jueves, 6 de octubre de 2016

Cristianismo primitivo


Cristianismo primitivo

"Todas las virtudes se encuentran en el Cristianismo; los errores que se han arraigado en él son de origen humano"
El Espíritu de Verdad, "El Evangelio según el Espiritismo" (1)


Desde los primeros años del cristianismo la falta de unidad en la interpretación de las enseñanzas de Jesús fue progresivamente creciendo a base de adoptar y desarrollar nuevos conceptos, muchos de ellos erróneos, alejados de la doctrina sencilla practicada por el maestro. Los primeros apóstoles se limitaban a enseñar la paternidad de Dios, la fraternidad humana, la proximidad del reino de Dios y la necesidad de la reparación de nuestras faltas para entrar en él. Leon Denis dice al respecto: "Esa purificación era simbolizada en el bautismo, práctica adoptada por los esenios, de los cuales los apóstoles asimilaban todavía la creencia en la inmortalidad y en la resurrección, o sea, en la vuelta del alma a la vida espiritual, a la vida del espacio" (2).

La divulgación se realizaba a través de discípulos y apóstoles itinerantes que iban recorriendo las asambleas locales y creando otras nuevas allí por donde pasaban. Estos divulgadores itinerantes iban alimentando y creando grupos de estructura sencilla y desorganizada donde no había clase sacerdotal y todos eran igualmente responsables ante Dios y con las mismas obligaciones. De esta forma, el cristianismo, inicialmente surgió como una religión sin templos, siendo las casas los lugares de reunión y de culto (Hch 16,15;16,31-32; 17,5; Rom 16,5; 1 Cor 16,19; Col 4,15), hasta bien avanzado el siglo II. Fue también una religión de laicos alejándose de las jerarquías y privilegios de unos sobre otros, aunque también hubiera cargos y funciones.

Cada asamblea tenía sus propios dirigentes que velaban por los intereses del grupo. De esta forma los profetas no eran los jefes de la comunidad sino que la asamblea tomaba las decisiones colectivamente según la "Didaché" (obra primitiva de mediados del siglo I que reunía la enseñanza de los apóstoles). Las asambleas domésticas fueron la alternativa cristiana a las sinagogas del judaísmo dando más importancia a la vida en común y a la responsabilidad personal que a los ritos y obligaciones del judaísmo.

La “Didaché” establecía las normas de comportamiento y prácticas de las primeras sociedades cristianas. También regulaba como recibir y atender a aquellos profetas que llamaban a la puerta a predicar, práctica muy habitual entonces, y para evitar ser engañados reunía consejos para desenmascarar a los que querían sacar provecho de sus predicaciones, llamados "comerciantes de Cristo" en Did. 12,1-5. Esta forma de actuar expuesta en la "Didaché" permitía protegerse de forma efectiva contra los falsos profetas a través del análisis de los mensajes en base a sus conocimientos consolidados, "Si el que instruye, tergiversa y os instruye en otra tradición para destruir, no le escuchéis" (Did. 11,1-2). Porque tenían claro que "no todo el que habla en Espíritu es verdadero profeta, a no ser que tenga las costumbres del Señor" (Did. 11,8).

El distinto origen de los grupos cristianos les daba características y connotaciones muy diferentes que en ocasiones les llevaba al enfrentamiento verbal y a la crítica, impidiendo la unidad. Los principales grupos de cristianismo primitivo fueron los judaizantes y los helenistas. Dentro de estos dos grupos, existían internamente corrientes gnósticas que incorporaban los conocimientos iniciáticos de las antiguas escuelas de Egipto y Alejandría, aunque con diferente visión en cuanto a su aplicación respecto a la Ley Mosaica. Dentro de los helenistas, cuando las diferencias fueron creciendo, se dividieron entre gnósticos y literalistas terminando por formar grupos completamente diferenciados con escrituras propias adaptadas a cada creencia.


