martes, 26 de noviembre de 2013

Estudiando las Bienaventuranzas



“La palabra de Jesús solía ser frecuentemente alegórica y 
en forma de parábolas, porque hablaba conforme a los tiempos y lugares. 
Ahora es necesario que la Verdad se torne inteligible para todo el mundo.”
 (preg. 627 El Libro de los Espíritus)

     De todas las grandes enseñanzas de Jesús, posiblemente las Bienaventuranzas se encuentran entre las menos comprendidas. Tuvieron que pasar casi 1900 años, hasta la llegada del Espiritismo y en particular, la edición del libro “El Evangelio según el Espiritismo”, para poder comprender en profundidad las grandes enseñanzas que Jesús impartió en "El Sermón de la Montaña".

     Las Bienaventuranzas, de forma deslumbrante, concisa y directa, resumen de forma excepcional parte de las leyes espirituales que rigen la evolución humana, explicadas con posterioridad en “El Libro de los Espíritus” y "El Evangelio según el Espiritismo" de Allan Kardec.

     Por tanto, podemos considerar las Bienaventuranzas y por extensión “El Sermón de la Montaña”, todo un manual espiritista 2000 años antes de la institución del Espiritismo como corriente filosófica, científica y moral.

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.”
     Siendo nuestro espíritu inmaterial, ser pobre o rico de espíritu sólo tiene una posible interpretación: referirse a lo material de nuestros pensamientos que conforman nuestra forma de ser. El orgullo y egoísmo impregnan los pensamientos de los ricos de espíritu. Los humildes, por lo contrario, son pobres de espíritu porque sus pensamientos no se fijan principalmente en lo material. Lo material es un lastre que atrapa el pensamiento del espíritu rico y le impide elevarse espiritualmente (expresado con el término “Reino de los Cielos”) al contrario de lo que le ocurre al espíritu pobre, que su humildad y virtudes le permiten ascender de forma natural como aceite en el agua por diferencia de densidad vibratoria.

“Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la Tierra.”
     Podemos decir que esta frase resume brillantemente las consecuencias futuras de la Ley de Evolución y la Pluralidad de Mundos, enseñados ambos por la Doctrina Espírita.

     En la pregunta 1018 de "El Libro de los Espíritus" se expone: “La transformación de la humanidad ha sido predicha y vosotros estáis llegando a ese momento... Esa transformación se operará mediante la encarnación de espíritus mejores, que formarán en la Tierra una nueva generación. Entonces los espíritus de los malvados, que la muerte cosecha a diario, y todos aquellos que intentan detener la marcha de los acontecimientos serán excluidos de este mundo, pues se encontrarían desubicados entre los hombres de bien, cuya ventura turbarían. Irán a mundos nuevos y menos evolucionados, a desempeñar misiones penosas  en las que podrán trabajar por su propio adelanto, al paso que lo harán por el progreso de sus hermanos todavía más atrasados que ellos.”

     Los mansos son los hombres de bien que poseerán la Tierra en la nueva etapa evolutiva, llamada Regeneración (ver capítulo III, ítem 16, “El Evangelio según el Espiritismo”).

     Aquellos que se opongan al progreso de la humanidad no podrán permanecer en la Tierra y recaerán en nuevos mundos menos evolucionados donde trabajarán en condiciones penosas por su progreso. De esta forma, la Justicia Divina, de un mal en la Tierra hace un bien en otro mundo menos adelantado moral e intelectualmente.

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.”
     El capítulo V de “El Evangelio según el Espiritismo” nos esclarece sobre la justicia de las aflicciones, las causas actuales y anteriores, el olvido de dichas causas en el pasado y los motivos de resignación.
Este es uno de los mayores consuelos que nos trae la Doctrina Espírita. Comprender la utilidad y las causas de nuestras aflicciones nos alivia en parte y nos da fuerzas para seguir luchando, porque entendemos que son simplemente un capítulo más en nuestro peregrinar hacia la perfección.

     El estudio de las Leyes Espirituales nos llevará a la comprensión de las experiencias que nos tocan vivir, unas como pruebas y otras como expiaciones. Las expiaciones una vez pasadas, vistas desde la vida espiritual, son bálsamo para las heridas de nuestra conciencia, abiertas mediante los errores del pasado. Desde la vida espiritual bendecimos el dolor y las lágrimas vertidas en el camino, gracias a las cuales alcanzamos la completa conversión de nuestras inclinaciones, doblegamos nuestras pasiones y recobramos la paz con nuestra propia conciencia esclarecida.

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia.”
     Exposición clara de la Ley de Causa y Efecto que enseña que la fatalidad no existe (preg. 851 de “El Libro de los Espíritus”). Siempre recogemos en la vida aquello que anteriormente hemos sembrado, nos haremos merecedores de misericordia solamente sembrando misericordia o, lo que es lo mismo, “Fuera de la Caridad no hay salvación” (Capítulo XV de “El Evangelio según el Espiritismo”).

“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.”
     La pregunta 895 de "El Libro de los Espíritus" nos da luz sobre este asunto: “Porque a medida que los Espíritus se van purificando, reencarnan en mundos cada vez más perfectos, hasta que se hayan despojado de toda clase de materia y lavado de todas sus manchas, para gozar eternamente de la felicidad de los Espíritus puros en el seno de Dios.”

     El estudio de la escala espírita (párrafo 100 de “El Libro de los Espíritus”) y del progreso de los espíritus (preguntas 114 a 127) nos muestra cómo el espíritu va pasando por distintos estados de evolución hasta alcanzar la perfección, estado de espíritu puro donde verá a Dios: "244.  Los Espíritus ¿ven a Dios? - Únicamente los Espíritus superiores lo ven y comprenden. Los inferiores, por su parte, sólo lo sienten y adivinan." (Ídem.)

“Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.”
     El término “hijo de Dios” debe entenderse en el contexto hebreo como “ben Elohim”, título hebraico que sólo se daba a aquel que ejercía una función de representación de Elohim (Dios), como eran el rey de Israel, los jueces, los ángeles y el mesías prometido. Con esta expresión entendemos que Jesús se refiere a todo los espíritus que vienen a la tierra en misión para trabajar por la Paz del mundo, utilizando el término pacíficos. La misión de un espíritu es proporcional a sus capacidades: "571.  ¿Sólo los Espíritus elevados cumplen misiones? La importancia de las misiones está relacionada con las capacidades y la elevación del Espíritu." (Ïdem.)

“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.”
     Practicar la verdadera justicia conlleva, en la Tierra a veces, ser perseguidos. Sólo una persona completamente desprendida de intereses materiales podrá, en esta situación, practicar la verdadera justicia, preocupándose más por los bienes espirituales que por los materiales, imitando a Jesús: “879.  ¿Cuál sería el carácter del hombre que practicará la justicia en toda su pureza? - El del verdadero justo, a ejemplo de Jesús. Porque practicaría también el amor al prójimo y la caridad, sin los cuales no existe verdadera justicia.” (Ídem.)
José Ignacio Modamio
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

lunes, 18 de noviembre de 2013

¿Dialogo esclarecedor o aleccionamiento?


Siendo el Espiritismo síntesis del conocimiento metafísico universal puesto al servicio de la educación (moral y mental) del ser humano, es obvio que sus propuestas, por esencia supraelevadas, deben filtrarse y acomodarse al pensamiento común del hombre de mediana evolución que, en mayor o menor medida, somos todos. En este sentido y como es natural, la doctrina de los Espíritus es más grande que el propio codificador, que, a pesar de sus evidentes conquistas intelecto-morales, era una conciencia encarnada al fin y al cabo.

Pero también es cierto que Kardec fue el escogido por la pléyade de Espíritus superiores que, con la guía luminosa del Espíritu de Verdad, presidieron la Codificación. Y en este punto, toda objeción de minimizarlo bajo pretexto de estar superado solo expresa la infantilidad de nuestras almas, infladas de vanidad y fascinadas por una intelectualidad (presunta y subjetivamente) tan meritoria como para pretender juzgar aquello que nos supera.

Sin Kardec en los estudios y en la reflexión no podremos hablar de Espiritismo auténtico.

Y SIN EMBARGO…. A pesar de lo que hasta aquí hemos dicho en este tema del papel central del codificador (como en otros llamados “doctrinarios”), no podemos ser repetitivos, machacones y, lo que es peor, discutidores. No hay nada más monótono y poco esclarecedor que una reunión espírita llena de tozudos repetidores más preocupados en apuntar deslices doctrinarios que en compartir un espacio de paz y crecimiento.

Por supuesto es necesario conocimiento y lógica doctrinaria que aporten a cada sesión o encuentro unidad y coherencia, pero no podemos hacer de esto (sea Kardec u otra cuestión) un discurso de todos los días. La fijación es mala compañera… porque va asentando poco a poco un tic rígido… y la rigidez es un obstáculo para la comunicación (a menudo no nos damos cuenta, ya sea porque hemos estudiado mucho, tenemos “sobrada” experiencia o nadie se ha atrevido a indicárnoslo).

Los caracteres lineales, los apuntes sistemáticos y los aleccionamientos, terminan haciendo una doctrina dentro de la doctrina…y por supuesto acaban disgregando la atención y más tarde el interés; nada transformador puede salir de esto, por mucho que estemos hablando de grandes verdades.

Modifiquemos la pauta: no seamos apuntadores y sí dialogantes… Es la diferencia entre el mero discurso y el esclarecimiento.

Preocupémonos por ser claros, elucidamos errores, pero no caigamos en la trampa de ser “corregidores” todo el tiempo, so pena de caer en comportamientos panfletistas y dogmáticos. Si no consideramos esto, aquellos que nos visiten por primera vez no percibirán un ambiente mucho más diferente de una agrupación evangelista o una escuela esotérica con sus maestros sus aprendices aventajados y sus rituales.

El Espiritismo puede, y debe, adaptarse a la expresión de la cultura y sociedad contemporánea (sin modificar su esencia y propuestas, por supuesto), porque, además, está dotado para ello desde su génesis… esto es muy importante comprenderlo. Hacer repeticiones de textos doctrinarios, imitar discursos de gente conocida y no salirse nunca de un guión (aunque este sea implícito), no es lo mejor que podemos hacer como espíritas. Sin echar mano de enfoques dinámicos, matizar y contextualizar la información, hacer aproximaciones culturales con otras líneas  de pensamiento esclarecedoras (que nos ayuden a asimilar conceptos), etc., una reunión espírita carecerá de libertad, naturalidad y perspectiva, limitándose a estar cerrada en sí misma.

