la abnegación, que hace crecer la generosidad y la humildad; así como la pobreza lo es de la paciencia y la resignación.
En conjunto debemos trabajar para la mejora material del planeta, considerando la fortuna como un elemento del progreso, ya que el hombre ha tenido que sacar los materiales hasta de las entrañas de la tierra; ha buscado en la ciencia los medios de ejecutarlos con más seguridad y rapidez; pero para llevarlos a cabo le han sido necesarios los recursos.
Además, la actividad obligatoria para estos trabajos aumenta y desarrolla la inteligencia, y ésta, que al principio se concentra en la satisfacción de sus necesidades, le ayudará más tarde a comprender las grandes verdades morales:
“Que el mejor empleo de la fortuna es aquél que viene animado por el amor al prójimo.”

Ana Mª Sobrino                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     

El pan nuestro de cada día, dánosle hoy


El “Padrenuestro” desgranamos una y otra vez, ya de memoria, apenas sin sentimiento las más de las veces, ese que todos hemos rezado alguna vez de pequeños, cuando nuestros padres nos obligaban a asistir a misa los domingos y cuyo significado nunca nos hemos parado a analizar, contiene  enseñanzas sobre las leyes divinas que “El Evangelio según el Espiritismo” nos ayuda a comprender. Como esta frase que sirve de título al artículo de hoy.

Es evidente que Dios no nos pone todas las mañanas un pedazo de pan sobre la mesa  para que empecemos el día, pero si nuestra conducta es apropiada, si luchamos por ser un poco mejores, si trabajamos y nos lo ganamos con el sudor de nuestra frente, el proveerá lo necesario para que no pasemos calamidades, igual que alimenta a los pájaros del cielo.

Pero nosotros, que vivimos dentro de la materia, tan inmersos en ella que ni nos damos cuenta de hasta qué punto nos “posee”, siempre queremos más de lo que tenemos, nunca estamos conformes, nos puede la avaricia, nos duele compartir por si después nos falta y no podemos cubrir nuestras necesidades básicas. Ese afán por poseer más que el vecino, por ser, incluso, más importante que él, en nuestro “estatus” social, alimenta nuestra vanidad y dispara nuestras ansias de poder. Sin darnos cuenta que todo tiene un límite y un fin, y que al final nos sobra con tres pies de tierra para cubrir los restos de nuestra envoltura carnal.
Que todo lo demás se queda aquí, imposible transportar el automóvil lujoso, el chalet adosado, la casita en la playa, las joyas, el dinero a plazo fijo que tan buenos intereses nos propinaba. Agua de borrajas todo, papel mojado. En el más allá nadie te valorará por nada de eso, los Reyes no gozan de mayores privilegios que quienes fueron sus siervos en la vida terrena. Sólo el alma es lo que se pesa; los sentimientos puros y honestos y las buenas acciones son lo que cuenta, para equilibrar la balanza de los errores.
¿Por qué todos soñamos alguna vez con ser ricos,  con “darnos la vida padre”?  Posiblemente porque somos un punto indolentes y queremos que nos lo den todo hecho.

Creemos que es una vida fácil la del potentado y no es así. La de la riqueza es una prueba harto complicada. Porque Dios da a  algunos más que a otros con el fin de que se reparta y no con el de malgastarla. Quiere que sea productiva y no que se guarde en los arcones o en las cuentas corrientes a dormir el sueño de los justos. El que poseyendo un gran capital no crea puestos de trabajo, o no socorre al necesitado, no se  siente responsable de hacer la caridad con el prójimo, falla la prueba estrepitosamente. No sería extraño que después volviera menesteroso para aprender la importancia real del dinero.
En “El Evangelio  según el Espiritismo” encontramos cuidadosamente explicado todo cuanto necesitamos saber al respecto. A continuación transcribo unos párrafos que espero os sirvan de guía en el camino de la evolución personal, y os ayuden a entender el porqué de muchas cosas que antes posiblemente carecieran de lógica.

En el Capítulo XXVIII  en lo referente a la oración dominical del “Padrenuestro” va analizando frase a frase su significado y al llegar  a la que nos ocupa dice lo siguiente:

“El bruto encuentra su alimento;  pero el hombre lo debe a su propia actividad y a los recursos de su inteligencia porque vos le habéis creado libre.

