miércoles, 30 de octubre de 2019

La oración

La oración


Supongo que la mayoría de las personas hemos pasado por momentos de recogimiento en los que reflexionamos sobre algún suceso y parecemos mantener una conversación con nosotros mismos buscando la solución a nuestros problemas o explicaciones a nuestras preguntas. Es muy normal que estas conversaciones sean reales entre desencarnados y encarnados a través de nuestro pensamiento que es la forma habitual de comunicación en el mundo espiritual. Esta comunicación puede establecerse con espíritus de todo tipo dependiendo del nivel de vibración que mantenemos.

La oración es una conversación con Dios. Consiste en elevar nuestro pensamiento hacia nuestro Padre y mantener un momento íntimo con Él. El lugar, momento y situación no tienen por qué ser determinadas, pero cuanto mayor sea nuestro recogimiento y concentración en la comunicación, junto con voluntad de un corazón humilde y puro, más intensa y profunda será nuestra comunicación con Dios. La oración modifica el fluido que nos rodea al igual que una piedra arrojada al agua genera una vibración que se expande, en este caso hasta el límite que le permita el recipiente y su intensidad, en el caso de la oración llega hasta los confines de la creación pudiendo ser recibida por cualquier Espíritu al que vaya destinada.

La oración debe de ser sincera y debe de salir desde lo más profundo de nuestro “corazón”, pues las oraciones realizadas recitando estructuras repetitivas y sin sentimiento no tienen ningún efecto.
En nuestra conversación con Dios podemos abrir nuestro interior y reconocer la grandeza de nuestro Padre admirando todas las maravillas que nos rodean, su creación y sus cualidades, pedir por motivos útiles para nuestro desarrollo tales como fuerza para superar nuestras pruebas, paciencia, aceptación y conocimiento. Pedir por otros Espíritus más atrasados, desfavorecidos y en situaciones más penosas. Y también dar gracias a Dios y a los Espíritus que cuidan de nosotros y velan por nuestro crecimiento espiritual.

La oración eleva nuestro estado de vibración si se realiza correctamente y es la herramienta más útil a nuestro alcance para ayudarnos en nuestras pruebas. Pues Dios siempre nos escucha y nunca deja sin asistencia a aquel que pide ayuda con humildad, respeto y partiendo de una voluntad pura. La consecuencia primera es precisamente establecer conexión con una espiritualidad elevada que va a tratar de ayudarnos a través de la intuición, transmitiendo confianza, fuerza y esclarecimiento que nos permita pasar nuestras pruebas de forma más liviana, pues las pruebas son ineludibles para nuestra mejora y evolución y no podemos evitarlas.

Si pedimos por otros, podemos hacer que reciban la misma ayuda y en situaciones críticas donde los Espíritus están muy encerrados en bucles negativos de pensamientos podemos hacer que, por un momento, tenga cierta lucidez que le permita el camino hacia el arrepentimiento. La oración siempre supone un alivio para cualquier Espíritu que actúa como bálsamo a los padecimientos. Es, pues, un acto de caridad para con nuestros iguales. A través de la oración establecemos una conexión entre el que emite la oración y el que la recibe, siendo ésta de alta vibración, lo que despierta el agradecimiento del que la recibe en el momento que sea consciente del acto de caridad que otro Espíritu ha ejercido sobre él.

La oración conlleva el ejercicio de nuestra voluntad creando los más puros pensamientos de los que un Espíritu es capaz ya que nace de la parte más pura del Espíritu y se dirige a los más altos niveles de vibración. Si se realiza de forma correcta, es la herramienta más potente para cambiar el estado de vibración de un individuo, una sociedad o un planeta, si todos sus integrantes sintonizasen a través de la oración con estas vibraciones más elevadas. Cuantos más Espíritus se encuentran en sintonía a través de una oración profunda y sincera, más fuerza tiene y más grandes los efectos que puede producir.

Dios, Nuestro Padre, está siempre pendiente de nosotros, y nos escucha y ayuda siempre si lo que le pedimos es conveniente para nosotros. Él sabe cuáles son nuestras verdaderas necesidades. Al orar conectamos con la espiritualidad más elevada, siendo ellos quien mejor nos puede ayudar y cuidar. Son nuestros familiares más evolucionados y por tanto quien mejores consejos nos pueden dar. Ellos están siempre dispuestos a ayudarnos y se sienten felices de prestarnos esta ayuda. Si de una medicina estuviésemos hablando, ésta no tiene ninguna contraindicación y sí múltiples beneficios. Además, tan sólo requiere de nuestra voluntad, concentración y recogimiento. La oración también es buena para romper el ritmo de trabajo y automatización de comportamientos que tenemos programados diariamente. Dentro de nuestros hábitos diarios es una práctica saludable para nuestro Espíritu y por tanto para todos los ámbitos de nuestra vida.

Por todos estos motivos invito a todos a orar, a hablar con nuestro Padre, a contarle nuestras preocupaciones, nuestros más íntimos sentimientos y anhelos. ¿A qué Padre no le gusta que su hijo quiera hablar con él?, tanto en los momentos buenos, para agradecer, como en los malos para pedir ayuda. Pues como hemos comentado Él siempre escucha y nos ama, deseando nuestro crecimiento y adelanto. Por voluntad suya, todos somos hijos de un Padre cuya cualidad superior es el Amor hacia toda su creación y su deseo es que todos alcancemos la perfección que potencialmente llevamos dentro.

Diego Garcia Carretero
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

domingo, 27 de octubre de 2019

La comedia "El trato de Argel" de Miguel de Cervantes

La comedia "El trato de Argel" de Miguel de Cervantes





En dicha comedia, que pertenece a sus primeras producciones, es curioso cómo podemos ver un caso claro de obsesión a través de la «hechicería».

El caso es el que sigue: Fátima, sierva de Zahara le promete a su dueña que logrará que Aurelio se enamore de ella cueste lo que cueste.

Aurelio es un esclavo cristiano en poder de Izuf y su esposa Zahara, que como cautivo apresado y vendido en subasta, espera que por él den rescate desde España. Zahara, la señora de la casa, se enamora de él y le hace múltiples declaraciones para que consuman el acto sexual, mas Aurelio basándose en su fe cristiana y la fidelidad a su esposa -la cual también cayó cautiva-, se niega en rotundo.

Cervantes con su sutileza literaria nos plantea la situación casi con el tono de una égloga pastoril. Pues aquí tenemos el viejo tema bíblico del esclavo judío José y la mujer de Putifar que trata de seducirlo. Zahara no quiere lograr por la fuerza, lo que pretende que sea por grado, y constantemente le regala los oídos con ofrecimientos materiales y de posible libertad.

Y he aquí la parte que desde el punto de vista espírita nos interesa:

Fátima, como habíamos dicho, conjura a un demonio para que le ayude a conquistar a Aurelio. Y el demonio le dice que ante tan fuerte voluntad es perder el tiempo, porque le mueven sentimientos nobles, ante los cuales no puede hacer nada. Vemos por tanto el consejo que siempre nos dan los espíritus, de elevar el pensamiento y tener aspiraciones elevadas que nos pongan en un estado vibratorio óptimo que nos haga inmune a las bajas influencias. 