Mucho se equivocan los responsables de un grupo si, consciente o inconscientemente, creen que la reunión recibe a las personas para que estas sean aleccionadas.

Ser organizados y formales (no necesariamente serios, porque la seriedad por sí sola no es una virtud especial), no debería ser una disculpa para caer en el discurso repetitivo, desconfiado en esencia y circular (cerrado).

 La demagogia y la carencia de espontaneidad atrapan y distorsionan el mensaje.

Juan Manuel Ruiz Gonzalez
Fraternidad Espírita José Grosso (Córdoba)

miércoles, 13 de noviembre de 2013

La muerte no separa almas


Recóndita tristeza en el lar íntimo, pasan las horas y el polvo va cayendo sobre los muebles, mientras la mirada fija en una fotografía no percibe la presencia amada a su lado. Las lágrimas brotan si no ya en forma líquida, lo hacen hacia adentro abnegando el alma. La vida pesarosa de la pérdida sin consuelo. Al otro lado el marido desencarnado charla con su guía:

- ¿Cuándo podré hablar con ella? Me aturde verla tan apenada.

- No te preocupes, pronto tendrás ocasión. Aguarda.

La señora ojea un pliego de tema espiritista que su hijo ha dejado descuidado sobre su escritorio. Se dice, ¿y si todo esto fuera cierto? ¡Ay, si pudiera saber de Roberto! Se consume en meditaciones que el deudo no escucha estando como está bajo el amparo de su guía. Ambos salen de la habitación. Y se dirigen hacia donde está Claudio, el hijo que nació fruto del amor de esta relación.

***

La reunión en el centro espírita va a comenzar. Todos están en silencio, sentados alrededor de una mesa rectangular, son ocho personas de aspecto sereno y simpático. Uno de ellos entona una oración de recogimiento para dar inicio al trabajo. Roberto ve como desde arriba cae una especie de luz blanquecina que va descendiendo sobre cada uno de los presentes, excepto sobre una muchacha que está oscura, como si la cosa no fuera con ella. Hay muchas más personas ahí presentes, pero están como ellos, en el plano espiritual. Visten de blanco inmaculado y radian una alegría singular que embriaga el alma.

- Buenas noches, caros hermanos, venid aquí junto a nosotros, y veréis el trabajo de esta noche, digno de estudio.

Roberto está nervioso, sabe que en un momento dado se le llamará para dar una comunicación, pero mientras, aguarda paciente su turno junto a su guía que no le abandona un instante.

La sesión pasa con normalidad, los mentores espirituales ayudan a los médiums a ponerse en situación para recibir a los espíritus comunicantes, muchos de ellos envueltos en bajas vibraciones, debido a su necesidad de ayuda y orientación.

Desde afuera Roberto contempla la escena curioso, nunca había asistido a una reunión espiritista, ni tampoco se mostraba muy convencido de cuando su hijo le hablaba del trabajo de amor y caridad que hacían. A él, todo eso le sonaba a satanería, o como mucho a charlatanería barata de unos cuantos exaltados y deploraba que su hijo estuviera mezclado con semejante calaña. Pero ves las cosas, al volver al plano espiritual, al morir, como vulgarmente se dice, se halló muy sorprendido ante la ayuda inesperada del mismo, y ya no pudo negar la evidencia de la utilidad de estas sesiones, pues ¡qué sólo se quedan los muertos! Como diría el poeta Bécquer en una de sus rimas, y bien es cierto, pues ya muertos, nadie se acuerda en ayudarlos, como mucho algún pensamiento bondadoso, las más de las veces de agria pena que en nada benefician al difunto, que de difunto tiene poco.

Al recordar estas cosas Roberto se empezó a emocionar al revivir aquellos momentos de angustia y de congoja, pues tal era su desorientación. Sin darse cuenta mientras estaba en esta situación, fue guiado hacia su hijo, que fue el elegido para la comunicación de aquella noche.

- Buenas noches hermano, ¿con quién tenemos el gusto de hablar?

- Buenas noches, nos dé Dios.

- Qué así sea. Contadnos, en qué os podemos ayudar.

- Ya me estáis ayudando, y mucho. Mi nombre es Roberto Bernabéu y soy el padre de Claudio.  Honda emoción recorre la mesa como un rayo electrizante.

- Nos alegra mucho poder contar con su presencia esta noche. Como sabéis vuestro hijo nos habló mucho de usted.

- Sí, lo sé. Y le estoy muy agradecido, yo ignoraba todas estas cosas, incluso ahora mismo ignoro como estoy hablando a través de su boca, en realidad no pensé que hubiera vida después de la muerte. Pensaba que eran tonterías, miedos irracionales, que todos tenemos y que de algún modo nos hacen más suave la existencia.

- Pero ahora habéis visto que sí hay algo, de hecho estáis en plena conciencia de que no estáis muerto.

- Sí bien lo veo, aunque por un lado más bien me pesa. Porque podría haber hecho muchas cosas que no hice. O haberlas hecho distintas.

- Bueno Roberto, no se culpe más de la cuenta, todos pasamos pruebas y no siempre acertamos en la resolución de las mismas. Lo importante es que ahora esté sereno porque con la ayuda de Dios va a empezar a comprender su nueva situación y a estudiar su vida ahora acabada, para ver en qué puntos pudo haber hecho más, pero siempre para perfeccionar, no como castigo, y de este modo rectificar en la siguiente existencia. Porque ¿le han dicho ya que volvemos a vivir?

- La verdad, no. No me había planteado ese asunto. No llevo mucho tiempo aquí, o bueno a mí no se me antoja mucho tiempo, y ya digo que hay cosas que no entiendo del todo bien. Sólo sé que estoy mejor, que vuestras oraciones me llegan, y ahora mismo la conversación que estoy manteniendo con vosotros me calma, me da paz. Y al mismo tiempo estoy sintiendo sopor, cansancio.

- Bien, querido hermano, ¿hay alguna cosa más que nos quiera decir?

- Sí, a mi hijo. Claudio, gracias por lo que estás haciendo por mí. La verdad, ahora comprendo la utilidad de estas cosas que mientras estaba… en vida no terminaba de comprender. Apoya a tu madre, dile si su comprensión lo puede aceptar, que estoy bien, que haga el favor de no manosear tanto mi foto que va a perder el color, que se acuerde de cosas buenas y me perdone si hubieron algunas que no lo fueron tanto. Tengo esperanza de poder decírselo en persona, pues mi guía así me lo confirma, ojalá frecuentara estas reuniones a las que tú asistes, porque por mucho que le hablo ella no me escucha…

Estoy bien hijo, pero ahora estoy algo cansado y me aconseja mi guía que me despida de vosotros. A la paz de Dios.

- A la paz de Dios querido hermano, esperamos si Dios quiere que pronto nos vuelva a visitar.

Jesús Gutierrez Lucas

Los hijos difíciles


Cada nuevo hijo que recibimos en el hogar es, sin duda, un motivo de alegría, de esperanza. Representa la culminación del amor que une, o que debe unir, a la familia.

Cuando recibimos en nuestros brazos a ese pequeñín, y aún antes, idealizamos para él un futuro lleno de proyectos, anhelos, esperanzas, salud orgánica e inteligencia.

Sin embargo, más tarde o más temprano, en la medida que van creciendo, que se van desarrollando física y psicológicamente vamos descubriendo al verdadero ser que nos ha sido entregado y que con tanto amor hemos acogido.

En ocasiones la tierna criatura que nos fue entregada desaparece para reaparecer más adelante como un pequeño tirano. Junto a los hijos buenos, obedientes, pacíficos surgen también aquellos otros que ponen constantemente a prueba nuestra paciencia, nuestra serenidad, aquellos que son problemáticos.

La relación familiar con estos niños desobedientes, rebeldes, a menudo nos ocasiona angustias, tensiones emocionales, preocupaciones sin fin, y cansancio físico y psicológico, por presentar un temperamento fuerte, diferente.

Es frecuente escuchar a los padres quejarse y sucumbir por no saber cómo tratarlos, cómo reconducirlos, cómo disciplinarlos. Hay mucho miedo en los padres a perder los papeles porque esta situación desemboca, a menudo, en episodios violentos y agresivos dentro del hogar.

Desde el punto de vista que nos ofrece la Doctrina Espírita somos conscientes de que los lazos de familia no se verifican por el azar pues, como sabemos, hay una ley Divina que comanda el destino y la unión de las almas para la vivencia reencarnatoria.

Nuestros hijos son espíritus encarnados y podemos decir que no son nuestros, sino que han sido entregados por Dios a nuestro cuidado para que les propiciemos oportunidades para el progreso al mismo tiempo que progresamos junto a ellos.

Desde este punto de vista, es muy posible que esos sueños y anhelos, esos planes que tenemos para ellos hayan sido trazados por nosotros mismos en el Mundo Espiritual, mucho antes de reencarnar.
Siendo así, no podemos ni debemos alarmarnos si nuestros hijos nos presentan problemas y dificultades desde la más tierna edad.

Estos hijos problemáticos son aquellos que la Ley de Causa y Efecto nos presenta, nos devuelve para la convivencia familiar, de manera que juntos podamos rehacer nuestros destinos a través de las diferentes situaciones que se nos presentan. Este reencuentro que la Sabiduría Divina nos proporciona nos ofrecerá la ocasión para emprender nuevos rumbos para un mejor futuro espiritual. Sería una oportunidad para la reconciliación con aquellos que en un pasado tortuoso posiblemente herimos, o con aquellos por los que fuimos heridos.

El Espíritu Emmanuel nos esclarece en este punto cuando dice: “Los hijos problemáticos son aquellos mismos espíritus a los que perjudicamos desfigurándoles el carácter, envenenándoles los sentimientos.”
Ellos son hijos de nuestras propias obras y de nuestros propios actos en vidas pasadas. Hijos estos que la Misericordia de Dios reúne en el núcleo familiar para el debido acercamiento y la reparación a través de la convivencia y la Educación.

En el Evangelio según el Espiritismo nos enseña: "No despreciéis, por lo tanto, al hijo que desde la cuna rechaza a la madre, ni a aquel que os paga con la ingratitud: no fue el acaso el que lo hizo así y el que lo envió. Una intuición imperfecta del pasado se revela y de ella podéis deducir que uno u otro ya odió o fue odiado, que uno u otro vino para perdonar o para expiar".

Sin embargo, no siempre estos hijos problemáticos surgen como consecuencia de desencuentros habidos en el pasado. En la mayoría de los casos es nuestra irresponsabilidad y falta de compromiso como padres en la actualidad lo que se traduce en hijos tiránicos y rebeldes.

