martes, 28 de agosto de 2018

Las tres revelaciones

Las tres revelaciones




Revelación es el proceso por el cual una verdad oculta sale a la luz. Aparecen en todas las grandes civilizaciones y en ocasiones de forma sucesiva complementándose. Es lo que sucede en la civilización occidental de raíces judeocristianas con nada menos que tres grandes revelaciones, la Ley de Moisés, el Evangelio de Jesús y la Codificación Espírita de Allan Kardec. Cada una de las revelaciones prepara a la siguiente para una nueva etapa de conciencia que despierta apareciendo en el justo momento en el cual dispone de las suficientes personas sensibilizadas para recibirla.
La primera revelación fue la de Moisés y nos trajo la Ley Natural resumida en los Diez Mandamientos del Decálogo preparando al ser humano para el ascenso espiritual a través de la disciplina. La segunda revelación, con Jesús, vino en el momento en el que había que empezar a despertar hacia la realidad espiritual implantando el mensaje del amor en el fondo de los corazones. La tercera revelación nos trajo el conocimiento de las verdades espirituales a través de la Filosofía y Ciencia Espírita. La Filosofía Espírita como alimento para nuestra alma y la Ciencia Espírita como alimento para nuestros sentidos e intelecto, palpando los fenómenos físicos de la mediumnidad e impulsando a nuestra inteligencia en búsqueda de la comprensión de las leyes espirituales.

La primera revelación


La primera revelación de Moisés nos dejó el Decálogo como primera guía de comportamiento moral, necesario para la etapa siguiente de progreso espiritual. El resto de leyes de carácter material que dejó Moisés para su pueblo, sobre pureza, alimentos, etc., fueron necesarias como medida educativa debido al profundo materialismo predominante en aquella época.

Tuvieron que pasar muchos siglos e integrar conocimientos espirituales de otras culturas para el que pueblo judío estuviera preparado para la llegada de la segunda revelación con Jesús. Incluso en época de Jesús muchos judíos, como los saduceos, no creían en ninguna realidad espiritual.
En un principio los judíos no concebían la idea del alma, ni de la vida futura, ni espiritual, únicamente la existencia de una única vida material. Poco a poco fueron introduciendo e incorporando ideologías provenientes de otros pueblos con los que tenían relación como los griegos, caldeos y egipcios.

Probablemente el mayor cambio ocurrió en el siglo VI a.C. después de la ocupación del Reino de Judá por Babilonia y de la primera destrucción del templo de Jerusalén. Fueron exiliados gran parte de los hebreos junto con sus jefes a Babilonia donde, como defensa, ante el sentimiento de pérdida de la independencia, evolucionaron su antigua religión israelita hasta el origen próximo del actual judaísmo, albergando esperanzas en un mesías salvador e incorporando importantes conocimientos y creencias como la existencia de un mundo espiritual y la dualidad entre el bien y el mal. En aquella época probablemente adoptaron o asentaron como propia la angelología caldea.

De los egipcios adoptaron la creencia de que el rey era un hijo de Dios equivalente al faraón egipcio y la esperanza en la llegada de un mesías salvador hijo de Dios y rey de los judíos.

De los griegos, especialmente de Platón y los Órficos, aceptaron también la dualidad cuerpo y alma, la vida futura, la creencia en el cielo y el infierno (tártaro), la idea de la resurrección y en círculos gnósticos también la reencarnación gracias a la influencia de la escuela pitagórica.

Después de la muerte de Alejandro Magno, el pueblo judío quedó en manos de los Ptolomeos y posteriormente de los Seléucidas, llegando a mediados del siglo II a.C. cuando con motivo de la revuelta de los Macabeos, intentado su liberación de dominación griega, se potenció la idea de la retribución en el más allá por el sacrificio realizado, para lanzar al pueblo a la guerra con mayor esperanza.

El fuerte sentimiento antiheleno estando bajo la ocupación seléucida que llegó a prohibir la enseñanza y práctica del judaísmo, impidió que el pueblo creyera abiertamente en la reencarnación, reforzándose en su lugar la idea de la resurrección de la carne, más propia del pensamiento judío, quedando la creencia en la reencarnación únicamente en círculos judíos helenistas.