Vos le habéis dicho: “Extraerás el alimento de la tierra con el sudor de tu frente” por eso habéis hecho una obligación del trabajo a fin de que ejercitara su inteligencia buscando los medios de proveer a su necesidad y a su bienestar;  los unos por el trabajo material y los otros por el trabajo intelectual; sin trabajo quedaría estacionado y no podría aspirar a la felicidad de los espíritus superiores.
Vos secundáis al hombre de buena voluntad que confía en vos para lo necesario, pero no al hombre que se complace en la ociosidad, que todo quisiera obtenerlo sin pena, ni al que busca lo superfluo.”
“Antes de quejarnos de nuestra suerte preguntémonos si es producto de nuestras propias acciones: a cada desgracia que nos sucede, preguntémonos si hubiese dependido de nosotros el evitarla; pero digamos también que Dios nos ha dado la inteligencia para salir del atolladero, y que de nosotros depende el hacer uso de ella.

Puesto que la ley de trabajo es la condición del hombre en la Tierra, darnos ánimo y fuerza para cumplirla, danos también previsión y moderación, con el fin de no perder el fruto de este trabajo.”

 Y en el capítulo XVI “No se puede servir a Dios y a las riquezas” encontramos lo siguiente:

UTILIDAD PROVIDENCIAL DE LA FORTUNA
“La riqueza es, sin duda, una prueba muy resbaladiza, más peligrosa que la miseria por sus consecuencias, por las tentaciones que da, y la fascinación que ejerce, es el supremo excitante del orgullo, del egoísmo y de la vida sensual; es el lazo más poderoso que une al hombre a la tierra y que desvía sus pensamientos del Cielo; produce tal vértigo, que se ve muchas veces que el que pasa de la miseria a la fortuna olvida muy pronto su primera posición a los que le han protegido y los que le han ayudado, y se vuelve insensible, egoísta y vano. Pero de que se haga el camino difícil, no se sigue que lo haga imposible y que no pueda haber un medio de salvación entre las manos de aquel que sepa servirse de ella, así como ciertos venenos pueden volver la salud si se emplean a propósito y con discernimiento.”

“Si la riqueza debiera haber producido el mal, Dios no la hubiera puesto en la tierra; al hombre toca el hacer salir de ella el bien. Si no es un instrumento directo del progreso moral es, sin contradicción, un poderoso elemento de progreso intelectual.

En efecto, el hombre tiene por misión trabajar para la mejora material del globo, debe demostrarlo, sanearlo, y ponerlo para que un día, reciba toda la población que corresponde a su extensión; para alimentar a esa población que crece sin cesar, es preciso aumentar la producción; si la producción de una comarca es insuficiente, es necesario buscarla más lejos. Por esto mismo las relaciones de pueblo a pueblo se hacen cada vez más necesarias, y para hacerlas más fáciles, es menester destruir los obstáculos materiales que los separan y hacer las comunicaciones más rápidas. La  actividad indispensable para estos mismos trabajos aumenta y desarrolla su inteligencia, y esta inteligencia, que al principio se concentra en la satisfacción de sus necesidades materiales, le ayudará más tarde a comprender las grandes verdades morales. Siendo la riqueza el primer medio de  ejecución, sin ella no habría estimulante, no habría descubrimientos. Con razón pues, está considerada como un elemento del progreso.”

INSTRUCCIONES DE LOS ESPIRITUS
“El hombre no tiene en propiedad más  que lo que puede llevarse de este mundo. Lo que encuentra cuando llega y lo que deja cuando se va, lo goza mientras permanece en él; pero puesto que está obligado a abandonarlo, solo tiene el usufructo y no la posesión real. ¿Qué posee pues? Nada de lo que pueda ser de uso para el cuerpo, y si todo lo que es para uso del alma la inteligencia, los conocimientos, las cualidades morales, esto es lo que trae y lo que se lleva, lo que ninguna persona puede quitarle, y lo que le servirá en el otro mundo más aún que en éste: de él depende el ser más rico cuando se va que cuando llega porque de lo que haya adquirido en bien, depende su posición futura.”

“Siendo el hombre el depositario, el gerente de los bienes que Dios  pone en sus manos, se le pedirá una cuenta estricta sobre el uso que haya hecho de ellos, en virtud de su libre actuación. El mal uso consiste en hacerlos servir solo para apetencias personales; al contrario el uso es bueno siempre que resulta un bien cualquiera para otro; el mérito es proporcional al sacrificio que uno se impone.”

DESPRENDIMIENTO DE LOS BIENES TERRESTRES
“Vuestro apego a los bienes terrenales es una de las peores trabas para vuestro adelantamiento moral y espiritual, y por esta pasión de poseer os despojáis de vuestras facultades amadoras concentrándolas todas ellas en las cosas materiales. Sed sinceros. ¿La fortuna, da por ventura una felicidad inalterable?  ¿Cuándo vuestras arcas están llenas, no hay siempre un vacío en vuestro corazón?”

