domingo, 31 de diciembre de 2017

“No creáis a todos los espíritus”

“No creáis a todos los espíritus”


Hemos hablado en diversas ocasiones de la influencia de los Espíritus en nuestras vidas y en nuestras decisiones. El tema es tan amplio y puede adquirir una dimensión tan grande que en un pequeño artículo no se puede abarcar todos los conceptos a los que estarían sometidos.

La actuación de los Espíritus es determinante también sobre los médiums y hoy es el momento de tratar sobre ello. Recordando una vez más que todos somos médiums, que tenemos esta facultad, unos más que otros y que se desarrolla de forma más activa en determinadas personas.
Sabemos que el médium es un instrumento colaborador del Plano Espiritual y que entre sus funciones se encuentran fundamentalmente demostrar la inmortalidad del alma y que la vida continúa. A través de ellos los espíritus se manifiestan transmitiéndonos mensajes para nuestro progreso moral e intelectual. Colaborando también los médiums de manera importante y decisiva a la hora de esclarecer a aquellos hermanos desencarnados que se encuentran confundidos en el Mundo Invisible en lamentables situaciones de turbación.

Su papel para el “Plano Espiritual” es por lo tanto importantísimo ya que le considera un trabajador.
El médium es un ser sensible, impresionable; tiene la necesidad de sentirse envuelto por una atmósfera de paz, de calma, de benevolencia que tan solo puede crear la presencia de buenos espíritus. La acción fluídica muy prolongada de espíritus inferiores le puede ser funesta, quebrantando su salud y provocando los fenómenos de obsesión. Estos casos son bastantes numerosos. Será bueno repetirlo; la ley de la relación, de la afinidad, es la que todo lo regula en el “Mundo Espiritual”, puesto que nuestros pensamientos y nuestros fluidos son como imanes muy poderosos. Lo mismo para el bien que para el mal. En suma los espíritus inferiores no tienen ni pueden tener en nosotros más influencia que la que nosotros les queramos consentir.

Recordemos aquí y ahora el peligro de aquellos médiums que realizan “trabajos” fuera de los Centros Espíritas, donde el ambiente y la protección espiritual no son los adecuados para estas prácticas.  Muchos de los desequilibrios que padecen algunos médiums, vienen dados por realizar este tipo de “trabajos” fuera de este entorno, ya que son puertas abiertas para los espíritus obsesores. Conocemos que ser médium no significa que estemos vinculados a los buenos espíritus. Es por ello que en el Capítulo XXI del “Evangelio según el Espiritismo” nos habla de ello.

Cierto día nos comentó nuestro amigo José Medrado, el médium psico-pictórico brasileño, un hecho acontecido en una ciudad de Brasil hace algunos años: “Jesús se manifestaba semanalmente en un Centro Espírita, al que transmitía sus mensajes.

El acontecimiento llegó a conocimiento de la Federación Espírita Brasileña que analizó los mensajes recibidos  no encontrando en ellos el contenido que se esperaba de Él. Pero asistían tantas personas al Centro que decidieron realizar una visita al lugar. Después del mensaje recibido, tuvieron la oportunidad de consultar al Espíritu: ¿Eres el hijo de Dios? ¿Eres Jesús? ¿Eres el salvador? A todas ellas el espíritu contestó afirmativamente. Hasta que la pregunta fue ¿Eres Jesús el Cristo? “Yo no he dicho nunca que fuese Jesucristo, estoy muy alejado de Él”, contestó el espíritu.

Todos se sentían muy felices por este acontecimiento que sucedía semana a semana; el médium, los dirigentes del Centro Espírita, los compañeros, es decir todos, ya que estaban predispuestos para “ver” o “escuchar” aquello que deseaban”.

La influencia de los espíritus encarnados que conviven junto a nosotros, nos hacen a veces tomar decisiones equivocadas.

El problema de la identidad de los Espíritus es uno de los más controvertidos…y es que en efecto, ellos no nos presentan un documento acreditativo, y sabemos con qué facilidad algunos de toman nombres que nunca les han pertenecido.

Los Ítems. 262 y 268 del Capítulo XXIV del “Libro de los médiums”, esclarecen acerca de cómo distinguir los buenos espíritus de los inferiores y sobre la naturaleza e identidad de los Espíritus.

Juan Miguel Fernández Muñoz
Asociación de Estudios Espíritas de Madrid


sábado, 30 de diciembre de 2017

Caridad para con el Espiritismo

Caridad para con el Espiritismo


La caridad tal como la conceptúa el Espiritismo es algo mucho más global que el sentido 'asistencial' que, de manera expresiva, se le da en otras latitudes (cuya labor y repercusiones positivas en la comunidad no juzgamos). Como casi todo lo que propone la filosofía de los Inmortales, conlleva por encina de muchas cosas todo un ejercicio de exigencia interna (autorreforma), alejándose del término "limosnero" que muchos le otorgan.

Labor de crecimiento personal, pensamiento positivo, escucha activa, solidaridad, tolerancia sin prejuicios, renuncia del yo, perdón, etc... esta y no otra, es la dimensión de la caridad que los Espíritus propusieron y que, además -como el amor- es algo igualmente bidireccional, es decir: aplicable hacia nosotros mismos (no se puede ser caritativos para los demás si no somos empáticos con nosotros mismos).

Esta caridad integral (en cuanto a seña doctrinaria e identidad específica), es la que realmente debemos resaltar a la hora de divulgar el Espiritismo, porque la otra, la asistencial, también la llevan a cabo ONG's y multitud de organismos, formando igualmente parte del programa de la mayoría de religiones.

Las campañas del kilo están muy bien, pero esto sólo representa una ínfima parte de lo que los Espíritus quisieron comunicar hace 160 años. En este sentido, tiene mucho más que ver con esforzarnos en ser buenos divulgadores del mensaje consolador, en todas las circunstancias que se nos presenten, como (y esto es muy importante), entregados pacificadores y unificadores en situaciones de crisis (tanto a nivel social y general como a nivel organizativo e interno del propio movimiento espírita).

En este último sentido, optar por una propuesta de diálogo y consenso antes que por la opción de juzgar y/o excluir, siempre definirá con claridad el auténtico sello del espírita consciente, aquel que en épocas de conflicto no duda en sacrificar su brillo personal para que sea el ideal el que lo gane.

En "El Evangelio según el Espiritismo", el mensaje de Un Espíritu protector (Cracovia 1861), nos decía que sin el binomio caridad/fe es imposible mantener entre los hombres un orden social capaz de hacerles felices. Y nosotros lo subrayamos; pues sin una mínima capacidad de comprensión y/o entrega hacia el prójimo, así como una fe racional e integradora que nos aporta dimensionalidad y perspectiva ante los desafíos existenciales, el hombre termina siendo un lobo para el propio hombre (un progreso limitado a lo tecnocientífico es una utopía inútil, pues somos seres metafísicos).

El seno del movimiento espirita es un lugar muy necesitado para ejercitar la caridad... pues suele ser habitual blanco de los enemigos desencarnados del progreso (y también porque nosotros mismos aún no estamos liberados de nuestras sombras interiores). Invertimos mucho tiempo en "caridades" hacia afuera, cuando es muy necesario movilizar recursos de apoyo a nivel organizativo interno, (incluyendo aquí la honesta introspección individual que nos lleve, periódicamente, a revisar cual es nuestro papel y si estamos siendo elementos positivos o disgregantes).

Sólo siendo obreros activos y desinteresados, por un lado, y buenos compañeros por el otro, estaremos construyendo Espiritismo.

Dentro de las federaciones y de los centros, el actuar no contribuyendo a alimentar ambientes o situaciones negativos o de vanos enfrentamientos (y sí, por el contrario, favorecer comprensión y paz), tender puentes a favor del diálogo, renunciar al interés propio, etc., indican ejemplos felices donde se irradia la verdadera caridad evocada por los espíritus del Señor.

Juan Manuel Ruiz

¿Religión o espiritualidad?

¿Religión o espiritualidad?


El tema que hoy nos ocupa es la religión, si esta une o divide a los hombres y si hay realmente una necesidad de que la sociedad humana  profese un credo.

La palabra “religión” es de origen latino. Proviene del término “religare” que significa agrupar, reunir y nos trasmite el concepto de un rito o un culto que realiza el hombre a un Ser supremo al cual solemos llamar Dios,  aunque el nombre varía según las diferentes culturas, por lo tanto, cualquier rito o veneración es considerado religión.

Esta característica religiosa del hombre es natural e innata y existe desde los tiempos más remotos.
A veces sin embargo, a pesar de esta certeza de la existencia de un ser Superior, ocurre que el ser humano  no comprende bien el mensaje que ha recibido, por lo cual acaba por ser tergiversado o bien, amoldado al gusto o necesidad de aquel que lo utiliza para obtener poder sobre sus semejantes.

Cuando profundizamos en el estudio de las distintas religiones y comparamos sus enseñanzas y prácticas, reconocemos que en lo fundamental la mayoría comparten unos valores espirituales comunes, así como también ciertas creencias básicas; tales como reconocer la existencia de Dios, como creador de todo lo que existe, la intuición de que hay otra vida después de la muerte de nuestro cuerpo físico y también la convicción de que debemos vivir de una forma altruista por el bien común y la felicidad de los demás.

Entonces, ¿por qué existen tantas dificultades en el diálogo, el entendimiento y la cooperación entre personas que pertenecen a distintas tradiciones espirituales y religiosas?

Tal vez porque hoy en día, con toda la información de la que disponemos y sabiendo que lo que realmente nos beneficiaria a todos en este planeta es la unión, seguimos buscando cosas que nos separan los unos de los otros.

El camino hacia el entendimiento, la comprensión y la unidad llegará en la medida en que todos y cada uno de nosotros profundicemos en nuestra propia fe. Solo entonces podremos empezar a ver el mismo paisaje  común que compartimos con aquellos que recorren un camino diferente, pero con quienes buscamos los mismos ideales y valores y con los que en definitiva encontraremos la misma Verdad y Amor Universal.

Como Dios es invisible e intangible, sus palabras nos llegan generalmente a través de sus mensajeros, representantes y mediadores. Por eso, siempre existe el peligro en ellos y en todos nosotros  de hablar a la ligera en el "nombre de Dios" y creernos los únicos poseedores de la "verdad absoluta".

Esa actitud tan solo nos puede llevar al enfrentamiento y al fanatismo intolerante que provoca guerras, atentados y demás acontecimientos trágicos, como ha ocurrido recientemente.

Nunca nuestra salvación va a estar sujeta a la imposición de nuestras creencias e ideales sobre las del resto de nuestros hermanos y sí, en cambio, en la práctica de las Leyes Divinas y en la búsqueda de todo lo bueno que está dentro de nosotros y que debemos ofrecer a los demás.

Todos sabemos lo que debemos hacer para mejorar este mundo y ser más felices  Pero  nos empeñamos en cambiar al otro en lugar de trabajar nuestros defectos y mejorarnos.