Incluso las religiones mistéricas, como los misterios griegos de Serapis, Eleusis y Adonis o persas como los misterios de Mitra, ejercieron una importante influencia espiritualizadora al remarcar la importancia de la salvación del alma después de la muerte, aunque las verdaderas enseñanzas espirituales eran reservadas para muy pocos, sus iniciados.

Una vez que ciertas ideas espirituales hubieron calado en el pensamiento hebreo, se pudo dar la segunda revelación.

La segunda revelación que vino a través de Jesús completó a la primera mediante la ley del Amor predicando la cercanía e importancia del Reino De Dios. Jesús hablaba del Reino de Dios a través de parábolas, pero en ningún momento explicó qué era, sin contrariar el concepto que los judíos ya tenían de ello.

Para los judíos del siglo I, el Reino de Dios en una primera fase sería en la Tierra, traído por el mesías y en una segunda fase seria en el cielo, después del juicio final. Durante la primera fase será una época de abundancia material, paz y veneración a Dios y durante la segunda fase habrá un juicio final con la separación de las almas, con su cuerpo espiritualizado pero todavía material en parte, capaz de sufrir los tormentos del infierno o de disfrutar los goces del Cielo.

La segunda revelación


La segunda revelación dio origen a muchos cristianismos distintos, aunque la historia nos ha dejado muy pocos. Al principio todos los seguidores de Jesús eran judíos puesto que Jesús únicamente predicó para ellos, pero enseguida su mensaje caló hondo en el mundo heleno, fuera de Israel en numerosos gentiles llamados "temerosos de Dios" que frecuentaban las sinagogas y eran atraídos por la rectitud y la moral judía. Estas provincias tenían sinagogas con judíos procedentes de la diáspora con mentalidad más abierta y simpatía por el saber y la cultura griega. Muchos de estos judíos helenistas y "temerosos de Dios" fueron receptivos al mensaje de Jesús y estaban bien preparados para entender los conceptos espirituales transmitidos por Jesús, al estar familiarizados con las creencias griegas y especialmente platónicas y órficas, formando el grupo de los cristianos helenistas.

Enseguida surgieron las primeras diferencias entre los judeocristianos de Jerusalén y los cristianos helenistas del resto de provincias romanas. Los helenistas tenían la necesidad de divinizar a Jesús para no estar con desventaja con el resto de religiones griegas y los cristianos judaizantes se veían como una secta judía, que seguía a un mesías humano, no divino, y que tenía que cumplir con todos los preceptos judíos como el de la circuncisión, leyes de los alimentos y pureza, incluso para los nuevos conversos.

Con Pablo, el cristianismo helenista tomó una nueva dimensión. La primera victoria vino cuándo en el concilio de Jerusalén, celebrado alrededor del año 50 d.C, consiguió el consenso con los judeocristianos que eximía a los nuevos conversos de la necesidad de cumplir de forma completa la Ley de Moisés, liberándoles de las obligaciones relativas a la circuncisión, leyes de pureza y alimentos.

La segunda victoria de Pablo fue cuando, después de muchos viajes y predicaciones, los helenistas que probablemente ya creían en un Jesús divinizado, adoptaron su nueva teología donde se divinizaba a Jesús el mesías desde el momento en que ascendió a los cielos, justificando su aparente derrota en la cruz como muerte vicaria (entregándose para salvar al mundo de sus pecados) y garantizando la salvación por la fe. Estas reformas en el pensamiento cristiano fueron las necesarias para amoldarlo a las necesidades de los gentiles, garantizando al mismo nivel  la salvación y la vinculación con Dios, que el resto de religiones paganas y mistéricas que ya llevaban siglos haciéndolo aparentemente con éxito.

Por otra parte, el cristianismo judeocristiano solo podía tener éxito entre los propios judíos puesto que su conversión todavía suponía hacerse judío, con el peligro que conllevaba la circuncisión y las incomodidades de llevar una vida llena de obligaciones externas.

La rebelión contra Roma en los años 67-70 que determinó la destrucción de Jerusalén y de su templo por segunda vez, fue prácticamente el final de grupo de judeocristianos o cristianos judaizantes, aunque todavía pudieron perdurar varios siglos fuera de Jerusalén varios grupos de ellos llamados ebionitas y elkasaitas.