“El desprendimiento de los bienes terrestres consiste en apreciar la fortuna en su justo valor, en saber servirse de ella para los otros y no sólo para sí, en no sacrificar a ella los intereses de la vida futura, en perderla sin murmurar si le place a Dios el quitársela. Este es el verdadero desprendimiento. En primer lugar sed sumisos; tened fe en aquel que habiéndoosla dado y quitado puede volvérosla; resistid con valor el abatimiento y la desesperación que paralizan vuestras fuerzas;  pensad sobre todo que hay bienes infinitamente más preciosos que los de la Tierra, y este pensamiento os ayudará a desprenderos de estos últimos.

El Señor no ordena que uno se despoje de lo que posee para reducirse a una mendicidad voluntaria porque entonces vendría a ser una carga para la sociedad;  obrar de este modo sería comprender mal el desprendimiento de los bienes terrestres, es un egoísmo por otro estilo, porque es descargarse de la responsabilidad que la fortuna hace pesar sobre el que la posee. Dios la da a quien mejor le parece para administrarla en provecho de todos, el rico tiene, pues, una misión, misión que puede hacer agradable y provechosa para él; desechar la fortuna cuando Dios se la da, es también renunciar al beneficio del bien que puede hacer administrándola con prudencia. Saber pasar sin ella cuando no se tiene, saberla emplear útilmente cuando se tiene, saberla sacrificar cuando es necesario, es obrar según las miras del Señor.
Sabed contentaros con poco, si sois pobres no envidiéis a los ricos porque la fortuna no es necesaria para la felicidad;  si sois ricos, no olvidéis que estos bienes se os han confiado y que deberéis justificar su empleo como en una cuenta de tutela.

No seáis depositarios infieles haciéndolos servir para  la satisfacción de vuestro orgullo y vuestra sensualidad; no os creáis con el derecho de disponer únicamente para vosotros de lo que sólo es un préstamo y no un don. Si no sabéis devolver, no tenéis el derecho de pedir, y acordaos que el que da a los pobres paga la deuda que ha contraído con Dios.”

Así pues, si sabemos sacar provecho de estas enseñanzas nos conformaremos con lo que tenemos y daremos gracias por ello a nuestro Padre, porque solo él sabe lo que nos conviene. Y lo que realmente necesitamos “Dios proveerá” confiemos en su sabiduría.

Cielo Gallego

Embarazo, una experiencia espiritual


El embarazo desde el punto de vista espiritual es un proceso bellísimo y a su vez complicado. Todo lleva un orden y una programación que comienza antes de que los futuros padres lleguen a encarnar. Es una de las más grandes oportunidades que tenemos para poder solucionar y corregir problemas, odios, enemistades y débitos de vidas anteriores que sólo al calor del amor de padres, madres e hijos podrán ser solucionados, unas veces de forma más llevadera, otras con mayor complicación, dependiendo de los lazos que nos unan. Concebir un niño es una de las decisiones más importantes de nuestra vida y con ello lo que estamos haciendo es dar una oportunidad de progresar a un espíritu, por lo tanto es una gran ocasión que tenemos para poder ayudar de una de las maneras más desinteresadas y con muchísimo amor.
Dejando a un lado la programación familiar que hacemos antes de encarnar, en este artículo vamos a centrarnos en cómo se desarrolla un embarazo, partiendo de una visión espiritual, desde días antes de la concepción hasta el momento del alumbramiento.

Considero importante tener en cuenta que tiempo antes de la concepción, el espíritu que reencarnará como nuestro hijo/a ya se encuentra a nuestro lado. Durante este tiempo está viendo el hogar en donde va a nacer, observa a los miembros de la familia y va poco a poco sugiriendo a los futuros papás, a través de la intuición o durante el sueño de los mismos, la idea del próximo embarazo, con el consecuente sentimiento de alegría si ve que la idea está siendo aceptada por los progenitores o con preocupación si ve que la misma va siendo continuamente postergada, puesto que, por mucho que nos hayamos programado tener hijos, disponemos de libre albedrío y casi siempre, somos nosotros los que tenemos la última palabra a la hora de decidir si finalmente tendremos descendencia y cuando será.