Por lo tanto, creo firmemente que no es la religión “per se“ la que divide a la gente, sino la actitud incorrecta de las personas al interpretarla o vivenciarla.

Dos personas con convicciones opuestas pueden estar en desacuerdo sin recurrir a ataques personales. Desde el respeto y la tolerancia se pueden conseguir grandes cosas.

Mi conclusión es que tendríamos que ser, por encima de todo, más espirituales, esforzarnos en ser cada día un poco mejores, devolver bien por mal, practicar la caridad y ser indulgentes para con nuestro prójimo, con esto y poco más se obraría el milagro del cambio en el mundo y viviríamos en paz.

Cielo Gallego
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

viernes, 1 de diciembre de 2017

Magnetismo humano y Espiritismo

Magnetismo humano y Espiritismo


Durante siglos, el magnetismo humano, también llamado animal, fue utilizado por diversas civilizaciones (por ejemplo, en Egipto, Caldea y Grecia) a lo largo de la historia, pero no fue hasta la llegada de Franz Antón Mesmer (1779 - 1815) en el siglo XVIII, cuando se reconoce oficialmente su descubrimiento.

Mesmer, apoyado en las teorías de Van Helmont y Paracelso, uno y dos siglos anteriores, desarrolló la teoría del "Magnetismo Animal" como fluido nervioso que contiene el Principio Vital que sustenta la vida en todos los seres, que puede ser donado mediante la voluntad.

Este fluido se encuentra en todos los seres vivos y la naturaleza nos da ejemplo de ello a través de ciertos animales como la anaconda y la cobra que inmovilizan ciertos animales para alimentarse de ellos.

Este fluido nervioso se podía proyectar a través de la voluntad de una persona a otra con fines curativos. El fluido era visto por personas sensitivas bajo determinadas circunstancias de luminosidad y sus resultados, en cuanto a curaciones, fueron en muchos casos incontestables. Bajo esta óptica, la enfermedad es la deficiencia de este fluido vital, pudiéndose recuperar a través del tratamiento magnético, por ejemplo a través de pases, donde el fluido animalizado circularía abundantemente a lo largo de las redes nerviosas del magnetizador hacia el magnetizado, proyectándose como irradiación de energía.

Mediante la experiencia se comprobó que la voluntad juega un importantísimo papel en los mecanismos magnéticos, ampliando considerablemente los efectos obtenidos. Por otro lado estos resultados se veían claramente mermados ante la presencia de personas escépticas que de alguna forma bloqueaban la circulación de energías.

Mesmer, con sus demostraciones, consiguió hacer importantes discípulos entre los hombres más influyentes de la época, de forma que el mesmerismo tuvo una importante influencia mas allá del siglo XIX y principios del siglo XX.

Los resultados eran fácilmente comprobados pero no así el agente causante de ellos que fue prácticamente siempre negado por las academias oficiales, alegando que sus efectos eran producidos, al principio por la imaginación y posteriormente, con Braid y la aceptación de la hipnosis (braidismo), por la sugestión. Como la hipnosis, a través de la sugestión, causaba prácticamente los mismos efectos que el magnetismo sin su agente invisible intermedio, las academias lo tuvieron fácil y atribuyeron todos los efectos a la sugestión.

Por encima de las academias se encontraba la opinión pública, que viendo las múltiples curaciones tanto en Viena como en París, elevaron a Mesmer a una alta posición y reconocimiento social que le permitieron seguir con sus trabajos, no sin muchas críticas, ataques y acusaciones de charlatanismo por parte de las academias que le obligaron a cambiar varias veces de residencia. Sin embargo Mesmer nunca desfalleció ni renegó de su descubrimiento, llevando sus curaciones a todas las capas sociales, en aquellos momentos inamovibles. El magnetismo era un símbolo de la libertad social, al alcance de todos independientemente de su condición.

Eran tales sus resultados que pese a las críticas nunca fue condenado. Ninguna de sus curas fue recusada, sólo fue negado el método por falta de evidencias físicas.

Los discípulos de Mesmer curaban a la población indistintamente de su clase social, por lo cual el magnetismo era un símbolo de igualdad, fraternidad y libertad para el pueblo que sentía estos valores reflejados en él. De esta forma proliferaron escuelas de magnetizadores, destacándose en Francia el "Journal du Magnétisme", "Annaes du Magnética", la Sociedad Mesmeriana, la Unión Magnética y Sociedad Filantrópica Magnética, y hospitales especializados como los de Londres, Edimburgo, Dublín y Calcuta.

Nuevos estados de conciencia

En 1787, uno de los principales discípulos de Mesmer, el Marqués de Puysegur, magnetizando a un campesino enfermo de 18 años, descubrió por primera vez el estado de sonambulismo inducido, cuando el sujeto se durmió aparentemente en un sueño profundo pero a su vez demostrando facultades de clarividencia cuando se le preguntaba, siendo capaz de identificar el órgano que se encontraba enfermo y sugerir, inclusive, la medicación que era recomendada en su caso, conocimientos que no estaban al alcance de un campesino de la época y que demostraban un nuevo estado de conciencia más despierta en cierto sentido que el estado de vigilia.
Estudiando estos fenómenos surgieron magnetizadores de renombre como Deleuze, Bruno, Barón du Potet, Charles Lafontaine, y también algunos médicos interesados, como el cirujano inglés James Braid (1841) que, tras quedar impresionado con los trabajos de Lafontaine realizó experiencias hasta obtener similares fenómenos, como sonambulismo, o sueño provocado, letargia y catalepsia, pero mediante la sugestión, sin la aparente utilización de magnetismo animal, denominando esto como un nuevo fenómeno que denominó hipnosis e hipnotismo.

Fue bajo esta forma, la del hipnotismo, que los fenómenos magnéticos fueron aceptados por las academias oficiales e incorporados en muchos tratamientos, como en el caso del médico inglés James Esdaile, que operó en India a 260 personas bajo hipnosis sin sentir dolor o, en 1887, con la fundación de la clínica de Salpêtriere por Charcot, para el tratamiento de la histeria.

El método hipnótico consiguió demostrar que muchas neurosis no eran causadas por problemas físicos orgánicos sino psicológicos, puesto que sujetos en estado hipnótico recuperaban facultades que no poseían en estado de vigilia. Con todo ello, también se definió el término somatización para definir aquellos síntomas físicos que se producían como resultado de ciertos reflejos de la mente humana.

Los nuevos descubrimientos necesitaron a su vez nuevas definiciones como la del Subconsciente, término que definía la zona de la mente que escapaba al consciente, como una memoria oculta, por debajo del consciente, que tenía gran influencia sobre las emociones y que era accesible a través de los nuevos estados.

Por todo ello, los fenómenos magnéticos a través del hipnotismo, contribuyeron de gran manera al surgimiento del psicoanálisis de Freud después de haber estudiado las experiencias de Charcot como discípulo suyo.

El magnetismo y el Espiritismo

Los fenómenos del magnetismo no fueron ajenos al insigne pedagogo y profesor Hippolyte Leon Denizard Rival, más tarde codificador de la Doctrina Espírita con el pseudónimo de Allan Kardec. Según el profesor Canuto Abreu, en su obra "El Libro de los Espíritus y su Tradición Histórica y Legendaria", el profesor Rivail era integrante del grupo de investigadores del Barón du Potet, que a su vez había sido adepto de Mesmer y editor del Journal du Magnétisme y dirigente de la Sociedad Mesmeriana.

Por ello, hacia el 1850, antes de la llegada del Espiritismo, el profesor Rivail ya era un experimentado magnetizador y conocedor de los estados sonambúlicos. Más tarde, en "La Revista Espírita" de marzo de 1858 declararía: “El Magnetismo preparó el camino del Espiritismo (...) De los fenómenos magnéticos, del sonambulismo y del éxtasis a las manifestaciones espíritas (...) su conexión es tal que, por así decir, es imposible hablar de uno sin hablar del otro”. Posteriormente, en "La Génesis", trató la “importante cuestión de las curas a través de la acción fluídica” determinado que "El poder curativo será proporcional a la pureza de la sustancia inoculada", ya fuera de origen espiritual o humano, de forma que "Todas las curaciones de ese tipo son variedades del magnetismo y sólo difieren por la potencia y la rapidez de la acción. El principio es siempre el mismo: el fluido desempeña el papel de agente terapéutico y su efecto se encuentra subordinado a su calidad y a circunstancias especiales."

El Espiritismo, gracias a su codificador Allan Kardec, supo interpretar y estudiar los principales aspectos del magnetismo, del que se alimentó en su origen, para llegar al estudio de la psicología experimental y con ella a la mediumnidad, nexo de unión con el mundo espiritual, que nos permitió desvelar los grandes misterios de la humanidad explicando de forma racional y empírica las principales preguntas fundamentales del ser, qué somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Las sesiones de sonambulismo lúcido no dejaban indiferentes a sus propios magnetizadores, que veían como muchos de sus pacientes hablaban de seres espirituales que les acompañaban, de los que sin su presencia y ayuda alegaban que no tenían solución para ayudarles. Pronto hubo una división en los magnetizadores entre aquellos que no aceptaban la presencia de espíritus acompañantes de los sonámbulos y los que sí la aceptaban. Muchos magnetizadores, guiados por el orgullo humano, negaban la presencia de espíritus, en contra de lo que manifestaban los propios sonámbulos, atribuyendo todo el mérito del éxito de los efectos a sus propias fuerzas magnéticas, rechazando disponer de ayuda espiritual alguna.

Otros muchos magnetizadores, por el contrario, con investigaciones más profundas, consiguieron sondear el mundo espiritual mediante preguntas filosóficas y científicas que eran sabiamente respondidas por los sujetos en estado sonambúlico. Estos magnetizadores comprendieron rápidamente las similitudes entre el sonambulismo y los fenómenos mediúmnicos, cuando estos empezaron a aparecer, abrazando directamente la Doctrina Espírita.

Fenómenos como la exteriorización de la sensibilidad, el desdoblamiento, la clarividencia o visión a distancia, el éxtasis o incluso la bicorporeidad se manifestaban en ambas prácticas, tanto magnéticas como mediúmnicas, diferenciándose principalmente en la necesidad o no del magnetizador. Las prácticas mediúmnicas no disponían de un magnetizador pero por el contrario disponían de un grupo de personas reunidas con la voluntad de colaborar irradiando buenos pensamientos y sentimientos hacia la consecución de los objetivos.


