sábado, 17 de diciembre de 2016

Escultores de nosotros mismos


Escultores de nosotros mismos

Cuentan que un niño, vecino de un gran taller de escultura, entró un día en el estudio del escultor  y vio en él un gigantesco bloque de piedra, que llamó su atención. Y que, unos meses después, al visitar de nuevo el taller, encontró en su lugar una preciosa estatua ecuestre, que estaba siendo acabada y pulida por el maestro. Volviéndose al escultor le preguntó: «¿Y cómo sabías tú que dentro de aquel bloque había un caballo?».

La frase del pequeño era bastante más que una «gracia» infantil. Porque la verdad es que el caballo estaba, en realidad, dentro de aquel bloque. Y que la capacidad artística del escultor consistió precisamente en eso: en saber ver el caballo que había dentro y en irle quitando al bloque de piedra todo cuanto le sobraba.

El escultor no trabajó añadiendo trozos de caballo al bloque de piedra, sino liberando a la piedra de todo lo que le impedía mostrar al caballo que tenía en su interior.

Un pequeño cuento, que nos enseña lo fundamental de educar, de educarnos y sobretodo, trabajarnos a nosotros mismos para hacer salir las buenas cualidades y atributos a fin de llegar a ser espíritus de luz.

No se trata de añadir, sino de hacer salir todo lo bueno que cada uno tenemos dentro y potenciarlo con estudio, conocimientos y dedicación. Cada uno es diferente y no debemos ser la copia de nadie, del mismo modo que cada bloque de piedra, ante el escultor, encierra figuras, rasgos y atributos, diferentes, aunque algunos se parezcan.

Como escultores de nosotros mismos, podemos observar las buenas cualidades de otros y cultivarlas en nuestro interior, para luego sacarlas y desarrollarlas.

A veces nos gustaría ser o parecer,  como los grandes del deporte o de la canción, o al magnate famoso de los negocios, así como el actor o la actriz de cine que tanto éxito ha tenido.
Pensemos todo esto al comprender que con la educación pasa algo muy parecido.

Muchos padres y educadores se equivocan cuando luchan para que sus hijos se parezcan a ellos o a su ideal humano. Padres que quieren que sus hijos se parezcan a Napoleón, a Alejandro Magno o al banquero, deportista, médico, o industrial, que triunfó en la vida entre sus compañeros de clase. Muchas veces hasta intentando parecérseles físicamente, adoptando sus peinados, o las mismas ropas, o su estilo. Esto también incluye su moralidad, la mayor de las veces desdeñable, sus bajas pasiones, sus vicios y el desenfreno.

Debemos ser, ante todo, fieles a nosotros mismos. No tenemos que realizar lo que haya hecho el vecino, por estupendo que sea. Cada uno, tiene que realizarse a sí mismo y realizarse al máximo. Tiene que sacar de dentro de su alma la persona que ya es, lo mismo que del bloque de piedra sale el caballo ideal que había dentro.

¿Debemos querer ser e inculcar ser? en nuestros hijos, hombres y mujeres de bien.

Ser hombre o mujer de bien, no es copiar nada de fuera. No es ir añadiendo virtudes que son magníficas, pero que tal vez son de otros. Ser persona de bien, es llevar a su límite todas las infinitas posibilidades que cada humano lleva ya dentro de sí.

Trabajar como el escultor, quitando todos los trozos amorfos del bloque de la vida y que impiden que mostremos nuestra alma entera tal y como ella es, resaltando y cultivando nuestras propias virtudes y talentos.

Nosotros como escultores de sí mismos, deberíamos limar las asperezas de nuestro espíritu, que nuestra imperfección  intenta ocultar con el orgullo. Es indispensable para alcanzar el éxito, hacer una revisión periódica de metas y acciones.

Al reflexionar, repasamos los errores, y tendremos tiempo de reprogramar los deberes para renovarnos con mayor facilidad.

La comodidad y la pereza, el orgullo, el egoísmo, la vanidad, el materialismo… es precisamente el trozo de bloque que nos impide mostrar lo mejor de nosotros mismos.

Un buen padre, un buen educador, un buen escultor de sí mismo, es el que sabe ver la escultura maravillosa que cada uno tiene, revestida tal vez por toneladas de vulgaridad.

Quitar esa vulgaridad a martillazos, quizás muy dolorosos, sea necesario en ocasiones,  en otras bastarán con golpes más livianos, pulir algunos defectos. No siempre es necesario el mazo grande, tenemos una caja de herramientas repleta para esculpirnos, pulirnos y embellecer la obra de nosotros mismos.

Cómo espíritus inmortales que somos esto no lo conseguiremos en una sola vida, aunque cuánto antes empecemos, antes alcanzaremos a completar nuestra obra. También tenemos las instrucciones precisas para hacerlo en el Evangelio, la guía  que nos dejó Jesús, el gran maestro. Y el soporte de la doctrina espírita, que nos da esperanza y consuelo, ayudados por nuestros mentores y guías espirituales, quienes también, a través de las encarnaciones pasaron por la transformación que les hizo avanzar como espíritus más elevados moralmente.

