lunes, 27 de agosto de 2012

Miedo a la muerte

¿Qué es la muerte?
La muerte es una transformación necesaria, una renovación, la muerte no existe, no es más que aparente, se muere para renacer.
Durante la vida, el espíritu está ligado al cuerpo por la envoltura semi-material o periespíritu. La muerte no es más que la destrucción del cuerpo físico pero no la de la segunda  envoltura,  que se separa de aquel cuando cesa la vida orgánica. La observación prueba que en el instante  de la muerte, el desprendimiento del periespiritu no es completo, si no  que se opera  gradualmente y con lentitud muy variable según  los individuos. En unos es  bastante rápido y puede decirse que con  pocas horas de diferencia, pero en otros, sobre todo aquellos cuya vida ha sido completamente material y sensual, el desprendimiento es  mucho menos rápido y dura a veces días, semanas, hasta meses e incluso años.
En el momento en que la vida se extingue, el alma vuelve a ser espíritu, es decir, entra de nuevo en el mundo espiritual que había abandonado momentáneamente. Además sabemos que el alma conserva su individualidad y no la pierde nunca con lo que nos podemos preguntar:
 ¿El alma no se lleva  consigo nada de este mundo?... nos dicen los espíritus que nos llevamos el recuerdo y el deseo de ir a otro mundo mejor. El recuerdo que nos llevamos es grato o desagradable, según el uso que se ha hecho de la vida y mientras más pura es el alma, mejor comprende la futilidad de lo que deja en la Tierra.
Hay  otra pregunta que muchas personas se hacen, ¿es dolorosa la separación entre el alma y el cuerpo? La espiritualidad nos dice que no. A menudo sufre más el cuerpo durante la vida que en el momento de la muerte, pues el alma no toma parte alguna. Los sufrimientos que a veces se experimentan en el momento de la muerte son un placer para el espíritu, que ve llegar el término de su destierro.
El ejemplo de la oruga, que al principio se arrastra por el suelo y después se encierra en su crisálida (aparentemente muerta) y cuando se despoja de ella, vuela libre y ligera convertida en una  mariposa, puede darnos una idea, al hombre viviendo en la Tierra y cuando muere se independiza de su envoltura material siendo su espíritu libre de nuevo.
¿Qué causa el miedo a la muerte?
La muerte es un hecho natural que afecta a todo ser vivo y en todas las épocas el hombre se ha preocupado de su porvenir de ultratumba, cualquiera que sea la importancia que se le dé a la vida presente, pensando en lo corta que es y que puede ser interrumpida en cualquier instante sin saber lo que puede pasar mañana. Se nos decía  que hay un paraíso y un infierno y que si no teníamos cuidado lo más seguro es que acabaríamos yendo al infierno, porque hay muchos “Pecados Mortales“ para el alma y que están relacionados con el infierno,  que es el fuego eterno que nos quema sin destruirnos. Cuando el hombre habla del fuego eterno es porque no ha encontrado comparación más enérgica que la del fuego para él (el fuego es un suplicio) y  esta  creencia  se remonta a la más alta antigüedad, heredándola la sociedad actual, por eso se dice también en lenguaje figurado el fuego de las pasiones, los celos me queman, ardo de amor etc.
Cuando llegamos a cierta edad y podemos razonar lo que se nos ha dicho, las personas se hacen ateas, materialistas porque su creencia fuera de la vida presente es… la nada, que  nada existe, que cuando el cuerpo se pudre en la fosa, se acaba todo. Al hablar con ellos lo creen firmemente, en el fondo se han mentalizado. Por  otro lado los que persisten en las creencias de la infancia, temen a ese fuego  eterno  que ha de quemarles sin destruirles y aquí empieza el sufrimiento interior, una ansiedad… y una de las maneras de disiparla es pensando sólo en el presente e intentar vivir lo mejor posible satisfaciendo todos los  deseos. No obstante se piensa en la muerte y el sólo pensamiento les horroriza, porque dudan de su porvenir y porque van a dejar en la Tierra todas las riquezas, los afectos y esperanzas. También en muchos casos el miedo es simplemente por desconocimiento.