Hacemos un inciso para explicar el tema de los pactos, copiando a continuación la cuestión 549 del Libro de los espíritus. Recomendamos la lectura de las siguientes cuestiones (550-557) para una mejor comprensión del punto de vista espírita.
549. ¿Hay algo de cierto en los pactos con los malos Espíritus?

- No, no existen pactos, sino una índole perversa que simpatiza con los Espíritus malos. Por ejemplo: tú quieres atormentar a tu vecino y no sabes cómo hacerlo. Entonces acudes a Espíritus inferiores que, igual que tú, solo quieren el mal, y estos para ayudarte desean que tú les sirvas en sus malos propósitos. Pero no se deduce de ello que tu vecino no pueda desembarazarse de esos Espíritus mediante una conjura contraria y por imperio de su propia voluntad. El que quiere cometer una mala acción por el mero hecho de desearlo apela a los malos Espíritus para que acudan en su ayuda. Está entonces obligado a servirles, como ellos lo han hecho con él, porque también ellos necesitan de él para el mal que quieren cometer. El pacto consiste solamente en esto.

Aclaración de Kardec: La dependencia en que a veces se encuentra el hombre respecto de los Espíritus inferiores procede de su entrega a los malos pensamientos que ellos le sugieren, y no de estipulación alguna entre ellos y él. El pacto, en el sentido vulgar que se concede a esta palabra, constituye una alegoría que describe a un individuo de mala índole simpatizando con Espíritus malévolos.

A continuación, ese demonio le ofrece no obstante algunas tretas con las que cree poder doblegar su voluntad mediante artimaña y engaño. Para ello entran en escena dos figuras simbólicas: la Ocasión y la Necesidad. Dando lugar a la escena de la obsesión espírita. Dichas figuras le van inspirando frases en la mente, que él razona y repite literalmente como si fueran suyas, encaminadas a agradar a Zahara y yacer con ella. Aquí tenemos portentosamente de una forma intuitiva, la pérfida influencia que sobre nosotros pueden tener los espíritus obsesores si no andamos vigilantes y con disciplina mental suficiente.

Al final estas figuras alegóricas -espíritus obsesores, diríamos los espíritas-, confiadas con su logro acuden a la sala donde está Zahara, y es en ese momento, cuando Aurelio recapacita –ya sin la perniciosa influencia- y se reprende severamente por haber dado lugar a tales pensamientos. Que obviamente piensa que han sido suyos sin ningún tipo de «influencia invisible»(1). 

***

Aquí mostramos completa la escena:
AURELIO: ¿Que no ha de ser posible, pobre Aurelio, el defenderte desta mora infame, que por tantos caminos te persigue? Sí será, sí, si no me niega el cielo el favor que hasta aquí no me ha negado. De mil astucias usa y de mil mañas para traerme a su lascivo intento: ya me regala, ya me vitupera, ya me da de comer en abundancia, ya me mata de hambre y de miseria.
NECESIDAD: Grande es, por cierto, Aurelio, la que tienes.
AURELIO: Grande necesidad, cierto, padezco.
NECESIDAD: Rotos traes los zapatos y vestido.
AURELIO: Zapatos y vestidos tengo rotos.
NECESIDAD: En un pellejo duermes, y en el suelo.
AURELIO: En el suelo me acuesto en un pellejo.
NECESIDAD: Corta traes la camisa, sucia y rota.
AURELIO: Sucia, corta camisa y rota traigo.
OCASIÓN: Pues yo sé, si quisieses, que hallarías ocasión de salir dese trabajo.
AURELIO: Pues yo sé, si quisiese, que podría salir desta miseria a poca costa.
OCASIÓN: Con no más de querer a tu ama Zahara, o con dar muestras sólo de quererla.
AURELIO: Con no más de querer bien a mi ama, o fingir que la quiero, me bastaba. Mas, ¿quién podrá fingir lo que no quiere?
NECESIDAD: Necesidad te fuerza a que lo hagas. AURELIO: Necesidad me fuerza a que lo haga.
OCASIÓN: ¡Oh, cuán rica que es Zahara y cuán hermosa!
AURELIO: ¡Cuán hermosa y cuán rica que es mi ama!

NECESIDAD: Y liberal, que hace mucho al caso, que te dará a montón lo que quisieres.
AURELIO: Y, siendo liberal y enamorada, darame todo cuanto le pidiere.
OCASIÓN: Extraña es la ocasión que se te ofrece. AURELIO: Extraña es la ocasión que se me ofrece, mas no podrá torcer mi hidalga sangre de lo que es justo y a sí misma debe.
OCASIÓN: ¿Quién tiene de saber lo que tú haces? Y un pecado secreto, aunque sea grave, cerca tiene el remedio y la disculpa.
AURELIO: ¿Quién tiene de saber lo que yo hago? Y una secreta culpa no merece la pena que a la pública le es dada.
OCASIÓN: Y más, que la ocasión mil ocasiones te ofrecerá secretas y escondidas.
AURELIO: Y más, que a cada paso se me ofrecen secretas ocasiones infinitas. ¡Cerrar quiero con una! ¡Aurelio, paso, que no es de caballero lo que piensas, sino de mal cristiano, descuidado de lo que a Cristo y a su sangre debe!
NECESIDAD: Misericordia tuvo y tiene Cristo con que perdona siempre las ofensas que por necesidad pura le hacen.
AURELIO: Pero bien sabe Dios que aquí me fuerza pura necesidad, y esto reciba el cielo por disculpa de mi culpa.
OCASIÓN: Agora es tiempo, Aurelio; agora puedes asir a la ocasión por los cabellos. ¡Mira cuán linda, dulce y amorosa la mora hermosa viene a tu mandado!
Sale ZAHARA
ZAHARA: Aurelio, ¿solo estás?
AURELIO: ¡Y acompañado!
ZAHARA: ¿De quién?
AURELIO: De un amoroso pensamiento.
ZAHARA: ¿Quién es la causa? Di.
AURELIO: Si te la digo, podría ser que ya no me llamases riguroso, crüel, desamorado.
NECESIDAD: ¡Obrando va tu fuerza, compañera!
OCASIÓN: ¿Pues no ha de obrar? Escucha en lo que para.
ZAHARA: Si eso ansí fuese, Aurelio, dichosísima sería mi ventura, y tú serías no menos venturoso, dulce Aurelio. Y, porque más de espacio y más a solas me puedas descubrir tu pensamiento, sígueme, Aurelio, agora que se ofrece la ocasión de no estar Yzuf en casa.
AURELIO: Sí siguiré, señora; que ya es tiempo de obedecerte, pues que soy tu esclavo.
NECESIDAD: Por tierra va, Ocasión, el fundamento del bizarro cristiano. ¡Ya se rinde!
OCASIÓN: ¡Tales combates juntas le hemos dado! Entrémonos con Zahara en su aposento, y allí de nuevo, cuando Aurelio entrare, tornaremos a darle tientos nuevos.