Es justo en el momento de la fecundación, en el instante en que el espermatozoide alcanza al óvulo, cuando comienza la unión del espíritu reencarnante con el embrión a través de un lazo fluídico que se irá estrechando, poco a poco, hasta que el bebé salga a la luz. Este lazo de unión forma parte de lo que en el espiritismo denominamos periespíritu, siendo este una sustancia vaporosa que envuelve al espíritu y hace de intermediario entre el este y el cuerpo físico. De esta manera el periespíritu se va uniendo molécula a molécula de forma inversa al proceso de desencarnación. Dicha unión permanecerá durante toda la encarnación del mismo.

Es en este periodo cuando el espíritu empieza a sentir una especie de turbación o adormecimiento que irá aumentando de intensidad a medida que el embarazo vaya avanzando, aunque hay casos en los que este adormecimiento no es necesario si el espíritu que va a reencarnar es bastante evolucionado y entonces vive la experiencia de la gestación de una manera más consciente. A partir de ahora el espíritu queda ligado al embrión y por tanto a la madre también. Todo esto lleva un gran trabajo que es realizado por la espiritualidad superior que prepara, realiza y supervisa todo el proceso de unión y desarrollo del mismo para que concurra según lo programado anteriormente.

En muchas ocasiones, el embarazo está unido a algunas molestias físicas que sufre la madre. Éstas tienen su origen en dos puntos, uno meramente orgánico y otro espiritual. Espiritualmente hablando estas molestias pueden deberse al choque energético que sufre, tanto la madre como el embrión, al unirse. Pensemos que somos individuos diferentes y que ya traemos un bagaje de vidas anteriores, en las que muy probablemente hemos tenido relación entre nosotros con los consiguientes arreglos y desavenencias que una vida conlleva. Estas situaciones o experiencias vividas en el pasado y que en el presente continúan sin resolverse son las que generan ese malestar. También pueden deberse a la diferencia de evolución entre la madre y el niño que va a nacer. Esta “incompatibilidad” energética suele resolverse más fácilmente si el bebé es más evolucionado que la madre, ya que a los espíritus más adelantados les cuesta mucho menos adaptarse y comprender los límites de los menos avanzados.

Durante los nueve meses que dura el embarazo, la relación de los padres con el futuro bebé es importantísima, sobre todo por parte de la madre. No podemos olvidar que el espíritu de nuestro bebé está aquí junto a nosotros durante toda la gestación, viéndonos, escuchándonos y sintiendo todo lo que nosotras sentimos, hacemos, pensamos… sobre todo si es acerca de él. Debemos ser conscientes de lo necesario que es que les trasmitamos todo el amor que seamos capaces de dar para que, además de sentirse bienvenidos y queridos, tengan un buen equilibrio tanto emocional como espiritual y de esta manera estaremos ayudándoles, en gran medida, en su correcto desarrollo físico dentro de nuestro cuerpo.
Según va transcurriendo el embarazo, el bebé va creciendo y desarrollándose física y mentalmente. Es muy importante el contacto con él, hablándole, enviándole sentimientos de cariño y sobre todo actuando de una manera correcta, moralmente hablando, pues como he mencionado anteriormente, su espíritu nos acompaña durante todo este tiempo y está aprendiendo constantemente de todo lo que hacemos. Es esencial también, intentar mantener el hogar dentro de una vibración elevada y una buena sintonía, haciendo con esto que los buenos espíritus estén a nuestro alrededor y de esta manera también envuelvan a nuestro preciado futuro bebé.

A medida que van pasando los meses, el espíritu se va ligando cada vez más al cuerpo físico, el adormecimiento cada vez es mayor hasta el momento del nacimiento y durante todo este periodo el espíritu se encuentra más o menos como nos encontramos nosotros, los encarnados, durante el sueño del cuerpo.
Se va acercando el momento del nacimiento y sus ideas y recuerdos del pasado se van, poco a poco, borrando. Las facultades que le son propias las irá desarrollando después del nacimiento, gradualmente, a medida que sus órganos se desarrollan y su espíritu se va acoplando del todo, cosa que no sucederá totalmente hasta la adolescencia.

A los nueve meses llega el momento del parto y es justo aquí, en el mismo instante en que nuestro pequeño sale al mundo, cuando se completa la unión del espíritu con su cuerpo físico. Esta unión, como he dicho es completa, aunque muy débil y es a partir de ahora que el espíritu comienza su acoplamiento. Ahora sólo queda, por nuestra parte, darle todo el amor que seamos capaces y asistirles en su nueva reencarnación, en la que tendrán que aprender, pasar alegrías y penas… Nosotros como padres deberemos ayudarles a progresar.

Yolanda Durán.
Centro espírita Entre el cielo y la Tierra.