Una intuición íntima que tenemos nos afirma que esto  no es posible, con la creencia de la nada, de que no hay nada más, el hombre se concentra forzosamente en la vida presente  y no se preocupa del porvenir ya que no se cree en él.
 Supongamos que cierto número de personas o una sola, tuviera la certeza que dentro de un espacio corto de tiempo, desaparecerá, morirá y que no quedará nada de él o de ellos  después de la muerte. ¿Qué hará durante ese tiempo? ¿Trabajará para ser mejor? ¿Seguirá trabajando para poder vivir lo que le quede de vida? ¿Respetará a los demás? Hay muchas personas que no creen en la vida futura  y seguirán viviendo normalmente pero otras en cambio, si estudian o trabajan, lo dejarán y pudiendo entregarse a los excesos y como vulgarmente se dice “¡se fundan todo lo que tienen!” Su razonamiento es: “para que me voy a reprimir si me queda poco tiempo.Vivamos lo mejor posible todo lo que no hemos vivido”.
El sentimiento que se tiene al acercarse la muerte es en algunas de las personas escépticas… la duda, en otras personas que se sienten culpables…el temor. Hay que reconocer que hay menos escépticos de lo que nos creemos, muchos se hacen los despreocupados durante la vida, pero a la hora de morir ya no son tan  valientes.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    He de admitir que yo tenía miedo a la muerte. No había día que no pensara en ella de alguna manera. Tenía una angustia leve pero constante. Me consideraba feliz con lo que estaba consiguiendo en mi vida, pero esa incertidumbre que sentía seguía y seguía estando y no se me iba a pesar de ser una persona optimista y alegre. Me confortaba yo mismo, de alguna manera, al pensar que si me moría mañana o la semana que viene, la conciencia la tenía tranquila, ya que por más que pensara me consideraba una persona buena y que siempre había intentado hacer el bien. Tenía mis imperfecciones, claro estaba, pero al hacer  examen, realmente me consideraba feliz por lo que había conseguido y por los años que había vivido. Era  afortunado, ya que muchas personas, por diferentes motivos habían muerto muy jóvenes y yo seguía vivo. Mi desasosiego tenía también otra explicación y era el preguntarme: ¿Qué hacemos aquí en la Tierra? Nacemos, crecemos, vivimos, nos reproducimos, envejecemos y morimos. ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Hay algo más? ¿O sólo existe la nada? ¿Nuestro cuerpo se convierte en polvo  y aquí se acaba todo?… había algo en mi interior que no me dejaba aceptar la nada, que las cosas tienen que tener una razón de ser y de existir, pero… seguía teniendo miedo a la muerte. Hasta que un día descubrí y conocí  a unas personas las que me explicaron de dónde venimos, quienes somos y adonde vamos. Estas personas son…  espiritas, como yo  lo soy  hace años.
La muerte es parte de nuestra vida, el miedo a la muerte es a veces tan intenso que genera ansiedad y obsesiones, depresiones, algunas personas  pasan  demasiado tiempo pensando  en ella, tanto la suya como la de los otros y cuando esto ocurre, se nos hace difícil. Vivir pensando todo el tiempo que algo malo sucederá es una tortura y así no se disfruta de la vida. No hay que recrearse en los miedos, en las desgracias, en la autocompasión… no es sano. El espiritismo nos da consuelo y nos enseña a afrontar el miedo a la muerte. El primer paso  para poder ser feliz, sea cual fuere la prueba que marque tu camino, sopórtala  con amor  y agradece a Dios por ella. Tendríamos que temer más, a lo que hacemos  con nuestra vida, que al fin de ella, porque muchas personas viven inútilmente al no saber aprovecharla. La espiritualidad nos dice constantemente y en todos los lugares del mundo, que la vida siempre tiene sentido, aunque no podamos verlo  claramente y que no estamos solos. 