Cristianismo judaizante o palestinense

Los apóstoles fueron todos judíos y no concebían la idea de dejar de serlo. Jesús había sido un perfecto judío respetando y cumpliendo la Ley y su enseñanza venía a completarla. Hay muchos exegetas (estudiosos e historiadores de las escrituras) que están de acuerdo en que Jesús no dio ninguna indicación para crear ninguna nueva religión ni estructura jerárquica alguna. El dirigente de la asamblea judeocristiana de Jerusalén fue Santiago, hermano de Jesús, también llamado “El Justo”, y no Pedro contradiciendo el único texto de los evangelios donde se fundamenta la creación de la Iglesia. Es obvio por tanto que este texto fue incluido con posterioridad. Incluso al principio el obispo de Roma no tenía ninguna superioridad sobre ningún otro, hasta que Teodosio proclamó su supremacía tres siglos después.

Surgieron entonces los primeros grupos judeocristianos, llamados posteriormente judaizantes o cristianos palestinenses, los cuales defendían que los gentiles conversos tenían que cumplir también la ley de Moisés, salvo la circuncisión a partir del Concilio de Jerusalén (año 50 aproximadamente) donde Pedro intercedió por los conversos gentiles representados por Pablo. Estos grupos, principalmente la secta de los nazarenos, nombrada en Hch 24,5; 24,14; 28,22 antes del año 70 (destrucción de Jerusalén por parte de los romanos), y la secta de los ebionitas (siglo II y III), tenían tres evangelios actualmente perdidos prácticamente en su totalidad, el Evangelio de los Hebreos, el Evangelio de los Ebionitas (también llamado el Evangelio de los Doce) y el Evangelio de los Nazarenos. La versión del Evangelio de los Doce que supuestamente se pudo recuperar recientemente es en realidad una obra recibida mediúmnicamente que se aparta del objeto de este estudio.
La destrucción de Jerusalén y la disgregación del pueblo judío, por parte de los romanos, supuso la desaparición tanto de la comunidad judeocristiana original como la de los esenios, quedando dos teorías de lo sucedido a estos últimos. La primera concluye que sus comunidades fueron destruidas por los romanos durante la guerra con los judíos y la segunda considera probable su conversión al cristianismo formando la secta de los ebionitas ("los pobres"), seguidores de un tal Ebión que bien podría ser el Maestro de Justicia de los esenios. Esta teoría se apoya en los grandes paralelismos entre ambas sectas: ascetismo, observancia de las leyes mosaicas, creencia en la resurrección espiritual, no material y la preexistencia del alma.

Para los cristianos judaizantes Jesús no era Dios, los términos "Hijo de Dios" e "Hijo del Hombre" tenía un claro significado para ellos. "Hijo de Dios" era comúnmente empleado para los Reyes de Israel (Sal 2), los mesías y los ángeles. El término "El Hijo del Hombre" fue erróneamente traducido del arameo al griego utilizando los dos artículos, cuando tendría que haberse traducido "como hijo de hombre" tal como aparece en el Libro de Daniel 7,13 (3). Esta denominación denotaba humildad, nada más alejado de la divinización proclamada e impuesta después por los grupos cristianos que interpretaban los textos de forma literal. Además no creían en la resurrección completa de la carne puesto que entendieron completamente la realidad espiritual que les enseñó Jesús con sus apariciones, donde no todas ellas fueron completamente materiales, como se narraría después en los apócrifos Hechos de Juan, cap. 93: "Algunas veces cuando yo lo tocaba me encontraba con un cuerpo sólido y material; en otras ocasiones, la sustancia era inmaterial e incorpórea como si no existiera por completo”. La creencia tardía de que Jesús fuera un ser engendrado directamente por Dios y de naturaleza divina sólo pudo ser desarrollada más tarde en un ambiente helenizante fruto del sincretismo con otras religiones paganas.