Veanse la OCASIÓN y la NECESIDAD, y ZAHARA con ellos, y queda AURELIO solo
AURELIO: Aurelio, ¿dónde vas? ¿Para do mueves el vagaroso paso? ¿Quién te guía? ¿Con tan poco temor de Dios te atreves a contentar tu loca fantasía? Las ocasiones fáciles y leves que el lascivo regalo al alma envía tienen de persuadirte y derribarte y al vano y torpe amor blando entregarte. ¿Es éste el levantado pensamiento y el propósito firme que tenías de no ofender a Dios, aunque en tormento acabases tus cortos, tristes días? ¿Tan presto has ofrecido y dado al viento las justas, amorosas fantasías, y ocupas la memoria de otras vanas, inhonestas, infames y livianas? ¡Vaya lejos de mí el intento vano! ¡Afuera, pensamiento malnacido! ¡Que el lazo enredador de amor insano, de otro más limpio amor será rompido! ¡Cristiano soy, y [he] de vivir cristiano; y, aunque a términos tristes conducido, dádivas o promesa, astucia o arte, no harán que un punto de mi Dios me apar[te]!

***

Recordamos a continuación lo que Kardec nos comenta sobre la obsesión, en el Libro de los médiums, cap. XXIII, ítem 237:
En el número de los escollos que presenta la práctica del Espiritismo, es menester poner en primera línea la «obsesión», es decir, el imperio que algunos Espíritus saben tomar sobre ciertas personas. Esta nunca tiene lugar sino por los Espíritus inferiores que procuran dominar; los Espíritus buenos no hacen experimentar ninguna contrariedad; aconsejan, combaten las influencias de los malos, y si no se les escucha se retiran. Los malos, por el contrario, se unen a aquellos sobre los cuales pueden hacer presa; si llegan a tomar imperio sobre alguno, se identifican con su propio Espíritu y le conducen como a un verdadero niño. La obsesión presenta caracteres diversos que es muy necesario distinguir, y que resultan del grado de opresión y de la naturaleza de los efectos que produce. La palabra obsesión es de algún modo un término genérico por el cual se designa esta especie de fenómeno cuyas principales variedades son: la «obsesión simple», la «fascinación» y la «subyugación».

***

Hasta aquí, este curioso ejemplo. Porque el espiritismo como ciencia espiritual que es, explica las leyes que rigen el mundo de los espíritus; el cual se manifiesta de un modo natural en miles de procesos de los que no somos conscientes. Nos valga este ejemplo, como una combinación de una intuición literaria, sobre una cuestión que el espiritismo trata a fondo. E instamos a la lectura de los ítems recomendados.

La peculiaridad del caso radica, en lo aparentemente alejado que pueda estar un escritor como Cervantes -y su época- de toda la teoría espiritista. Pero ya hemos dicho que las intuiciones acerca del mundo espiritual, se hayan esparcidas en muchas partes y de muy diversos modos. Y como leyes naturales que son, han existido desde siempre.

Nuestra intención en este tipo de artículos no es otra que despertar la curiosidad, normalizar el fenómeno y mostrar que en todas las épocas han sido tenidos en cuenta. Y a falta de una  mayor claridad de conceptos, vemos como la idea no era tan ajena, ni extraña. Aceptándose con naturalidad la probabilidad de dichos fenómenos, si bien no sabiendo cómo matizarlos desde ese inconsciente colectivo a una fenomenología más clara y patente.

Por tanto nos toca a nosotros, conocedores y estudiosos de las mismas, exponerlas ahí donde las hallamos, separando la verdad de la quimera. Dando a conocer la realidad de dicha influencia del plano espiritual sobre el muestro más material.

Jesús Gutiérrez Lucas

(1) Para más información sobre la influencia de los espíritus en nuestros pensamientos y acciones, véase las cuestiones 459 y ss. del Libro de los espíritus.

miércoles, 23 de octubre de 2019

Los ángeles guardianes

Los ángeles guardianes



Comenzaremos este artículo explicando quiénes son los ángeles en general, para centrarnos, a medida que avanzamos, en los ángeles guardianes.

La palabra Ángel aparece en casi todas las religiones, teniendo mayor protagonismo en las tres más extendidas, es decir, la Judía, la Católica y el Islam. Su significado etimológico es “mensajero” y su “misión” ha sido la de velar por todos y cada uno de nosotros, o eso se creía hasta ahora.
Para el espiritismo, la palabra Ángel es un sinónimo de Espíritu Puro, que conlleva la idea de perfección moral. Son, por lo tanto, las almas de los hombres que alcanzaron el máximo grado de perfección.

La doctrina espírita nos explica que los espíritus son creados sencillos e ignorantes, esto es, sin conocimiento del bien y del mal, pero aptos para adquirir todo lo que les falta, lográndolo a través del trabajo. La meta, que es la perfección, es la misma para todos, llegando a ella más o menos pronto en virtud de su libre albedrío y en razón a sus esfuerzos. Todos tienen grados que recorrer y el mismo trabajo que realizar.

Según los buenos espíritus, la opinión de creer que fueron creados espíritus puros se basa en que mucho antes de que existiese nuestro mundo ya había espíritus ocupando el grado más alto en la escala, por lo que los hombres pudieron creer que siempre habían estado en la misma altura.
Todos los que hemos oído hablar de ellos en mayor o menor medida, nos imaginamos un gran ser alado, bellísimo, rodeado de una hermosa luz blanca… en definitiva, una criatura de gran pureza.  Si partimos de la base de que es un espíritu corregiremos el error de pensar que se trata de un ser enorme de grandes alas blancas… arpa ¡ni pensar en ello!

Pero, ¿qué es un ángel guardián? Según la doctrina espírita se trata de un espíritu protector de orden elevado (no puro), un guía. No son criaturas perfectas, están también aprendiendo y evolucionando. Necesitan de esa experiencia para comprender el significado de la inter-ligación entre los dos planos de la vida.

Su elevación va a depender de su cometido. El nivel de inferioridad que aún tenemos, no requiere de un espíritu muy elevado para poder orientarnos y su misión es similar a la de un padre con respecto a sus hijos, llevar a su protegido por el buen camino, ayudarle con sus consejos, consolarle y sostenerle en las pruebas de la vida. Para algunos guías, esta tarea es un placer, para otros una misión o un deber.

Por norma general, orientan a personas afines o con las que tienen algún tipo de relación, incluso un padre o una madre podrían llegar a ser el espíritu protector de su hijo, pero la protección supone cierto grado de elevación. Un padre o madre que protege a su hijo puede estar a su vez asistido por un espíritu más elevado.

Los casos en los que el ángel de la guarda no sabe quién es su protegido, son un poco más complicados para ellos, porque no conocen bien a la persona a la que van a ayudar, sus defectos o flaquezas, ni sus virtudes… aunque saben que todo buen espíritu debe cultivar el amor fraterno hacia su semejante, no importando quien sea.