Las personas que creemos en el  espiritismo, diremos: “la muerte solo destruirá mi cuerpo, que dejaré  como se deja un vestido viejo, pero mi espíritu vivirá siempre”. Yo seré en la vida futura mejor de lo que he sido en esta  ya que todo lo  que he adquirido en cualidades morales e intelectuales no estará perdido y todos los defectos de que me despoje son un paso más hacia la felicidad. Mi dicha o mi desgracia venideras dependerá de la utilidad o inutilidad de mi existencia presente, me diré a mi mismo…me interesa mucho aprovechar el poco tiempo que me queda, y evitar cuanto pueda debilitar mis fuerzas.
Solemos encarar las cosas tan solo desde el punto de vista terrenal, en cambio el espiritismo nos las hace ver desde más alto, mostrándonos que los verdaderos lazos afectivos son los del espíritu y no los del cuerpo y que estos no se cortan ni por la separación ni por la muerte física, sino que en la vida espiritual se tornan mas fuertes mediante la depuración del espíritu, ¿a que es reconfortante saberlo? Esto nos infunde gran energía para soportar las vicisitudes de la vida.
Como también nos es de gran consuelo saber que nuestros seres queridos nos están esperando en la vida futura y nos preguntamos. ¿Encontraremos inmediata-mente a los que hemos conocido en la Tierra y que han muerto antes que nosotros? La respuesta es  sí, según el afecto que les profesábamos y el que ellos sentían respecto a nosotros. A menudo salen a recibirnos a la entrada, en el mundo de los espíritus y nos ayudan a separarnos de los velos de la materia. Veremos también a muchos a quienes habíamos perdido de vista durante su permanencia en la Tierra, y tendremos también la oportunidad de poder visitar a las personas que siguen vivas, encarnadas, en la Tierra.
 El espiritismo me ha ayudado a comprender y a dar un  sentido a mi vida, a no tener miedo. Les puedo intentar explicar lo que ha significado esto para mí, pero es tan grande lo que se siente  que es mejor sentirlo. Con el tiempo y el estudio se me aclararon todas las dudas que tenía y desapareció de mi  toda angustia, todo desasosiego, el miedo a la muerte y apareció en mi vida con más fuerza  aún de la que tenía, unas ganas enormes de potenciar mis cualidades positivas  y me inundó una alegría, una paz, una felicidad interior indescriptibles, a la vez  una nueva responsabilidad mucho más acentuada  de la que tenía. No me quiero extender con las emociones que sentí  y siento cada vez más, sólo darles un consejo  a las personas que están  leyendo ahora mismo estas frases escritas y salidas de mi corazón…hagan lo posible para conocer el espiritismo, bien por internet,  buscando un centro espirita  cerca de donde viven, no se arrepentirán, todo lo que yo les diga es poco, son las respuestas a todas las preguntas que todos nos hemos hecho y seguramente de otras cosas nos seguimos haciendo.
Se acabaron los miedos, las angustias los sufrimientos, todos sentimos el deseo de vivir, de gozar, de querer, en definitiva de ser…felices
Las personas que tratamos de trabajarnos la moral, somos dichosos por la calma y la serenidad, por el bien que intentamos  hacer. Yo por mi parte creo que para procurarme una muerte dulce y tranquila debo prepararme y desprenderme con anticipación de todo lo que me liga a la materia, y mientras viva procurar llevar una vida tranquila, vivir digna y sencillamente. Es ahora en el presente cuando precisamos reformarnos y no cuando llegue el fin de nuestra vida terrestre. Sería pueril creer que nuestra situación futura depende de ciertas formalidades más o menos bien llevadas en el momento de la partida, nuestra vida entera actual responde de la vida venidera, la una y la otra se enlazan estrechamente formando una continuidad de causas y efectos que la muerte no interrumpe.
La nada después de la muerte es lo que haría inútiles los esfuerzos que yo pudiese hacer  para mejorarme pero, gracias al conocimiento que tengo de la vida futura, se que nada de lo que se adquiere es perdido y que todo sirve para el propio progreso. No he de desperdiciar, pues, ninguna ocasión de mejorar como espíritu y de purificar mi alma, aún con la certeza  de que me quedan  pocos años de vida, diciéndome que todo eso tengo ganado para otra existencia. Según establece la matemática del universo, el destino siempre habla de devolvernos lo que le hayamos entregado.
