miércoles, 29 de abril de 2015

La Paciencia

La Paciencia



La Paciencia es una de las virtudes menos comprendidas y valoradas en la actualidad puesto que realmente desconocemos la extensión de hasta donde pueden llegar sus beneficios, dejándola normalmente fuera del programa de trabajo interior que podríamos hacer en relación con uno mismo.
Solemos vivir la paciencia como una prueba cuando realmente es una oportunidad, una nueva forma de afrontar la vida que nos habilita para dar lo mejor de nosotros mismos.

Si dejamos a la vida que nos enseñe paciencia, estamos pidiendo realmente que la paciencia nos venga en modo de prueba. Sin embargo, planteándonos, en el trabajo interior, mejorar nuestra paciencia, estamos adelantándonos en la lección de la vida y dicha paciencia adquirida pasará a ser una herramienta inestimable, que nos ayudará día a día en todos los ámbitos de nuestro progreso necesario.

La paciencia y la sensibilidad 
La paciencia es fundamental para el desarrollo de cualquier sensibilidad, sea mediúmnica o anímica. Tenemos normalmente la mente tan repleta de conflictos, intereses, automatismos, pensamientos y recuerdos, cada cual pugnando en cada momento por influenciar de alguna forma a la tan estimada conciencia, que es imposible que cualquier nueva sensibilidad se abra paso en semejante ambiente. Nuestra mente es por tanto como un reino con muchos señores pero un único rey, menor de edad, el Espíritu, que no puede reinar hasta alcanzar la madurez necesaria para imponerse por méritos propios en su corte. En el reino mental, cada vez que nos oponemos a una idea la alimentamos incons-cientemente, de forma que debemos evitar el conflicto si no queremos entrar en una guerra de guerrillas interior. La mejor táctica será la paciencia, mediante la cual trabajaremos constantemente la paz interior a través de no alimentar con pensamientos o sentimientos a nuestros antiguos señores internos, junto con la adquisición de nuevos hábitos, expe-riencias y actitudes benéficas que irán acondicionando nuestro reino interior para el resurgir del nuevo orden. La paciencia será necesaria para soportar, sin alterarnos en forma alguna, todas las revueltas internas de estos antiguos señores que carentes de alimento intentarán instigar todos los instintos y pasiones que tengan a su alcance. Flashes de imágenes, deseos repentinos, antojos, pueden asaltar nuestro consciente en cualquier momento y de forma natural buscarán posicionarse en nuestra mente aunque sólo sea despertando el sentimiento de culpa. Seamos conscientes que la culpa sólo es útil mientras no hay arrepentimiento, después de alcanzarlo es un lastre que sigue alimentando los hábitos internos de forma que nos es perjudicial mientras no nos liberemos definitivamente de ellos. Todos los vicios y pasiones en realidad son grandes adicciones del espíritu que tendrá poco a poco que abandonar. La victoria nos habilitará para la Paz interior y el desarrollo superior de las habilidades del espíritu. La paciencia bien entendida es clave, junto con el trabajo interior, conocimiento de uno mismo y el estudio de las verdades espirituales.

Paciencia y Templanza
Estudiando la mente mediante la comparación con un reino antiguo, podemos entender fácilmente cómo trabaja la paciencia para dar soporte a la capacidad de templanza. Templanza es la virtud de no dejarse llevar por los impulsos de nuestros antiguos señores internos. La templanza al no actuar contribuye con la paciencia en la victoria final sobre todas las pasiones. Cada vez que caemos en el error alimentamos el antiguo hábito equivocado, cada vez que nos oponemos con toda nuestra voluntad, lo arrinconamos en nuestro inconsciente preparado para saltar a la mínima en cuanto le sea posible. Enfrentándonos lo alimentamos igualmente retra-sando una nueva recaída. No reaccionando de forma negativa podremos alcanzar la victoria, creando nuevos espacios para la sustitución de los viejos hábitos por nuevos patrones de conducta. No podre-mos eliminar los malos hábitos si no ponemos otros nuevos renovados, por mucho que pensemos que los hemos abandonado, el trabajo no estará terminado.

Paciencia y estudio
La comprensión espiritual de los problemas, mediante el estudio, es condición necesaria para trabajarnos la paciencia gracias a que nos permite afrontar la realidad desde una nueva perspectiva diferente con mayor confianza y fe.

Conocimiento, comprensión, esperanza y fe, son compañeros de viaje para todo trabajador paciente en el Bien. 

Estamos viendo que la Paciencia es mucho más que lo que muestra su definición clásica que la define como "fortaleza para aceptar con serenidad el dolor y las pruebas de la vida necesarias para nuestro progreso".

La Paciencia ejerce un puente entre las virtudes que estudiaron Platón y Aristóteles, también llamadas cardinales, Justicia, Prudencia, Templanza y Fortaleza. Sin Paciencia en nuestras labores difí-cilmente seremos prudentes. Sin Paciencia ante nuestros deseos, no tendremos la templanza suficiente. Sin Paciencia en nuestros padeceres no tendremos fortaleza y finalmente, sin Paciencia en nuestras emociones, la ira nublará nuestro sentido de Justicia.