Pruebas sobre la reencarnación

De entre los fenómenos derivados del sonambulismo, los que mayores consecuencias morales conllevan son la existencia del mundo espiritual tutelando a los sujetos en estado de trance y el recuerdo de experiencias vividas en vidas pasadas, demostrando la existencia de la reencarnación. Los sujetos magnetizados en estado sonambúlico tenían capacidad de describir recuerdos de otras vidas anteriores con perfecto detalle. En otros casos mostraban el fenómeno de personalidades múltiples, mostrándose con diferentes personalidades conforme se adentraban en estados cada vez más profundos. Leon Denis, en su libro "El problema del ser y del destino" habla sobre el fenómeno denominado "segunda personalidad", donde el sujeto parece "... un ser muy diferente del ser normal, poseyendo no sólo conocimientos y aptitudes más amplias que las de la personalidad común, y, además de eso, dotado de modos de percepción más poderosos y variados. A veces aun, en los fenómenos de segunda personalidad, el carácter se modifica y difiere de tal forma del carácter habitual, que han habido observadores que se creían en la presencia de otro individuo. Es necesario hacer bien la distinción entre esos casos y los fenómenos de incorporaciones de difuntos. Los médiums, en estado de desdoblamiento, de sonambulismo, prestan a veces su organismo, conservado libre, a entidades del Mas Allá, a Espíritus desencarnados, que de él se sirven para comunicarse con los hombres".

En el mismo libro, León Denis, relata el caso de la Señorita Beauchamp, presentando hasta cinco aspectos de la misma personalidad, "que se revelaran sucesivamente, y fueron siendo denominados, a medida que aparecían, B1, B2, B4, B5. B1 es la Srta. Beauchamp en estado normal, persona seria, reservada, escrupulosa en exceso, B2 es la misma en estado de hipnosis, con más desembarazo, simplicidad y memoria más extensa. B4, que se revela más tarde, se distingue de las precedentes por un estado completo de unidad armónica y de equilibrio normal, mas a quien le falta la memoria de los seis últimos años, a consecuencia de una emoción violenta. Finalmente, B5 que reúne, como en síntesis, la memoria de los estados ya descriptos." Según León Denis, la primera vez que fue publicada, la posibilidad de despertar en la conciencia del sujeto en trace, recuerdos olvidados de su infancia y de etapas anteriores al nacimiento, fue "...en el Congreso Espirita de París, en 1900, por experimentadores españoles". Según el extracto del relato de la sesión del 25 de septiembre: "Entrando el médium en sueño profundo por medio de pases magnéticos, Fernández Colavida, presidente del Grupo de Estudios Psíquicos de Barcelona, le ordenó que dijese lo que había hecho en la víspera, en la antevíspera, una semana, un mes, un año antes, y, sucesivamente, lo hizo remontar hasta la infancia y describirla en todos sus pormenores. Siempre impulsado por la misma voluntad, el médium contó su vida en el Espacio, su muerte en la última encarnación y, continuamente estimulado, llegó hasta cuatro encarnaciones, la más antigua de las cuales era una existencia enteramente salvaje. En cada existencia, las facciones del médium mudaban de expresión. Para traerlo al estado habitual, se hizo que volviese gradualmente hasta su existencia actual; después fue despertado."

Práctica del magnetismo

La práctica del magnetismo animal conlleva ciertos peligros en manos inexpertas que nos lleva a limitar su utilización bajo ciertos condicionantes. Al igual que la hipnosis, la práctica del magnetismo para inducir estados sonambúlicos, despertar otras personalidades, regresión de memoria, etc., solo debería ser practicada por profesionales de la psiquiatría o de la psicología y únicamente en personas donde el diagnóstico lo así aconseje. En tales circunstancias pueden venir recuerdos o experiencias traumáticas que compliquen más la situación actual del paciente. En ocasiones guardamos cosas en el subconsciente que no venimos a trabajarnos en esta vida, dejándolas para las siguientes. Este tipo de experiencias pueden destapar contenidos de los que todavía no nos sentimos preparados para afrontar.

Mediante magnetismo se puede pasar de la catalepsia y la letargia al éxtasis, estado de dicha que puede ser peligroso debido a que el paciente puede no querer regresar de él, poniendo en peligro su vida.

Todo magnetizador debe cumplir unos requisitos previos aunque solamente tenga intención de utilizar el magnetismo para ayudar a mejorar la salud o revitalizar al enfermo, sin buscar otros fenómenos más complejos.

El magnetizador debe ser una persona equilibrada para poder transmitir equilibrio, moralmente elevada para disponer de buenos fluidos que realmente sean beneficiosos al paciente y con una gran fe y voluntad para irradiarlos debidamente.

La ayuda que puede aportar un magnetizador con su fluido humano es bastante limitada y parcial, adecuada solamente a ciertos tipos de enfermedades, siendo inútil a otras en función de las vibraciones del propio magnetizador. Está comprobado que un magnetizador atiende mejor un tipo de enfermedades que otro magnetizador que a su vez está más preparado para atender otras distintas.


El pase espírita

El fluido humano no siempre es suficiente para traernos la salud. Su potencial se ve en gran medida incrementando cuando recibimos ayuda del mundo espiritual con sus fluidos propiamente espirituales. Cuando el magnetizador elevaba su pensamiento a lo alto y solicita ayuda del mundo espiritual en determinadas condiciones, recibe la ayuda necesaria de amigos espirituales que le proyectan fluidos para que él directamente los irradie convirtiéndose en médium pasista. Los pases por lo tanto pueden ser de tres tipos: magnéticos cuando solo interviene el magnetizador, espirituales cuando solo interviene el mundo espiritual y mixtos cuando el magnetizador ejerce de médium pasistas y comunica a través suyo los fluidos espirituales que el paciente necesita. El médium pasista, a diferencia de muchos magnetizadores, no se agota realizando los pases porque es principalmente un intermediario.

En el pase espírita la característica más importante es de carácter moral, por ser lo que determina la calidad de los fluidos y de la ayuda espiritual recibida.

Por todo ello, el magnetismo queda superado en todos los aspectos por el pase espírita bien orientado. Para ello es necesario aprender las técnicas en un centro espírita


Las Técnicas 

Mientras que las técnicas exteriores de los pases son semejantes tanto en el magnetismo como en el pase espírita, no lo son igualmente las disposiciones y preparativos interiores, donde la oración y la búsqueda de la unión con los buenos espíritus del pase espírita marca la diferencia y lleva a otra dimensión la fluidoterapia.

Mientras que un simple magnetizador apenas solo tiene su intuición para saber qué punto tratar y durante cuánto tiempo, incluso asistido por su espíritu guía gracias a su buena voluntad de ayudar, un médium pasista, desarrollando la actividad dentro de un grupo bien orientado, tiene junto a él tanto el apoyo vibraciones mal de sus compañeros como el apoyo de un grupo de espíritus especialistas en la materia, con capacidad de dirigir el tratamiento desde el plano espiritual, bien mediante instrucciones psicográficas previas, buen por incorporación o bien por intuición en el pasista. De esta forma el tratamiento deja de ser simplemente la sustitución de unos fluidos por otros mejores durante cierto tiempo, pasando a tratar al paciente de forma integral, analizando sus desequilibrios biopsicoespirituales y tratándole con las técnicas más apropiadas. Estas técnicas principalmente pueden ser:

- Pases generales: Pases que mantienen el ritmo, intensidad y velocidad constantes en busca de una mejoría general de la vitalidad.

- Pases equilibrantes: recorriendo los siete centros de fuerza principales, el pasista debe sentir el grado de sobrexcitación (hipertensión o hiperdinamia) o de hipotensión (Adinamia) de cada uno proyectando más o menos energía orientada para conseguir el reequilibrio, activando o decelerándolos según sea necesario.

- Pases revitalizantes: incidiendo en aquellos centros de fuerza que se detectaron en estado de hipotensión (baja actividad), habiéndose equilibrado, el pase revitalizante, en un determinado centro, es una corriente de energía forzada por la voluntad y sentimiento del pasista, enlazando su mismo centro  de fuerza emisor con el del receptor, permitiéndole reponer el mismo tipo de fuerzas vitales perdidas y desplazando a la vez los antiguos fluidos estancados por otros nuevos revitalizados.

- Pases activantes: aplicados bien de forma general o bien incidiendo en un determinado órgano físico.

- Pases calmantes: Con efectos opuestos a los pases activantes, igualmente aplicados de forma general o incidiendo en los órganos afectados.

- Pases dispersivos: aquellos que eliminan energías acumuladas mediante la oposición enérgica fluidos de idéntica polaridad mediante el fenómeno de repulsión magnética.

- Pase de limpieza inicial: pase de carácter dispersivo general preparatorio para comenzar cualquier pase posterior.

- Pase de limpieza final: pase de carácter dispersivo cuya finalidad es la retirada de los excesos de fluidos después de todo tratamiento aplicado evitando congestiones innecesarias.

La fluidoterapia espírita promueve la salud integral, abordando todos los aspectos multidimensionales del ser, cuerpo, espíritu y periespíritu.

La ciencia magnética pide del magnetizador una fuerte voluntad y cuidado de la salud, mediante ejercicio moderado y una correcta alimentación sin excesos.

La ciencia del pase espírita además nos muestra la necesidad de la reforma moral, del equilibrio mente cuerpo, de la necesidad de no malgastar nuestros fluidos en vicios o abusos y de la necesidad de nutrir nuestra psique de pensamientos elevados a través de la oración y del estudio de obras edificantes, llevando una vida sana gracias a la higiene tanto física como mental y energética.

José Ignacio Modamio
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

jueves, 30 de noviembre de 2017

Pensar y obrar en positivo

Pensar y obrar en positivo



Este artículo surge hoy por una reflexión sobre las cosas más importantes de nuestras vidas y de nuestra postura ante las dificultades y problemas. Reflexionando sobre nuestras actitudes.
La Doctrina Espírita nos ha dado y nos da mucho para caminar hacia la evolución, dando pasos en el día a día, para mejorar por dentro, aunque lo de fuera se deteriore. Nos ofrece un conocimiento tan valioso que, de ponerlo en práctica, todo resultaría más fácil para nosotros.

La mente, que exterioriza el pensamiento, no tiene forma, ni medida, ni peso, ni límites. La ciencia ya ha demostrado, en general, que no es el cerebro quien piensa; el cerebro es un instrumento de exteriorización de la mente. Sí, es una exteriorización, manda ondas que, por afinidad, se unen a otros pensamientos de la misma calidad. Es así de simple y sin embargo ¿cómo manejar esos pensamientos, para que sean positivos?

Dejemos de pensar en nosotros, desde el punto de vista negativo, como: yo no puedo, yo estoy muy ocupado, casi no veo a mi familia por cuestiones laborales, hay que vivir la vida a “tope”, no consigo avanzar, me siento frustrado, llenándose de deseos que desarmonizan interiormente. Pasarlo bien y vivir la vida a tope, no es nuestro humano objetivo. No vinimos a reencarnar para eso, sino todo lo contrario. ¿Qué trae esa forma de pensar?

Desequilibrio y perder la oportunidad de disfrutar de las cosas bonitas, bellas, relajantes, que nos satisfacen interiormente. Hay tanto que dar y tanto que recibir; necesitamos AMOR. El amor auténtico todo lo supera, todo lo enfrenta, todo lo puede, da fuerzas positivas para envolver a muchas personas que también están intentando exteriorizar el mismo sentimiento: el AMOR.