También me he preguntado ¿qué pasa con el arrepentimiento? ¿Tiene lugar en estado  corporal o espiritual? Los espíritus nos dicen que en estado espiritual, pero puede también tener lugar en el corporal, cuando comprendamos bien la diferencia entre el bien y el mal. Hay más dicha en el cielo para un pecador arrepentido que para cien justos que perseveren.
Alguien dijo que la sociedad está demasiado obsesionada con el poder de la estética. Merece la pena reflexionar sobre la importancia de cultivar el espíritu, de alimentar el corazón y los sentimientos, porque ese tesoro estará contigo siempre.
Recordemos que el sepulcro no es el final, así como tampoco la cuna es el principio y siempre se teme lo que no se comprende.
Cada uno de nosotros es libre, sin duda alguna,  de creer en algo o no creer en nada. Yo por mi parte si les digo que para qué voy a tener miedo de algo que no existe ¡la muerte! Somos espíritus inmortales y para siempre ciudadanos del universo.
Que Dios nos bendiga a todos.

Lorenzo

¿Formales o estrictos?

A veces en nuestra infantil percepción de las cosas que realmente tienen valor, pensamos que un centro necesita a un doctor en filosofía, o un psicólogo, alguien con carrera para impulsar con seguridad al grupo. Y no es así en absoluto, no son las cualidades intelectuales adquiridas lo que va a elevar y proteger a un grupo, sino las cualidades del corazón, el sentido común y la madurez emocional, sin las cuales todos los títulos del mundo o toda la experiencia doctrinaria por sí sola, nada van hacer.
No todos venimos a prestar el mismo servicio, hay hermanos más humildes, culturalmente más distantes de nuestra época, y a estos sería pecar contra el principio de caridad (virtud sagrada en un centro que se diga espírita) si se les exigiese el mismo tesón y el mismo ritmo que otros completamente habituados a la lectura, a las disertaciones, etc. Esto no significa que no animemos siempre a la lectura, a veces podemos (y debemos) recomendar una obra específica que pensemos que la persona pueda hacerle bien, pero siempre de una manera discreta y amiga, sin caer en una actitud aparentemente cordial pero que esconde una velada exigencia. En un centro, el dirigente o los compañeros pueden exigir muy pocas cosas a nadie más allá de atender el horario, el correcto comportamiento y el respeto de unos hacia otros... esto sí, pero nada más; un centro espírita no debe ser un lugar de exigencias.
Ser discreto y racional es algo que la propia escuela espírita aconseja, pero esto no quiere decir que la desconfianza guíe nuestras actuaciones, pues poca luz puede filtrar una mente y un corazón desconfiados.
Si nos habituamos a focalizar la atención sólo en los aspectos negativos (sean reales o figurados) terminaremos condicionando nuestra mente a captar y resaltar lo malo, lo que es mejorable, etc., y sin embargo, no captaremos lo bueno, los logros de las personas, etc., simplemente porque nos pasará desapercibido. Algunos podrán alegar que es cuestión de disciplina y vigilancia, cuando esa actitud interiorizada de recelo perfeccionista no es precisamente señal de disciplina. Podemos habituarnos a llevar de manera continuada el “piloto rojo” de alarma encendido, y pensar que es normal... pero no lo es en absoluto.
Por otra parte, ¿cuántas de las cosas que nos parecen erróneas o negativas de los demás, sólo lo son por no ajustarse a nuestra manera de ver las cosas, que no tiene por qué ser la mejor, ni la única? Además, la ecuación es simple: tener un excesivo nivel de exigencia redunda en desconfianza y esta a su vez en negatividad, algo que no es útil ni sano, y menos trabajando con cuestiones espirituales.
Debemos buscar el punto medio entre preocuparse por mantener un ambiente ordenado y formal, y el generar un clima rígido donde la espontaneidad y la confianza fraterna queden bloqueadas. Esto se hace especialmente problemático en una reunión mediúmnica, donde un adoctrinador de carácter duro y exigente puede llegar a ser más un problema que una solución.
