Todos somos conscientes de la gran obra que se encuentra a nuestra disposición, y que solo la espiritualidad es capaz de haber desarrollado: “La Codificación”. Tenemos aquí un manantial donde todos debemos beber una y otra vez, siempre que tengamos necesidad de saber.
Nos dice el espíritu de Emmanuel en “DERROTERO”, obra psicografiada por Francisco C. Xavier: “Seguramente con el Libro de los Espíritus las conclusiones filosóficas han alterado tu visión del mundo. Ahora admites la inmortalidad del ser”.
Efectivamente, nuestro despertar nos induce a hacerles llegar a aquellos que conviven con nosotros, que se encuentran a nuestro lado, el “descubrimiento”. Porque hemos encontrado explicación para tantas y tantas incógnitas que nuestra mente albergaba, esclareciendo así las sombras de nuestras preguntas sin respuestas. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Para dónde vamos? y ¿Por qué estamos en la Tierra?
Pasar por el “Libro de los Espíritus” sin analizarlo detalladamente sería desaprovechar el conocimiento filosófico que nos es necesario para nuestra formación. Debemos estudiarlo detenidamente para hallar en él una de las bases de nuestro progreso. Y progresando nosotros haremos progresar a nuestros seres queridos con el ejemplo.
Las instituciones espíritas deben convertirse en casas de formación, aplicando cursos, además de las reuniones públicas evangélicas y doctrinarias.
Nos dice el espíritu de Joana de Angelis que los Centros Espíritas son “células cristianas” que esparcidas sobre la Tierra sirven de Hospitales para el alma y donde se imparte conocimiento y saber. Es aquí precisamente donde la mediumnidad debe ser estudiada, analizada y desarrollada.
“El Libro de los médiums”, la base científica del Espiritismo, nos hace comprender los problemas de la mediumnidad, sus consecuencias y sus soluciones. Debemos profundizar sobre esta materia de forma muy especial, pues todos sabemos de las necesidades que nuestros hermanos tienen del auxilio mediúmnico, por encontrarse muchos de ellos con problemas psicológicos que solo a través del tratamiento espiritual les rescatará de patologías psíquicas, que la medicina oficial no lograr reparar.
Recordemos que los existencialistas franceses de los años 30/40 del siglo pasado lo llamaron “la angustia de vivir”.
Una dedicación especial sobre este tema, nos dará una dimensión necesaria de entendimiento para comprender el animismo, la obsesión y la fascinación, circunstancias por las que se pueden caminar al encontrarnos inmersos en el Mundo Espiritual. Debemos cultivar nuestro huerto para alcanzar la cosecha del saber, pero de casi nada nos serviría sino supiésemos aplicarlos cristianamente.
Los Espíritus en diferentes países y con la intervención de diferentes médiums, nos legaron a través de sus instrucciones, que son “las voces del cielo” “El Evangelio según el Espiritismo”, que viene a iluminarnos. Esta obra es para uso de todos; cada uno puede sacar de la misma los medios para imitar la moral de Cristo. Además encontraremos en ella las aplicaciones que nos conciernen más especialmente. Gracias a las comunicaciones establecidas, de una manera permanente entre los hombres y el mundo invisible, la ley evangélica, enseñada por los mismos espíritus, ya no será letra muerta, porque todos la comprenderemos y nos veremos inducidos incesantemente por los consejos de los guías espirituales a ponerlas en práctica.
Se ha reunido en esta maravillosa obra, un código de moral universal sin distinción de culto. Muchos puntos del Evangelio, de la Biblia y de los autores sagrados en general, no son suficientemente claros de entender. En gran parte la razón consiste en la dificultad que presenta la lectura del Evangelio. La forma alegórica y el misticismo intencional del lenguaje, hacen que la mayor parte lo lean por conciencia y por deber, como leen las oraciones, sin comprenderlas, es decir, sin fruto. Los preceptos morales confundidos en la masa de otras narraciones pasan inadvertidos, siendo entonces imposible atender al conjunto y haciendo de él una lectura y una meditación separadas. El Espiritismo arroja luz viva sobre los misterios del pasado.