Por él fuimos engendrados, por él amamos a nuestros hijos, pese a las dificultades que nos traen, por su rebeldía o sus inclinaciones materialistas. Por amor es que nos sacrificamos y cedemos…
A través del pensamiento, sacándole el mayor beneficio, podemos envolver a otras personas que están en una situación negativa y necesitan ayuda. Son personas “enfermas del alma”. No importa la distancia: el pensamiento positivo y utilizado con nuestra voluntad y sentimientos, llegan al último rincón de la Tierra y más allá.

Si todos nos concienciáramos de este hecho, cierto y probado; si elevásemos ese pensamiento, unido a muchos otros pensamientos, el objetivo sería maravilloso y por tanto, muy positivo. Alguien que piensa y siente en positivo, está protegida de las críticas, de la envidia, de los pensamientos pesimistas y enfermos. De las influencias deletéreas de desencarnados infelices.

Quien así piensa, será una persona que se sentirá libre interiormente, con fuerza y serenidad; enfrentará los problemas de la vida, que son pruebas por las que tenemos que pasar para evolucionar, de forma equilibrada, dando prioridad a lo más importante de nuestra vida: el crecimiento interior con la reforma moral.

Una pregunta: Tú, sí tú, que estás leyendo esto, ¿Qué elección tomarías si tuvieras que elegir tener una vida sana y con fuerza para luchar, con fe sin caer en el pesimismo; o bien si decidieras una vida llena de confort, de caprichos, de idas y venidas, materialista, trayendo desequilibrio, causando Estrés mental, qué decidirías?

Si eres sensato, obviamente, elegirás la primera opción. Pero para obtener una vida así; digna y satisfactoria, hay que trabajar en ese proyecto. ¿Y cómo hacerlo? Pues poniendo en acción la voluntad, los buenos sentimientos, dejando de pensar negativamente, dejando de decir: Yo no sé hacerlo o yo no puedo hacerlo. Invirtamos el pensamiento: yo voy a hacerlo, yo voy a intentar hacerlo; ¡yo puedo si quiero! Y queriendo, otros pensamientos se unirán a nosotros para sentirnos más fuertes.

No queramos imponer nuestros pensamientos a los demás. No queramos aparentar lo que no somos. No nos dejemos guiar por las modas e ideas, que nos puedan perjudicar. Tenemos que ser auténticos.
Una vida sana es disfrutarla momento a momento. Muchas veces la felicidad esta en los pequeños detalles: un amanecer, un atardecer, la vista del mar, de las montañas; vistas que nuestras retinas las retendrán, fijándose en nuestra mente. Un abrazo, una conversación agradable. Una vida digna no es sacrificarse en todo, vivir con carencias innecesarias, alejándonos de la sociedad para vivir una vida contemplativa. Así no se puede progresar, porque es un acto de egoísmo. Tenemos el deber de participar de nuestra sociedad, aportando lo mejor de nosotros mismos. Implicándonos en todo lo que sea útil para los que componemos esta sociedad. Cuantas más personas quieran cambiarla, más impulso positivo tendremos para conseguirlo. No olvidemos que no estamos solos; estamos siempre amparados por la Infinita Misericordia de Dios, manifestada en sus Mensajeros, como es el principal: Jesús.

Una vida plena, es aquella que nos hace sentir que somos felices, teniendo mucho o poco, que somos personas alegres, transmitiendo esa alegría a los que nos rodean. Sabiendo compartir, tanto en el ámbito material, como en el anímico. Aprendiendo poco a poco a poner en práctica la tan sonada “caridad”, de la que hablamos mucho, pero luego muchas intenciones buenas se quedan en nada.
No hay nada mejor que ver una sonrisa en la cara de otra persona, oyéndola decir alguna palabra edificante y sincera. Una mirada limpia que demuestra un corazón dispuesto a compartir sus sentimientos y ayudar.

No olvidemos que vivir pobremente, no nos va a traer felicidad, porque es una imposición nuestra sin sentido; en eso no hay mérito. Se puede ser feliz y vivir en paz, teniendo dinero, una casa cómoda, bienestar para nuestros hijos, pero sabiendo siempre, que esas cosas no nos van a esclavizar ni hacernos personas indiferentes al dolor ajeno, que son transitorias. Que somos hermanos por tener el mismo Padre.

Reconocer que necesitamos, a veces, mucho esfuerzo para tolerar a una persona o ensayar el respeto a nuestro semejante. Elevar nuestro pensamiento a Dios y no dejar de pedirle que nos ayude a amar a quienes no nos aman, a pedir perdón y a saber perdonar. Él siempre nos ayuda, siempre se apiada de nosotros, pero la poca fe o la falta de fe, no nos deja confiar en Sus designios que siempre serán para nuestro beneficio, aunque a veces ese beneficio llegue con dolor.

Y, por último, todo aquello de malo o de bueno que hagamos por los demás, de vuelta vendrá para nosotros. ¡Yo apuesto por una vida sana, digna, en paz, viviendo con serenidad los problemas que nos surjan, con la fuerza que nos da nuestra mente libre de pensamientos negativos, enfermos y pesimistas! Apuesto por una existencia útil, por un cambio interior que nos haga mejores personas. Apuesto por vibrar por la Paz, uniéndonos todos en el mismo deseo. Con la Doctrina Espírita por guía segura. Pero no debemos dejar que todo se quede en palabras, en buenas intenciones. Vayamos más lejos, practiquemos lo pensado, sentido y hablado, para adquirir el sano hábito de obrar bien.
Nuestros hechos son consecuencia de nuestros pensamientos que les han dado fuerza, que esa fuerza sea siempre positiva, porque al final debemos aceptar que somos lo que pensamos.

Nos dice Emmanuel, en el libro Pan Nuestro: “Todas las obras humanas constituyen la resultante del pensamiento de las criaturas. El mal y el bien, lo feo y lo bello vivieron, ante todo, en la fuente mental que los produjo, en los movimientos incesantes de la vida”.
Isabel Porras 






lunes, 27 de noviembre de 2017

Las llagas del alma

Las llagas del alma


Acostumbramos a atender individualmente a través de la “Asistencia Fraterna” que realizamos en nuestra Asociación, a personas que se encuentran desarmonizadas psíquicamente, así como a otras que atraviesan situaciones de perturbación espiritual, debido a sus capacidades mediúmnicas, es decir, que sienten, ven y escuchan a los espíritus, pensando que están viviendo una etapa alterada, incluso algunas de ellas han visitado al médico buscando solución.

Es cierto que la vida, en sí, está llena de problemas y obstáculos que sin tener el conocimiento que nos aporta la Doctrina Espírita, es muy difícil adaptarse a las situaciones por las que debemos pasar, enfrentándonos siempre a aquellos que pensamos que son los responsables de nuestra posición. Considerando  a las personas encuadradas en el primer aspecto,  ellas se desesperan buscando una explicación a su actual realidad. La mayoría se encuentran desligadas del conocimiento espiritual, desvinculadas de la conexión que los aliviaría, viviendo de tal manera,  que la presencia espiritual no está contemplada en su vivencia. Hacerles comprender que necesitan conectar con el Mundo Mayor a través de la oración íntima, de la lectura de “El Evangelio según el Espiritismo”  que nos serenará y unirá a los Buenos Espíritus, así como un cambio de comportamiento en su vivir,  son los argumentos que utilizamos para ayudar a aquellos que acuden a nosotros, reclamando nuestra aportación para su mejoramiento.   

La frase que solemos utilizar y que desarrollamos “¿Dime como vives y te diré quién te acompaña?” solemos utilizarla muy habitualmente y nos sirve para “abrir” una página que suele estar llena de renglones de imperfecciones, así como de adicciones. Explicamos con detalle que todo aquello que somos, nos une actualmente a una serie de entidades espirituales determinadas, en función de nuestros actos y pensamientos, descubriendo de manera casi natural,  muchos de los problemas por los que están atravesando y que dependerán de ellos erradicarlos y vivir de una manera más serena y apacible, pero responsable.

Sabemos, cuantos estudiamos la Doctrina Espírita, que no todos hemos de despertar a la mediumnidad, ya que no siempre es necesario, pero los que sienten la presencia de los Espíritus, por necesidad, deben plantearse muy seriamente esta circunstancia, ya que la transmisión de la vibración a través de la sintonía, servirá para encontrarse acompañados por entidades espirituales en diversos estados evolutivos.

Aclarar a través de la charla amiga a personas que desconocen su proceso, es verdaderamente gratificante, porque muchas de ellas han podido recobrar la tranquilidad en sus vidas, gracias a su esfuerzo, trabajo y voluntad, sintiéndose armonizadas, no sólo particularmente, sino también familiarmente en su hogar.

Cuánto nos evitaríamos todos si conociésemos y comprendiésemos las Leyes Divinas, las reglas más elementales de la vida, que están regidas por la Espiritualidad Mayor. Los consejos son muy enriquecedores, pero la actuación hacia el bien de las personas que se encuentran perturbadas espiritualmente, son el remedio para sus males, aunque no debemos olvidar ninguno de nosotros que también la Ley de Causa y Efecto,  que se aplica de manera determinante a veces, nos hace caminar envueltos en situaciones aflictivas.

Las trayectorias de nuestras vidas pueden estar marcadas por nuestro pasado, pero reconozcamos que podemos colaborar con nuestras buenas acciones sobre ellas. La misericordia de Dios está presente y todos sabemos que Él desea lo mejor para cada uno de sus hijos.

Juan Miguel Fernández Muñoz


sábado, 25 de noviembre de 2017

El verdadero amor

El verdadero amor


Las leyes morales son aquellas que, dentro de las Leyes Divinas, conciernen especialmente al hombre en sí mismo y en sus relaciones con Dios y sus semejantes. Comprenden las reglas de la vida del cuerpo y del alma. Entre ellas, la más importante a mi modo de ver es la "Ley de Justicia, amor y caridad” a la que podríamos llamar también "La ley de amor".

La doctrina de Jesús, destinada a orientar la elevación espiritual del ser humano, se resume por entero en el amor, que es el más elevado de los sentimientos y la lección fundamental de nuestro aprendizaje en la Tierra.

El Maestro, al proclamar aquello de " amar a vuestro prójimo como a vosotros mismos", no estableció límites para ese amor. Al contrario, simbolizó en el prójimo a la Humanidad entera.
Por lo tanto, la práctica de la ley de amor, según la voluntad del Padre, consiste en amar a todos los hermanos indistintamente.

¿Qué debemos hacer para ajustarnos a la ley de amor?

Como primer paso, tolerar a los que conviven con nosotros, buscando perdonar a quienes nos ofenden, auxiliando al prójimo en la medida de nuestras posibilidades, en fin, atendiendo fielmente al llamamiento de Jesús.

No basta solo con no hacer a los otros aquello que no queremos que nos hagan, debemos también hacer con respecto a ellos todo aquello que nos gustaría que hiciesen por nosotros.