Los padres, ejercen una influencia muy grande y tienen la misión de procurarles todos los medios para su progreso moral a través de la Educación, como encontramos en el Libro de los Espíritus.

“Dado que el Espíritu encarna con miras a perfeccionarse, durante ese periodo (la infancia), es más permeable a las impresiones que recibe y que pueden favorecer su adelanto, al cual deben contribuir quienes están a cargo de su educación.”- L.E

El Espíritu, independientemente de su pasado, encarna en un cuerpo infantil para ser educado de nuevo, es decir, ser reeducado para resolver aquellas carencias, defectos y malas inclinaciones que emergen del pasado.

“La fragilidad de los primeros años los vuelve flexibles, accesibles a los consejos de la experiencia y de quienes deben hacerlos progresar. Entonces es cuando se puede reformar su carácter y reprimir sus malas inclinaciones. Tal es el deber que Dios ha confiado a los padres, la misión sagrada por la que tendrán que responder.”-L.E

La espiritualidad nos recuerda el carácter sagrado de la paternidad.

Casi siempre nos olvidamos de esta sublime misión, con terribles consecuencias en el futuro.
De ello podemos extraer algunas conclusiones que pueden ayudarnos a conducirnos en la educación de estos hijos.

En primer lugar, que nuestra actitud ha de ser siempre constructiva no permitiendo que la amargura y la desesperación tomen posiciones que dificulten aún más la relación.

No podemos olvidar que muchos padres se sienten terriblemente castigados por la culpa, planteándose en qué han podido equivocarse, recreándose en la idea de que la suerte, el azar, el destino ha querido castigarles enviándoles un hijo problemático.

Es más que conveniente rechazar estas ideas que únicamente nos procurarán tormentos y nos imposibilitarán para la responsabilidad que verdaderamente nos cabe.

En segundo lugar, que debemos mostrarnos siempre, y por encima de todo, comprensivos, amorosos y agradecidos por la oportunidad que se nos está ofreciendo, lo que modificará en gran medida de nuestros patrones mentales y de comportamiento.

La gratitud es una actitud que nos ayudará en la tarea que se nos ha encomendado.
Si sabemos que somos espíritus inmortales podemos intuir también cuantos errores pudimos cometer con anterioridad, y recibir en nuestro hogar uno de estos espíritus es la oportunidad grandiosa de rehacer el pasado cooperando en la recuperación de espíritus infelices que, posiblemente, llevaban esperando este reencuentro desde hace mucho tiempo.

Por último, ofrecer a nuestros pequeños, por todos los medios, una buena Educación moral desde la más tierna infancia que les procure en el futuro herramientas adecuadas para conducirse y que posibilite el perfeccionamiento y mejora a la que son susceptibles como espíritus inmortales.
Nos cabe pues la responsabilidad de otorgarles las alas que precisan para poder volar y elevarse con seguridad para las regiones de luz.

La ocasión entonces se presenta como un momento de felicidad para la iluminación de nuestros corazones a través del Amor, la entrega, el servicio y el progreso mutuo.
Valle García
Comisión de Infancia, Juventud y Familia de la FEE.


miércoles, 6 de noviembre de 2013

VIH – SIDA Visión médico espírita



El VIH es un retrovirus transmitido por vía sexual, transfusiones sanguíneas, compartir jeringuillas o desde la madre contaminada hacia el feto, en el parto o al amamantarle. Se multiplica en el organismo destruyendo las células de defensa, los glóbulos blancos, específicamente los linfocitos T CD4. Cuanto ese ejército natural del cuerpo humano está bastante disminuido se establece la inmunodeficiencia o SIDA, que abre las puertas a las infecciones oportunistas que debilitan y causan sufrimiento al individuo en esa condición. Actualmente existen cerca de cuarenta millones de portadores del virus VIH en todo el mundo, concentrándose la mayoría en el África subsahariana. Existen potentes cócteles antirretrovirales que impiden la multiplicación viral, ayudando a prevenir el Sida, disminuyendo las infecciones oportunistas y aumentando la longevidad y la calidad de vida del portador del virus.

En la visión espírita, el ser humano es entendido bajo el prisma de la inmortalidad del alma, como un ser eterno, hijo de Dios, que marcha rumbo al progreso y a la felicidad ejerciendo una libertad relativa dada por Dios a sus hijos. En este proceso, pasa por las múltiples vidas sucesivas o reencarnaciones, guiado por las leyes de justicia y misericordia, ambas derivadas de la ley del amor que regulan el equilibro de la creación. Cada vez que el ejercicio de la libertad humana quebranta la ley del amor, el ser entra en desequilibrio consigo mismo y con el universo y cuando él insiste en su comportamiento, que confirma las tendencias y los hábitos y con frecuencia la creación de vicios en el alma, acciona mecanismos automáticos y naturales de reequilibrio y rearmonización ante la ley divina, que está inscrita en su conciencia. Guiado por el amor el ser evoluciona, construyendo su camino de la forma que le place, determinando acciones que generan reacciones, dentro de la ley del progreso inexorable. De esta forma atrae hacia él las circunstancias justas y necesarias con miras al crecimiento, así como construye circunstancias que no serían exactamente necesarias para su progreso pero que expresan su momento evolutivo y sus dificultades morales.

El cuerpo humano, teniendo sabiduría innata al servicio del espíritu inmortal que lo habita y conduce, obedece a la conciencia profunda manifestando salud o enfermedad conforme esté el ser equilibrado o desequilibrado ante la ley del amor, sea consigo mismo o con el prójimo. Con esta visión, las enfermedades se manifiestan como el resultado del posicionamiento del ser en el mundo, de acuerdo con su forma de pensar, hablar y actuar, posición esta reafirmada a lo largo del tiempo, de las vidas sucesivas y muchas veces cristalizada en actitudes de desamor y falta de consideración a los sentimientos superiores del amor, respeto, consideración, etc. La enfermedad se presenta como una invitación, un llamado del alma, manifestando su momento evolutivo, sus conflictos, su estado mental y emocional, así como sus necesidades espirituales.

Al reencarnar el espíritu elige el género de pruebas y por medio del análisis de su estado presente, resultado de su pasado espiritual, conoce sus tendencias y predisposiciones, escogiendo las pruebas que le sirvan como fuente de progreso y expiación de las faltas cometidas, proponiéndose apaciguar la conciencia y manifestar salud general del cuerpo y del alma.

André Luiz nos enseña que las enfermedades infectocontagiosas se establecen en las áreas de predisposición mórbida que existen en el psiquismo y en el cuerpo espiritual, como consecuencia natural de la resonancia magnética y de la necesidad de reequilibrio del ser inmortal. La infección por el VIH es una circunstancia atraída por el individuo hacia su vida por diferentes motivos, que deben ser siempre individualizados, aunque en líneas generales podemos decir que favorece el desarrollo del autoamor, del autocuidado, de la individualización, el establecimiento de límites y sobre todo la reeducación sexual y afectiva profundas, cuando éste aprovecha la oportunidad para su despertar espiritual.

André Luiz nos aclara que “es muy raro que las enfermedades no estén relacionadas directamente al psiquismo. Todos los órganos están subordinados a la ascendencia moral”. El patrón mental y emocional del portador del virus, así como los cambios que haga para volverse más cariñoso consigo mismo y con el prójimo, más atento con las relaciones afectivas y con los compromisos asumidos con otros corazones, actuarán directamente en la intimidad de las células y del sistema inmunológico, activando las defensas naturales del cuerpo e inhibiendo la replicación viral. De esa forma el VIH puede volverse una enfermedad crónica controlable, como la diabetes o la hipertensión arterial, no causando sufrimientos dispensables ya que el amor cumplió su papel educativo en la vida del individuo.

El mensaje de Cristo, expresado en la sabiduría del Evangelio, invita a todos a reflexionar sobre su posición como hijos de Dios,  su papel como co-creador y  el desarrollo de los dones divinos que haya en sí. Representa la fórmula de salud por excelencia, conduciendo al hombre de vuelta a Dios.

El espíritu Joseph Gleber, médico alemán del síglo XX, nos informa que “La salud es la conexión real criatura-creador, y la enfermedad lo inmediatamente contrario de tal hecho”. Es útil preguntarse ante la infección del VIH los porqués y paraqués  de la experiencia, extrayendo del dolor la madurez imprescindible para pasarla con provecho. Para ello es necesaria una postura permanente de atención sobre uno mismo y autoconocimiento,  así como hacer esfuerzos por el dominio de sí mismo, dentro de la perspectiva optimista y esperanzadora que el Evangelio propone. En esa visión no caben culpas, pensamientos o acciones depresivas y autopunitivas y sí coraje y mucho ánimo para superarse cada día, desarrollando el autoamor que ayude a despertar el amor al prójimo, como medida de cura efectiva del alma.

El Espíritu Franklim nos ofrece un testimonio de su experiencia de madurez con el VIH, diciendo “En mi caso particular, el sida funcionó como el ángel del dolor que me liberó de las garras del vicio y del desequilibrio moral. Tal vez algunos se sorprendan por hablar de esa forma, pero después de la jornada triste y sombría que realicé, cuando estaba encarnado, en las locuras de la falta de reglas, la enfermedad hizo de freno, proporcionándome la oportunidad de revisar mis pasos en la vida moral y gracias a la ayuda de los amigos espirituales, pude liberar mi conciencia de la pesadilla del mal y del desequilibrio”.

La doctrina espírita, ofreciendo aclaraciones y orientaciones sobre la naturaleza del ser y su relación íntima con la materia, las consecuencias físicas y morales de sus actos, ofrece un amplio camino de aceptación de sí mismo y responsabilidad espiritual ante las circunstancias del camino.  La fluidoterapia, por medio de los pases y el agua magnetizada, así como la renovación de los patrones del alma, son recursos medicamentosos efectivos y profundos ofrecidos gratuitamente bastando con la aceptación por parte del sujeto de sus responsabilidades y potencialidades espirituales y la decisión por mejorarse continuamente en la marcha del progreso.

La casa espírita, como lugar sagrado de acogida y educación de los convidados de Jesús, debe ser un espacio de fraternidad e instrucción, que abre sus puertas a los portadores del virus VIH y las demás patologías, que deseen comprenderse bajo la visión inmortalista espírita, sin críticas, preconceptos o juzgamientos. El trabajo espírita, centrado en el amor al próximo orientado por Jesús, es el trabajo de compasión y misericordia, ofreciendo a aquellos que así lo deseen un bendito campo de estudio y trabajo, renovación y entendimiento, para la conquista de la salud integral.