Es muy sano (es imprescindible) partir de la base de que todos somos imperfectos, y por lo tanto tendremos que contar con esa limitación perfectamente natural entre nuestros trabajos. Tengamos buena voluntad, dedicación, intentemos hacer las cosas lo mejor que podamos, pero no caigamos en el hábito de exigir lo que ni siquiera los Espíritus superiores nos exigen a nosotros.
La prudencia siempre será uno de los atributos del espírita concienciado, pero la desconfianza sistemática, el alto patrón de exigencia de algunos dirigentes y el recelo pueden (aún en el nombre de la precaución y la vigilancia) desviar instrucciones positivas del mundo espiritual, como también obstaculizar valiosas e inspiradas aportaciones de los compañeros de reunión.
Como en todo, intentemos ajustarnos al medio término; ni tan abiertos que nos entre todo... ni tan cerrados que no entre nada.

Juan Manuel Ruiz González

La música en el mundo espiritual

Remontémonos momentáneamente a la cuna de la civilización occidental, a la cima de la antigua Grecia, para buscar la definición y el origen de la música contemporánea e intentar comprender con mayor exactitud su finalidad.
La música es una forma de expresión artística que el hombre ha desarrollado a lo largo de su historia. De hecho, el arte de antaño se consideraba un concepto unitario que englobaba la música, la danza y la poesía, bajo la inspiración de las musas, las diosas protectoras de las artes.
Excavando en el pasado, percibimos que la música es mucho más antigua que esa época de dominación cultural griega. Una mirada antropológica nos muestra que, en realidad, sus comienzos se encuentran en las propias manifestaciones del sonido que el hombre desarrolló en su proceso evolutivo.
La palabra “arte” tiene su origen etimológico en el latín “ars”, que significa técnica o habilidad en algo. Es la manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginario con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.
Ese concepto unitario original del arte ha evolucionando con el tiempo y hoy en día se toma a cada elemento de ese terceto como una rama separada del mismo. Así, la música, la danza y la poesía son consideradas en la contemporaneidad de nuestros días expresiones diferentes del arte, como pueden ser de igual modo la pintura, la escritura y la fotografía.
Todas esas expresiones poseen funciones muy variadas, adquiriendo, de acuerdo a su exteriorización artística, componentes sociológicos, lúdicos, pedagógicos, mercantiles, ornamentales, morales, entre muchos otros, estimulando las instancias correspondientes de la conciencia.
Siendo una combinación coherente de sonidos y silencios que utiliza los principios fundamentales del ritmo, la melodía y la armonía, la música causa invariablemente un estímulo emocional al receptor mediante la intervención de complejos procesos psico-anímicos.
No obstante, el concepto actual de música sigue siendo para muchos objeto de debate y permanece indefinido en su amplitud, porque esa definición varía con el tiempo y con la evolución de la cultura humana. La música es cambiante como las personas y sus avances evolutivos, de acuerdo a sus percepciones de lo espiritual.
Una destacable característica de la música comúnmente aceptada, es que desconoce totalmente las fronteras, acercando y sensibilizando a los hombres de todos los pueblos, porque la música hace parte de la esencia misma del Espíritu.
El compositor francés Claude-Achille Debussy, autor de Claire de Lune, una de las figuras más prominentes de la música impresionista, dijo que la música empieza donde las palabras son incapaces de expresar, la música está escrita para contar lo indecible.
Los grandes compositores contemporáneos, siguen sin osar circunscribir la definición de música dentro de los límites de los conceptos humanos, simplemente consideran la música una sinfonía de lo bello, un sentimiento excelso e incluso algunos la clasifican como un homenaje al concierto divino.
En realidad, algunos se atreven a considerar la música como una armonía de carácter genuinamente espiritual, cuya aplicación transcendental aporta un estado de equilibrio, tranquilidad y amor al ser que la escucha, tratándola como un arte divino. En la Naturaleza, ¿dónde no hay ritmos, tonos y sonidos?
En la cuestión 251 del Libro de los Espíritus, se explica que la música tiene infinitos encantos para los Espíritus, debido a que sus cualidades sensitivas se hallan muy desarrolladas. La música celestial es lo más bello y delicado que la imaginación espiritual puede concebir. ¿No es eso extraordinario?