Amar, en el sentido profundo de la palabra, es aceptar a los demás como son, haciéndoles todo el bien que esté a nuestro alcance. Amar al prójimo es una receta infalible de felicidad y una condición indispensable para que nos elevemos por encima de la materia, andando el camino recto que lleva hacia Dios.

Hemos de tener presente por tanto que la ley de amor constituye el primero y el más importante precepto de la doctrina espírita.

Los efectos de la ley de amor son el mejoramiento moral de la raza humana y la felicidad durante la vida terrenal.

El amor auténtico implica ser leal, de conciencia recta. Amar es además considerar como propia la gran familia humana.

La esencia del amor es divina y nosotros, desde el primero hasta el último, tenemos en el fondo del corazón la chispa de ese fuego sagrado.

El amor no exige renunciar a los principios morales, no impide cumplir con el deber ni con las responsabilidades.

La base del amor verdadero entre las personas es espiritual. Ver al otro como un ser espiritual, como un alma, es ver su realidad.

Sólo cuando seamos conscientes de ello y nos conozcamos a nosotros mismos comprenderemos lo que ocurre a los demás, es decir, a cada uno de nuestros hermanos.

Superficialmente todos parecemos diferentes, pero en realidad todos buscamos lo mismo y seguimos el mismo destino. Las diferencias que encontramos son superficiales y las provoca el ego.

Los seres humanos lamentamos el hecho de que no hay amor en el mundo. Todos quisiéramos amor en esta Tierra, pero el amor debe comenzar en el corazón de cada uno de nosotros o el amor en este planeta no llegara a ser nunca una realidad.

Entender las propias emociones es esencial. No se puede saber lo que significa amar, tener compasión o misericordia si no se siente.

Cuando prevalece el amor espiritual, es imposible que haya enemistad, odio, ira o celos. Los sentimientos negativos se transforman en positivos gracias a la serenidad del amor. En este amor auténtico, tan lejano del otro terreno que es tan común entre nosotros, hay armonía, y nos asegura la bondad, el cuidado y la comprensión amistosa.

Amor espiritual significa no fijarse en las debilidades de los demás, sino interesarse en eliminar los propios defectos.

El método para hacer eso es revisarse internamente con regularidad para verificar hasta qué punto se ha adoptado el hábito natural de hacer felices a los demás.

Los seres humanos se han quedado atrapados en un modelo de comportamiento que ha distorsionado el valor del amor y la capacidad de confiar mutuamente en los sentimientos e intenciones.
Es como si el intelecto humano hubiera perdido la conexión con la única fuente eterna de amor y se apoyara en los recursos temporales. Como consecuencia, las almas humanas permanecen sedientas de amor verdadero.

En un mundo mejor, la ley natural es el amor y en una persona más elevada, la naturaleza es amorosa y sin artificios.

Cuando el fuego del amor espiritual se enciende, las personas comienzan a ejercer el poder de la voluntad para liberarse de la esclavitud de las gratificaciones momentáneas. Se invierte tiempo y se hacen esfuerzos para edificar un estado interno en el que el amor se revele en cada actividad.
Se empieza por las pequeñas cosas, regalar una sonrisa, ser amable con las personas con las que nos cruzamos cada día. Intentar ser comprensivo e indulgente con los demás, aprender a pedir perdón, eso que tanto nos cuesta. Cumplir con nuestras obligaciones sin valorar si el otro cumple con las suyas, porque ese es su problema, no el nuestro.

Ponernos pequeñas metas para ir cumpliendo en el devenir diario...si cuesta hay que esforzarse un poco más porque al final, a fuerza de insistir acabaran convirtiéndose en hábito y lo haremos sin pensar, de forma natural.

Ser sinceros con nosotros mismos y exigirnos más de lo que exigimos a los demás. Y ante todo, trabajar en el bien, porque no hay nadie tan pobre que no tenga nada para dar. Tiempo, buenos consejos, compañía, etc...

A ver si somos capaces de interiorizar estas enseñanzas y poquito a poco ir poniéndolas en práctica, por aquello de que paso a paso se llega lejos. Y si sabemos que nuestra meta es llegar a ser espíritus puros, ya estamos tardando en empezar a recorrer la senda del bien, aunque haya que entrar por la puerta estrecha.

Cielo Gallego
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

sábado, 7 de octubre de 2017

domingo, 27 de agosto de 2017

Psicología transpersonal y espiritismo

Psicología transpersonal y espiritismo


De todas las principales psicologías únicamente la psicología transpersonal contempla las capacidades superiores del ser acercándose al estudio del espíritu. Denominada como cuarta fuerza por Abraham Maslow, deja atrás a las tres primeras que son la cognitiva, psicoanalítica y humanista. Maslow realizó una profunda crítica del psicoanálisis y del conductismo, fundando la psicología humanista, preparando las bases para la transpersonal con la finalidad de expandir el marco de la psicología humanista más allá del centro de atención del yo individual, estudiando la dimensión espiritual del ser humano y sus estados modificados de conciencia.

Quizás el concepto más importante para la psicología transpersonal es el sí mismo o self que podemos definir como la naturaleza del individuo, sus gustos, valores, metas, que conforman su ser real y que integra incipientemente todas las potencialidades que debemos desarrollar para alcanzar la autorrealización como ser humano.

Cabría la distinción de un self superior, que englobaría todas las capacidades propias del Espíritu que llevamos dentro y un self individual que guardaría todas las potencialidades particulares que nos hacen únicos como seres humanos y componen nuestra naturaleza existencial, al margen de creencias e identificaciones externas.

Por debajo del self individual actúa el ego en el alma ordinaria identificándose con la mente consciente para conseguir todos sus propósitos. El ego, como el egoísmo, tiene su origen en el instinto de conservación y se desarrolla junto a la inteligencia desarrollando estrategias de supervivencia y conservación. Sus habilidades se amplían con la experiencia y puede conseguir un fuerte enmarañado de contenidos todos ellos protegidos por complejos mecanismos de defensa. Su finalidad autojustificada es garantizar las necesidades básicas y el mayor bienestar posible, objetivo digno salvo por qué termina endeudándose moralmente al no tener en cuenta conocimiento espiritual alguno, proveniente de los centros superiores del ser que son el self individual, el self superior, y el propio espíritu.

Maslow dividía las necesidades en dos grupos: necesidades de carencia y necesidades de crecimiento. Mientras estamos atrapados por las necesidades de carencia, las necesidades de crecimiento quedan en un segundo nivel. Las necesidades de carencia son el centro de atención del ego y razón la cual conquista nuestra conciencia.

El amor, cuando es necesitado como carencia, es querer a los demás en función de cómo estos satisfacen nuestras necesidades de autoestima, compañía, placer, gratificación y de cómo nos hacen sentir. Por otro lado, el amor como necesidad de crecimiento del ser, no tiene afanes posesivos ni egoístas, se ama la esencia o ser del otro, complaciéndose con la entrega de uno mismo sin esperar nada a cambio.

Las necesidades de carencia crean una conciencia también de carencia que se identifica con el ego con facilidad gracias a la distorsión que produce de la realidad utilizando la lógica materialista sobre nuestras creencias, proyectándonos hacia el futuro, lamentándonos del pasado sin dejarnos vivir un momento en el presente liberador.


El desarrollo de la conciencia, necesidades y ego

La conciencia se desarrolla en cada etapa con la finalidad de garantizar sus necesidades.
Según Maslow, durante la etapa de necesidades de carencia tenemos en este orden, necesidades fisiológicas, necesidades de protección, sentido de pertenencia y seguridad, y necesidades amor, respeto, afecto y aceptación fundamentales para el desarrollo de una buena autoestima.
La conciencia se centra principalmente en aquella necesidad insatisfecha más básica en la escala mencionada, de forma que no podrá centrarse en una necesidad superior si otra inferior está desatendida. Las metanecesidades, como la necesidad/motivación de crecimiento, son menos básicas y más débiles que el deseo de satisfacer las necesidades fisiológicas y los requerimientos relativos a seguridad, autoestima, etc. La necesidad de autorrealización se encuentra en la cúspide de la pirámide de necesidades por lo que es la necesidad más débil, quedando inhibida por la frustración o carencia de cualquier necesidad más básica.

La privación de las necesidades y metanecesidades conlleva desequilibrios y estrés que, de perdurar en el tiempo, terminan produciendo enfermedades. Por el contrario, su satisfacción es el alimento que nos lleva a desarrollar necesidades o motivaciones superiores. Y así sucesivamente hasta alcanzar la autorrealización, en la cúspide de la fase de individualización del ser, y posteriormente a la unión con toda la creación, en la fase transcendental del ser.

La búsqueda de la autorrealización como necesidad de crecimiento no comienza hasta no haberse emancipado de las necesidades inferiores como la seguridad y la estima, y sus principales representantes en nuestra psique, el egoísmo y el orgullo. El sentimiento de frustración ante cualquier necesidad nos estanca la conciencia y el desarrollo de nuevas etapas de aprendizaje.
De esta forma nuestra conciencia va desarrollándose, aumentando de nivel conforme sus necesidades se van sutilizando dentro de las necesidades de crecimiento, también llamadas metanecesidades, como la búsqueda de la perfección, la justicia, la belleza y la verdad. Un análisis profundo de las metanecesidades revela que cada una está contenida en las otras de forma que ninguna se puede comprender sin las características de alguna de las otras, formando una unidad con los conceptos más próximos a la idea que podemos hacernos de Dios. La belleza no sería tal sin poseer la verdad o la justicia o la perfección. La perfección no sería tal sin justicia, belleza o verdad. La justicia no sería tal sin verdad, y la verdad no sería tal sin la belleza que somos capaces de entrever en ella mediante el entendimiento. Es el comienzo del sentimiento religioso en busca de un nuevo concepto de unión con Dios alcanzable mediante el autoperfeccionamiento.

El proceso de autorrealización puede verse frenado por causas internas y externas:

Las experiencias externas las interiorizamos creando hábitos esclavizantes que nos llevan a conductas improductivas, adicciones, alimentación deficiente, inactividad, vida desordenada, inhibiendo nuestro crecimiento interior y debilitando nuestra salud.

Los entornos destructivos o negativos, educación rígida generan malos ejemplos difíciles de superar. La influencia social y las presiones recibidas para ser aceptado por el grupo van en contra del desarrollo de la individualidad, llenándonos de identificaciones accesorias.

Como causas internas tenemos principalmente el ego con sus identificaciones y mecanismos de defensa interiores que nos impiden contactar con nosotros mismos, nuestro self interior.

El ego busca identificaciones para llenarse de contenidos y estrategias con ánimo de satisfacer sus necesidades. La identificación del ego es un proceso inconsciente en el cual el individuo se crea la ilusión de ser lo identificado, vivenciándolo y sintiéndose como tal, suplantando temporalmente la conciencia de sí mismo por sensaciones que pronto caducarán al ser incapaces por sí mismas de cubrir verdaderamente las necesidades reales del ser. Identificación tras identificación se va enriqueciendo la conciencia de experiencias que ayudan a satisfacer las necesidades inferiores y por tanto, desarrollando motivaciones superiores.