Finalmente, la casa espírita debe cumplir con su papel de estimuladora y propiciadora de la práctica del bien, nuestro mayor y mejor abogado en toda hora. Emmanuel nos dice que “ Cuando la justicia nos busque para prestar cuentas, si nos encuentra trabajando en favor del prójimo, la misericordia divina le manda que regrese sin fecha prevista de vuelta”. Y complementa André Luiz “El bien constante genera el bien constante y manteniéndonos infatigables en la acción del bien, todo el mal acumulado por nosotros se atenúa, gradualmente, desapareciendo por el impacto de las vibraciones de auxilio, nacidas en nuestro favor, en todos aquellos a los cuales dirijamos el mensaje de entendimiento y amor puro, sin necesidad expresa de recurrir al concurso de la enfermedad para eliminar las insinuaciones de las tinieblas que, eventualmente, traten de inmiscuirse en nuestro ámbito mental.  El amparo a los otros crea auxilio para nosotros mismos, motivo por el cual los principios de Jesús, extirpando de nosotros la animalidad y el orgullo, la vanidad y la codicia, la crueldad y la avaricia, a la vez que exhortándonos a la simplicidad y la humildad, a la fraternidad sin límites y al perdón incondicional establecen, cuando son observados, la inmunología perfecta en nuestra vida interior, fortaleciéndonos el poder de la mente en la autodefensa contra todos los elementos destructores y degradantes que nos cercan y articulándonos las posibilidades imprescindibles para realizar nuestra evolución hacia Dios”.
Andrei Moreira
Médico de familia y comunidad y homeópata
Presidente de la Asociación Médico-Espírita de Minas Gerais – Brasil
www.amemg.com/br

Entrevista a Alfredo Alonso De la Fuente, presidente del C.E. Alborada Nueva

1. ¿Cuál es tu trayectoria en el Espiritismo?
Llegué a él hace unos 11 años. Me resultó tan tremendamente familiar, que tuve la sensación de conocerlo ya de muy atrás. En estos años me he dedicado principalmente a formarme e intentar ser un verdadero espírita. Como nos decía Allan Kardec, se trata de trabajar día a día por nuestra reforma moral y esforzarnos por dominar nuestras malas inclinaciones.

2. ¿Por qué eliges este camino y no otra filosofía?
Soy de la opinión de que cualquier filosofía, religión o creencia, son positivas y respetables si no hacen caer en fanatismos aberrantes e incitan a la persona a ser mejor, consciente de la necesidad de su reforma moral. Yo elegí el espiritismo porque me dio las respuestas, despertó mi mente y sensibilizó mi corazón, haciéndome adquirir esa fé inquebrantable.

3. El nombre que habéis escogido es el mismo que uno de los libros de Cairbar Schutel ¿por qué?
Si, así es. Realizamos una lista con varios nombres y al final nos decidimos por "Alborada Nueva". En realidad yo tenía pensado otro, pero este fue el que más le gustaba a mi mujer. Los que estén casados me comprenderán.

4. ¿Cuándo y dónde os reunís?
Nos reunimos actualmente por la mañana en nuestro centro, situado en la C/ Hilados 14 (posterior) en Torrejón de Ardoz - Madrid. Decidimos implementar un horario de mañana, entre otras cosas, porque no existe ningún centro espírita que lo tenga y cubrir así esta necesidad. Aprovecho para invitar a todas aquellas personas que estén leyendo esta entrevista a venir a vernos cuando quieran. Serán bienvenidos.

5. Sabemos que los comienzos siempre son difíciles, sin embargo con constancia, seriedad y estudio, los espíritus hacen que la gente llegue hasta los centros ¿Qué actividades lleváis a cabo?
En principio estamos asentando bien las bases a través de un breve curso llamado "Doctrina espírita para principiantes", junto con el estudio del "Evangelio según el Espiritismo". Posteriormente abordaremos el estudio sistematizado, que profundiza ya en todos los puntos.
En proyecto tenemos más actividades, que irán surgiendo cuando llegue el momento preciso.
6. ¿Cuál opinas que es el mejor camino para la unidad en el movimiento espirita?

La unidad parte de unificar criterios, aprender de los errores y abrir buenos canales de comunicación para escucharnos, comprendernos, trabajar unidos y con buena orientación por la causa espírita, evitando tropezar con las mismas piedras. La perspectiva es fundamental para la comprensión de los problemas ajenos. Desde nuestro punto de vista siempre estamos cargados de razones, pero alejados de la visión general y es esta, la que nos brinda la mejor solución para cualquier problema. El orgullo es siempre un obstáculo.
Los que nos precedieron en el movimiento, velan por nosotros y esperan que actuemos con buen sentido y humildad. Seamos valedores de ser los actuales portadores de la antorcha espírita.

7. Para asistir a vuestras clases ¿es necesario algún requisito?
Nuestras puertas están abiertas para cualquier persona que quiera venir, independientemente de su creencia, cultura o valores. Únicamente deben tener conciencia de que un centro espírita es un lugar que se rige por la doctrina espírita. Es razonable respetar todo y favorecer a cada persona, pero no por ello aceptar todo, ni abrazar todo, a fin de poder estar con la verdad.

8. ¿Cómo os pueden localizar nuestros lectores para contactar con vosotros?
Pueden llamarnos al teléfono 655251788 o si prefieren escribirnos al mail: alcason@gmail.com
Desde El Ángel del Bien os deseamos mucho éxito con vuestro proyecto, pero sobre todo un gran caminar hacia el Bien.
Muchísimas gracias. El Bien... largo es el camino y grande nuestra deuda, pero día a día más firme ha de ser nuestra esperanza. Demostremos que somos espíritas con nuestros actos, además de con nuestras palabras.


jueves, 31 de octubre de 2013

La Codificación


Muchos espíritas dicen que no disponen de tiempo para estudiar los libros doctrinarios. Entienden que basta escuchar a los guías en las sesiones mediúmnicas para aprender y progresar espiritualmente. A veces, sin embargo, esos mismos guías no tienen conocimiento, son espíritus tan ignorantes como sus propios protegidos. Recordemos la enseñanza del Evangelio “si un ciego guía a otro ciego, ambos van a caer al barranco”. Sabemos que vivimos en un mundo en fase de transición evolutiva, en el que proliferan espíritus agitados por nuevas ideas, deseosos de transmitirnos sus “revelaciones personales”. Debemos tener sumo cuidado, pues la responsabilidad espiritual es el mayor compromiso que tenemos adquirido en la existencia terrenal.

Todos somos conscientes de la gran obra que se encuentra a nuestra disposición, y que solo la espiritualidad es capaz de haber desarrollado: “La Codificación”. Tenemos aquí un manantial donde todos debemos beber una y otra vez, siempre que tengamos necesidad de saber.

Nos dice el espíritu de Emmanuel en “DERROTERO”, obra psicografiada por Francisco C. Xavier: “Seguramente con el Libro de los Espíritus las conclusiones filosóficas han alterado tu visión del mundo. Ahora admites la inmortalidad del ser”.

Efectivamente, nuestro despertar nos induce a hacerles llegar a aquellos que conviven con nosotros, que se encuentran a nuestro lado, el “descubrimiento”. Porque hemos encontrado explicación para tantas y tantas incógnitas que nuestra mente albergaba, esclareciendo así las sombras de nuestras preguntas sin respuestas. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Para dónde vamos? y ¿Por qué estamos en la Tierra?

Pasar por el “Libro de los Espíritus” sin analizarlo detalladamente sería desaprovechar el conocimiento filosófico que nos es necesario para nuestra formación. Debemos estudiarlo detenidamente para hallar en él una de las bases de nuestro progreso. Y progresando nosotros haremos progresar a nuestros seres queridos con el ejemplo.

Las instituciones espíritas deben convertirse en casas de formación, aplicando cursos, además de las reuniones públicas evangélicas y doctrinarias.

Nos dice el espíritu de Joana de Angelis que los Centros Espíritas son “células cristianas” que esparcidas sobre la Tierra sirven de Hospitales para el alma y donde se imparte conocimiento y saber. Es aquí precisamente donde la mediumnidad debe ser estudiada, analizada y desarrollada.

“El Libro de los médiums”, la base científica del Espiritismo, nos hace comprender los problemas de la mediumnidad, sus consecuencias y sus soluciones. Debemos profundizar sobre esta materia de forma muy especial, pues todos sabemos de las necesidades que nuestros hermanos tienen del auxilio mediúmnico, por encontrarse muchos de ellos con problemas psicológicos que solo a través del tratamiento espiritual les rescatará de patologías psíquicas, que la medicina oficial no lograr reparar.
Recordemos que los existencialistas franceses de los años 30/40 del siglo pasado lo llamaron “la angustia de vivir”.

Una dedicación especial sobre este tema, nos dará una dimensión necesaria de entendimiento para comprender el animismo, la obsesión y la fascinación, circunstancias por las que se pueden caminar al encontrarnos inmersos en el Mundo Espiritual. Debemos cultivar nuestro huerto para alcanzar la cosecha del saber, pero de casi nada nos serviría sino supiésemos aplicarlos cristianamente.
Los Espíritus en diferentes países y con la intervención de diferentes médiums, nos legaron a través de sus instrucciones, que son “las voces del cielo” “El Evangelio según el Espiritismo”, que viene a iluminarnos. Esta obra es para uso de todos; cada uno puede sacar de la misma los medios para imitar la moral de Cristo. Además encontraremos en ella las aplicaciones que nos conciernen más especialmente. Gracias a las comunicaciones establecidas, de una manera permanente entre los hombres y el mundo invisible, la ley evangélica, enseñada por los mismos espíritus, ya no será letra muerta, porque todos la comprenderemos y nos veremos inducidos incesantemente por los consejos de los guías espirituales a ponerlas en práctica.

Se ha reunido en esta maravillosa obra, un código de moral universal sin distinción de culto. Muchos puntos del Evangelio, de la Biblia y de los autores sagrados en general, no son suficientemente claros de entender. En gran parte la razón consiste en la dificultad  que presenta la lectura del Evangelio. La forma alegórica y el misticismo intencional del lenguaje, hacen que la mayor parte lo lean por conciencia y por deber, como leen las oraciones, sin comprenderlas, es decir, sin fruto. Los preceptos morales confundidos en la masa de otras narraciones pasan inadvertidos, siendo entonces imposible atender al conjunto y haciendo de él una lectura y una meditación separadas. El Espiritismo arroja luz viva sobre los misterios del pasado.