Lo que sí es seguro es que todos tenemos un amigo espiritual que vela por nosotros y aunque a veces no somos conscientes, en el fondo, oímos voces que nos alertan del mal que estamos practicando o recibimos la enhorabuena por el bien que hacemos…

El ángel guardián nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte y, a menudo después de esta, nos sigue en el mundo espiritual e incluso está con nosotros en muchas existencias corporales, porque son fases muy breves comparadas con la vida inmortal. En otras ocasiones, se desligan en el momento de la muerte, aunque nos reencontremos durante el periodo en que estamos en la vida espiritual. Reflexionando acerca de esto nos surge una pregunta: ¿Podría, en algún momento, abandonar a su protegido durante su vida? Podría. A veces sucede porque tienen que cumplir otra misión, se verifica un cambio y otro espíritu guía ocupa su lugar.

Su ayuda es constante, pero debemos saber que los ángeles no operan hechos prodigiosos más allá de lo común, ni invierten el orden natural de las cosas. Cada encarnado tiene su momento de deliberación individual para seguir este o aquel camino, para caminar por lo acertado o lo errado, para lanzarse al bien o al mal.

Durante el sueño, en nuestro desprendimiento, mantenemos largas conversaciones con ellos (siempre que los queramos escuchar). Nos influencian en el día a día, a nosotros, a nuestros familiares, amigos… nos aconsejan a cada paso, siempre recomiendan y jamás se imponen.

Cuando los espíritus inferiores intentan influenciarnos, nuestros ángeles de la guarda trabajan con mucha dedicación y vigor, pero deben aguardar la decisión final de sus protegidos, pues esta proviene siempre del libre albedrío en el cual ellos no pueden intervenir, ni limitar y en el caso en que decidamos no escucharlos, se alejan cuando ven que son inútiles sus consejos porque impera más sobre nosotros el deseo de sufrir la influencia de esos espíritus menos elevados, aunque jamás nos abandonan del todo y vuelven a penas les llamamos.

A veces, los ángeles guardianes sufren y se angustian con las actitudes irreverentes de sus protegidos, se preocupan, incluso lloran cuando nos ven “equivocarnos”. Aun así, nada tiene que ver con las angustias que conocemos nosotros, porque saben que el mal tiene remedio y que lo que no hacemos hoy lo haremos mañana. Son felices cuando sus esfuerzos dan fruto, como un buen profesor siente felicidad con los progresos de sus alumnos, y no son responsables si no consiguen llevarnos por el buen camino, ya que ellos han hecho todo lo que estaba en sus manos.

Se tiene la creencia de que los niños tienen una protección especial por su estado de infancia. Este trabajo de protección se asocia a su guía espiritual o ángel de la guarda. Es cierto que hasta que no alcanzan la edad de los 16 años, cuando el libre albedrío se hace más pleno, los jóvenes son protegidos, por norma general, su ángel de la guarda inspirará a padres, familiares, amigos…para ayudar en el desarrollo saludable del niño.

Pero esta protección es relativa. Por un lado, están los demás espíritus que acompañan a la familia, entorno social… cada uno posee su ángel de la guarda y sus espíritus amigos que pueden ser buenos o malos, y su libre albedrío para escuchar a unos u a otros, aunque no por esto, los ángeles guardianes dejan de trabajar incesantemente en nuestra ayuda.

Por otro, esta protección es relativa al mérito del niño. Y es que no hay que olvidar que el niño es, antes que nada, un espíritu reencarnado, un alma que vuelve a comenzar una nueva existencia en la Tierra. Es, en realidad, un espíritu con una larga historia y una gran cantidad de experiencias, muchas de ellas, comprometedoras.

Es una gran suerte saber que contamos con unos amigos tan sinceros y que nos ayudarán en cada paso que demos, que no nos juzgan y que siempre podemos contar con ellos. Sigamos aprendiendo y evolucionando, ellos son un gran ejemplo. Hablémosles, pensemos en ellos, tengámoslos presentes en cada momento de nuestras vidas, es lo mínimo que podemos hacer, aunque sólo sea por agradecimiento, nuestros ángeles siempre estarán dando señales de su presencia.

Yolanda Durán Ruano
Centro Espírita Entre el Cielo y la Tierra.

domingo, 20 de octubre de 2019

El libre albedrío

El libre albedrío



¿Qué significan las palabras "libre albedrío"? libre, de libertad, es la condición necesaria al alma humana que, sin ella, no podría construir su destino. Albedrío viene de “arbitrium” que significa “potestad de obrar por resolución y elección “. El libre albedrío es el concepto que defiende que el ser humano tiene libertad para tomar sus propias decisiones y que los efectos de esas decisiones determinan el futuro.

En "El libro de los Espíritus" en la pregunta 843 se dice: El hombre, ¿tiene el libre albedrío de sus actos? Nos dicen... “Dado que tiene la libertad de pensar, tiene la de obrar. Sin libre albedrío, el hombre sería una máquina. En la siguiente pregunta: El hombre, ¿goza de libre albedrío desde el nacimiento? Contestan: “Tiene la libertad de obrar tan pronto como tiene voluntad de hacer. En las primeras etapas de la vida, la libertad es casi nula. Se desarrolla y cambia de objeto junto con las facultades. Dado que el niño tiene pensamientos acordes con las necesidades propias de su edad, aplica su libre albedrío a las cosas que necesita”.

Para que no nos quede dudas nos lo explica muy bien en el resumen de la 872: La cuestión del libre albedrío puede resumirse así: el hombre no es fatalmente conducido al mal; los actos que realiza no están escritos de antemano; los crímenes que comete no son el resultado de una sentencia del destino. El hombre puede, como prueba o expiación, elegir una existencia en la que sufrirá las incitaciones del crimen, ya sea por el medio en que encuentre, o por las circunstancias que sobrevengan. No obstante, siempre es libre de obrar o no obrar. Así pues, el libre albedrío existe, en el estado del espíritu, en la elección de la existencia y de las pruebas; y en el estado corporal, en la facultad de ceder o resistir a las incitaciones a que nos hemos sometido voluntariamente. Compete a la educación combatir esas malas tendencias. Y lo hará con provecho cuando se base en el estudio profundo de la naturaleza moral del hombre. Mediante el conocimiento de las leyes que rigen a esa naturaleza moral se llegara a modificarla, así como se modifica la inteligencia mediante la instrucción.

El espíritu, desprendido de la materia y en el estado errante, elije sus futuras existencias corporales según el grado de perfección que ha alcanzado, y en eso sobretodo consiste su libre albedrío. Esa libertad no queda anulada por la encarnación. Si el espíritu cede a la influencia de la materia es porque sucumbe ante las pruebas que él mismo eligió, y para que lo ayuden a superarlas puede invocar la asistencia de Dios y de los Espíritus buenos.

Sin el libre albedrío el hombre no tiene culpa por el mal, ni mérito por el bien. Esto es a tal punto admitido, que en el mundo siempre se censura o se elogia la intención, es decir, la voluntad. Ahora bien, quien dice voluntad, dice libertad. Por consiguiente, el hombre no puede valerse de su organización como excusa para justificar sus malas acciones, sin abdicar de su razón y de su condición de ser humano, para equipararse a los animales. Si es así para el mal, lo mismo será para el bien. No obstante, cuando el hombre hace el bien pone mucho cuidado en que se le reconozca el mérito a él mismo, y se abstiene de atribuírselo a sus órganos, lo cual prueba que instintivamente no renuncia, a pesar de lo que opinan algunos sistemáticos, al más bello privilegio de su especie: la libertad de pensar.