La suma de identificaciones conforman la forma de ser que creemos tener, a veces diferente a la personalidad con que nos mostramos a los demás, motivados por los intereses del ego, lejos de cómo somos realmente, según la naturaleza de nuestro ser, nuestro self o sí mismo. Cuánto más difieran estas tres facetas de uno mismo, mayor será la insatisfacción e infelicidad. La satisfacción real del ser no se podrá alcanzar mientras no nos mostremos a los demás y a nosotros mismos tal como somos, según nuestra verdadera naturaleza. Mientras, en la casa de nuestra mente habrá tres señores (cómo nos queremos comportar, cómo necesitamos comportarnos para que los demás nos acepten y cómo debemos comportarnos para satisfacer nuestra naturaleza y necesidades interiores), que reclamarán su reinado incansablemente.

Cuando la mente se identifica con un contenido mental, este pasa a formar parte del contexto a través del cual percibimos la realidad, como si de un filtro se tratara, transformando la imagen recibida del color de su lente. De esta forma, el nuevo filtro determinará el significado e interpretación de lo vivido reforzando la propia creencia, mermando nuestra libertad. De esta forma estamos esclavizados por aquello con lo que nos identificamos y sólo podremos llegar a dominarlo primero desidentificándonos de ello. Consecuentemente, son los pensamientos con los que nos identificamos los que crean nuestro estado de conciencia, nuestra percepción de la realidad y nuestra identidad temporal.

Mientras, el propio ego lucha contra el self porque el conocimiento de sí mismo pone en peligro su existencia, construida a base de estrategias de conservación, y de todas sus identificaciones y estructuras creadas como la autoimagen y el orgullo. Estos contenidos llegarán a ser completamente innecesarios desde el momento en el cual la conciencia despierte al conocimiento verdadero de uno mismo y de la realidad que lo rodea.

El primer paso para vencer los mecanismos de defensa del ego es reconocerlos mediante el autoanálisis y discernir cómo operan en nuestro interior. Posteriormente se debe trabajar por reaprender las reacciones correctas sin enviar sus contenidos a su sombra (arquetipo junguiano), no reprimiéndolos, conscientes de que incluso el propio ego termina olvidando todo lo que considera innecesario.

Autorrealización

Según Maslow, las personas que alcanzan el estado de autorrealización consiguen ver la vida con mayor claridad, se aceptan a sí mismos y tienen relaciones poco problemáticas, libres de temores, complejos interiores limitantes y emociones perturbadoras, con objetivos claros de lo que quieren hacer y alcanzar en la vida. Valoran la espontaneidad, la creatividad, la simplicidad y la naturalidad en sí mismos y en los demás, alcanzando relaciones interpersonales más ricas y profundas, gracias al conocimiento de sí mismo, de sus necesidades y de las necesidades de los seres que le rodean. Tienen una gran capacidad de abstraerse y también de concentrarse en los problemas apartando el propio yo con su ego y deseos en busca de la mejor resolución al margen únicamente de sus intereses.

Normalmente adquieren, como vocación, compromisos a largo plazo con algo que sienten más grande que sí mismo, con paciencia incluso implicando grandes esfuerzos, centrándose en el desarrollo pleno de sus capacidades, como la creatividad, la espontaneidad, la intuición del conocimiento verdadero, la inspiración por la belleza y la búsqueda de la perfección.

Todo con una gran voluntad como elemento indispensable en el largo proceso de la autorrealización.

Maslow nos recomienda ocho actitudes necesarias para alcanzar la autorrealización (1):

1. Concentración. "Autorrealización significa vivir de manera plena, vívida, sin interferencias del yo, con una concentración completa y una absorción total" (1).

2. Decisiones de crecimiento. La vida viene determinada por la suma de nuestras decisiones y la autorrealización sólo se puede conseguir cuando pensamiento, sentimiento, voluntad se alinean con nuestras acciones y decisiones en el día a día.

3. Conciencia de sí mismo. Conocerse a uno mismo nos permite satisfacer las necesidades de expresión de nuestra naturaleza interior al hacernos conscientes de ella.

4. Honestidad. La autorrealización necesita de la honestidad y responsabilidad como elemento común en toda la naturaleza humana y la defiende con sentimientos de culpa cuando no las respetamos.

5. Juicio. La capacidad de juicio se ve afectada por el volumen de nuestro ego y trabajando para librarnos de él mejoramos la capacidad de discernimiento en las decisiones de nuestra vida.

6. Autodesarrollo. La autorrealización es una etapa más en la búsqueda de la transcendencia y el desarrollo pleno de todas nuestras potencialidades.

7. Experiencias cumbre. Todo trabajo conlleva una recompensa y las experiencias cumbres son momentos de elevada gratificación necesarios durante el camino.

8. Supresión de los mecanismos defensivos del ego. La plena libertad se alcanza cuando nos deshacemos del ego, sus identificaciones y sus mecanismos de defensa, gracias al conocimiento de uno mismo y el desarrollo elevado de la conciencia.

Espiritismo y estudio de la conciencia

El estudio del Espiritismo, como ciencia del alma, nos da luz a todo lo relacionado con el espíritu inmortal y también a la psicología transpersonal como ciencia que intenta estudiar la transcendencia.
Desde el Espiritismo se pueden comprender los conceptos de self superior e individual como estados del Espíritu expresándose a través de diferentes planos de manifestación, amortiguando su conciencia por las diferentes capas que forman el periespíritu, también denominadas “cuerpos”.
El espíritu desarrolla una conciencia corporal, a través de las sensaciones, una conciencia emocional y sentimental, a través de las emociones y de los sentimientos, una conciencia mental individual, a través de los pensamientos, una conciencia mental superior, a través de abstracciones, analogías y pensamiento elevado y una conciencia espiritual-universal a través del sentimiento de transcendencia y unión con toda la Creación y con Dios.

Mientras que la conciencia corporal es producida principalmente por los estímulos recibidos por el cuerpo físico, el resto de estados de conciencia se relacionan sucesivamente con el resto de cuerpos sutiles que conforman el periespíritu, envolviendo al espíritu, actuando como intermediarios para la adquisición de experiencias en cada plano de manifestación.

Cada estado de conciencia consigue en cierta forma la identificación del espíritu con el conjunto estímulos que le pertenecen, ya sean sensoriales, emocionales, sentimentales, mentales o espirituales.
Bajo esta perspectiva, el espíritu sería conciencia absoluta de no ser porque está rodeado de diferentes cuerpos sutiles que centran su conciencia al correspondiente espectro de frecuencias asociadas, bloqueando a su vez, parcial o totalmente, el conjunto de frecuencias superiores a cada cuerpo. Tales cuerpos son los vehículos de la experiencia del espíritu en los diferentes planos de la existencia, necesarios para la evolución del principio inteligente que hay en cada uno. El principio inteligente es creado inconsciente en etapas previas a la humana y alcanza la autoconsciencia después de milenios de experiencias por todos los reinos de la Creación. Es la expresión de la “atracción en el mineral, de la sensación en lo vegetal y del instinto en el animal” (2), del razonamiento en el hombre y del conocimiento verdadero en el espíritu superior.

El espíritu, al principio simple e ignorante, evoluciona mediante la adquisición de experiencias y para ello necesita recubrirse del periespíritu, cuerpo semimaterial que intermedia entre el cuerpo físico y el espíritu de forma que pueda adquirir primero sensaciones, luego emociones, sentimientos y pensamientos cada vez más sutilizados.

Para el propio espíritu los pensamientos son materia y energía que en función de su frecuencia vibratoria interactuarán con el cuerpo sutil correspondiente a su espectro vibracional, de forma que pueda ser captado, consciente o inconscientemente, según el propio nivel de conciencia.

La suma de todas las experiencias impulsarán al espíritu hacia nuevos niveles y búsquedas siguiendo el instinto de progreso y espoleado por el dolor de sus caídas.

Los cuerpos sutiles envuelven al espíritu en capas superpuestas ordenadas según su nivel vibratorio. El cuerpo sutil más denso, el doble etérico es el que contiene el fluido vital y junto al cuerpo físico son propios exclusivamente de las almas encarnadas, disipándose a los pocos días después de la desencarnación.

El cuerpo etérico, o doble etérico, es el cuerpo de las sensaciones e interactúa con el sistema nervioso de forma que una vez desprendido desaparece toda capacidad de sensación y transmisión nerviosa, según ha comprobado el Espiritismo y la psicología experimental a través de los fenómenos de exteriorización de la sensibilidad, bilocación y desdoblamiento.

El siguiente cuerpo corresponde al cuerpo emocional y como su propio nombre indica es el cuerpo de las emociones. El cuerpo emocional también es llamado espiritual porque es el cuerpo más denso que recubre a los espíritus desencarnados. Estos en ausencia de cuerpo físico perciben las sensaciones globalmente, tal como ocurre con las emociones, de forma que las perciben de forma general y tienen dificultades para localizarlas.

Una sensación penosa se percibirá como una emoción penosa que le afectara fuertemente debido a que no poseen un cuerpo físico que lo amortigüe. Lo mismo ocurre en sentido inverso, una emoción penosa podrá ser sentida como una gran sensación de dolor, normalmente de forma general pero otras veces focalizada, por la conciencia de culpa, en alguna parte en concreto de su cuerpo espiritual.

El siguiente cuerpo más sutil es el cuerpo mental, donde los pensamientos se relacionan con los aspectos más densos de nuestra psique, como son las identificaciones, las personalidades y el ego.
La mente, estudiando las necesidades básicas, crea estrategias para garantizar sus objetivos, generalmente a través de las identificaciones. El conjunto de identificaciones de la mente darán como resultado el ego y la personalidad, limitando en este nivel las experiencias que lleguen a la conciencia. El cuerpo mental, perdurando a través de las reencarnaciones, permite mantener y acumular personalidades a través de muchas vidas formando nuestro yo inferior o ego, continente de gran parte de los contenidos inferiores de nuestra psique, dueño y señor de nuestros comportamientos, tanto reactivos sin que pasen mínimamente por la conciencia despierta, como activos pasando sin ser cuestionados por nuestra conciencia adormecida.

Pensamientos y materia son diferentes estados de energía que envuelven al Principio Inteligente progresando hacia la perfección. Todos los cuerpos tienen sus automatismos que influyen en el espíritu como hacen los instintos con el cuerpo físico. Los instintos son buenos porque tienen su origen en la Ley Natural y operan hacia la automatización de procesos necesarios para la vida, supervivencia y progreso, aunque enseguida la mente los desvirtúa mediante el abuso generando nuevas necesidades artificiales, pasiones, con las que consigue adueñarse de casi la totalidad de la conciencia para sus propios fines, alimentando su ego.