El tercer grupo de mayor importancia fueron los gnósticos, que influenciados por el gnosticismo judío, caldeo y griego integraron a Jesús como el Logos en la su teoría sobre Dios y la creación del Universo, creyéndose poseedores de la verdad y el conocimiento. Sus teorías no estaban al alcance de la comprensión de todo el mundo y llegaron a diferenciar a la humanidad entre seres hílicos (materiales), psíquicos y espirituales, siendo ellos, los espirituales, los únicos capaces de entender la “Verdad” gracias al conocimiento, diferenciando a los materiales, que como los animales solo tenían cuerpo, no creían en Dios y no se podían salvar, los seres psíquicos que tenían solo cuerpo y alma, que creyendo en Dios y cumpliendo la Ley se podían salvar y finalmente los seres espirituales que tenían cuerpo, alma y espíritu, eran los que estaban realmente preparados para alcanzar la salvación y la verdad gracias a la gnosis.

En general se puede decir que los gnósticos creían en la reencarnación (salvo los marcionistas), como así lo demuestran escritos como:

- El apócrifo “Apocalipsis de Pablo”, donde relata el viaje de Pablo por los cielos y lo que ocurre cuando pasa por el cuarto cielo, siendo testigo del castigo de un alma juzgada por asesinato, cuando dicha alma mira con tristeza hacia abajo (la Tierra) y es “echada” a un nuevo cuerpo que había sido preparado para ella.

- El “Pistis Sophia” (Del griego “Fe Sabiduría”), donde las almas después de desencarnar serían juzgadas para ver si tienen que ser enviadas de vuelta al mundo para reencarnar y mejorarse, explicando además la doctrina de las recompensas y castigos que determina nuestro destino como resultado de las acciones de nuestras vidas pasadas, explicando como la Tierra, así como el infierno, es un lugar de educación a través del dolor y el sufrimiento.

- Y el “Evangelio apócrifo de Juan” (ApocrJn 14,18-20) cuando pregunta a Jesús: “18 Yo dije: Señor, ¿cómo puede el alma volverse joven otra vez, y regresar al vientre de su Madre, o a la Humanidad?… 20 Este alma necesita seguir (reencarnando una y otra vez) a otra alma en la que mora el Espíritu de la Vida, porque se salva a través del Espíritu. Entonces jamás volverá a ser introducida en la carne (no volverá a reencarnar al alcanzar la perfección)”.

Pasaron los años y de todos estos grupos en la práctica sólo quedaron los seguidores de Pablo, pero modificando progresivamente el mensaje tanto de Jesús como de Pablo, para separar definitivamente el nuevo cristianismo del judaísmo y también para establecer una jerarquía encarga de velar y proteger la interpretación de las escrituras que escogieron, formando el canon de los cuatro evangelios, cuidándose además de los falsos profetas (aun acallando también a los buenos profetas) e intentando encauzar el pensamiento religioso hacia una unidad ortodoxa.

Se añadieron referencias en los textos sobre la creación de la Iglesia y sobre Pedro como primera piedra, con el poder de atar y desatar en la Tierra y en el Cielo. La palabra griega ecclesia significa simplemente asamblea y en los textos originales no tenía el significado que se dio posteriormente como conjunto de todos los cristianos regidos con una jerarquía y un canon establecidos. Los textos que implican un significado moderno son claramente interpolaciones añadidas mucho después cuando fue necesario justificar la creación de una única iglesia frente a todas las creencias que a partir de entonces serían llamadas herejías.

También se dio forma a los textos para evitar ver una continuidad en la ley y mostrar una ruptura dejando entrever que la nueva ley contradecía a la antigua ley, de forma que se podía justificar no una continuidad con el judaísmo sino una ruptura y la creación de una nueva religión independiente. Por ello se interpolaron en las escrituras textos como "Habéis oído que se dijo a vuestros antepasados....  ... pero yo os digo” (Mateo 5:21-48).

En la misma línea, aunque Jesús fue un perfecto judío, se hizo especial énfasis en mostrar un Jesús saltándose las leyes judías del sábado ("El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado" Mc 2,23-28), leyes de alimentos y limpieza (pureza ritual). De esta forma se pudo integrar más fácilmente el catolicismo en el Imperio Romano (Constantino 313 d.C.), pasando la festividad del sábado al domingo para coincidir con la festividad romana y permitiendo comer alimentos prohibidos por el judaísmo ("No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre", Mt 15:11).
Cuando el emperador Constantino, a través del Edicto de Milán, en el 313, declaró la libertad de culto del cristianismo y posteriormente el emperador Teodosio, a través del Edicto de Tesalónica, declaró al Cristianismo como religión oficial y única religión lícita, la llegada de golpe de millones de conversos paganos implicó la integración de muchas de sus creencias y conceptos, en un proceso de sincretismo religioso que terminó creando muchas festividades, cultos, imágenes y conceptos traídos del mundo pagano.