Cristianismo helenista

El helenismo era un movimiento global anterior al cristianismo que tocaba todas las culturas mediterráneas acercándolas a las ideas griegas y a la utilización del idioma griego por encima de los idiomas locales. La concepción helenista se integró perfectamente en los judíos de la diáspora creando una nueva corriente mucho más abierta y preparada para la rápida expansión del cristianismo. Mientras que los cristianos judaizantes eran partidarios de no polemizar en las sinagogas y evitar enfrentamientos con el resto de judíos, los cristianos helenistas tuvieron una visión mucho más gloriosa del Evangelio y no dudaban en proclamarla sin amedrentarse por las amenazas recibidas. Eran más liberales respecto a la observancia de las tradiciones mosaicas que los cristianos judaizantes. Su principal discrepancia era relativa a la importancia del culto exterior en el templo y el cumplimiento escrupuloso de las tradiciones mosaicas en sus preceptos más superficiales.
Enseguida, para los helenistas, la concepción de Jesús como "Hijo de Dios" adquirió carácter divino mediante el apelativo de "Señor" en griego, alejándose del concepto hebreo original. De esta forma el Yahvé de los hebreos quedó como un demiurgo o Dios menor superado por un Jesús divino y su padre, el Dios todopoderoso de toda la humanidad. De entre los helenistas más importantes se tiene a Esteban, como el primero en sufrir martirio por su enfrentamiento dialéctico con los judíos y a Pablo como el apóstol de los gentiles.

Aunque el origen del helenismo se encontraba en la integración de ideas filosóficas y religiosas de diversas corrientes, principalmente la del pensamiento griego, muy atractivo para aquellos que buscaban el enriquecimiento del espíritu, poco a poco empezó a imponerse la visión literalista de sus enseñanzas perdiendo todo el conocimiento profundo que contenía. La visión literal de las escrituras hacía necesario imponer la Fe ciega alejando el conocimiento reservado para unos pocos. Esto fue la clave para que Constantino eligiera el cristianismo como religión del imperio, creando el Catolicismo e imponiendo a la fuerza la visión literalista sobre el resto. Necesitaba una religión que controlara al pueblo, no que despertara conciencias. Para tener una religión completamente populista fue necesario atraer al paganismo incorporando parte de sus ritos y creencias. Todo ello respaldado por nuevas escrituras adecuadamente manipuladas para soportar las nuevas creencias. De esta forma se crearon los dogmas y las coincidencias con las antiguas mitologías como la concepción inmaculada, el perdón de los pecados, la Trinidad, la multiplicación de los peces, etc.


Desviación de los orígenes y pérdida de carismas

Las fuertes influencias mistéricas de los pueblos griego y egipcio, el distanciamiento con los cristianos judaizantes y la necesidad de aperturismo hacia los gentiles, integrando costumbres paganas, fue el origen de diversas creencias muchas de ellas confusas que todavía hoy perduran.
León Denis comenta: "Con Pablo y después de él, nuevas corrientes se forman y surgen doctrinas confusas en el seno de las comunidades cristianas. Sucesivamente, la predestinación y la gracia, la divinidad de Cristo, la caída y la redención, la creencia en Satanás y en el infierno se presentarán a los espíritus y vendrán a alterar la pureza y la simplicidad de las enseñanzas del hijo de María"(2). Ideológicamente primero se transformó el mensaje de Jesús. "La preferencia por los pobres y pecadores como sus destinatarios primeros dejó paso al anuncio a Israel, en su conjunto, y, luego, a los gentiles. La proclamación del reino de Dios fue desplazada por el anuncio de la llegada del «reino de Cristo»  (1Cor 12,3; Ef 5,5; Col 1,13). Luego… El predicador (Cristo) pasó a ser objeto de predicación y el reino se transformó para acomodarlo a la idea revolucionaria de un mesías crucificado (1 Cor 1,23). La parusía del Crucificado, la segunda venida del Cristo triunfante, desbancó a la esperanza primera de reinado de Dios sobre Israel y desde ahí sobre toda la humanidad" (4).