Estudiando “El cielo y el infierno”, vemos que Kardec reafirma el carácter científico del Espiritismo, como ciencia de observación. La doctrina enfrenta el problema de las penas y recompensas futuras a la luz de la Historia, estableciendo comparaciones entre las idealizaciones del cielo y el infierno en las religiones anteriores y en las religiones cristianas, revelando raíces históricas, antropológicas de esas idealizaciones y denunciando los absurdos dogmas cristianos. La comparación del infierno pagano con el infierno  cristiano es uno de los más eficaces trabajos sobre mitología comparada que se conocen. La mitología cristiana se muestra más grosera y cruel que la pagana. Ello sería suficiente para justificar el Renacimiento.
Por tanto vemos que “El cielo y el infierno” tiene mucho que enseñar, no solo a los espíritas, sino también, a  las inteligencias que pierden su tiempo combatiendo al Espiritismo, como los griegos y romanos combatieron al Cristianismo. Las penas y recompensas después de la muerte emergen del ámbito oscuro de las supersticiones y del misticismo dogmático hacía la luz del análisis y de la investigación científica. Si los teólogos – que pretenden ser algo más que hombres, como afirmó Descartes – pudiesen tener la humildad suficiente para consultar “El cielo y el infierno”, encontrarían en sus páginas la solución a sus más angustiantes problemas.

Alfred Russel Wallace, explorador, geógrafo, antropólogo y biólogo británico, que comenzó a estudiar el Espiritismo en el verano de 1865, después de revisar la literatura y de repetir los fenómenos que presenció en varias sesiones, y a pesar de que su defensa daño su reputación,  dijo: “El Espiritismo es una ciencia experimental que nos ofrece la única base de la verdadera filosofía y de una pura religión. El ha abolido los términos sobrenatural y milagroso, ampliando la esfera de las leyes y del dominio de la Naturaleza y, por tal motivo, descubre y explica lo que hay de real en las supersticiones y en los supuestos milagros de todas las edades”.

Efectivamente, Kardec trata el problema de la Revelación Espírita, en “La Génesis”, señalando que no se trata de algo que tenga características misteriosas, sino de un proceso de investigación. Nadie puede revelar lo que no sabe o lo que no descubrió. Una revelación debe descubrir los secretos de un misterio para que este se convierta en un hecho.

Si la revelación no coincidiera con lo real, no pasaría de una elaboración humana. Si fuera atribuida a Dios, quedaría probado que tal atribución es gratuita. Kardec nos propone la tesis de la revelación continua, permanente, recordando que todas las ciencias se ajustan a un proceso de revelación de los secretos de la Naturaleza. El Espiritismo está inserto en ese proceso y presta una contribución tanto más valiosa, puesto que su objeto no ha sido tratado anteriormente por ninguna otra ciencia. Todas las ciencias conocidas hasta entonces, se aplicaban a las investigaciones materiales.
El problema espiritual había quedado a cargo de las religiones, las que fracasaron totalmente en este sentido, puesto que nada han aportado al conocimiento real. La ciencia espírita vino a suplir esa grave deficiencia cultural, mostrando la posibilidad de la investigación científica del campo espiritual.
El Espiritismo dio origen a las hoy llamadas investigaciones de lo paranormal. La antigua Parapsicología alemana, la Ciencia Psíquica inglesa, la Metapsíquica de Richet en Francia y la parapsicología actual nacieron de las entrañas de la Ciencia Espírita y confirman, en nuestro siglo, su plena validez.

Más a pesar de todo eso, el Espiritismo y particularmente la Ciencia Espírita, fueron considerados ilusorios. Pero transcurrido el tiempo, hoy las ciencias cuentan en sus programas con la investigación de lo paranormal, comprobando objetivamente la existencia real del Espíritu y de toda la grandiosa fenomenología espírita.

Recordemos que la Doctrina Espírita es el resultado de la enseñanza concordante y colectiva de los Espíritus.


Juan Miguel Fernández Muñoz
Presidente de la Asoc. de Estudios Espíritas de Madrid


Editorial - Octubre 2013


En el largo caminar de los años, década tras década, vida tras vida, nos damos cuenta de que nada se consigue sin esfuerzo.
Observando la vida, vemos como las personas se frustran, abandonan sus sueños, sus preferencias y tuercen sus destinos por falta de voluntad.
Muchas personas se preguntan el porqué de las cosas, quieren saber por qué sus vidas son estas y no otras. Se acercan a la doctrina intentando hallar la respuesta que dé luz a su vida, pero pronto se desaniman  al encontrarse con el estudio.
En nuestra trayectoria hemos conocido personas con facultades mediúmnicas que, dirigidas hacia el bien, serían excelentes médiums de trabajo. Hemos visto personas que sufren mucho en esta encarnación, las que con sólo  un poco de voluntad, cambiarían su futuro haciéndolo más provechoso, más feliz. Hemos visto y vemos como “grandes amantes y apasionados espíritas” al poco tiempo de tener contacto con el Espiritismo, creen saber ya demasiado y hasta pretenden “actualizar” las bases de Kardec. ¡Pobres hermanos de camino que creen haber llegado a la meta, cuando no han dado dos pasos más allá de la salida!
Todos, en la medida de nuestro progreso y nivel de consciencia, elegimos nuestro nuevo caminar en la Tierra, en forma de reencarnación. A todos nos es dada la oportunidad de un nuevo comienzo, un espacio breve de tiempo, comparado con la eternidad, donde venir no sólo a corregir los errores del pasado, sino a aprender, vivir y sentir nuevas experiencias que nos harán crecer en el futuro. A todos, sí, pero todavía no conozco a quien se le dio esta oportunidad sin esfuerzo, ya que sería contraria a las leyes divinas, leyes inmutables que rigen el universo y que se basan en el Amor y el Progreso constante.
Debemos despertar a esta realidad, ser conscientes del porqué de la vida, de las normas del juego y del premio al final del camino que no es otro que la perfección. ¿Se vio ya la construcción de un edificio sin el trabajo y esfuerzo del arquitecto diseñando, el maestro construyendo y el peón apoyando? ¿Alguna vez el pan que comemos a diario llegó a los comercios sin el esfuerzo del panadero, que se levantó temprano para abastecernos? ¿Acaso vimos la cura de un enfermo sin el esfuerzo del médico que estudió e investigó para ofrecer el tratamiento más adecuado? Si todo en la vida requiere de un esfuerzo impulsado por la voluntad ¿Por qué nuestra vida debería ser distinta? El problema es el enfoque que le damos. Queremos obtener todo al momento, lo mejor e inclusive algo más y es donde caemos en el error y en la decepción. ¿Quieres ser un buen atleta? Entrena. ¿Un gran profesional? Estudia, practica. ¿Quieres alcanzar un sueño? ¡Corre tras él! ¿Te gustaría salir de la apatía, la depresión o el malestar interior? Crece, busca, pregúntate, muévete, el movimiento es vida. ¿Crees ser médium? Instrúyete, mejórate moralmente, ama a tu prójimo, a fin de que sintonices con los espíritus elevados que aconsejan, enseñan y nos dan Amor. ¿Quieres llamarte Espírita? Entonces empieza a caminar.
  • No leas, sino estudia a Allan KardecNo pidas, da de ti mismo.
  • No juzgues más que tu propio comportamiento.
  • No te conformes, busca.
  • No te acomodes, siempre hay algo que hacer.
  • No te rindas en la lucha, Dios siempre nos da lo que podemos soportar.
  • No reniegues, comprende que todo tiene un porqué y que muchos males de esta vida los hemos provocado nosotros en la actualidad con nuestro comportamiento.
  • No aceptes si no has razonado antes.
  • Nunca pierdas la fe, Dios confía en ti.
La redacción. 

jueves, 5 de septiembre de 2013

Espíritas y Espiriteros III



Hace quince años justamente, en Diciembre de 1876, publicábamos en “El Criterio Espiritista” un artículo titulado “Los espiritistas falsos”, tratando el asunto que ahora nos ocupa y designando con el calificativo de falsos a los que llamamos espiriteros, gráfica palabra que no hemos inventado pero si generalizado, porque define bien a los que consideramos como el mayor obstáculo para la propagación de nuestras doctrinas y por lo tanto como el mayor enemigo del Espiritismo, siendo la antítesis del verdadero espiritista que, como decía Allan Kardec y no nos cansaremos de repetirlo, se reconoce por su transformación moral y por los esfuerzos que hace para dominar sus malas inclinaciones.

Son de oportunidad y encajan aquí perfectamente las consideraciones que en aquella fecha hacíamos y que vamos a reproducir.

Distinguimos en nuestra gran comunión tres grupos: los verdaderos espiritistas, únicos que este calificativo pueden apropiarse, que son aquellos que han estudiado, conocen y practican las enseñanzas de los Espíritus, recopiladas en los libros fundamentales de la doctrina; los indiferentes o egoístas, representados en quienes teniendo aquel conocimiento y atentos parcialmente a aquella práctica, limitan su esfera de acción espiritista, digámoslo así, a lo que al propio individuo se refiere, ora porque habiendo hallado su idea se creen dispensados de hacer partícipes a los demás, ora porque su actividad docente se enerve ante contrariedades, dificultades o peligros; por último, los espiritistas fanáticos, que aun considerándose como iniciados en la sublime y consoladora doctrina, no la han comprendido y tal vez sólo consiguieron salir de una superstición para incurrir en otra.

A estos últimos grupos, que comprendemos generalmente con el nombre de “espiritistas falsos” es a quienes nos dirigimos, por considerarlos, según hemos dicho, como el primer obstáculo para la extensión del Espiritismo. Y al dirigirnos a ellos, no se crea que pretendemos lanzar desde el Vaticano de nuestra creencia el rayo de la excomunión y el anatema pontificio. Nuestra doctrina no reconoce inmutables dogmas, ni permite pontificados infalibles. Habla a la razón en nombre de la razón y sólo por la razón estima que puede sostenerse. En este sentido pues, y con este alcance únicamente, es como habrán de tomarse las ligeras apreciaciones que nos permitimos sobre tan trascendental asunto, en el que debemos insistir uno y otro día, porque así lo reclaman el buen nombre de la doctrina y el éxito de la propaganda y sobre todo el nuevo período en que ha entrado el Espiritismo.