La fatalidad, tal como se la entiende vulgarmente, supone la decisión previa e irrevocable de todos los acontecimientos de la vida, cualquiera que sea su importancia. Si ese fuera el orden de las cosas, el hombre sería una maquina sin voluntad. Dado que se hallaría invariablemente dominado en todos sus actos por el poder del destino, ¿para qué le serviría la inteligencia? Tal doctrina, en caso de ser cierta, implicaría la destrucción de toda libertad moral. Ya no habría responsabilidad para el hombre y, por consiguiente, dejaría de existir el bien y el mal, los crímenes y las virtudes. Dios, soberanamente justo, no podría castigar a su criatura por faltas cuya realización no dependería de ella, así como tampoco podría recompensarla por virtudes cuyo mérito no tendría. Semejante ley sería, además, la negación de la ley del progreso, pues el hombre que esperase todo de la suerte no intentaría nada para mejorar su posición, puesto que esta no sería ni mejor, ni peor.
La fatalidad no es, con todo, una palabra vana. Existe en la posición que el hombre ocupa en la Tierra y en las funciones que desempeña en ella, como consecuencia del tipo de existencia que su espíritu eligió, ya sea una prueba, una expiación o una misión. El hombre sufre fatalmente todas las vicisitudes de esa existencia y todas las tendencias, buenas o malas, que le son inherentes; pero la fatalidad se detiene allí, porque depende de su voluntad que ceda o no a esas tendencias. El detalle de los acontecimientos está subordinado a las circunstancias que el propio hombre provoca con sus actos, y en los cuales pueden influir los espíritus mediante los pensamientos que le sugieren.

La fatalidad está, pues, en los acontecimientos que se presentan, dado que ellos son la consecuencia de la elección de la existencia que ha hecho el espíritu. Tal vez no esté en el resultado de esos acontecimientos, pues del hombre depende modificar el curso de los mismos con su prudencia. Nunca hay fatalidad en los actos de la vida moral. En cambio, el hombre en la muerte sí se halla sometido de manera absoluta a la inexorable ley de la fatalidad, pues no puede liberarse de la sentencia que fija el término de su existencia, ni del tipo de muerte que debe interrumpir su curso. Según la doctrina vulgar, el hombre extrae de sí mismo todos sus instintos. Estos proceden de su organización física, de la cual él no es responsable; o de su propia naturaleza, en la que encuentra una excusa ante sus propios ojos diciendo que no es culpa suya ser como es. La doctrina espírita es, evidentemente, más moral. Admite en el hombre el libre albedrío en toda su plenitud. Al decirle que si hace el mal cede a una mala sugestión extraña, le deja la responsabilidad completa, puesto que reconoce en él, el poder de resistir, lo cual es evidentemente más fácil que si tuviera que luchar contra su propia naturaleza. Así según la doctrina espírita, no hay incitación irresistible: el hombre puede siempre cerrar los oídos a la voz oculta que le incita al mal en su fuero interior, así como puede cerrarlos a la voz material de quien habla. Puede hacerlo mediante su voluntad, pidiéndole a Dios la fuerza necesaria y reclamando con ese fin la asistencia de los espíritus buenos. Eso es lo que enseña Jesús en la sublime plegaria de la oración dominical, cuando nos hace decir: “No nos dejes caer en la tentación, más líbranos del mal “. No sólo es sublime en cuanto a su moralidad, sino que (agregamos) eleva al hombre ante sí mismo. Lo muestra libre de sacudirse un yugo obseso, así como es libre de cerrar su casa a los inoportunos. Ya no es una máquina que funciona mediante un impulso independiente de su voluntad, sino un ser de razón, que escucha, juzga y elige libremente entre dos consejos. Añadamos que, a pesar de esto, el hombre no se halla privado de su iniciativa; no deja de obrar por su propio impulso, puesto que en definitiva no es más que un espíritu encarnado que conserva, bajo la envoltura corporal, las cualidades y los defectos que tenía como espíritu. Por consiguiente, la causa principal de las faltas que cometemos está en nuestro propio espíritu, que todavía no alcanzó la superioridad moral que tendrá algún día, aunque no por eso carece de libre albedrío.

La vida corporal le fue otorgada para que purgue sus imperfecciones mediante las pruebas que sufre en ella, y son precisamente esas imperfecciones las que lo tornan más débil y más accesible a las sugestiones de los otros Espíritus imperfectos, que se aprovechan de ellas para tratar de hacerlo sucumbir en la lucha que ha emprendido. Si sale victorioso de esa lucha, se eleva. Si fracasa, sigue siendo lo que era, ni mejor ni peor. Se trata de una prueba que deberá recomenzar, y eso puede durar mucho tiempo. Cuánto más se purifica, tanto más disminuyen sus puntos débiles y menos motivos da a los que lo incitan al mal. Su fuerza moral crece a causa de su elevación, y los Espíritus malos se alejan de él.

Todos los Espíritus, más o menos buenos, cuando están encarnados, constituyen la especie humana. Y como la Tierra es uno de los mundos menos adelantados, en ella se encuentran más Espíritus malos que buenos, por eso vemos aquí tanta perversidad. Nos aconsejan que nos esforcemos, pues, para no tener que volver a este mundo después de la actual estadía, y para que merezcamos ir a descansar en un mundo mejor, en uno de esos mundos privilegiados en los que el bien reina con exclusividad y donde sólo recordaremos nuestro paso por la Tierra como un periodo de exilio.

Resumiendo, un poco lo aquí escrito: Libre albedrío  se entiende la capacidad de optar entre distintas alternativas que se nos ofrecen o crear otras nuevas. Nadie, ni ninguna ley de la naturaleza pueden torcer en principio nuestra voluntad. Nos consideramos capacitados para tomar decisiones. Por ello, va estrechamente vinculado al concepto de responsabilidad (moral, civil, penal etc.). El individuo que actúa según su libre albedrío es también responsable de sus acciones, tanto si cuentan como aciertos o como sus errores.

Por otro lado, según el determinismo, toda conducta o elección humana tiene su raíz en una causa, de modo que nuestras decisiones estarían determinadas indefinidamente por todas las causas que la preexisten, lo cual significa que no hay elección posible y que el libre albedrio en realidad no existe.
Podemos ayudar a otras personas a encontrar el camino hacia lo bueno, pero no le podemos quitar la decisión, ni se le puede obligar a hacer el bien. Cada uno ha de encontrar su propio camino, cada uno de nosotros tenemos que ser los forjadores de nuestra propia “suerte” por decirlo de alguna manera, “lo que siembras recogerás”.