La pérdida de los carismas durante el siglo II fue lenta y progresiva hasta que la escasez de carismáticos y los problemas ocasionados por los falsos profetas favorecieron la transición hacia la institucionalización. El carácter itinerante de los apóstoles fue sustituido por ministros locales que cobraron cada vez más fuerza (3 Jn 1,9-10; 1 Clem 44) (5). Conforme las visitas de los divulgadores carismáticos itinerantes fueron desapareciendo se fue perdiendo también el alimento espiritual que traían y consecuentemente terminó por desaparecer la participación de la colectividad en la toma de decisiones, de forma que los dirigentes convertidos en obispos tomaron la responsabilidad de dirigir y proteger cada comunidad según sus propios conocimientos y creencias. Consecuentemente, imponiendo la opinión de unos pocos, se vio la necesidad de velar por la fe y proteger su doctrina a través de la creación de una nueva jerarquía eclesial que por proximidad y tradición adoptó en gran medida las estructuras ortodoxas de los judíos. No se dieron cuenta que justamente la creación de una estructura eclesial alejaba del pueblo la responsabilidad espiritual y por tanto también la vigilancia y trabajo personal, impidiendo la aparición de nuevos misioneros profetas que alimentaran el movimiento.

Surgieron entonces movimientos carismáticos contrarios a las estructuras jerárquicas como los montanistas y los marcionistas predicando nuevamente con gran ímpetu a través de la mediumnidad de profecía. Llegado el tiempo les llegaron a proclamar herejes y culpables de transmitir ideas de espíritus que no son de Dios. No faltaban profetas que profetizaban en nombre del Paráclito, él Espíritu de Verdad que prometió Jesús. De esta forma "comenzaba a preocupar el declive profético, tanto más cuanto que los grupos rivales (montanistas y marcionistas) tenían muchos profetas que legitimaban su pretensión de estar inspirados por el Espíritu... En el siglo III se afirma que el número de los profetas había concluido (Fragmento Muratori 79)" (5).

Con la desaparición completa de los divulgadores carismáticos que unificaban ideas, la separación de los grupos fue cada vez más notoria, cada grupo defendía sus diferentes interpretaciones hasta que el emperador Teodosio, en el año 380 mediante el edicto “De Fide Cattolica”, convirtió el catolicismo en la religión del Estado y confirió la supremacía al papado, imponiendo la opinión del obispo de Roma a la cristiandad. "A partir de ahí, el pensamiento, creador fecundo de sistemas diferentes, ha de ser reprimido"(2), "la política se introdujo en el sacerdocio. Los obispos, de humildes adeptos, de modestos «vigilantes» que eran al principio, se tornaran poderosos y autoritarios. Se constituyó la teocracia... El pensamiento profundo desapareció. Solo quedaran los símbolos materiales. Esa oscuridad tornaba más fácil gobernar a las multitudes... Los misterios cristianos cesaron de ser explicados a los miembros de la Iglesia. Fueron perseguidos como herejes los pensadores, los investigadores sinceros, que se esforzaban por adquirir nuevamente las verdades perdidas. Se hizo la noche cada vez mas espesa sobre el mundo, después de la disolución del Imperio Romano. La creencia en Satanás y en el infierno adquirió un lugar preponderante en la fe cristiana. En vez de la religión de amor predica por Jesús, lo que prevaleció fue la religión del terror" (6).
A partir de entonces la imposición del literalismo, tomar las escrituras al pie de la letra, supuso el principio de la oscuridad sobre el pensamiento filosófico. Después en el siglo IV la oscuridad terminó de imponerse con la yuxtaposición del catolicismo y paganismo. Se adoptó un nuevo calendario en el que se indicaban festividades cristianas y fiestas imperiales desde Augusto hasta Constantino, aparecieron los siete planetas como indicadores de los días y alusiones al zodíaco, se aceptó el uso de cirios e incienso, vestidos litúrgicos, etc.


Mediumnidad y divulgación 

Es obvio que la mediumnidad fue desarrollada y enseñada por los apóstoles. Daban constantemente pruebas de ello a través de los llamados carismas que la ciencia espírita explica a través de la mediumnidad de curación, de psicofonía, xenoglosía, profecía, etc. La relación con los espíritus era frecuente, primero a través de las apariciones (Hch 1,1-11; Mt 28,16; Mc 16,14; Lc 24,33) y luego a través de comunicaciones psicofónicas (“don de lenguas” Hch 2,4; I Cor 12:28-30) hasta el punto de necesitar la recomendación de no escuchar a todos los espíritus, sino únicamente a los que son de Dios.