Lo contrario a la paciencia es el sentimiento de contrariedad tanto o más que la propia impaciencia. La impaciencia es un estado de ausencia de paciencia pero puede no llegar a tener graves consecuencias si no se llega a la acción. El sentimiento de contrariedad sin embargo raramente nos deja indiferentes y desemboca normalmente en graves consecuencias. La impaciencia surge ante un estancamiento en la realización de nuestros planes, que puede llevarnos a un estado de ansiedad, pero la contrariedad conlleva un enfrentamiento que desata normalmente la ira, la crítica y la queja. En estado de contrariedad nos apartamos de las virtudes de Templanza, Justicia y Prudencia cuando no disponemos del necesario autocontrol y conocimiento de uno mismo. La contrariedad es una emoción que quema por dentro y nubla el entendimiento mediante la activación de los instintos de supervivencia y conservación, fundamento del egoísmo ("La Génesis" cap. III ítem 10: "Si hacemos un estudio de las pasiones, e incluso de los vicios, veremos que su origen común está en el instinto de conservación".)

Paciencia y Fortaleza
Clásicamente reducimos la Paciencia al ámbito de la virtud de Fortaleza como resignación ante el dolor y vicisitudes de la vida. Pero la paciencia es una virtud bien distinta de la mera pasividad ante el sufrimiento; no es un "no reaccionar", ni un simple "aguantarse". Es parte de la virtud de la fortaleza y lleva a aceptar con serenidad el dolor y las pruebas de la vida, grandes o pequeñas esforzándonos constán-temente por superarlas en la medida de nuestras posibilidades.

Esta aceptación no llega arbitrariamente sin un trabajo previo que nos permita desarrollar el convencimiento (Fe basada en conocimiento espiritual) que nos da la fuerza de voluntad necesaria para mantenernos fuertes en medio de las persecuciones y pruebas de la vida.

El convencimiento férreo de las verdades espirituales es el fundamento que nos dará la gran-deza de ánimo que caracteriza a los grandes espíritus que vienen en misión.

De esta forma mantendremos la alegría de vivir e incluso la Paz interior en la adversidad del mundo que nos rodea, a sabiendas que tal como dice una máxima de "El Evangelio según el Espiritismo" (Cap. V ítem 20), "la felicidad no es de este mundo".

Paciencia y virtudes
La paciencia, precursora como hemos visto de las cuatro virtudes cardinales, junto al conocimiento espiritual que aporta la Doctrina de los Espíritus, son alimento para el resto de virtudes como la Fe, la Esperanza y la Caridad, de forma que nuevamente podemos decir que no tenemos Fe ni Esperanza si no tenemos Paciencia con la confianza que la caracteriza.

Esto prueba que la mayor virtud de todas es la Caridad tal como nos dice "El Evangelio según el Espiritismo", puesto que es la única virtud que podemos practicar incluso sin adquirir ninguna otra,  mientras que el resto de las virtudes quedan de alguna forma relacionadas entre ellas, al menos, a través de la Paciencia. La persona paciente tiende a desarrollar una sensibilidad que le va a permitir identificar los problemas, contrariedades, alegrías, triunfos y fracasos del día a día y, por medio de ella, afrontar la vida de una manera optimista, tranquila y siempre en busca de armonía.

La paciencia y el deseo
Hoy en día el deseo es uno de los principales motores de la sociedad. Constantemente se va renovando porque si permanece estático se desmorona como un castillo de arena. La sociedad de consumo nos va creando nuevas necesidades, objeto de deseo, dirigiéndonos por una senda muy acotada hacia sus intereses. Hoy en día las enfermedades más comunes son el estrés y la ansiedad. El estrés producido por todo el trabajo y agitación necesarios para mantener el ritmo de vida que se nos va marcando y la ansiedad producida por el rastro que deja el propio estrés que hemos mantenido por tanto tiempo.

Normalmente somos impacientes donde más nos esforzamos porque necesitamos respuestas rápidas para continuar motivados. Si no vemos avances nos desmoralizamos e impacientamos. Paciente es el que trabaja en el bien sin esperar a resultados para continuar esforzándose. Paciente es quien confía pero no permite que la ociosidad le haga perder el tiempo. La persona paciente es rica en tiempo porque no lo malgasta. Si malgasta el tiempo no es paciente, es irresponsable, perdiendo el tiempo que luego necesitará y que le hará experimentar la impaciencia como prueba a superar.

El cultivo de la paciencia limita los efectos que causa el deseo al alejarnos del abuso. La comprensión de lo necesario y lo superfluo nos iluminará para tomar el rumbo correcto en la vida. La vida conforme las leyes naturales se caracterizan por la simplicidad y sencillez alejada de toda extravagancia superflua. La paciencia es contraria al estrés puesto que no permite la sobrecarga intelectual o física así como el abuso de nuestra salud. La salud entra dentro de lo necesario y la paciencia lo protege al comprender que en toda carrera de fondo lo importante es llegar lo más lejos en las mejores condiciones posibles.