Cualquiera puede cometer un error, sin embargo, tiene que acarrear con las consecuencias, conforme con la ley natural de causa y efecto, según la cual, somos regidos, todos los seres humanos.
El otro día hablando sobre este tema, con una persona del centro espírita, decía que, por sus circunstancias, entre otras familiares, no podía hacer lo que él quisiera, que no tenía libre albedrío. Yo, por el contrario, le conté, mi caso, y a pesar de que, en esta, mi vida, (aparentemente tenía todo lo que una persona puede desear) buena posición social, dinero, bienes, buena vida en general etc. Un buen día, después de muchos meses de darle vueltas y analizando lo que era mi vida y seguramente mi futuro, teóricamente más bueno, llegué a la conclusión de que con este tipo de vida que llevaba, no era feliz, que de alguna manera, vivía la vida que otros querían que viviera, decidí cambiar completamente de vida, cuando digo completamente es porque la vida que vivo ahora es radicalmente opuesta a la de antes, no quiero alargarme contando mi caso, pero esto viene a colación de lo que estábamos hablando con esa persona, de que por sus circunstancias, no tenía libre albedrío y yo le digo que siempre lo tenemos, otra cosa es que por comodidad, por miedo etc., no queramos tomar ciertas decisiones, en nuestra vida…pero de tener, lo tenemos y se mire como se mire, somos creados para que seamos nosotros los que decidamos sobre nuestros actos, esto como hemos dicho, es tener libre albedrío.
Lorenzo
Centro Espírita “Entre el Cielo y la Tierra “

miércoles, 16 de octubre de 2019

Los milagros bajo la óptica espírita

Los milagros bajo la óptica espírita



Si buscamos en el diccionario el significado de la palabra milagro nos encontraremos que lo define como hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino.

Sin embargo, no es la definición original de este vocablo. La palabra milagro, antiguamente miraglo, encuentra su origen en el latín miraculum, palabra derivada del verbo mirari, que significa «admirarse» o «contemplar con admiración, con asombro o con estupefacción». Los latinos llamaban miraculum a aquellas cosas prodigiosas que escapaban a su entendimiento, como los eclipses, las estaciones del año y las tempestades.

Es así como, desde el punto de vista etimológico, la palabra milagro no indica relación necesariamente con una cierta intervención divina, sino que se liga al asombro ante lo inefable, tal como lo plantearan los latinos. A raíz de esto, milagro también puede referirse a un "Suceso o cosa rara, extraordinaria y maravillosa", sin implicar fuerzas divinas.

Esta es la definición que originalmente se le daba a esta palabra, siendo efectivamente su significación más usual y utilizada, aplicándose también a las cosas vulgares que nos sorprenden y cuya razón nos resulta desconocida. Pero con el tiempo se ha ido modificando y se le ha dado un significado diferente, que nada tiene que ver con el original, desviándolo así de su sentido inicial.

Por ejemplo, para los cristianos, los milagros son eventos que exceden lo natural y que suponen una manifestación del amor que siente Dios por las personas. Los católicos definen el hecho milagroso como aquel que, justamente, no tiene explicación científica. Si se asegura que un milagro ha sido realizado por una persona fallecida, el Vaticano puede proceder a beatificarla y canonizarla.

Una de las características de los milagros es que son propiamente dicho, inexplicables y, por tanto, se realizan con exclusión de las leyes naturales, siendo otra característica del mismo el hecho de que sea insólito, aislado, excepcional.

A los ojos de los ignorantes, la ciencia hace miagros todos los días, he aquí por qué aquellos que en otros tiempos sabían más que el vulgo eran considerados hechiceros, y como se creía que toda la ciencia venía del diablo, eren quemados, o ejecutados.

De esto tenemos muchos registros de personajes importantes para la humanidad que con sus estudios o descubrimientos fueron considerados locos, herejes o diablos, por lo que fueron encarcelados, torturados o ejecutados.

Si un hombre muerto es vuelto a la vida por intervención divina, sucedería un auténtico milagro, ya que sería contrario a las leyes de la Naturaleza, pero si ese hombre tan solo tuviera la apariencia de la muerte, y todavía tuviera restos de vitalidad latente, y la ciencia o una acción magnética consigue reanimarlo, para ciertas personas más esclarecidas sería considerado como un simple fenómeno natural, sin embargo para aquellos más ignorantes, sería un suceso milagroso, pudiendo ser el autor perseguido o venerado, según el carácter de los individuos.  Si un físico lanzase en medio de un descampado bajo una tormenta un barrilete con punta metálica e hiciera que cayese un rayo sobre un árbol, seguramente este personaje sería considerado como equipado de un poder diabólico. Sin embargo, llevado a cabo por Franklin este suceso demostró que las nubes están cargadas de electricidad y que los rayos son descargas eléctricas. Creando después de este experimento el pararrayos, que tantas vidas ha salvado.

A lo largo de los siglos hemos podido comprobar que la ignorancia ha hecho que los milagros sean muy fecundos, ya que todo aquello que se desconocía su causa, era considerado sobrenatural. Pero a medida que la ciencia ha ido revelando nuevas leyes, el círculo de lo maravilloso ha ido reduciéndose. De esta forma se han ido despejando los velos que cubrían ciertos misterios, obligando a rectificar los prejuicios que las religiones han ido formando sobre todo lo que en un tiempo rechazaron, la Tierra no es el centro del universo, gira alrededor del Sol y otros muchos ejemplos. Aun así, la ciencia no ha explorado todo el campo de la naturaleza, por lo que una gran parte de él quedó reservada para lo maravilloso.

Entonces, ¿qué podemos decir sobre los sucesos espíritas? Las apariciones, levantamientos de mesas, materializaciones, psicografía, la escritura directa, y un largo etc. ¿Podrían ser considerados milagros? O por el contrario, ¿tienen una explicación mucho más lógica y racional?
Las apariciones, curaciones que la Iglesia Católica ha pregonado como milagros ¿lo son realmente?
Y sobre los milagros que Jesús ejecutó durante su paso por la Tierra. ¿Qué opinión nos hemos forjado de ellos?

El Espiritismo ha venido a hacer lo que ya hicieron cada ciencia en su advenimiento: revelar nuevas leyes y explicar, en consecuencia, los fenómenos que competen a estas leyes. Nos da la clave de una multitud de cosas inexplicadas e inexplicables por cualquier otro medio, y que en tiempos remotos fueron considerados prodigios.

Encontramos en el libro "La Génesis" esta explicación en el capítulo XIII ítem 9: Los fenómenos espíritas consisten en los diferentes modos de manifestación del alma o espíritu, ya sea durante la encarnación o en el estado de erraticidad. Mediante esas manifestaciones, el alma revela su existencia, su supervivencia y su individualidad. Se la juzga por sus efectos; al ser natural la causa, el efecto también lo es. Esos efectos son los que constituyen el objeto especial de las investigaciones y estudios del espiritismo, a fin de que se llegue a un conocimiento tan completo como sea posible de la naturaleza y los atributos del alma, como también de las leyes que rigen el principio espiritual.

El espíritu no es más que el alma que sobrevive al cuerpo, es el ser principal ya que no muere, mientras que el cuerpo es un accesorio perecedero. Eso quiere decir que su existencia es tan natural después de su muerte como durante la encarnación. Estando sometido a las leyes que rigen el principio espiritual, de la misma forma que el cuerpo está sometido a las leyes que rigen el principio material. Puesto que ambos principios tienen afinidad, reaccionando sin cesar uno sobre el otro, se puede decir que la espiritualidad y la materialidad son dos aspectos de un mismo todo, siendo tan natural una como la otra.
Durante la encarnación el espíritu actúa sobre la materia por medio de su cuerpo fluídico o periespíritu y lo mismo sucede cuando no está encarnado. Como Espíritu hace lo que hacía como hombre, dentro de sus capacidades, pero como no puede servirse del cuerpo carnal como instrumento, se vale, cuando le es necesario, de los órganos materiales de un encarnado, que es lo que se denomina médium. Actúa entonces como una persona, que no pudiendo escribir por sí misma, recurre a un secretario, o alguien que no conoce un idioma necesita de un intérprete. El secretario o interprete serían los médiums del encarnado, del mismo modo que el médium es el secretario o interprete del Espíritu.