La divulgación más efectiva era aquella que iba acompañada de pruebas materiales, curaciones, expulsiones de espíritus obsesores y mediumnidad de profecía con exposiciones inspiradas que llegaban al corazón de los distintos pueblos. En la Epístola a los Romanos, Pablo escribe: "Ansío veros, a fin de comunicaros cierto carisma pneumático que os fortalezca" lo que demuestra que la mediumnidad era enseñada a aquellos que consideraban "pneumáticos", cristianos espirituales que podían entender las enseñanzas de una manera más profunda, distinguiéndose de los cristianos “psíquicos”, que serían los cristianos que recibían las enseñanzas sin entrar en profundidades filosóficas. Esta clasificación era atribuida a los gnósticos y llama la atención que Pablo utilizara sus mismos términos en unas cartas mientras que en otras (consideradas por ello pseudo cartas) les criticaba.

A la vez que enseñaban a desarrollar los "dones del espíritu", la mediumnidad, también enseñaban a "echar a espíritus" obsesores. En Homilias Pseudoclementinas, escritura afín a los judaizantes, encontramos algunas explicaciones del porqué de la obsesión: "… la razón por la cual los demonios se deleitan en entrar en los cuerpos de los hombres es la siguiente. Siendo espíritus, que tienen deseos de comidas, bebidas, y de los placeres sexuales, por no ser capaz de participar de éstos por la razón de que son espíritus… entran en los cuerpos de los hombres, con el fin de que, conseguir órganos para mediante ellos, puedan obtener las cosas que deseen, ya sea carne, … o placer sexual…” En el mismo texto incluyen la explicación de cómo consideran que tiene que ser tratada la obsesión: “Por lo tanto, con el fin de echar los demonios, la ayuda más útil es la abstinencia, el ayuno y el sufrimiento de las aflicciones. Porque si entran en los cuerpos de los hombres por el bien de intercambio placeres, es manifiesto que se ponen en fuga por el sufrimiento”. Indicando además que hay obsesiones más complejas, de espíritus malvados donde se deber recurrir a las oraciones y peticiones: “Pero como algunos, son de especie más malignos, …es necesario recurrir a Dios con oraciones y peticiones, absteniéndose de toda ocasión de impureza, que la mano de Dios lo pueda tocar para su curación, por ser pura y fiel." (7).

Muchos otros conocimientos sobre mediumnidad también estaban presentes en el judaísmo, como por ejemplo el conocimiento sobre el cordón de plata, ya mencionado en la biblia. En Eclesiastés dice: «Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes de que lleguen los días penosos… antes que se corte la hebra de plata» (Eclesiatés 12, 1 y 6). En el Diccionario hebreo y arameo de W. Gesenius la “hebra de plata” es explicada como "descripción figurativa del hilo de la vida". Dentro del judaísmo, Filón de Alejandría, filósofo judío helenizado, demuestra sus conocimientos al escribir "sobre enthousiazein (ser divinamente inspirado), korubantian (ser místicamente frenético), bakeuein (ser presa de locura divina), katechesthai (estar poseído por la deidad) y ekstasis (éxtasis). Compara el éxtasis de los iniciados en los misterios judíos con la inspiración profética y también con el frenesí divino de los iniciados en los misterios de Dioniso" (8).

“Espíritu Santo”

Los primeros cristianos no pudieron creer en el Espíritu Santo puesto que su concepto fue de casi dos siglos después. El carisma de profecía era sustentando por el Espíritu de Jesús de forma que la autoridad que proclamaban venía directamente del mesías. El "Espíritu de Jesús" era una de las cuatro autoridades que guiaban a los primeros cristianos: 1º Antiguo Testamento, 2º Palabras de Jesús (Evangelios), 3º Apóstoles y 4º "Espíritu de Jesús", que hablaba por mediación de los profetas que "... conven-cidos de la fuerza e inspiración del Espíritu de Jesús que habitaba en ellos, reproducían o interpretaban las palabras del Señor, las acomodaban a los momentos presentes y exhortaban a los fieles a la perseverancia." (9).