Tenemos las ayudas y los medios a nuestro alcance, pero solo nosotros tenemos que hacer los esfuerzos por superarnos y quitarnos los lastres a fin de llegar a ser hombres y mujeres de bien.
Siendo sinceros con nosotros mismos, el autoexamen, la oración,… harán que las capas inútiles que cubren nuestros verdaderos valores,  caigan y se desprendan con mayor facilidad.

Detectar las virtudes, valorarlas y potenciarlas, para que salgan a la luz, también es una muestra de que nos vamos especializando en nuestro oficio.

Trabajar en el bien, por los demás, con amor, con paciencia, indulgencia, con renuncia de nuestro orgullo y nuestro egoísmo. Esas son las herramientas necesarias que harán resurgir de nuestro interior las buenas cualidades que allí depositó el creador del universo, al único al que sí deberíamos querer parecernos. 

Javier Campos
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

domingo, 4 de diciembre de 2016

Mediumnidad, arte y Espiritismo (1ª parte)


Mediumnidad, arte y Espiritismo (1ª parte) 

León Denis, hablándonos de la belleza nos recuerda que se trata de uno de los atributos divino:
“El arte es la búsqueda, el estudio, la manifestación de esa belleza eterna, de la cual, aquí en la Tierra, no percibimos sino un reflejo”, advirtiendo en sus palabras, que el concepto de arte guarda una dimensión mayor, más grande, universal. Una dimensión en la que el ser humano expresa y plasma la riqueza y creatividad de su espíritu: pensamientos, sentimientos, reflexiones, creencias y, sobre todo, su particular visión del mundo y del Universo que le rodea.

Así, el arte es el lenguaje del alma que intenta relacionarse y manifestarse, hacerse comprensible para quien observa y recibe la sutilidad de esta manifestación.

Según extraemos de las palabras de León Denis, el arte, en cualquiera de sus manifestaciones, bebe de la fuente Universal de la Belleza, de manera que el artista es tan sólo el alma sensible que a ella se aproxima y ofrece al mundo apenas un tibio bosquejo de ella.

La historia del hombre así nos lo ha demostrado siglo tras siglo…

Desde el Nearthental y su peculiar relación con la música y la percusión, lenguaje éste que se cree desarrollaron antes que la capacidad para el habla, a tenor de los instrumentos encontrados y datados como de hace nada menos que 90.000 años, hasta las refinadas obras que coronan los museos más prestigiosos del Mundo, vemos la necesidad del ser humano de plasmar las bellezas de su mundo íntimo y espiritual como legado imperecedero.

El Espíritu Emmanuel nos dice, en la Obra mediúmnica dictada al médium Fco. Cándido Xavier, El Consolador que prometió Jesús, que: “… el arte es la más elevada contemplación espiritual de los seres. Significa la más profunda exteriorización del ideal, la divina manifestación de ese Más Allá que polariza las esperanza del alma.”

Ya que el Espiritismo nos amplía el horizonte del conocimiento humano, revelándonos la existencia de una humanidad desencarnada que convive e interactúa con nosotros, los encarnados, tenemos la obligación de repensar la definición y propósito del arte a la luz de la Doctrina Espírita.

En las “Obras Póstumas”, Allan Kardec afirma:

“... Sí, el Espiritismo abre al arte un campo nuevo, inmenso e inexplorado aun, y cuando el artista reproduzca con convicción el mundo espiritual, tomará en semejante origen las más sublimes inspiraciones, y su nombre vivirá en los futuros siglos, porque a las preocupaciones materiales y efímeras de la vida presente, sustituirá el estudio de la vida futura y eterna del alma.”

Arte, Mediumnidad, Espiritismo…

Veamos que nos puede decir al respecto León Denis.

Encontramos en la Obra “Espíritus y Médiums” la siguiente definición de la facultad mediúmnica:
“La mediumnidad es el poder que poseen ciertos seres de exteriorizar esos sentidos profundos del alma que en la mayoría de nosotros permanecen inactivos y velados durante la vida terrestre; es una manera de penetrar por anticipado en el Mundo de los Espíritus.  La mediumnidad es, pues, por excelencia, la reveladora de las potencias del alma; es también, un resumen de nuestros modos de vida y de percepción en el Más Allá”.