De ese tema se ha ocupado el ilustre codificador Allan Kardec cuando, en la Sociedad Parisina de Estudio Espíritas, el Espíritu de Gioachino Antonio Rossini se manifestó mediúmnicamente, afirmando que la música es del mundo de los Espíritus y que en la Tierra no hay comparación para ella.
¿Cómo es la música, pues, en el mundo espiritual?
Las entidades que dominan la técnica musical en el mundo de los Espíritus, nos afirma Rossini,  la producen por la acción directa en el Fluido Cósmico, que es el fluido que llena todo lo aparentemente vacío, todo el Universo, cuyas vibraciones sublimadas penetran el ser fundiéndose con él, tal como una oración, donde la gloria de Dios es enaltecida y tiene la capacidad de llevar a aquellos virtuosos que la producen al éxtasis al concebirla. Esos acordes magistralmente orquestados resuenan en ese Fluido Cósmico de manera inigualable, de tal forma que ningún instrumento humano será capaz de aproximarse a reproducirlo en la Tierra.
Rossini compara, sin embargo, la música a un puente, donde por un lado está el compositor y por el otro está el oyente.
La armonía que resulta de los acordes, las notas y los tiempos musicales tiene entonces el papel de transportar los sentimientos del que la compone, con la intención de transmitir las sensaciones y emociones del compositor hacia el oyente. Al crearse una canción siempre llevará impresa en ella el sello particular del que la compone y el oyente conscientemente o no absorberá  ese contenido en ella proyectado. La producción musical invariablemente reflejará el sentimiento de que el corazón está repleto.
De acuerdo con Rossini, siendo la música una especie de puente de unión, si ésta es de calidad, con intención de agradar y aportar armonía, equivale a una donación de amor dirigida al que la escucha. Este tipo de melodía eleva el nivel de sintonía, llevando al oyente a aspirar a nuevas sensaciones.
Por otro lado, la música vulgar satura al oyente con sus notas y su letra, favoreciendo la inestabilidad y la irritabilidad. Puede inducir al oyente a un estado de desequilibrio y nerviosismo, porque escuchar una melodía es entrar en sintonía con ella, es asimilar lo que se oye, puesto que el oyente no mantiene un actitud meramente pasiva.
Abundando en esta idea, los estudios realizados por el científico japonés Masaru Emoto en los años 90 demostraron que el agua, expuesta a variados tipos de música tales como música clásica, cánticos budistas tibetanos, cantos rituales kawachi de Japón y heavy metal, modifica su estructura molecular de diferentes modos. Mientras la música clásica induce una estructura regular,  uniforme y bella, nos encontramos que la música heavy metal da como resultado una estructura deforme y oscura.
Rossini resalta también la importancia de la música Espírita, como herramienta o instrumento de elevación del Espíritu, puesto que genera sentimientos más nobles en la Humanidad. La música armónica como efecto terapéutico es un punto de despegue para el alma, transmitiendo un refugio de bienestar, un oasis para los sentimientos perturbados del hombre, ayudándole a elevar la vibración hacia los temas espirituales. Ya en la Tierra la música es recomendada por innumerables fuentes literarias, que consideran la música ambiental muchas veces de un orden metafísico, ofreciendo al oyente descanso, paz y armonía como receta de bienestar y confort del alma.
Si en la Tierra se pueden utilizar subterfugios y adornos para llegar a componer una “buena” música, en el plano espiritual eso no funciona así. La música espiritual es transmitida directamente de alma a alma, sin el auxilio de instrumentos que la limitan en su expresividad y exteriorización y transluce con exactitud el sentimiento y la emoción del compositor. Puede haber, sin embargo, en esferas más cercanas a la Tierra instrumentos musicales, como apreciamos en el libro y película Nuestro Hogar.
En el capítulo 10 del libro “Acción y reacción”, podemos observar cómo dos Espíritus vengativos son llevados a la presencia de un pianista encarnado que es instruido a ejecutar la 6ª Sinfonía de Beethoven “La Pastoral”. Al oír la suave melodía, ellos se sensibilizaron cambiando de patrón vibratorio...