Distintas versiones cambiaron la traducción para crear la idea nueva de "Espíritu Santo":
1º. A partir del término "Espíritu santo" (en minúscula como adjetivo): Lc 3,16; Mc 12,36; Mt 3,11; Lc 10,21; Lc 11;13; Jn 14,26; Jn 20,22: Traducción A.Piñero "Todos los Evangelios-traducción de las lenguas originales de todos los textos evangélicos conocidos").

2º. A partir del término Espíritu bueno ("spiritum bonum"), Lc 11;13 de la "Sagrada Biblia Vulgata".
3º. Simplemente añadiendo al término "Espíritu" de las traducciones originales del griego sin calificativo la palabra "Santo" creando un nuevo nombre compuesto.

Alimentación y sacrificios de animales

Las sectas judaizantes eran de carácter ascético defensoras de los ayunos. Contaban con los seguidores de Juan Bautista que habían formado su propio movimiento. Al igual que los esenios, estaban en contra de realizar sacrificios en el templo y eso implicaba en la práctica no poder comer carne llevando una dieta vegetariana oponiéndose al negocio de la carne que giraba en torno de los sacrificios del templo y los ritos de purificación. Como ejemplo se decía de los representantes del cristianismo primitivo: Santiago, hermano de Jesús y líder de la asamblea de Jerusalén, Pedro apóstol, Mateo, creador del evangelio que seguían y de Juan el discípulo amado, lo siguiente: “Santiago, el hermano del Señor, vivía de semillas y plantas, y no probó ni la carne ni el vino”(Epístolas a Fausto XXII, 3); Pedro: “Yo vivo de pan y olivas, a las que sólo en ocasiones añado alguna verdura” (Homilías clementinas XII, 6; rec.VII, 6); “Mateo vivía de granos, frutos de árboles y verduras, sin carne” (Paidagogus II, 1, 16); “Juan no comió nunca carne” (Hegesipo, historiador de la Iglesia, según Eusebio. Historia de la Iglesia II, 3.)

En Homilias Pseudoclementinas, afines a los grupos judaizantes, ya hemos visto que incluían dentro de las causas de la obsesión la alimentación(7), justificando además que el mecanismo por el cual los excesos en la alimentación perjudicaban al hombre era el siguiente: “Para la universal y terrenal alma, la cual toma cuenta de todo tipo de alimentos, siendo llevada al exceso por ingestión de demasiada comida, es a su vez unida al espíritu… y la parte material de la comida es unida al cuerpo quedando como un terrible veneno para él. Por tanto, la moderación en todos los aspectos es excelente (10).

En las cartas de pablo existen contradicciones en cuanto al consumo de carne. Por un lado dice claramente que "No destruyas la obra de Dios por causa de la comida... Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite"(Ro. 14:20-21) y por otro describe una verdadera campaña en pro del consumo de cualquier carne en Rom 14,1-15,13: "Porque uno cree poder comer de todo; otro, débil, tiene que contentarse con verduras", dando a entender más adelante que los fuertes eran los se alimentaban de todo. Considerando que únicamente siete de las catorce cartas se reconocen de su autoría, 1 y 2 Corintios, Romanos, Gálatas, Filemón y Filipenses (el resto habrían sido redactadas años después por sus seguidores en su totalidad (11)) no resulta difícil pensar que los textos fueron reorientados hacia los intereses predominantes. Pensar en una manipulación intencionada sería coherente con esta declaración de Pablo encontrada en un texto judío antiguo: “Jesús me ordenó que no comiera ninguna carne ni bebiera ningún vino, sino sólo pan, agua y frutos, para que me halle puro cuando quiera hablar conmigo” (Toledoth Jesch. Edición Krauss). Es evidente que ambos textos deben pertenecer a distintas personas.

