miércoles, 3 de agosto de 2016

La vejez


La vejez

¿Qué es la vejez? Según el diccionario es "El estado natural de la persona y último periodo característico de tener una edad avanzada." La vejez de cada ser humano depende de cómo ha vivido en la sociedad, de su profesión u oficio, de los beneficios obtenidos, de la alimentación, etc. Los factores físicos y biológicos y los psicosociales influyen y gravitan en su proceso de transformación en la llamada 3ª edad. La vejez,  se suele decir, es el otoño de la vida, en su último declive. Sólo con pronunciar la palabra vejez, sentimos el frio en el corazón y según la estimación común de muchos hombres, es la decrepitud, cuando se recapitula todas las tristezas, todos los males, todos los dolores de la vida, es el preludio melancólico y desolado del adiós final.

En esto hay un grave error. Como nos dice Léon Denis, por regla general, ninguna fase de la vida humana está totalmente desheredada de los dones de la naturaleza y todavía menos de las bendiciones de Dios.

¿Por qué la última etapa de nuestra existencia debería ser más afligida que las otras? Sería una contradicción  y no correspondería a la obra Divina, pues todo en ella es armonía, como en la viva composición de un concierto impecable. Al contrario, la vejez todavía es, a pesar de todo, una de las bellezas de la vida y una de sus armonías más altas. No olvidemos que a falta de reyes, en ciertos pueblos eran los ancianos quienes gobernaban. No obstante no hay que olvidar que en nuestra época, como ya lo decía Chauteaubriand hay muchos viejos y pocos ancianos, lo que no es la misma cosa. El anciano, en efecto, es bueno e inteligente, ama y anima a la juventud, su corazón no envejeció en absoluto, mientras que los viejos son celosos, malévolos y severos y si nuestras jóvenes generaciones no tienen ya hacia los abuelos  el culto de otros tiempos es, precisamente, en este caso, porque los viejos perdieron la gran serenidad, la benevolencia amable que hacía antaño la poesía de los antiguos hogares. La vejez es pura como la primera infancia; es por ella que se acerca a Dios y que ve más claro y más lejos en las profundidades del infinito.

La transformación o, mejor dicho, las transfiguraciones operadas en las facultades del alma por la vejez, son admirables. Este trabajo interior se resume en una sola palabra, la sencillez. La vejez es eminentemente simplificadora de toda cosa, simplifica primero el lado material de la vida; suprime todas las necesidades ficticias, las mil necesidades artificiales que la juventud y la edad madura habían creado, y que habían hecho de nuestra complicada existencia una verdadera esclavitud, una servidumbre, una tiranía, lo diremos de otra manera, es un principio de espiritualización.

El mismo trabajo de simplificación se cumple en la inteligencia. Las cosas admitidas se vuelven más transparentes, en el fondo de cada palabra encontramos la idea, en el fondo de cada idea divisamos a Dios. El anciano tiene una facultad preciosa: la de olvidar todo lo que fue fútil, inútil en su vida, se borra. Guarda en su memoria solo lo que fue sustancial. Al frente del anciano no tiene ya nada de la actitud orgullosa  y provocadora de la juventud  y de la edad viril. Se inclina bajo el peso del pensamiento como de la espiga madura. El anciano baja la cabeza y la inclina sobre su corazón, se esfuerza en convertir en amor todo lo que queda en él de facultades, de vigor y recuerdos. La vejez no es pues una decadencia, realmente es un progreso, una marcha adelante hacia el termino, el ocaso de la vida, es el final de un viaje penoso y a menudo de una prueba dura, es el momento de la reflexión, en la que el pensamiento tranquilo y sereno se eleva hacia las regiones infinitas.
Jamás moriremos solos, igual que jamás naceremos solos.

En esta metamorfosis parece ser que intervienen gran cantidad de factores y, según la calidad  de la propia vida interior, se modela la personalidad a medida que se envejece. Al comparar una persona de 70 años con otra de la misma edad pero con una vida espiritual rica, con formas distintas de encarar la vida y los problemas de la existencia, surgen diferencias claramente visibles en lo que se refiere al envejecimiento.

Reflexionemos; nada nos hace envejecer con más rapidez, que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos.