Por tanto, la mente tiene también sus propios automatismos pero no todos son buenos. El mecanismo de aprendizaje no posee el filtro de la moral y aprende por la experiencia. Cuando el abuso transforma los instintos en pasiones estas imprimen sus automatismos en la mente que luego serán un fuerte lastre para la evolución espiritual.

El desarrollo de la inteligencia es fundamental para superar la etapa instintiva pero hasta que no se combine con el conocimiento moral no podrán superarse los automatismos de las pasiones de la mente.

Si dividimos el cuerpo mental en inferior y superior podemos entender el inferior como el que da origen a la inteligencia ordinaria dominada por el ego.

Envolviendo al espíritu limita su estado de conciencia identificándose con él como si fueran uno. De esta forma el ego consigue manejar las capacidades creadoras del espíritu mostrándose al exterior como si fuera una causa en lugar de una consecuencia. La causa es el espíritu y las consecuencias son el resultado de sus experiencias. Por ello el ego es prescindible aunque como dueño provisional de la mente emplea los mecanismos de defensa para su protección y la de sus creencias.

En el cuerpo mental superior encontramos estructuras libres del ego y por tanto con capacidad de elevar la conciencia por encima de los pensamientos ordinarios y la lógica cartesiana. La mente en esta situación alcanza un estado de conciencia que se denomina self en la psicología transpersonal y que conecta con las potencialidades superiores del hombre como son la creatividad, la bondad, la armonía y la belleza.

El siguiente cuerpo, y último que podemos recoger en la literatura de André Luiz, a través de la mediumnidad de Chico Xavier, es el cuerpo causal y guarda la huella moral que dejan todas nuestras acciones, decisiones y experiencias. Su contenido bloquea la luz que irradia el espíritu limitando sus capacidades espirituales.

Superado este nivel entendemos que la conciencia entra en los dominios de los espíritus superiores de camino hacia la completa perfección.

El estudio del Espiritismo también nos ayuda a comprender los estados alterados de conciencia. Así como la psicología experimental de los siglos pasados consiguió demostrar, en personas sensitivas, la exteriorización de la sensibilidad y el desprendimiento del doble etérico de su cuerpo físico, apenas unos pocos metros, mediante la saturación de los nervios con fluido vital de un magnetizador, el cuerpo espiritual, en ciertas condiciones, también puede desprenderse temporalmente del cuerpo físico y etérico, liberándose y produciendo diversos estados alterados de conciencia, anímicos o mediúmnicos.

Sin embargo, el desprendimiento definitivo de los diferentes cuerpos ocurre únicamente mediante la evolución moral del espíritu en las diferentes etapas de la existencia. Mediante la evolución moral llega el momento en que ya no es necesario volver a reencarnar, abandonando el cuerpo físico y etérico para siempre, posteriormente al final de la siguiente etapa, se llega a abandonar definitivamente el cuerpo espiritual y así sucesivamente hasta librarse de toda influencia externa al ser, alcanzando el estado de espíritu puro con una conciencia plena y universal.

José Ignacio Modamio
Centro Espírita “Entre el Cielo y la Tierra”

Referencias:
(1) Maslow, “The Farther Reaches of Human Nature.”
(2) Ver cap. “Automatismo y herencia” en el libro "Evolución en dos mundos", Chico Xavier
(3) Ver cap. 12, “Nuestro Hogar”, Chico Xavier.

lunes, 10 de julio de 2017

viernes, 5 de mayo de 2017

Enseñanza sobre el dolor estudiando espíritus sufrientes

Enseñanza sobre el dolor estudiando espíritus sufrientes


Los espíritus sufrientes

Si analizamos las costumbres de prácticamente la totalidad de los pueblos de la Tierra, en el fondo de muchas de sus tradiciones, se encuentra la creencia de la existencia de espíritus sufrientes. La industria cinematográfica se ha aprovechado de todo ello para ganar espectadores utilizando sus propias predisposiciones debido a sus creencias. Son innumerables las películas que introducen en su trama a los espíritus con la finalidad de crear suspense y misterio, aunque en pocas ocasiones dando enseñanza moral alguna. La religión se ha aprovechado del creyente infundiendo miedo de las penas de lo que denominan purgatorio, aumentando el control sobre sus feligreses y creando distintos sistemas externos para exonerarse sin tener que llevar a cabo una reforma moral interna. El arrepentimiento superficial, sin reparación del mal, ni transformación interior, es considerado suficiente para que el pobre incauto se sienta perdonado, encontrando muy "barato" dejarse caer para supuestamente volver a levantarse, innumerables veces, según esta ley de los hombres.

Los reporteros parapsicólogos llenan portadas y libros con casos que mantienen siempre inexplicables para que no decaiga el misterio como fuente de ingresos. No se conoce todavía un caso resuelto satisfactoriamente desde el conocimiento espiritual mientras que prevalecen teorías de lo más exóticas y perturbadoras para el raciocinio humano. Se echa de menos a los verdaderos maestros de la psicología experimental del pasado que anteponían la verdad científica a sus intereses personales, enfrentándose muchas veces a la pérdida del respeto por parte de las academias científicas, cegadas por el orgullo y compradas por los intereses del materialismo, despreciando el estudio del alma como ser inmortal.

Por todo ello, al hablar sobre espíritus sufrientes es normal que la imagen que se nos venga a la cabeza sea lo visto en algún programa de misterio, película, etc., la mayoría de ellos muy alejados de la realidad.

La desencarnación

Conocemos gracias al Espiritismo, que el espíritu después de desencarnar se encuentra en un estado de turbación más o menos largo en función de los lazos que lo unen a la materia (1). Cuando es liberado finalmente de dichos lazos materiales se encuentra en la situación que le corresponde a su evolución espiritual. Unos aferrados a las pasiones buscan satisfacer sus apetitos buscando colaboradores incautos que se los brinden. Otros ignorantes no comprenden y reniegan de su situación. Otros con la conciencia más desarrollada sufren por las culpas de lo que hicieron o se afligen por la falta de elevación que todavía no alcanzaron.

La asistencia a los espíritus sufrientes  a través de la mesa mediúmnica es una gran escuela de la vida, donde las experiencias se muestran tan evidentes que llegan a conmover enseñándonos la realidad espiritual de lo que podría ser nuestra situación al desencarnar en caso de cometer los mismos errores.

La mesa mediúmnica en el servicio a espíritu sufrientes ofrece un amplio abanico de experiencias espirituales, consecuencia de los actos en la vida material. Ejemplos ardientes de la Ley de Causa y Efecto y de la Ley de Reencarnación.
Si fuéramos conocedores de la realidad espiritual después de la desencarnacion, muchos de nosotros nos comportaríamos de manera diferente de lo que normalmente nos comportamos. Seríamos más conscientes de las consecuencias de nuestros actos.

El conocimiento no siempre lleva asociado el ser consciente de lo aprendido, es necesario interiorizarlo. Procesamos mucha información que creemos asimilar sin plantearnos las consecuencias morales que tiene con respecto a nuestro comportamiento. El conocimiento que nos llega con una carga emocional sin embargo puede tener un efecto desgarrador que puede arañar nuestras estructuras de la personalidad impulsándonos al cambio y a la mejora moral. A veces, al vernos reflejados en los demás, podemos prever lo que nos estamos forjando por nosotros mismos.
La mediumnidad por tanto, es una escuela de conocimiento espiritual aplicado. Las principales leyes que se ven reflejadas son: Reencarnación, Causa y Efecto, Justicia Amor y Caridad, Igualdad, Afinidad y Sintonía.

El dolor y el sufrimiento

El primer libro que nos mostró conversaciones con espíritus sufridores es "El Cielo y el Infierno" de Allan Kardec y posteriormente hubo continuidad en la "Revista Espirita" entre los años 1858 y 1869.
La "Revista Espírita" de diciembre 1858 habla sobre las sensaciones y sufrimientos de los espíritus, concluyendo que para "El Espíritu, los sufrimientos que padece son siempre la consecuencia de la manera con la que ha vivido en la Tierra; sin duda, no tendrá más la gota ni el reumatismo, pero tendrá otros sufrimientos que no son menores. Hemos visto que sus sufrimientos son el resultado de los lazos que todavía existen entre él y la materia; que cuanto más desprendido está de la influencia de la materia –dicho de otro modo–, cuanto más desmaterializado se encuentra, menos penosas son sus sensaciones; ahora bien, depende de él liberarse de dicha influencia desde esta vida; tiene libre albedrío y, por consecuencia, puede elegir entre hacer o no hacer; que dome sus pasiones animales, que no tenga odio, ni envidia, ni celos, ni orgullo; que no se deje dominar por el egoísmo, que purifique su alma con buenos sentimientos, que haga el bien y que no dé a las cosas de este mundo más importancia de la que merecen, y entonces –incluso bajo su envoltura corporal– ya estará purificado, ya estará desprendido de la materia, y cuando deje esa envoltura no sufrirá más su influencia; los sufrimientos físicos que haya experimentado no le dejarán ningún recuerdo penoso ni le quedará de ellos ninguna impresión desagradable, porque sólo afectaron al cuerpo y no al Espíritu; se sentirá feliz al verse liberado, y la calma de su conciencia lo librará de todo sufrimiento moral".(1)
También la "Revista Espírita", en su número de abril de 1860, nos habla de la conciencia, la Ley Divina, inscrita en el fondo de nuestros corazones, que está relacionada con el sufrimiento del espíritu deudor tanto en cuanto es  responsable de que pueda aparecer o no el sentimiento de culpa. Nos dice: "Cada hombre tiene en sí mismo lo que vosotros llamáis: una voz interior. Es aquello que el Espíritu llama: la conciencia, juez severo que preside todas las acciones de vuestra vida. Cuando el hombre está solo, escucha a esta conciencia y evalúa las cosas en su justo valor; frecuentemente tiene vergüenza de sí mismo: en este momento reconoce a Dios. Pero la ignorancia —fatal consejera— lo arrastra y le pone la máscara del orgullo; ante vosotros, él se presenta engreído en su vacuidad, buscando engañaros con el aplomo que aparenta." (2)

El dolor moral viene relacionado por el desarrollo de la conciencia y la desaparición del orgullo. Aquellos espíritus que utilizan el orgullo para acallar la conciencia aparentemente, al principio, no sufren. Pueden retardar su sufrimiento moral puesto que en ellos está ausente el sentimiento de culpa. La "Revista Espírita" de octubre de 1860 nos lo explica perfectamente en este pasaje: "El Espíritu malo que pone en práctica su rabia es casi dichoso; sólo sufre en los momentos en que no logra actuar y cuando el bien triunfa sobre el mal. Sin embargo, los siglos transcurren; el Espíritu malo siente que de repente las tinieblas lo invaden. Su círculo de acción se restringe, y su conciencia, hasta entonces sorda, le hace sentir las puntas afiladas del remordimiento". Sus sufrimientos, en las primeras etapas, de expiación, son principalmente de origen externo, consecuencia de la Ley de Causa y Efecto, expiaciones consecuencia de errores pasados, frente a los sufrimientos de origen interno que vendrán en las etapas posteriores, de pruebas, consecuencia del desarrollo de la conciencia y el consecuente sentimiento de culpa. En estas etapas, conforme desarrolle su conciencia, podrá solicitar sus propias pruebas siendo el único responsable por su dolor, manteniendo su libre albedrío.