Como están en la naturaleza, los fenómenos espíritas se han producido en todos los tiempos. Sin embargo, precisamente porque su estudio no podía realizarse con los medios materiales de que dispone la ciencia vulgar, han permanecido durante mucho más tiempo que otros en el dominio de lo sobrenatural, de donde ahora el espiritismo los saca.

"El Libro de los médiums" capítulo II de la primera parte: "Probad entonces que la existencia de los Espíritus y sus manifestaciones son contrarias a las leyes de la naturaleza; que esto no es y no puede ser una de estas leyes. Seguid la Doctrina Espirita y ved si se eslabona con todos los caracteres de una admirable ley que resuelve todo lo que las leyes filosóficas no han podido resolver hasta este día. El pensamiento es uno de los atributos del Espíritu, la posibilidad de obrar sobre la materia, de hacer impresión sobre nuestros sentidos y por consecuencia de transmitir su pensamiento, resulta, si podemos expresarnos así, de su constitución fisiológica, luego no hay en este hecho nada de sobrenatural, nada de maravilloso. Que un hombre muerto y bien muerto, resucite corporalmente, que sus miembros dispersos se reúnan para volver a formar su cuerpo, he aquí lo maravilloso, lo sobrenatural, lo fantástico, eso sería una verdadera derogación que Dios no puede cumplir sino por un milagro, pero no hay nada de esto en la Doctrina Espírita."

El capítulo IV del "El libro de los médiums" segunda parte nos aclara:
"13. Si nosotros hemos comprendido bien lo que habéis dicho, el principio vital reside en el fluido universal, el Espíritu toma en ese fluido la envoltura semimaterial que constituye su periespíritu, y por medio de este fluido obra sobre la materia inerte.

Sí esto es, que él anima la materia de una especie de vida ficticia, la materia se anima de la vida animal. La mesa que se mueve bajo vuestras manos vive, como el animal; obedece por si misma al ser inteligente. No es éste el que la empuja como el hombre hace con un fardo, cuando la mesa se levanta, no es que el Espíritu la levante a fuerza de brazos es la mesa animada que obedece a la impulsión dada por el Espíritu.

14. ¿Cuál es el papel del médium en este fenómeno?
Lo he dicho: el fluido propio del médium se combina con el fluido universal acumulado por el Espíritu, es menester la unión de estos dos fluidos, esto es, del fluido animalizado con el fluido universal, para dar vida a la mesa. Pero observad bien que esta vida es sólo momentánea, se extingue con la acción, y muchas veces antes del fin de la acción, tan pronto como la cantidad del fluido no es suficiente para animarla."

A su vez el capítulo II de la primera parte del mismo libro sigue diciendo al respecto:
Resumimos nuestra posición en las siguientes proposiciones:

1.- Todos los fenómenos espíritas tienen como principio la existencia del alma, su supervivencia al cuerpo y sus manifestaciones.

2.- Con base en una ley de la naturaleza, esos fenómenos nada tienen de maravilloso ni sobrenatural, en el sentido vulgar que se atribuye a esas palabras.

3.- Muchos de los hechos se consideran sobrenaturales porque no se conoce su causa. Al atribuirles una causa, el espiritismo los restituye al dominio de los fenómenos naturales.

4.- Entre los hechos calificados de sobrenaturales, hay muchos cuya imposibilidad el espiritismo demuestra, y los incluye en la categoría de las creencias supersticiosas.

5.- Aunque el espiritismo reconoce un fondo de verdad en muchas de las creencias populares, no avala en modo alguno las historias fantásticas creadas por la imaginación.
6.- Juzgar al espiritismo por los hechos que no admite es dar prueba de ignorancia y quitar toda validez a la opinión del que critica.

7.- La explicación de los hechos que el espiritismo admite, así como la de sus causas y sus consecuencias morales, constituyen toda una ciencia y una filosofía, que requieren un estudio serio, perseverante y profundo.

8.- El espiritismo solo puede considerar como crítico serio a aquel que haya visto, estudiado y profundizado todos los fenómenos, con la paciencia y la perseverancia de un observador concienzudo, aquel que tenga tanto conocimiento del tema como el más ilustrado de los adeptos, a aquel que por consiguiente, haya absorbido sus conocimientos al margen de las novelas científicas, aquel a quien no se pueda oponer ningún hecho que le resulte desconocido, ni argumento alguno sobre el cual no haya reflexionado, a aquel que, en definitiva, pueda indicar, para los hechos comprobados, una causa más lógica que la citada por el espiritismo. Ese crítico todavía no apareció.
El conocimiento del principio espiritual, de la acción de los fluidos sobre la materia, del mundo invisible en medio del cual vivimos, de las facultades del alma, de la existencia y propiedades del periespíritu, ha dado la clave de los fenómenos de orden psíquico y probado que, no son derogaciones de las leyes de la naturaleza, sino que, por el contrario, son aplicaciones frecuentes de las mismas. Reconociendo la unión entre los dos mundos, el espiritual y carnal, la influencia de uno sobre el otro debería ayudarnos a entender que todos los efectos de magnetismo, de sonambulismo, de éxtasis, de doble vista, de hipnotismo, de catalepsia, de anestesia, de transmisión del pensamiento, de presciencia, de curaciones instantáneas, de posesiones, apariciones y transfiguraciones, movimiento de objetos, etc., que constituyen la casi totalidad de los milagros del Evangelio, pertenecen a lo que podremos denominar como fenómenos espíritas.

Qué podemos decir de todo lo que hizo Jesús durante su encarnación en la Tierra, ¿fueron milagros? Así han sido calificadas todas sus curaciones y demás sucesos llevados a cabo por él.

Los fenómenos relatados en el Evangelio, que hasta hoy han sido considerados como milagros, pertenecen en su mayoría al orden de los fenómenos psíquicos, es decir, aquellos que tienen como causa primera las facultades y los atributos del alma. Ciertamente se puede dudar de que estos hechos sucedieran realmente, sin embargo, hoy podemos ver como las curaciones y otros sucesos similares se pueden llevar a cabo también.

Como hemos dicho los fenómenos psíquicos se basan en las propiedades del fluido espiritual. Sin entrar en juzgamientos acerca de Jesús, no podemos dejar de reconocer que es uno de los espíritus más elevados que han pasado por la Tierra, estando así muy por encima de los hombres. Viendo la repercusión que su paso por nuestro planeta ha tenido durante todos estos siglos, podemos sin duda decir que Jesús ha sido más que un profeta, ya que Él ha sido un Mesías divino.