La primera fase que éste presentó fue la de la curiosidad o investigación superficial, caracterizada en las llamadas “mesas giratorias”; fue su segunda fase la filosófica, representada por la publicación de las obras fundamentales de Allan Kardec (hoy vertidas a las principales lenguas modernas), la aparición de la prensa espiritista y la constitución de centros organizados para el estudio y la propaganda; finalmente, el Espiritismo entró y se halla hoy, en el período o fase religiosa, comenzando a diseñarse en el horizonte la fase puramente científica o estudio aislado de la fenomenología espiritista. Este estudio, que ha partido de fuera de nuestra comunión (Cox, Crookes, Wallaces, Varley, Dr. Puel, etc.) (1), auxiliará poderosamente como elemento de comprobación a la marcha de la doctrina en su período religioso.

Este no supone, sin negar la esencia de nuestra doctrina, la tendencia a levantar nueva Iglesia con nuevos dogmas y nuevo culto; significa, por el contrario, la necesidad de considerarlos a todos iguales, reconociendo su respectiva influencia histórica, para levantar sobre sus actuales ruinas el ideal religioso, basado en un superior concepto de la vida, el concepto que al campo filosófico ha traído el Espiritismo.
De poco sirve conocerle si se vive como si no se conociera. Es preciso no sólo que sus principios los tengamos siempre en los labios, sino y esto es lo esencial, que determinen nuestra conducta, evitando el divorcio entre la creencia y la vida, que censuramos en las religiones positivas. El Espiritismo, además de doctrina, filosofía y ciencia, es regla universal de vida.

Determinadas claramente las relaciones del hombre para con Dios, para consigo mismo, para con los demás y para con la Naturaleza, importa pues acomodar las acciones a la regla prescrita, que aceptamos, no porque la enseñen los Espíritus, sino porque la razón la sanciona en nuestra conciencia. Creer lo que no repugne la inteligencia, esto es, pensar antes de creer; esperar con seguridad el justo merecido a nuestras acciones, en el transcurso de las vidas que constituyen la infinita vida del espíritu; amar al Supremo Hacedor en todas sus obras, como única e indispensable condición para el merecimiento, es decir, caminar hacia la perfección, tal es nuestra síntesis religiosa.

Siendo así y dado que todas nuestras facultades se resumen en la actividad, como toda vida se resume en el movimiento, de ahí que el único camino de perfección se halle en las obras, que pueden ser de pensamiento, de palabra, de acción y de intención y que en ellas cifremos toda nuestra religiosidad.

Dados estos conceptos fundamentales, fácil es señalar quienes no son verdaderos espiritistas. No lo es aquel que, abjurando de su razón, cree en todo sin más que porque para él se presenta con los caracteres de la comunicación espiritual, que así puede simularse por falsos médiums, como ser inspirada por Espíritus menos adelantados que nosotros, no lo es el que espera progresar en virtud sólo de su creencia y sin santificarse por las buenas obras; no lo es quien, atento únicamente a su propio mejoramiento, niega, activa o pasivamente, su concurso al perfeccionamiento de los demás; no lo es el que, por atender a la vida presente, descuida pensar en la vida futura o viceversa; no lo es, en fin, el que olvida llevar a todos los actos de la vida las prescripciones de nuestra regeneradora doctrina, que nos manda crear abriendo los ojos de la razón, esperar sin impaciencias y amar a Dios en todo lo que es y existe.

Véase pues, como la fuerza, no del anatema, sino de la lógica, nos lleva a considerar fuera de la comunión espiritista, porque ipso facto la han abandonado, a todos aquellos que hemos calificado de espiritistas falsos o espiriteros, no, a la verdad, el mayor número entre los cuarenta millones que nos contamos en el planeta, pero sí bastantes para que los conceptuemos como el mayor enemigo del Espiritismo.

Vizconde de Torres-Solanot
Revista de Estudios Psicológicos
Noviembre de 1891

(1) Hoy podrían añadirse Zöllner, Paul Gibier, Lombroso, etc. y sobre todo la “Sociedad Dialéctica de Londres” y las varias Sociedades de Investigaciones Psíquicas creadas para estudiar los fenómenos del Espiritismo y a las que pertenecen distinguidos hombres de ciencia.

Conócete a ti mismo



“Conócete a ti mismo”, es quizás el aforismo griego más famoso que nos ha llegado a nuestros días, inscrito en el Templo de Apolo en Delfos es atribuido a grandes filósofos griegos como Heráclito, Pitágoras y principalmente a Sócrates.

La pregunta 919 de El Libro de los Espíritus nos responde con dicho aforismo ante la siguiente pregunta: “¿Cuál es el medio práctico más eficaz para mejorarse en la presente existencia y resistir a las instigaciones del mal?  -Un sabio de la antigüedad os lo dijo: “Conócete a ti mismo.”

El conocimiento de sí mismo es la clave del mejoramiento personal. ¿Cómo cambiar si no detectamos qué es lo que nos hace errar?“... observa, pues, tus impulsos. Deseando, sientes. Sintiendo, piensas. Pensando, realizas. Realizando, atraes...” (Extraído del libro “Siembra de médiums” de Chico Xavier).

Son principalmente nuestros impulsos los generadores de nuestros comportamientos. Internamente brotan del subconsciente automáticamente sin ser cuestionados por nuestro consciente. Recogemos siempre lo que sembramos como mecanismo ineludible de la Ley de Acción y Reacción, por la cual evolucionamos aprendiendo de nuestros propios errores en una sucesión de lecciones educativas para el espíritu vida tras vida.

Mientras no hay Conocimiento, vagamos sin cesar de una a otra existencia reencarnatoria sufriendo las consecuencias de los propios errores sin saber bien porqué el destino nos trata de esa manera. Es lo que las filosofías orientales llaman estar atrapados en la Rueda del Karma.

Podemos resumir la cuestión de conocerse a sí mismo a un problema de falta de Consciencia y Conocimiento.

Conocimiento para poder discernir siempre la acción más elevada, el Bien; y Consciencia, para detectar instante a instante, los impulsos retenidos que quieren suplantar a nuestra Voluntad Consciente. Todo ello requiere un gran esfuerzo continuo de transformación y aprendizaje interior con vistas a modificar tendencias inferiores de nuestro subconsciente para automatizar sentimientos y hábitos que nos impulsen hacia la iluminación, momento en el cual nos liberamos de la necesidad reencarnatoria de “renacer del agua y del espíritu”, para alcanzar el Reino de los Cielos, tal como realmente nos enseña Jesús en el Evangelio. Renacer del agua como símbolo de adquirir una nueva vida material, y renacer del espíritu, como símbolo de la necesidad imperiosa de transformarnos interiormente para poder liberarnos definitivamente de nuestras tendencias inferiores que nos anclan a la materia y a las vidas sucesivas.

Autoconocimiento

En la noche, antes de recogernos para obtener el sueño reparador, debemos meditar sobre lo bueno y lo errado que hayamos realizado en el día (pregunta 919 de El Libro de los Espíritus). Como guía para ello, podemos profundizar en las pautas que nos propone Joana de Angelis en el libro “Autoconocimiento”, psicografiado por Divaldo P. Franco: a) Examinar nuestro comportamiento frente a uno mismo, b) Examinar nuestro comportamiento frente a los demás, y c) Examinar forma en que desarrollamos nuestros valores íntimos. Estas pautas las desarrollamos a continuación:

a) Cómo se reacciona delante de sí mismo:

Toda reacción emocional hacia uno mismo pone a prueba el autoamor que nos tenemos, frente el orgullo y el egoísmo. Ataques de cólera, amarguras, odios, envidias, celos, etc. Son manifestaciones de egoísmo, orgullo y carencia de verdadero autoamor.

En artículos anteriores ya hemos hablado del egoísmo y del orgullo como carencias de seguridad interior en niveles materiales, emocionales y mentales. Pasamos a continuación a describir algunas de las características del autoamor:

- Como sentimiento sublime, no nos separa del prójimo, sino que sienta la base del verdadero amor empezando por uno mismo, con nuestro cuerpo, nuestras emociones e ideas, para después proyectar dicho amor hacia los demás. Te hace consciente de la necesidad de amar a los demás.

- Llena todas las cavidades de las carencias emocionales que erróneamente intenta tapar el egoísmo y nos brinda la seguridad en nosotros mismos como premisa para confiar en los demás erradicando el orgullo separador.

- Nos habilita para abrirnos hacia los demás hacia relaciones sanas, caritativas y fraternales.

- Es escudo contra desequilibrios emocionales como el complejo de inferioridad, depresión, apatía o desesperación.

Síntomas resultantes de la carencia de autoamor:

-Los celos nos indican carencias afectivas, dependencia de la sensación de sentirnos amados externamente por alguien que utilizamos para tal fin. Si amaramos realmente, antepondríamos su felicidad y libertad sobre nuestros intereses-carencias.

-Amargura: sabor que nos queda ante un suceso que aborrecemos y nos corroe por dentro. Normalmente es manifestada mediante continuas quejas que nos debilitan extenuando nuestra energía vital. Las quejas son una declaración de desesperanza e insatisfacción.

Debemos considerarlas como una manifestación de desagradecimiento hacia la Providencia Divina, que nos trae siempre, en cada momento, aquello que necesitamos, generalmente, de forma ajena a nuestro entendimiento.

Siempre será necesario el cambio de perspectiva, hacia un punto de vista más espiritual, donde agradezcamos a Dios las oportunidades de aprendizaje, y tomar consciencia del dolor como mecanismo regenerador. Nuestro subconsciente necesita aprender a veces por las malas, cuando le hemos permitido "engordar" de errores. Nos faltó ser conscientes durante el origen del problema, cuando permitimos por falta de conocimiento la caída o la inacción. Después vino la automatización mediante la reiteración y finalmente, vivir las consecuencias para liberarnos mediante el dolor. Cuantos hay que manteniéndose en la ignorancia, repiten constantemente la cruda lección.

- Odio, venganza:

La ausencia completa de autoamor nos lleva a al enfrentamiento, a la ira, con objeto de la aniquilación de lo odiado. El origen de tal situación es siempre el miedo. El miedo aniquila toda posibilidad de autoamor (y por consiguiente el amor hacia los demás), desvirtuándolo en egoísmo. El completo egoísta no tiene capacidad de amar, ni siquiera a sí mismo, por tanto carece de autoamor. Lo que siente hacia sí mismo son las sensaciones que le producen los sentidos y las relaciones que mantiene con el exterior. Es completamente un esclavo de lo externo, al carecer de una mínima producción interior de valores edificantes, tiene verdaderas necesidades externas de reconocimiento, afecto, etc. Llega a necesitarlas como el alimento físico, y su instinto de supervivencia lucha por ellas al mismo nivel que cuando peligra su vida física. Ante un enemigo, físico o emocional, responde con la misma ira, odio y lucha.