Estudiando “El cielo y el infierno”, vemos que Kardec reafirma el carácter científico del Espiritismo, como ciencia de observación. La doctrina enfrenta el problema de las penas y recompensas futuras a la luz de la Historia, estableciendo comparaciones entre las idealizaciones del cielo y el infierno en las religiones anteriores y en las religiones cristianas, revelando raíces históricas, antropológicas de esas idealizaciones y denunciando los absurdos dogmas cristianos. La comparación del infierno pagano con el infierno cristiano es uno de los más eficaces trabajos sobre mitología comparada que se conocen. La mitología cristiana se muestra más grosera y cruel que la pagana. Ello sería suficiente para justificar el Renacimiento.
Por tanto vemos que “El cielo y el infierno” tiene mucho que enseñar, no solo a los espíritas, sino también, a las inteligencias que pierden su tiempo combatiendo al Espiritismo, como los griegos y romanos combatieron al Cristianismo. Las penas y recompensas después de la muerte emergen del ámbito oscuro de las supersticiones y del misticismo dogmático hacía la luz del análisis y de la investigación científica. Si los teólogos – que pretenden ser algo más que hombres, como afirmó Descartes – pudiesen tener la humildad suficiente para consultar “El cielo y el infierno”, encontrarían en sus páginas la solución a sus más angustiantes problemas.
Alfred Russel Wallace, explorador, geógrafo, antropólogo y biólogo británico, que comenzó a estudiar el Espiritismo en el verano de 1865, después de revisar la literatura y de repetir los fenómenos que presenció en varias sesiones, y a pesar de que su defensa daño su reputación, dijo: “El Espiritismo es una ciencia experimental que nos ofrece la única base de la verdadera filosofía y de una pura religión. El ha abolido los términos sobrenatural y milagroso, ampliando la esfera de las leyes y del dominio de la Naturaleza y, por tal motivo, descubre y explica lo que hay de real en las supersticiones y en los supuestos milagros de todas las edades”.
Efectivamente, Kardec trata el problema de la Revelación Espírita, en “La Génesis”, señalando que no se trata de algo que tenga características misteriosas, sino de un proceso de investigación. Nadie puede revelar lo que no sabe o lo que no descubrió. Una revelación debe descubrir los secretos de un misterio para que este se convierta en un hecho.
Si la revelación no coincidiera con lo real, no pasaría de una elaboración humana. Si fuera atribuida a Dios, quedaría probado que tal atribución es gratuita. Kardec nos propone la tesis de la revelación continua, permanente, recordando que todas las ciencias se ajustan a un proceso de revelación de los secretos de la Naturaleza. El Espiritismo está inserto en ese proceso y presta una contribución tanto más valiosa, puesto que su objeto no ha sido tratado anteriormente por ninguna otra ciencia. Todas las ciencias conocidas hasta entonces, se aplicaban a las investigaciones materiales.
El problema espiritual había quedado a cargo de las religiones, las que fracasaron totalmente en este sentido, puesto que nada han aportado al conocimiento real. La ciencia espírita vino a suplir esa grave deficiencia cultural, mostrando la posibilidad de la investigación científica del campo espiritual.
El Espiritismo dio origen a las hoy llamadas investigaciones de lo paranormal. La antigua Parapsicología alemana, la Ciencia Psíquica inglesa, la Metapsíquica de Richet en Francia y la parapsicología actual nacieron de las entrañas de la Ciencia Espírita y confirman, en nuestro siglo, su plena validez.
Más a pesar de todo eso, el Espiritismo y particularmente la Ciencia Espírita, fueron considerados ilusorios. Pero transcurrido el tiempo, hoy las ciencias cuentan en sus programas con la investigación de lo paranormal, comprobando objetivamente la existencia real del Espíritu y de toda la grandiosa fenomenología espírita.
Recordemos que la Doctrina Espírita es el resultado de la enseñanza concordante y colectiva de los Espíritus.
Juan Miguel Fernández Muñoz
Presidente de la Asoc. de Estudios Espíritas de Madrid
Presidente de la Asoc. de Estudios Espíritas de Madrid