martes, 9 de diciembre de 2014

La riqueza

La riqueza


En nuestro mundo, en donde predominan los valores materiales, la riqueza ocupa un lugar preferente, y los seres humanos en general, salvo excepciones, la desean y la buscan, no obstante, sólo un sector minoritario se beneficia de ella.

¿Por qué es tan atractiva la riqueza?. La razón es que permite conseguir todo lo que ofrece la sociedad de consumo, que es mucho más de lo que puede asimilar la persona más exigente, dada la multiplicidad de aspectos, a cual más sugestivo, que ejercen una poderosa influencia en todo aquel que se sumerge en esas sensaciones.

En apariencia, se considera muy afortunado al poseedor de la riqueza, pero la realidad es muy diferente, toda vez que el ser humano es un espíritu inmortal, que tendrá que responder de sus actos, una vez concluida su etapa terrenal.

La riqueza es una dádiva del Creador, para que su poseedor haga un buen servicio de ella, no empleándola con fines egoístas y placenteros, sino en beneficio del progreso y ayuda al prójimo necesitado.

La riqueza como tal no es mala, todo depende del uso que se haga de ella, y la mayoría de los ricos caen bajo los efectos de la fascinación, ya que se consideran propietarios absolutos de cuanto poseen, cuando no son más que administradores, a los que Dios puede retirar sus bienes en cualquier momento.

Jesús en una parábola que figura en el Evangelio: Lucas 12: 16 al 21, manifestó:
“La finca de un hacendado dio una gran cosecha, hasta el punto que no tenía donde almacenarla, así que decidió ampliar sus graneros, para meter en ellos todas sus cosechas.

“Calculó que tenía bienes almacenados para largos años, así es que pensó en descansar, comer, beber y pasarlo bien, pero Dios le dijo: ¡Insensato!, esta noche se te pedirá tu alma, y entonces ¿para quién será lo que has acaparado?. Así sucederá al que atesora para sí y no es rico a los ojos de Dios”.

Dada la imposibilidad de que todas las personas sean ricas al mismo tiempo, la Providencia reparte la riqueza por turnos, a cada uno en su momento, en la larga serie de reencarnaciones necesarias al espíritu para su  evolución y así nadie se queda sin la oportunidad de experimentar esa situación, no obstante, superar con éxito la prueba de la riqueza, muy pocos lo logran, por ello, según el Evangelio: Mateo 19: 24, Jesús manifestó: “Es más difícil que un rico entre en el Reino de los Cielos, que un camello pase por el ojo de una aguja”.

Cuando por una herencia o un premio en el juego la persona se convierte de la noche a la mañana en rica, lo acepta con mucha alegría e ilusión, pero en caso de perder la fortuna, muy pocas personas lo asimilan con resignación.

Un Patriarca de la antigüedad, de nombre JOB, era un hacendado que  por diferentes circunstancias perdió todos sus bienes, no obstante aceptó humildemente su destino y orando a Dios, manifestó: “Señor, Tú me lo has concedido, Tú me lo has retirado, que se haga Vuestra Voluntad”.

Se califica al rico por los muchos bienes materiales que posee, pero el verdadero rico, no es el que más tiene, sino el que menos necesita.

Cuánto más liberado de lo material esté el ser humano, más fácil será su camino para alcanzar la plenitud espiritual.  El apóstol Pablo, consciente de su destino transcendental expresó: “Nada trajimos al mundo, nada nos vamos a llevar, así que suficiente es, atender al alimento, el vestido y un lugar para el descanso”.

El mayor tesoro no es el material que es perecedero, sino el tesoro espiritual, que es eterno, en los mundos maravillosos que el Creador tiene dispuestos, para todos los que se esfuerzan por su renovación moral, cumpliendo las enseñanzas de Jesús.

Por ello el Espiritismo consuela y esclarece a todos los seres, con amplia perspectiva de futuro, que no se impresionan por el espejismo de la riqueza temporal y cifran su confianza y esperanza en Dios, y en la eternidad del espíritu, en progresiva evolución hacia la perfección.
C.E.y.D.E