- Envidia:

Proyectamos en las posesiones y características que vemos en los demás nuestras más profundas esperanzas con fin de satisfacer nuestras carencias.

En la medida que nuestras carencias son internas, difícilmente podremos sufragarlas externamente, autoengañándonos con ello.

Caemos ante un proceso de verdadera autofascinación, o fascinación cuando es producida o potenciada por influencias espirituales inferiores con las que sintonizamos.

Descubrimos aquí la importancia de la Ley de Sintonía en nuestro día a día, con la continua lucha por el despertar espiritual y la transformación moral.

No estamos solos en el peregrinar de las existencias. Se aplica aquí el refranero popular: "Dios los cría, y ellos se juntan". El Espiritismo nos enseña cómo durante el día estamos acompañados por los espíritus afines a nuestros pensamientos y altura moral; y como durante la noche nos desprendemos para acudir junto a aquellos que nos llaman y atraen por afinidad e intereses comunes (recomendamos la lectura del libro “Liberación” de Chico Xavier).

La oración será nuestro verdadero auxilio ante cualquier influencia externa en nuestra psique. Con ella cambiamos la sintonía hacia vibraciones más elevadas que nos alejan de tales influencias, dándonos la libertad de actuar, alejados de las influencias obsesionas cuyos intereses son que no cambiemos para que sigamos alimentando sus filas, con pensamientos y acciones negativos que aprovechan para sus fines de alimentar de oscuridad las conciencias.

b) Nuestro comportamiento frente los demás:

Debemos analizar nuestras reacciones frente al prójimo, principalmente en los ámbitos donde nos sentimos seguros. Habitualmente los convencionalismos nos obligan a contenernos, demostrando realmente cómo somos sólo en los ambientes donde nos sentimos libres o con poder. Hay personas que en su trabajo no expresan su despotismo hogareño, otras que son maravillosas con su pareja mientras son novios, transformándose en verdaderos opresores cuando formalizan su relación.

Nuestro comportamiento con las personas que más debemos amar (nuestro hogar) muestra claramente las limitaciones de nuestros sentimientos por los demás. No sólo eso, claramente es por donde debemos empezar a poner en práctica la máxima “amar al prójimo como a sí mismo”, para continuar agrandando el círculo de nuestros sentimientos desde nuestro hacia la Humanidad Universal.

Analicemos nuestros hábitos ante situaciones inesperadas frente a los demás. El autocontrol desarrollado ante uno mismo debe desarrollarse frente a nuestras reacciones ante los demás. El autoamor es la base del amor por los demás como a uno mismo, desde el momento en que nuestra felicidad dependerá directamente de su felicidad. Amarse a uno mismo es amarse en unión con Dios y al prójimo, sintiéndonos parte de un todo muchísimo mayor que nosotros. El autoamor por tanto nos ayuda a crecer en humildad y virtud.
El autoamor, a su vez, llena de seguridad nuestro interior frente al mundo externo, nos aporta naturalidad y apertura a las relaciones interpersonales, permitiéndonos superar cualquier actitud de timidez, retraimiento y desconfianza por los demás. El autoamor lleva al amor por los demás y el amor por los demás nos permite el cambio de mentalidad preciso para recordar y vivir según la máxima: “el mal que me hacen no me hace mal, el mal que yo hago es lo que me hace mal”.

c) De qué forma desarrollamos lo valores íntimos con relación a sí mismo y a los demás:
En relación a uno mismo, los valores íntimos son los pensamientos, sentimientos y emociones que conforman nuestro ser. Somos dínamos generadoras de corrientes de energía, mental y emocional que impregna todo lo que nos rodea,  retornándonos como fuerzas revitalizadoras cuando son causadas por pensamientos y sentimientos elevados, o como ondas desequilibradoras cuando caemos en lo contrario.

El estudio del “Evangelio según el Espiritismo” y de las obras espíritas sobre moralidad, nos dan el conocimiento que anteriormente hemos mencionado como uno de los ingredientes fundamentales para la reforma íntima. El segundo ingrediente, la consciencia, en niveles prácticos supone desarrollar nuestro autocontrol, a partir del conocimiento adquirido.

En este caso hablamos del control constante de los pensamientos, sentimientos y emociones. El autocontrol por sí mismo es una muestra de nuestro adelanto cuando refrena los instintos y pasiones inferiores. Cada vez que no nos contenemos alargamos nuestras penurias manteniendo los automatismos internos que nos llevan a la caída. Cuando nos enfrentamos a nuestras debilidades fortalecemos la voluntad y creamos un cortocircuito en nuestro subconsciente minando poco a poco las ideas perturbadoras que quedaron grabadas, repitiéndose los conflictos hasta la completa liberación, reaprendiendo, luchando con nosotros mismos y fortaleciendo nuestra voluntad consciente frente el imperio de nuestras inclinaciones inconscientes.
En relación a los demás, nuestros sentimientos son la principal asignatura para el espíritu. No hay relación sin adquisición de experiencia, y la experiencia nos enseña el sentimiento, cuando sabemos interpretarla desde una consciencia clara. Una misma experiencia puede grabar diferentes impresiones en diferentes personas, debido a que vivimos nuestra realidad externa desde el filtro de nuestra realidad interna.

Para muchos, la experiencia externa es el mecanismo redentor que rompe lentamente con sus tendencias internas mediante los mecanismos del dolor, la tristeza y la alegría.

El autocontrol, vivenciado en las relaciones hacia los demás, nos permitirá el enriquecimiento necesario para nuestra consciencia mediante la experiencia gratificante, grabando igualmente la impresión del exterior al interior, pero esta vez apartando los mecanismos del dolor, para disfrutar de las sutilezas de los nuevos sentimientos descubiertos.

Podemos decir, que el desarrollo de la emoción y de los sentimientos, son objetivos imperativos de la reencarnación del espíritu, lo que quiere decir que nunca solos podremos llegar lejos acompañados únicamente de nuestro orgullo y egoísmo. Sólo la eliminación del orgullo y del egoísmo permitirá el crecimiento de nuestro autoamor, que proyectado hacia los demás en verdadero amor nos llevará a relaciones más satisfactorias y sentimientos íntimos más elevados en el camino hacia la iluminación.

José Ignacio Modamio
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

sábado, 31 de agosto de 2013

Suicidio y Espiritismo


Una de las primeras cosas que podemos preguntarnos con respecto a este tema es ¿qué es lo que lleva a las personas a tomar este tipo de decisiones?

Son muchos los motivos que hacen que se tome esta resolución, pero la razón más habitual suele ser un acto de fuga. La persona necesita huir de una determinada situación y se encuentra dominada por la angustia, la ansiedad, sintiendo que no hay otra salida y viendo en la muerte el fin de todos sus sufrimientos.

Asimismo, ocurre con frecuencia que cuando la persona se encuentra sumido en este tipo de pensamientos, vibra en una frecuencia energética muy baja, en la que, sin pretenderlo, atrae a su lado a determinados espíritus afines a sus sentimientos que fomentan este estado y que acaban insistiéndole en la idea del suicidio. La situación que se produce viene a ser como si alguien a nuestro lado nos sugiriera al oído constantemente la idea de que la muerte nos librará de la angustia y del sufrimiento que estamos padeciendo y que, por lo tanto, no merece la pena continuar viviendo. No obstante, aunque toda esta situación es real, no debemos olvidar que las influencias espirituales no nos eximen de responsabilidad en las cosas que vayamos a cometer, ya que el espíritu que está al lado no obliga a la persona a suicidarse, tan sólo se lo sugiere. Siempre la víctima es dueña de sus actos.

El suicidio, al contrario de lo que mucha gente piensa, tiene muchas y terribles consecuencias. La primera con la que se encuentra quien realiza este acto es ver que no ha puesto fin a su vida. El espiritismo nos enseña que nuestra existencia no termina con la muerte, la persona continúa viviendo y con el agravamiento de ver sus problemas acentuados. Son muchas las comunicaciones de espíritus que cometieron suicidio en las que nos cuentan como reviven una y otra vez el momento de su muerte, sintiendo dolores constantes, como una pesadilla de la que no consiguen salir. En este sentido es importante saber que, en muchos de los casos, la cantidad de fluido vital que tenemos en el momento de la muerte determina la duración de dicha expiación, es decir, que las personas jóvenes están más tiempo reviviendo los tormentos de su suicidio. En el libro “El Cielo y el Infierno” de Allan Kardec podemos encontrar el testimonio de algunos espíritus que cometieron este acto contra sí mismos y que describen su terrible experiencia. Tenemos, entre otros, el caso de Francisco Simón Louvet, que se arrojó desde lo alto de una torre y siente cómo se le repite la dura y dolorosa escena sin descanso.

Pero, además de todo esto, el ponerle fin a la vida conlleva consecuencias físicas que afectan al periespíritu y que después se verán reflejadas en el cuerpo físico en vidas sucesivas. Cuando nos suicidamos, el periespíritu, que es el cuerpo sutil que une nuestro espíritu con el cuerpo físico y que interactúa con nuestros pensamientos y acciones, se ve afectado de manera dramática regresando al plano espiritual con una herida coincidente con el área que nos hayamos dañado.

Cualquier tipo de suicidio afectará siempre la zona correspondiente en el periespíritu, con sufrimientos que permanecerán durante bastante tiempo ya que, como he dicho anteriormente, las victimas del suicidio reviven el momento de la muerte. Por ejemplo, la persona que se ha suicidado disparándose un tiro en la cabeza sentirá el impacto de la bala atravesándole el cerebro incesantemente; si la persona decide suicidarse quemándose experimentará fuertes dolores constantes.

Igualmente sufrirán consecuencias las personas que intentan suicidarse sin conseguirlo, ya que, todo acto de violencia contra nosotros mismos tendrá repercusiones en el periespíritu generando problemas que se manifestarán de manera física y psíquica.