Es imposible, reflexionando sobre la definición que nos ofrece el Apóstol del Espiritismo, no preguntarnos sobre la relación existente entre el arte y la mediumnidad, entre los artistas y los espíritus, las musas, la inspiración…

Son muchos los ejemplos de artistas de diferentes épocas, escuelas y disciplinas que, conscientes de ello o no, se convirtieron en fieles cronistas de ese mundo invisible del que extraían sus ideas.
Ya sean filósofos, escritores o poetas, pintores o músicos, los hombres de genio han dejado obras magníficas que expresan la riqueza de su inteligencia, de sus sentimientos o de su compromiso político por una sociedad diferente. Estos hombres son, a veces, médiums en distintos grados, en órdenes diferentes, y relacionados con el más allá consciente o inconscientemente.
La historia nos muestra a muchos de ellos, os invito a conocer a algunos…

Percy Bysshe Shelley, es uno de los mayores poetas líricos perteneciente a la segunda generación de poetas ingleses que murió trágicamente a los 30 años de edad.

Su “Rebelión del Islam”, es, según él, un largo poema narrativo, una sucesión de imágenes destinadas a ilustrar perfectamente el crecimiento y evolución del espíritu.

Medwin, su historiador dijo:

“…soñaba muy despierto en una suerte de abstracción letárgica que le era habitual y, después de cada acceso, sus ojos centelleaban, sus labios temblaban y su voz se volvía trémula por la emoción. Entraba en una especie de sonambulismo durante el cual su lenguaje era más bien de un espíritu o de un ángel que de un hombre.”

El Fausto de Goethe es una obra magistral. Decía Goethe: “Yo, a veces, corría a mi escritorio sin molestarme en enderezar una hoja de papel que estaba torcida, y escribía mi obra en verso de principio hasta el final al sesgo, sin moverme. A este efecto tomaba de preferencia un lápiz, que se presta mejor a trazar los caracteres, pues a veces podría haber despertado de mi poesía de sonámbulo, o distraído por el chillido de la pluma, y ahogar en su nacimiento una pequeña producción.”
Shakespeare, Milton, Lamartine, Teresa de Jesús, Víctor Hugo, fueron escritores inspirados y ardientes defensores de la comunicación posible entre los vivos y los muertos. El más allá fecundaba su genio.

El pianista compositor Franz Liszt nacido en Hungría en 1811, trajo un valioso patrimonio musical adquirido en existencias anteriores y dio pruebas de ello, pues, con apenas cuatro años de edad, ejecutaba al piano y de oído, páginas clásicas de conocidos autores, y a los cinco años leía partituras y ya era considerado un virtuoso del piano.

Liszt fue un auténtico “médium de la música”. Su psiquismo altamente desarrollado fue en seguida percibido por sus padres desde la más tierna edad.

Franz a menudo se tenía que levantar a media noche, pues éste dialogaba con lo invisible asegurando que estaba rodeado de amigos espirituales que lo incitaban al estudio de la música y que además le narraban pasajes de la pasión de Cristo.

Además sufría trances a menudo y decía recibir orientaciones, consejos y estímulo del propio San Francisco de Paula.

Con 15 años conoce al Abad Lammennais, sacerdote, filósofo y político, que Liszt tomó como consejero y confidente.

Privado posteriormente de su amistad, compuso algunas de sus páginas musicales en la residencia de su amigo, cuya psicoesfera espiritual mucho le ayudó, conforme explicó en una carta que escribió a Peter Wolf:

“La casa del Abab exhala mucha energía, y en aquel ambiente me veo rodeado por almas (espíritus desencarnados) bienhechoras tales como Homero, Platón, Locke, Bach, Mozart y otros cuyos pensamientos se confunden con los míos. Así, queriendo traducir la grandeza de los momentos de éxtasis, escribí el Pensamiento sobre los Muertos.”

Con esta afirmación, el gran Liszt nos convence de que estaba dotado con preciosos dones mediúmnicos.

También Mozart, en una de sus cartas nos habla de su inspiración musical:

“Ustedes dicen que quisieran saber cuál es mi manera de componer y qué método sigo. Realmente no puedo decirles más que lo siguiente, pues yo mismo no sé nada y no me lo puedo explicar. Cuando estoy en buena disposición y completamente sólo durante mi paseo, los pensamientos musicales me llegan en abundancia. No sé de dónde vienen estos pensamientos, ni cómo llegan; mi voluntad no interviene para nada.”

En la proximidad de su muerte Mozart llamó a su habitación a uno de sus amigos que se encontraba cerca de él: ‘Escucha’, le dijo, ‘¡Oigo música!’. Mozart, con el rostro iluminado a pesar de su palidez, seguía percibiendo aquella música celestial: ‘Ya oigo la música del cielo”. Compuso entonces su Réquiem, y luego, murió a la edad de 35 años.

Beethoven, Chopin, Mozart, Haendel, Wagner, todos ellos médiums, trajeron para nosotros las bellezas de otros planos, de otros mundos mientras estaban encarnados pero que también, como veremos más adelante, nos dejaron importantes contribuciones sobre la vida en el Más Allá después de su partida para el Mundo Espiritual…
Valle García
Centro Espírita León Denis

Bibliografía
• Obras Póstumas, Allan Kardec.
• Espíritus y Médiums, León Denis
• El Espiritismo en el arte, León Denis
• El Consolador prometido por Jesús, Fco. Cándido Xavier

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