En "La Génesis" en el capítulo XV ítem 2 nos dice así: "Como hombre tenía el organismo de los seres carnales, pero como Espíritu puro, desprendido de la materia, vivía más la vida espiritual que la vida corporal, cuyas debilidades no padecía. La superioridad de Jesús con relación a los hombres no era el resultado de las cualidades particulares de su cuerpo, sino de las de su Espíritu, que dominaba a la materia de un modo absoluto, y de la cualidad de su periespíritu, extraído de la parte más quintaesenciada de los fluidos terrestres."

Con esto podemos decir que la calidad de sus fluidos y su elevación moral, conferían a Jesús un inmenso poder magnético, secundado por el incesante deseo de hacer el bien, realizando así todos los fenómenos que se le atribuyen.

Pudieran criticarnos por dar estas teorías espíritas que consideran prematuras. Pero se olvidan que los hechos del Espiritismo son discutidos por muchas personas, siendo estudiados con mucho rigor, precisamente porque parecen salirse de la ley natural y no se les entiende.
El Espiritismo no se propone examinar si existen o no los milagros, esto es, si Dios ha podido en ciertos casos abolir momentáneamente las leyes eternas que rigen el Universo. A este respecto, la Doctrina Espírita deja toda la libertad de creencia. Pero dice y prueba que los fenómenos sobre los cuales se apoya tienen de sobrenatural sólo la apariencia.

Si explicamos el proceso de las cosas como por ejemplo como funciona internet, o el teléfono móvil pueden ser mucho mejor entendidos y comprendidos, aunque no se vea con la vista el proceso en el que todo sucede o funciona.  De igual forma, la explicación, en este siglo en el que no nos contentamos solo con palabras, es un poderosos motivo de convicción.

También vemos a personas que no han visto una mesa girar, ni un médium escribir, y que están tan convencidas como aquellos que, sí lo presenciaron en algún momento, únicamente porque ellas han leído, estudiado y de esta forma han podido comprender. Pensemos seriamente en que si solo creyéramos en aquello que nuestros ojos han podido ver, nuestras convicciones se reducirían a muy poca cosa. ¿Quién ha visto el aire, el oxígeno, las ondas que transmiten el sonido, etc.? Sin embargo, tenemos evidencia de que existe ¿verdad?, Lo mismo ha de sucedernos con los fenómenos espiritas.
Con todo lo expuesto podemos afirmar que los sucesos espíritas ya sean apariciones, materializaciones, psicografía..., suceden realmente, pero no pueden ser considerados como milagros, ya que el espiritismo nos revela las leyes que nos ayudan a comprenderlos. Y si alguien siente que aquello que hace es milagroso o maravilloso es que no está entendiendo nada de esta filosofía Espírita.

Conchi Rojo
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra" 

domingo, 13 de octubre de 2019

El progreso y la armonía

El progreso y la armonía



En lo profundo del alma, como individualidad, se encuentran todas las experiencias que ha vivido y sentido a través de todas sus existencias, todos sus conflictos y todos sus tormentos, todo lo que ha amado y todo lo que ha sufrido.

Así, considerando al espíritu autor de su destino por su libre albedrío, nunca tomará como demasiado repetir reencarnando en los hogares donde mantiene el vínculo afectivo, conforme a su vida anterior.
Viendo la variedad de encarnaciones siempre podrá quedar algún recuerdo de sí misma en forma de tendencias y aptitudes.

Las frustraciones y emociones no asimiladas se imponen en los comportamientos que se van sucediendo, surgiendo disturbios psicológicos de diferentes tipos.

Haciendo un análisis más allá de lo personal, el ser se enriquece de valores que debe multiplicar cada vez más, se autoconoce y se autodisciplina, dando a su conciencia mayor lucidez, ya que el autoconocimiento es el medio práctico más eficaz para mejorar en esta vida. Entonces, se despierta en él perspectivas que antes tenía dormidas, el germen del progreso moral se activa dándole oportunidades en el campo intelecto-emocional, venciendo las secuelas de vidas anteriores, aún predominantes en la psique, que se exteriorizan en forma de desarmonía.

El Ser necesita despojarse, con mucho esfuerzo, de sus ideales, desnudarse ante su propia realidad, convertir su mente en un espejo y observarse sin emociones evitando así la autocompasión, la justificación o la culpa. Para conseguir un retrato de lo que verdaderamente es y de lo que le corresponde convertirse para evolucionar, amando y ayudando más. Cualquier actitud infantil, o cualquier tentativa exterior de aplazar su inevitable autoconocimiento lo desequilibrará y aplazará su progreso. Nadie es culpable de no avanzar o de estancarse, no obstante, la permanencia en esa actitud denota inmadurez psicológica o una manifestación patológica del comportamiento.

Cuando alguien aspira a ser mejor cada día, irradia energías saludables desde el campo mental que le ayudan tanto a él como a su alrededor a continuar. Así, el querer, la voluntad y los continuos esfuerzos crean nuevos condicionamientos que conducen a conseguir la meta propuesta. No es ningún milagro, es la actitud que resulta del empeño individual.

El autodescubrimiento tiene por finalidad concienciar a la persona de lo que necesita, como realizarlo, y cuando dar inicio a una nueva etapa. Ya que, acomodada, no se da cuenta de todas las posibilidades que están esperándola.

El autoencuentro puede ser logrado a través de la meditación reflexiva y la oración, con la ayuda de Dios y los buenos espíritus que le asisten recobrando las fuerzas en su fe para no desistir, fijando la mente en ideas positivas, buscando saber quién se es, cómo poder avanzar, y cuál es la finalidad de su existencia.

Llena de honestidad para mejorar, la perturbación desaparece, dejando al individuo seguir libre y en armonía.

Junto a la oración y la meditación se encuentra la acción solidaria. Siempre tendrá un ser superior que lo guíe y un ser inferior para con el cual debe cumplir los mismos deberes, ya que no todos progresan al mismo tiempo y de la misma manera. Los más adelantados ayudarán al progreso de los otros a través del contacto social sin interés y muy fraternal. Dejando a un lado el miedo, llenándose de amor, abriendo un campo en la afectividad sin apegos, sin deseos, pasiones o neurosis. Posibilitando la armonía personal sin ansiedad, conflicto o culpa. Proporcionando salud mental y emocional, indispensables a la física.

Las condiciones de progreso y armonía del Ser proponen el estudio de las virtudes evangélicas para la posterior aplicación en la conducta personal.

Así el Amor se manifestará en todas las expresiones, comenzando por uno mismo teniendo seguridad en los propósitos y realizaciones. Junto con el perdón regenerador, libertador de resentimientos.
El progreso y la armonía son conquistas del ser humano que se exteriorizan en la forma de comprender la vida y la atracción por ella en el empeño incesante de crecer intelectual y moralmente.
El progreso es una ley divina por lo que el ser mejora a medida que comprende y practica mejor esa ley. Así la armonía resulta de la conciencia despierta para la conquista de su plenitud.

Alma Casarrubios. 

Referencias: 
El libro de los Espíritus, Allan Kardec; 
El Ser consciente, Divaldo Pereira Franco. 

domingo, 6 de octubre de 2019