Si la fuerza del deseo surge del instinto de conservación como puente hacia el desarrollo del progreso, la paciencia, como medida de conservación, sirve de control para evitar el agotamiento de la salud en la sobreactuación del deseo mediante el abuso. El egoísmo surge directamente del instinto de conservación cuando no carecemos de paciencia para anteponer los intereses de los demás a los nuestros.

Paciencia, seguridad, confianza, conocimiento y egoísmo

La paciencia implica seguridad y donde no hay seguridad reina el miedo y el egoísmo. De todo ello podemos inferir que el ser pacientes nos hace menos egoístas.

La paciencia implica confianza. A partir de la seguridad en uno mismo, la confianza en los demás es siempre más fácil. El prójimo deja de ser un competidor puesto que ya no hay ninguna carrera donde competir y pasa a ser un colaborador. Juntos todos tenemos más fuerza y por ello, el instinto de conservación hace al hombre ser de tipo gregario de forma natural. Incons-cientemente sabemos que todos juntos somos más fuertes que como suma de las partes.

La paciencia implica conocimiento. Sin conocimiento reina la ignorancia y el miedo, el instinto de supervivencia se antepone al de conservación y al de progreso impidiendo el desarrollo de la paciencia ahogada completamente por el egoísmo.

La paciencia implica Fe. El hombre que no tiene Fe llegará un momento en que se planteará las verdades mayores y sufrirá el sentimiento de indefensión que irremediablemente le hará elevar su mirada hacia lo alto base al instinto natural por el cual todo ser intuye una realidad superior a él según la Ley de Adoración explicada en "El Libro de los Espíritus" de Allan Kardec.

Paciencia y resignación
La paciencia es activa y pasiva a la vez. Activa porque cumple con la Ley del Trabajo mediante el esfuerzo diario y pasiva por la resignación que conlleva como aceptación de las circunstancias que nos llegan ajenas a nuestra voluntad sin posibilidades de remediarlas por nosotros mismos. Toda expiación conlleva en sí misma una necesidad de resignación (parte pasiva de la paciencia), mientras que toda prueba siempre conlleva intrínsecamente un ejercicio activo de paciencia, en base al cumplimiento del deber.

La paciencia es indulgente con los demás, exigente con uno mismo pero comprensiva con nuestros resultados, impidiendo los pensamientos negativos o de derrota antes los malos resultados casuales, conocedores de que el espíritu siempre progresa, que nuestra realidad actual es fruto de nuestro merecimiento pasado y que los males actuales son abono para los bienes futuros del espíritu.

Paciencia y humildad
Una de las causas mayores de nuestra impaciencia es debido a la falta de humildad y comprensión de la finalidad de nuestra encarnación. Tendemos a pensar que somos más evolucionados de lo que realmente lo somos y por ello tendemos a tener ciertas aspiraciones que en muchas ocasiones nos causan impaciencia. Una aspiración clásica es tener mediumnidad ostensible.

Muchas veces, después de una buena temporada de estudio y buena voluntad, nos sentimos con el convencimiento, la confianza y fe suficientes para considerarnos "merecedores". La idea que significa la palabra merecedor es variable, unos días nos conformamos con sencillos detalles positivos que vemos en el día a día pero otros días, un sentimiento de impaciencia casi irritante nos invade. En ocasiones nos sentimos merecedores de mejor suerte, ya no material, sino de orden espiritual, todo ello motivado por la falta de paciencia.

La impaciencia es uno de los mayores frenos para el desarrollo de las capacidades espirituales, mediúmnicas y anímicas.

Ocurre principalmente cuando nos falta com-prensión de lo que realmente somos, merecemos, y a qué hemos venido a trabajar en la presente encarnación. Es habitual querer avanzar más rápido de lo que estamos preparados por impaciencia y falta de humildad. Con humildad las circunstancias del trabajo espiritual van a apareciendo delante de nosotros y sólo tenemos que ir respondiendo en base a nuestro esfuerzo y buena voluntad. Sin humildad vamos buscando nuevos objetivos enriquecedores que calmen nuestra sed, alcanzando la frustración cuando no los conseguimos. Una buena dosis de humildad será necesaria siempre para adquirir una pequeña dosis de paciencia en estos casos. Sin humildad no hay paciencia puesto que careciendo del sentido correcto de Justicia terminamos esperando erróneamente lo que no va a llegar, transformando la situación, finalmente una vez más, en otra prueba de paciencia por culpa de nuestra ya reiterativa impaciencia.

José Ignacio Modamio
Centro Espírita "Entre la Tierra y el Cielo"

1 comentario:

Anónimo dijo...

La paciencia es la virtud que pocos poseen.