Posteriormente en época de Constantino el vegetarianismo fue considerado herejía indicando que su práctica llegó a ser muy preocupante para los intereses de la nueva iglesia, ya que era practicada por los grupos de cristianos judaizantes, como los ebionitas que llegaron hasta el siglo II, y sobre todo por los importantes grupos gnósticos valentinianos, priscilianistas, maniqueistas, marcionitas, etc. Todo ello llevó a que la reunión eclesial de Ancyra, en el año 314, determinara por decreto “que aquellos, que fueron sacerdotes o diáconos y se abstenían de consumir carne, deberían probarla, y de este modo, si quisieran, vencerse a sí mismos, pero si mostraran rechazo, de comer carne ni siquiera mezclada con verduras … alejarlos del servicio” (12).

Un año antes, en el 313, Constantino comenzó su política de privilegio masivo a la iglesia católica y la terrible persecución al resto de movimientos cristianos primitivos. En el año 326 decretó la llamada “ley herética” la cual prohíbe todo tipo de reuniones de cristianos, incluso las privadas, que difirieran del catolicismo. Aquel que a partir de ese momento ponía a disposición una habitación a los cristianos herejes para reuniones, la casa, de éste se expropiaba para ser traspasada a la Iglesia Católica-Romana. De Constantino se relata, que a los que renunciaban al alcohol, se alimentaban vegetarianamente y “enseñaban doctrinas falsas”, les hacía verter plomo derretido en la garganta (13).
La lucha contra las doctrina judaizante en el siglo II, en el oriente del imperio romano, se relacionaba claramente con la lucha contra los hábitos vegetarianos según el credo que debían de pronunciar los feligreses al entrar en la iglesia, que dicía: “Yo maldigo a los nazarenos, los testarudos, que niegan, la ley de sacrificios que fue dada por Moisés, y que se abstienen de comer criaturas vivientes y que nunca ofrecen un sacrificio"(14).

Los ebionitas al contrario promovían el vegetarianismo directamente en el evangelio que ellos utilizaban, el "Evangelio de los Ebionitas" o "de los Doce", creado en torno al año 150. De las pocas frases que se han recuperado de él, se encuentran las siguientes que manifiestan el firme propósito de promover la alimentación vegetariana:  Jesús dijo: "He venido a abolir los sacrificios, y si no cesáis de sacrificar, no se retirará mi ira de vosotros"(15); y ante la pregunta de Mt 26,17 sobre los preparativos de la Pascua les responde Jesús: "¿He deseado acaso ardientemente comer carne con vosotros en esta Pascua? (16)

En siglos sucesivos se llegó a excomulgar a aquellos que se negaban a probar la carne mediante el anatema del papa Juan III (561-574) en el primer sínodo de Braga/Portugal: “Si alguien considera como impuro alimentarse de carne, que Dios le ha dado al hombre para su consumo… renuncie a ella… (o) éste sea excomulgado”(17).

La mujer en los primeros cristianos 

Respecto a la consideración de la mujer tenemos otra grave confusión en las cartas de Pablo. En Gálatas 3,28 tenemos que "Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni varón ni mujer", por lo cual entendemos que todos somos iguales con los mismos derechos. Admite que las mujeres puedan orar o profetizar en las asambleas (1 Cor 11,5), eso sí, cubriéndose la cabeza. Sin embargo se contradice en 1 Corintios 14, 34-35 y 1 Timoteo 2,11-12,15 donde manda callar a las mujeres en las asambleas y que aprendan lo que quieran aprender de sus maridos, con toda sumisión y en silencio. Según Tertuliano, hacia el año 200, mujeres en los grupos herejes (marcionitas, montanistas, carpocracianos, valentinianos) enseñaban, participaban en las discusiones, exorcizaban, curaban e incluso bautizaban, lo que indicaba que actuaban como dirigentes(17). Nos llegaron ejemplos como Marcelina, maestra gnóstica de los carpocracianos, Prisca y Maximila, predicadoras profetisas de Montano.