Estando yo en un supermercado de la localidad en donde vivo esperando a un amigo con el cual había quedado, observaba a las personas entrar y salir, pasar por caja con los alimentos, un flujo continuo en movimiento. De esas observaciones y del comporta-miento que analizo, esté donde esté, me ayuda a comprender un poco más a las personas. Esto me ocurre desde pequeño y he aprendido bastante con el análisis en diferentes situaciones que me he encontrado en el transcurso de mi vida.
Pero ese día en concreto era yo el observado y analizado desde lejos, por una señora anciana, la cual note que me miraba desde la distancia, mientras se acercaba hacia donde yo estaba que era cerca de la salida del supermercado. Ella, una señora mayor con la espalda encorvada se ayudaba para caminar con un bastón en una mano y en la otra una bolsa que intuyo llevaría algo de compra.
Cuando estuvo a la altura de donde yo me encontraba, se paró, me miró a los ojos y me dijo ¿tiene  usted una columna que le sobre? y yo sin entenderla muy bien lo que me quería decir, le respondí ¿Cómo dice usted? Es que no he comprendido lo que me dice y ella insistió… ¿Qué si tiene usted una columna que le sobre? ¿ no ve como tengo la espalda de curvada?... me quede absorto, sin saber que decir, pero como veía que esperaba una respuesta mía, le conteste lo más rápido y delicadamente que pude… pues no, no tengo ninguna de repuesto, y se puso a reír y yo también, como ya habíamos, como se dice, roto el hielo, me empezó a contar  lo que le costaba caminar ( a pesar de que yo la veía caminar bien ligera) y de lo anciana que era. Me dijo que tenía cerca de los 90 años , y que en su cuerpo llevaba unas 15 operaciones de todo tipo, yo sin decir nada la escuchaba y asentía con la cabeza (notaba que ella necesitaba hablar, aunque fuera con un extraño, como yo era para ella), me decía las tribulaciones que había pasado en su vida y lo malita que se encontraba, mientras tanto yo sin decirle nada, la observaba y me decía a mi mismo…¿Qué le digo?, cuando hizo un descanso y dejo de hablar, yo con mucha delicadeza, y amor  le dije… tiene que ver usted el lado positivo, todavía puede andar, aunque sea con la ayuda del bastón, hay muchas personas que necesitan silla de ruedas y alguien que las ayude, gracias seguramente a las operaciones que usted me cuenta que lleva, su cuerpo todavía puede manejarse bien, otras personas con menos años, están peor… ¿dónde tengo que firmar para llegar a su edad?.. le dije, no sé, si podre llegar y de qué manera, tiene que ver usted las personas que ha conocido y que ahora ya no están y que muchas  tenían menos edad de la que usted tiene…piense que hay muchas personas que están peor que usted, yo pienso “que no tiene usted derecho a quejarse”, tiene que dar gracias a Dios, todos los días por la oportunidad que le da de seguir viva y poder moverse a su voluntad a pesar de los achaques de la edad, piense en lo que tiene, dónde ha llegado y no eche de menos lo que para usted dice que le falta, así será a mi modo de ver, más feliz.

Ella mientras yo hablaba me escuchaba, me miraba y yo creía que con mis palabras la podía ayudar y sobre todo animar…no sé si lo conseguí ,ya que de repente cuando terminé la frase, sin medir palabra se fue andando, rauda y ligera, con el bastón y la bolsa. Me dejó como se suele decir, con la palabra en la boca, tengo que decirles que no he vuelto a coincidir con esa ancianita, a veces pienso, recordando ese momento que ella no esperaba seguramente mis palabras y mis consejos, esperaba que la tuviera lástima y la compadeciese, no sé, solo se lo que vi, que se fue como una exhalación.
Yo creo que, aun estando cerca de una edad avanzada y teniendo achaques, nunca me sentiré viejo, ya que mi corazón está en una dinámica  adquirida y practicada que difícilmente puedo  concebir la idea de que este movimiento continuo y constante pueda pararse. Puede que no pueda llegar tan lejos como ahora, pero Dios ya se encargara de poner en mi camino las maneras de poder llegar y poder servir, todo tiene su momento y su lugar en todas nuestras vidas, también tenemos que pensar que una de las mayores fuerzas que tiene el ser humano es su pensamiento y su voluntad. Aferrémonos a estas frases que con pocas palabras expresan mucho, ”somos lo que pensamos”, “querer es poder, refle-xionemos sobre todo esto y no dejemos que el mal tiempo, el conformismo, la pereza los acha-ques, nos frenen a la hora de ser útiles para con nosotros y para con los demás.


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