De esta manera, lo mismo sucede en los casos de suicidio inconsciente. Con esto me refiero a cuando la persona no es consciente de que determinado comportamiento, hábitos, forma de vida… pueden dificultar y acortar la misma. Estoy hablando de las personas que desencarnan a causa de, por ejemplo, un cáncer de pulmón provocado por el tabaco, muertes derivadas del alcohol, las drogas, accidentes mortales de tráfico debido al exceso de velocidad, etc. y que tendrán consecuencias en los mismos órganos que han sido dañados.  Un ejemplo claro de este tipo de suicidio lo encontramos en el libro “Nuestro Hogar” de Chico Xavier, donde André Luiz nos cuenta, al principio del mismo, cómo fue su entrada y posterior permanencia en el mundo espiritual después de morir tras llevar una vida completamente materialista, siendo muy egoísta y sin pensar para nada las consecuencias que podía traerle no cuidar su propio cuerpo.

Gracias a la doctrina espírita y a las informaciones de la espiritualidad, sabemos que cuando desencarnamos, vamos a un lugar en el mundo de los espíritus, acorde a nuestro grado de moralidad y afinidad, por lo tanto, las personas que se suicidan tienden a agruparse en las mismas regiones aunque no permanecen allí durante el mismo tiempo. En el libro “Memorias de un Suicida” de  Yvonne A. Pereira encontramos una clara descripción de cómo suelen ser estas zonas. De todas maneras,  hay muchos factores que determinan esto, el tipo de suicidio, los motivos, influencias espirituales, grado de conocimiento… cuanto más consciente se es de los actos cometidos más tiempo se permanece en esas áreas.

Del mismo modo, también tenemos conocimiento de que a esos mismos lugares se acercan espíritus protectores que actúan a modo de médicos y que en cuanto ven que los espíritus suicidas que allí habitan tienen condiciones favorables para ser ayudados, habiendo superado las perturbaciones más exageradas, los recogen inmediatamente.

Para corregir este grave error que es el suicidio, la persona que lo cometió tendrá que reencarnar para reajustar y reequilibrar dicha equivocación. Las lesiones periespirituales repercutirán en su cuerpo físico produciendo muchos padecimientos y complicaciones. Si la persona se suicidó ahogándose tendrá enfermedades relacionadas con el aparato respiratorio; si ingirió veneno los problemas estarán en el aparato digestivo… Normalmente serán enfermedades que se desarrollarán desde la más tierna infancia y donde los médicos enfrentarán grandes dificultades para poder erradicarlas, si es que lo consiguen.

Para terminar, transcribo un mensaje del espíritu Emmanuel, sacado del libro “Religión de los Espíritus” escrito en psicografía por Chico Xavier:

“El Suicidio.
En el suicidio intencional, sin los atenuantes de la enfermedad o la ignorancia, se debe considerar no solamente el problema de la infracción a las Leyes Divinas, sino también el acto de violencia que el ser humano comete contra sí mismo, a través de la premeditación más profunda y del mayor remordimiento.
Atormentada por el dolor, la conciencia despierta en el nivel de sombra al que se precipitó y debe soportar compulsivamente las compañías que eligió para sí misma, durante el tiempo indispensable para la adecuada renovación.

Sin embargo, los resultados no se circunscriben a los fenómenos del sufrimiento íntimo, porque surgen los desequilibrios consecuentes en las sinergias del cuerpo espiritual, con necesidades de reparación en existencias próximas.

Es así que luego de un determinado tiempo de reeducación en las regiones de trabajo fronterizas a la Tierra, los suicidas son habitualmente conducidos otra vez a la internación en el medio carnal, en un régimen de hospitalización dentro de la celda del cuerpo, que refleja sus penurias y angustias en forma de enfermedades e inhibiciones.

Fácil nos será entonces identificarlos en la cuna donde vuelven a la vida, sugiriendo la expiación en la que se resguardan.

Los que se envenenaron, según los tóxicos de que se valieron, renacen con afecciones valvulares, malestares del aparato digestivo, enfermedades de la sangre y disfunciones endocrinas tanto como otros males de etiología imprecisa; los que incendiaron su propia carne padecen los ardores de la ictiosis o el pénfigo; los que se asfixiaron, sea en el lecho de las aguas o con las emanaciones de gas, muestran procesos mórbidos de las vías respiratorias, como en el caso del enfisema o los quistes pulmonares; los que se han ahorcado son portadores de dolorosos disturbios del sistema nervioso, como las neoplasias diversas y la parálisis cerebral infantil; los que se destrozaron el cráneo o entregaron su propia cabeza a las ruedas destructoras, experimentan desarmonías de la misma especie, en especial las que se relacionan con el cretinismo, mientras que los que se arrojaron desde gran altura reaparecen como portadores de los padecimientos de la distrofia muscular progresiva o de la osteítis difusa.

Según fuera el tipo de suicidio, directo o indirecto, surgen las distonías orgánicas derivadas, que corresponden a diversas calamidades congénitas, incluso la mutilación o el cáncer, la sordera, la mudez, la ceguera y la locura, que representan la terapia providencial para la cura del alma.

Junto a tales cuadros de prueba regeneradora, funciona la ciencia médica como misionera de la redención, que consigue ayudar y mejorar a los enfermos, de conformidad con los créditos morales que alcanzaron o según el merecimiento de que dispongan.

Cuida pues la existencia como un don inefable, porque tu cuerpo siempre es un instrumento divino, para que en él aprendas a crecer hacia la luz y a vivir para el amor, en relación con la gloria de Dios.”

Yolanda Durán.
Centro Espírita Entre el Cielo y la Tierra.

Obligada capacitación de los espíritas



En los tiempos actuales, después del llamado Siglo de Oro de las ciencias, Dios nos envió la Ley de Instrucción y los espíritas deben cumplirla para ayudar a la Tierra a ascender en la Escala de los Mundos.
Para todos aquellos que de una forma u otra estamos vinculados a la Doctrina Espírita, es importante recordar el Item. 5 del Capítulo VI de “El Evangelio según el Espiritismo” donde El Espíritu de Verdad nos da las pautas a seguir, transmitiéndonos: “¡Espíritas! Amaos, he aquí la primera enseñanza; Instruíos, he aquí la segunda.”

Al instruirnos nuestra creencia se fortifica y crece en la “Ley eterna del Progreso”. El capacitarnos es “obligatorio”, porque tenemos un compromiso que hemos asumido, un deber que cumplir, ya que hemos sido llamados para ser trabajadores del Padre. Por ello al igual que los cimientos son indispensables en cualquier edificación, es necesaria nuestra formación doctrinaria a través del estudio y la investigación. Debemos alimentar nuestro espíritu con los conocimientos que están ahí y que la Espiritualidad nos ha proporcionado.

Los hebreos estudiaban minuciosamente la Ley Antigua, que está en el Viejo Testamento. Los cristianos estudian la Ley Nueva, que se cita en el Nuevo Testamento. Los espíritas, que son los cristianos renacidos del agua y del espíritu, deben estudiar las obras de Kardec, que forman la Codificación del Espiritismo. La Nueva Revelación anunciada por Jesús.

Claro está que el espiritista no precisa ser un sabio. Sería bueno que todos pudiésemos serlo, pero eso es imposible y sería contrario a la propia Ley de Evolución. Cada uno de nosotros tiene ya su rumbo evolutivo a seguir. Pero si no precisa ser sabio, tampoco debe ser ignorante. ¿Cómo él va a mantener su fe y con ella auxiliar a los que sufren la ceguera del ateísmo, del materialismo o de la más simple duda? Con artículos de fe nadie convence a nadie de la verdad espiritual. Estamos en la edad de la razón, en la fase racional de la evolución humana. Tenemos que cimentar nuestra fe en el conocimiento, si queremos que ella sea una luz para todos y no apenas una lamparilla de uso particular.

No podemos cerrarnos en nuestra cómoda ignorancia. Los que quieran permanecer en el Espiritismo deberán instruirse, libertándose de sus falsas ideas, de sus conceptos anticuados, de sus errores. Sin instrucción no podemos cumplir el mandato de amor al prójimo y del amor a Dios. ¿Pues, cómo amar a Dios sin comprenderlo, sin tener idea de su grandeza y naturaleza inteligente? ¿Y cómo amar al prójimo sin ayudarle a comprender, a esclarecerse de las supersticiones, de las mentiras, de los falsos juicios?

Los grandes misioneros que de tiempo en tiempo renacen en la Tierra, con el fin de activar el progreso y la evolución de las criaturas y del mundo, en todas las áreas del conocimiento humano, fueron hombres comunes. Nada había en Sócrates, Pitágoras, Arquímedes, Galileo, Francisco de Asís, Teresa de Ávila, Vicente de Paúl, Newton, Mozart, Darwin, Allan Kardec, que los diferenciase de los demás, sino la responsabilidad y la fidelidad con que desempeñaron sus misiones.

Es evidente que cada cual tiene su propia medida. Unos podrán instruirse más que otros. Unos tendrán mayores posibilidades, otros menos. Pero aprenderán lo suficiente para enseñar a los que saben menos.
Todo espírita puede y debe instruirse. Cada cosa viene a su tiempo, y por tanto, de acuerdo con su época. No es suficiente decirse espírita o cristiano, sino que hay que probarlo en la práctica. Kardec ya lo dijo: “Solo se consideran adeptos los que ponen en práctica sus enseñanzas”.

Ya para concluir y volver al origen del título de este artículo, recordemos la comunicación que el Espíritu de Joana de Angelis a través de la psicografía de Divaldo Pereira Franco en “Invitaciones de la Vida”, en su capítulo “Invitación al estudio” nos recomienda para protegernos de los peligros generados por la gran variedad de ataques psíquicos que recibimos a nuestro alrededor…

“Por lo tanto, más que nunca se presenta la necesidad consciente del estudio espírita como vehículo de liberación de la conciencia y ruta iluminativa en el viaje de la evolución.

El estudio espírita conduce al discípulo al esclarecimiento que es la base segura, condición principal para alcanzar la paz.

La Doctrina Espírita, siendo portadora de las informaciones que ofrecen seguridad y armonía íntima, requiere estudio y reflexión, para asimilarla mejor y más fácilmente vivirla.

Profundizar en su análisis, dedicar algún tiempo del día, o de la semana, al estudio frecuente, a fin de impregnarte de la convicción y renovación indispensables a la preservación con el cual despertarás más allá de la vida orgánica.

Examina el conocimiento general a la luz del Espiritismo y asimilarás mejor las conquistas de los días modernos, despertando definitivamente para la vida mejor, curado de las antiguas heridas impresas en el espíritu y así, ascenderás más allá y por encima de las vicisitudes.
Kardec se hizo profesor para ayudarnos a estudiar y reflejar las sagradas lecciones del deber y de la caridad que son las metas de nuestra real liberación”.

Juan Miguel Fernández Muñoz
Presidente de la Asoc. de Estudios Espíritas de Madrid