Encontramos una de las explicaciones de Kardec con referencia al lenguaje de los Espíritus en el capítulo XIX, segunda parte del Libro de los Médiums. En el ítem 22, nos explica, que los Espíritus se comunican por el pensamiento. Esos pensamientos pueden ser exteriorizados por intuición a través de la poesía, del dibujo o de la música, entre otras formas, dependiendo únicamente de la aptitud del médium o de la del espíritu comunicante.
Existen muchas personas creativas que son en realidad médiums inspirados por Espíritus más elevados. Los Espíritus se sirven de los médiums que les ofrezcan mayores facilidades para la realización de su cometido y que sean mejores intermediarios de sus inspiraciones.
Podemos apreciar un ejemplo de eso, en los apuntes del día 8 de abril de 1859, de la Sociedad Parisina de Estudios Espíritas cuando el médium Sr. Brion Dorgeval, recibió un fragmento de una sonata, dictada por el espíritu del compositor austríaco Wolfgang Amadeus Mozart. La música fue interpretada por la señorita de Davans, una ex alumna de Chopin. Ambos compositores fueron evocados por Allan Kardec, en cuyo diálogo respondieron cuestiones que comprobaron su identidad.
Como medio de control de la veracidad de esa comunicación mediúmnica, el Sr. Brion Dorgeval, sin desvelar el nombre del autor de ese fragmento, llevó al análisis de varios artistas, siendo identificado el estilo tan propio y particular de Mozart por innúmeros artistas y conocedores de música, incluso reconociendo la superioridad de la composición hecha por el espíritu del compositor, después de su desencarnación. (Revue Espirite-Journal d’Etudes Psichologiques, publicado bajo la dirección de Allan Kardec, mayo 1859 - année II, música del Más Allá, página 123.)
Ese fragmento de sonata publicado en la Revista Espírita, así como copias de otros trescientos títulos espíritas, llegaron a España para la divulgación del Espiritismo entre el pueblo español. Fueron confiscados y quemados a las diez y media de la mañana del día 9 de octubre de 1861 en la explanada de la Ciudadela de Barcelona en el barrio de La Ribera, en el conocido como Auto de Fe de Barcelona, ordenado por el obispo de la ciudad. (Allan Kardec, El Educador y el Codificador, Volumen II, página 186.)
Pero se ha encontrado otro ejemplar de ese fragmento de sonata hace 8 años, en 2004, en una biblioteca de la ciudad de Londres. Restaurado con la ayuda de un software de edición de partículas, el ingeniero Alexandre Zaghetto ha recuperado la composición, que pertenece ahora a la Federación Espírita Brasileña. En el VI Congreso Mundial que tuvo lugar en Valencia en 2010, Enrique Eliseo Baldovino interpretó al piano dicho fragmento en la ceremonia inaugural del mismo.
De acuerdo, pues, con el progreso del Espíritu, que conforma las individualidades y las sociedades, la música también va evolucionando, sintonizando cada vez más con las bellezas inmateriales y con sentidos más depurados para apreciar lo virtuoso, permitiendo que ella nos acerque a Dios, tal es el préstamo y la importancia de la música a la Humanidad. Evaluar nuestros gustos musicales, es algo que se hace necesario, pues el flujo sonoro que recibimos puede cumplir o bien con funciones y finalidades positivas tales como entretenimiento, comunicación, ambientación y armonías emotivas; o bien negativas como puede ser el desequilibrio, la intoxicación mental o la alteración de ánimo.
Citamos como ejemplo cercano de hermoso concierto, el espectáculo de la Naturaleza. El canto de los pájaros en un atardecer, el trueno retumbante en la tormenta, el sonido agradable del agua corriendo por un río, incluso el benéfico y estimado silencio, como expresiones celestes de música, como una verdadera sinfonía para el Espíritu, siendo en ese caso Dios el compositor mayor y excelso del Universo.


Cláudia Bernardes de Carvalho
Centro Espírita “Entre el Cielo y la Tierra”

La piedra milagrosa

Hace ya algunos años nos contaron la historia de una etapa de la vida de dos hermanos canarios de Santa Cruz de Tenerife.