La reencarnación

Al contrario de lo que se suele pensar, el concepto actual de resurrección dista mucho del que tenían los primeros cristianos. El concepto que perduró, el de la resurrección de la carne, surgió del sincretismo del literalismo con las prácticas paganas que se adoptaron en torno al siglo III. Por ejemplo, Pablo dice en 1 Cor 15,50-51: "... la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios... No todos dormiremos, pero todos seremos transformados". Afirmación incompatible con la creencia de la resurrección de la carne.

Entre los judíos la resurrección era motivo de discrepancia entre sus distintos grupos. Los Saduceos no creían en absoluto en ella mientras que los fariseos y los esenios creían en una resurrección espiritual totalmente inmaterial. El "Evangelio según el Espiritismo" nos explica cómo Jesús enseñó la doctrina de la reencarnación, por ejemplo, cuando recriminó a Nicodemo que no la conociera siendo un estudioso de la Ley. "En Mc 6,14-15; 8,27-29; Lc 1,76 y Jn 1,20 vemos que Jesús era a veces considerado, como Juan, una encarnación de Elías" (19). En Mateo 11, 14-15 Jesús dice: “Y si queréis recibirlo (Juan Bautista), él es aquel Elías que había de venir. El que tenga oídos para oír, que oiga”. Posteriormente en Mateo 17; 10, 11 y 12 comenta: “Mas os digo que Elías ya vino y no le conocieron sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos”.

En los textos apócrifos tenemos otros ejemplos que muestran la creencia en la reencarnación: En la Epístola de Santiago 3,6 se nombra “la rueda de nuestro nacimiento”; en el Evangelio de Tomás, vers. 84, Jesús habla sobre encarnaciones pasadas: “Cuando contempláis vuestra imagen y semejanza, os alegráis; pero cuando veis vuestras propias imágenes hechas antes que vosotros - ¿cuánto podréis aguantar?”

José Ignacio Modamio
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"
Referencias:
(1)- Allan Kardec, "El Evangelio según el Espiritismo", Cap. VI.
(2)- Leon Denis, “Cristianismo y Espiritismo”, cap. I
(3)- Piñero A., "Guía para entender el Nuevo Testamento".
(4)- Sotomayor, M. "Historia del Cristianismo I" p.130.
(5)- Sotomayor, M. "Historia del Cristianismo I" p.155
(6)- Leon Denis, “Cristianismo y Espiritismo”, cap. II
(7)- "Homilias Pseudoclementinas", Homilia IX Cap. X
(8)- Freke & Gandy, "Los misterios de Jesús"
(9)- Piñero A., "Guía para entender el Nuevo Testamento", p.46
(10)- "Homilias Pseudoclementinas" - Homilia IX CAP XII
(11)- Piñero A., "Guía para entender el Nuevo Testamento" cap. 11.
(12)- citado según Johannes Schümmer, Die altchristliche Fastenpraxis [La antigua practica cristiana del ayuno], Münster 1933, pág. 32).
(13)- Carsten Strehlow, "Vegetarismus/Veganismus als Bestandteil des Christentums [Vegetarianismo/veganismo como parte del cristianismo]", Berlín 2000.
(14)- citado según el libro del investigador de Qumran Hugh J. Schonfield, "Die Essener [Los Esenios]", pág. 99, que a su vez, hace referencia al libro de James Parkes, "The Conflict of the Church and the Synagogue", pág. 398.
(15)- Citas de Epifanio de Salamis, "Contra las herejías" 30,16; PG41,432C-P.
(16)- ídem "Contra las herejías" 30,22; PG41,441C-P.
(17)- Cod. Alderspac. 184 (membranac. Saec. XIV), citado según Ignaz von Döllinger, "Beiträge zur Sektengeschichte des Mittelalters [Aportes a la historia de las sectas del medioevo]", Tomo 2, Munich 1890, pág. 295.
(18)- Alvar, Blázquez, Piñero "Cristianismo Primitivo y religiones mistéricas", p.112.
(19)- Piñero A., "Guía para entender el Nuevo Testamento", p.180

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