El dolor es el remedio que la Naturaleza nos ofrece para comunicarnos que algo está mal como consecuencia de haber actuado en contra de la Ley Divina. Nos impide estancarnos y permanecer evolutivamente estáticos con los hábitos erróneos adquiridos creándonos la necesidad imperiosa de cambiar. Cuando incorporamos un hábito erróneo, nuestro subconsciente lo cristaliza e intenta protegerlo como propio, puesto que la mente tiende hacia la conservación de todo lo que considera útil. Únicamente el dolor podrá despertar la dosis de conciencia necesaria para despertar la necesidad de reaprender, rechazando el hábito dañino. El dolor, por tanto, es el camino largo del despertar de la conciencia. Elijámos el camino corto del cumplimiento de la Ley Divina para apartarnos de la necesidad del sufrimiento.

Concluimos con todo ello que el dolor, fuente de sufrimiento y revulsivo para el alma, generalmente puede ser clasificado según su origen y según la sensación que provoca. Puede ser sentido moralmente o sentido como físico (sin cuerpo material no existe dolor físico real pero sí la evocación de un recuerdo que en ciertos momentos puede confundir al Espíritu como si lo estuviera sintiendo realmente en su cuerpo). Según su origen puede venir del interior, como consecuencia del despertar de la conciencia que determinará la necesidad del sentimiento de culpa; o venir del exterior, cuando la Ley de Acción y Reacción nos devuelve los frutos de aquello que sembramos en el pasado.

Una profunda reflexión nos puede llevar a relacionar el dolor que viene de fuera, externo, impredecible, accidental, fortuito, con aquellos estados de ausencia de conciencia, donde el Espíritu, estancado indefinidamente con sus barreras de comodidad y orgullo, ve de repente como todo se le derrumba y tiene que empezar una nueva etapa desde cero. Es la Providencia que le trae una nueva oportunidad de empezar de nuevo.

En el extremo contrario, un desarrollo de la conciencia irá despertando el sentimiento de culpa que nos traerá el dolor moral necesario para alcanzar el arrepentimiento y el principio del fin del sufrimiento e inicio de nuestra transformación.

Si racionalmente entendemos que el dolor principalmente físico parece el más indicado para despertar de los estados de ausencia de conciencia, conforme vayamos desarrollando la conciencia iremos necesitando de revulsivos cada vez más morales, que nos remuevan sobretodo interiormente y no tanto físicamente. En perfecto paralelismo con la Ley de Acción y Reacción podemos comprender que el egoísmo material nos traerá carencias materiales, con dolores principalmente físicos; el egoísmo emocional nos traerá carencias emocionales, con desgarradores sentimientos de vacío, frío, gelidez, todavía sentidos casi físicamente; el egoísmo mental que no es otra cosa que el orgullo, nos traerá carencias mentales llenas de desvalorización, depresión, ansiedad, miedo, de caracter moral y físico, debido al desequilibrio cuerpo-mente, pero desgarrando interiormente al Espíritu, predisponiéndole para el despertar de la conciencia, donde empezará a dar valor a lo que realmente importa, a los bienes del Espíritu.

De forma general, el dolor progresará de origen exterior a origen interior y de dolor físico a dolor moral. El dolor exterior es providencial para que aparezcan los primeros gérmenes de la conciencia donde empieza a dejar de ser tan necesario.

Muchos dolores que creemos físicos tienen implícito  un sufrimiento moral tanto en cuanto que el verdadero afectado es nuestro orgullo. Inteligencias atrapadas en cuerpos físicos imperfectos sufren espiritualmente en estado de desdoblamiento viéndose en desventaja sin posibilidad de satisfacer sus intereses.

La enfermedad, acompañada normalmente por el dolor, puede provenir del exterior o de nuestro interior, con el mismo fin, despertar nuestra conciencia. El cuerpo expresa a través de la enfermedad lo que el Espíritu no consigue traer a la conciencia.

La enfermedad que viene del interior es la  consecuencia de la falta de equilibrio por parte del Espíritu que no puede mantener el orden energético de todas las estructuras periespirituales,
manifestando sus desarmonías mentales en los planos inferiores del periespíritu hasta llegar al cuerpo físico, dando origen a las enfermedades psicosomáticas. Por otro lado, al margen de las desarmonías, cuando la culpa se instala en la mente, siendo consciente de ella, se cumple la máxima del Evangelio que dice: "si tu mano te hace pecar córtatela... y si tu ojo te hace pecar, sácatelo"(3). La conciencia cercena el órgano donde proyecta su culpa. Prueba de ello tenemos a los espíritus sufrientes que muestran tener ciertos miembros mutilados, manos que utilizaron en sus crímenes, pulmones que recogieron el humo pernicioso, órganos que recibieron la bala suicida, garganta que sufrió la asfixia, estómago que sufrió el ataque de químicos, etc.

La enfermedad que viene del exterior del Espíritu normalmente es consecuencia igualmente de la Ley de Causa y Efecto, el abuso conlleva debilitamiento, extenuación de los órganos de eliminación y acumulación de toxinas que terminan congestionando los puntos débiles de nuestra salud, debilitados por nuestras desarmonías.

Recopilación de experiencias

El suicidio sería un caso de dolor con origen interno y externo simultaneamente, donde la causa del dolor es el acto inmundo de quitarse la vida pero su origen es debido a no haber soportado las pruebas de la vida. El dolor producido al desencarnar es prácticamente físico y desgarrador con daños terribles en el periespíritu. Poco a poco la conciencia se va abriendo paso hasta impulsar al espíritu a mirar hacia lo alto, reconocer el error y pedir ayuda. En ese momento es socorrido por hermanos espirituales, el dolor casi físico se va reduciendo con las atenciones de auxilio, pero despierta el dolor moral al comprender el terrible error cometido. El desarrollo de la conciencia hace menos necesario el dolor físico mientras que la reparación de los errores nos aleja del dolor moral asociado a la culpa.
Muchos accidentes trágicos tienen como finalidad el despertar de la conciencia. Existen miles de testimonios de superación y crecimiento personal después de un accidente. También pueden ocurrir para evitar seguir cometiendo errores desperdiciando el don de la vida evitándonos mayores sufrimientos futuros.

Convalecientes de largo recorrido pueden traspasar el velo de la vida y la muerte apenas sin darse cuenta. Su inconsciencia de la vida espiritual les impide ver las diferencias y se despiertan en la otra vida pensando simplemente que han cambiado de hospital manteniendo muchos de los dolores, ahora inexistentes en el cuerpo pero presentes en su mente en base a sus creencias. Conforme despierta su conciencia de la vida espiritual van sanando sus dolores y poco a poco van recuperando sus energías preparándose para futuras reencarnaciones.

El abuso de las Leyes Naturales siempre genera dolor. Muchos son los desencarnados fruto del abuso, alcohol, tabaco, drogas, glotonería, etc., que al entrar en la vida espiritual sufren por la ausencia de sus sustancias deseadas. Los lazos materiales que forjaron les impiden levantarse hacia lo alto y muchos ansían volver a la Tierra para satisfacer sus vicios. En este punto sienten el dolor de haber herido a su periespíritu, su cuerpo espiritual, y conforme son ayudados van viendo una posible salida mediante la elevación de sus pensamientos y sentimientos, despertando la conciencia sanadora que les impulsará hacia el trabajo edificante en el bien.

Las falsas creencias también son motivo de dolor en el plano espiritual. A veces el creyente en falsas ideas siente una terrible decepción cuando el más allá se le descubre de pronto diferente a lo que le habían inculcado. Las obligaciones y leyes superficiales carecen de mérito en el mundo espiritual. Cuando despierta la conciencia a la realidad espiritual comprende todo el tiempo y las oportunidades que ha perdido y un gran dolor moral le inunda al ver que ha desperdiciado todos los favores recibidos.

Egoístas de todo tipo inundan el mundo espiritual. Egoístas aislados los hay porque sufren por no merecer tener trato con nadie. No escuchan a sus deudores porque puede que no hayan hecho mal pero tampoco ningún bien. Egoístas por apego sufren por no poder satisfacer sus deseos materiales. Egoístas por robo sufren al ver pasar a su lado a sus antiguas víctimas recriminándoles su comportamiento. Egoístas por inacción sufren por todo el bien que dejaron de hacer.

Conclusiones

Todo ello nos lleva a reflexionar sobre la inexistencia del llamado castigo divino y la excelsitud de la Ley de Amor por la cual toda la Creación se ordena en base a la Ley de Unión para traernos en cada momento justamente aquello que más necesitamos, en la justa dosis en que lo necesitamos. Es la llamada Providencia Divina actuando para la elevación de todas las conciencias, empezando por las más escondidas víctimas del orgullo y el egoísmo. Nunca sufrimos por tanto más de lo necesario pero nosotros nos encargamos de ir ampliando el límite con nuestros nuevos errores. El orgullo retrasa el despertar de la conciencia prolongando nuestros sufrimientos por miedo al dolor que supone la llegada del sentimiento de culpa. El miedo del orgullo es una debilidad psicológica causada por la inseguridad de uno mismo de verse desposeído de artilugios externos mostrandose al mundo tal como se es realmente.

Nuestros sufrimientos futuros vendrán por aquello que ahora no tengamos conciencia. Reflexionemos sobre nuestros dolores e investiguemos sobre nuestra falta de conciencia. Desarrollemos nuestra conciencia y reparemos nuestros errores para no perpetuarnos en el remordimiento y sobrepongámonos a los sentimientos de culpa sembrando buenas acciones correctivas.

El tiempo de graves caídas ha pasado para muchas conciencias, que despertando todavía, rechazan directamente el mal. Sin embargo todavía nos queda mucho por recorrer. No estamos libres de futuros sufrimientos ligados a la falta de conciencia por no esforzarnos en hacer el bien. Todavía nos queda mucho camino de autotransformación, practicar la Caridad, implicarnos socialmente por los demás, vivir de forma sostenible, ecológica, sin generar sufrimiento al prójimo, grande o pequeño, como dice "El Libro de los Espíritus": "Sed caritativos,... sed indulgentes para... vuestros semejantes,... Sed dulces y benévolos con todo lo que os sea inferior. Proceded igual con los seres más ínfimos de la Creación, y habréis obedecido a la ley de Dios." (4)

José Ignacio Modamio
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

Referencias:
(1) "La Revista Espírita", diciembre 1858.
(2) "La Revista Espírita", abril de 1860.
(3) Marcos 9:43-47
(4) "El Libro de los Espíritus", preg. 888

...más artículos