Ambos, Agustín y Pablo eran propietarios individualmente de sendos comercios dedicados a la venta de telas, sabanas, toallas, encajes, bordados, manteles, etc., separados entre sí por algunas manzanas de casas de esta ciudad.
Cierto día que coincidieron en una celebración familiar, los hermanos se sinceraron y mientras el menor Pablo le argumentaba a su hermano la difícil situación económica por la que atravesaba, debido a la poca actividad de su negocio, Agustín le transmitía que el suyo funcionaba de acuerdo con los tiempos. No eran momentos para “tirar cohetes”, la verdad,  pero se cubrían los gastos generales y además todos los meses se finalizaba ganando algún dinero.
"¿Y tú como lo consigues?" - Preguntó Pablo.
Agustín respondió:
- "Yo tengo un amuleto. Una piedra que me ayuda en mi trabajo."
El hermano quedó muy sorprendido y solicitó:
- "¿Y tú me puedes proporcionar una piedra de esas que hablas?"
- "Naturalmente, como no."- Contestó Agustín.
Quedaron en hablarse más adelante.
Pasados unos días, Agustín llamó telefónicamente a su hermano menor para citarse con él y entregarle la piedra que le había solicitado.
- "Pablo te entrego la piedra que me pediste, pero ésta tiene unas características especiales. Verás, debes colocarla en la tienda cerca de la caja registradora, y cada diez o quince minutos debes acariciarla. Ya sé que es una obligación molesta pero solamente funciona de esta manera. ¡Lógicamente algún inconveniente debía tener!"
Transcurrió el tiempo y en otro nuevo encuentro familiar, Pablo corrió hacia su hermano abrazándole mientras le agradecía el gran favor dispensado, porque gracias a la milagrosa piedra que le había facilitado, el negocio estaba transformado y ahora era hasta próspero.
Agustín escuchó sus comentarios, le miró con amor y le dijo:
- "Querido Pablo, debo explicarte; antes te ausentabas frecuentemente del negocio visitando el bar y a los amigos varias veces al día, mientras tus empleados no prestaban atención al trabajo y dedicaban su tiempo a charlar entre ellos, sin atender debidamente a los clientes que entraban a comprar y cuando había que bajar de la estantería alguna tela que se encontraba un poco alta, ésta se había agotado, sin contar las frecuentes distracciones de la caja. Ahora como tú has de acariciar muy seguidamente la piedra, estás presente prácticamente casi todo el día. Ya no te ausentas de la tienda y tus empleados tienen que estar atentos a los clientes puesto que tú estás presente y naturalmente al estar cercano a la caja, ya no se distrae ningún euro de ella. Los amuletos y las magias carecen de importancia, solamente a través de nuestro esfuerzo y trabajo encontramos la compensación de nuestro buen hacer."
El hermano que había escuchado la explicación, agachó la cabeza mientras Agustín advertía con tristeza como las lágrimas se escapaban lentamente de sus ojos, como tributo a sus errores.
El código moral de “El Evangelio de Jesús” dice:
“A cada uno le será dado según sus obras”
Todos nos hallamos ligados indisolublemente a nuestras propias obras y debemos aprender de nuestras experiencias.
El presente y futuro se encuentran condicionados por nuestras acciones.
Los Espíritus nos transmiten que “nuestros actos tejen alas de liberación o cadenas de cautiverio, para nuestra victoria o nuestra derrota.”
No achaquemos la situación que vivimos a “la suerte” ni tampoco al repetitivo “karma” como a veces acostumbramos a implicar. Los que hemos tenido la necesidad o el “merecimiento” de despertar. Aquellos que por las causas que desconocemos ahora somos conocedores de la parte teórica que los Espíritus nos ofrecen, no debemos demorar más la puesta en marcha de la práctica. Sabemos que el espíritu es perezoso por naturaleza y mucho más aquellos que estamos encarnados en este maravilloso planeta llamado Tierra, pero de nada nos servirá tener buenas intuiciones, estar trabajando y colaborando con los buenos espíritus, si no arrancamos de una vez para alcanzar este peldaño que solo nosotros podemos generar.

Juan Miguel Fernández Muñoz 
Asociación de Estudios Espíritas de Madrid