Para aceptar el concepto de la Trinidad, ya existente en los hindúes, babilonios y egipcios, se tuvo que adelantar la divinización de Jesús, no al momento de su ascensión a la derecha del Padre, sino al principio de la creación siendo el Logos de los griegos y gnósticos, así como convertir el concepto judío de “rúaj hakódesh” (espíritu de santidad) en el Espíritu Santo o tercera persona de la Trinidad. El concepto judío “rúaj hakódesh” o espíritu de santidad no es un ser sino un estado de inspiración divina que podemos alcanzar entrando en unión con Dios. Las escrituras griegas utilizaron el término “hagios pneumatos”, espíritu sagrado, y en latín los términos “spiritum bonum” (Lc. 11:13) y “spiritum sanctum” donde el adjetivo bueno y santo, terminó transformándose en parte del nombre, simplemente al ponerlo en mayúsculas como Espíritu Santo.

El culto a la Virgen de la Naturaleza, el principio de la fecundidad natural presente en casi todas las religiones del mundo antiguo, Isis para los egipcios, que seguía siendo virgen pese a haber dado a luz a todas las cosas vivas, el cristianismo lo metamorfoseó en el culto a la Virgen María, casi divinizando su figura como madre de Dios.

La festividad del 25 de diciembre, cumpleaños del dios Sol de los páganos y dios Mitra para los persas, naciendo en una gruta, se transformó en el nacimiento del niño Jesús, naciendo en un establo, con la visita de los reyes magos que eran para los astrónomos persas, las tres estrellas que forman el cinturón de Orión.

Conforme las estructuras jerárquicas iban cogiendo más poder, más se limitaba la interpretación y el don de profecía, relegando la interpretación únicamente a los maestros y obispos. Al bloquear la expresión de la inspiración espiritual a través de la profecía, las ense-ñanzas cada vez tenían un menor componente carismático empezando a imponerse, más tarde incluso por la fuerza, la interpretación literalista de las escrituras. La interpretación literal era difícilmente discutible e ideal para imponer una teología que dominara al pueblo. Este hecho fue visto muy claramente por el emperador Constantino que utilizó el nuevo cristianismo literal para mantener el Imperio Romano unido con una única Fe.

Cuando el poder se unió a la Iglesia se impusieron normas, dogmas y creencias nuevas y lo que es peor, se persiguieron prácticamente al resto de interpretaciones como herejías.

La tercera revelación


El espiritismo, la tercera revelación, nos puede dar mucha luz al respecto de la historia del cristianismo.

Hemos comentado que la llegada del Reino de Dios para los judíos del siglo I consistiría en dos fases. La primera, material llena de abundancia que puede ser comparada con el concepto espírita de mundo de regeneración, donde el bien predomina sobre el mal y la dicha sobre el dolor todavía aquí en la Tierra en una nueva fase evolutiva. La segunda fase, espiritual, que llega después del juicio final, podría compararse con la transformación en un mundo feliz, donde "el cuerpo carece de la materialidad terrestre", el mal ha sido completamente apartado (de ahí un supuesto juicio final) y la vida es una oportunidad más de aprendizaje camino hacia el estado de espíritu puro.

Las enseñanzas que Jesús nos dejó como la Ley del Amor, la paternidad de Dios Padre, la proximidad del Reino de los Cielos, las múltiples moradas en la casa del Padre, la reencarnación renaciendo del agua y del espíritu como Elías en Juan Bautista, etc., son nuevamente recordadas, y por fin abiertamente explicadas a la humanidad, a través de la tercera Revelación, el Espiritismo o Doctrina Espírita codificada por Allan Kardec.

Las enseñanzas de Pablo sobre un cuerpo espiritualizado abandonado el cuerpo material tras la desencarnación, son verificadas por la Ciencia Espírita en sus estudios sobre el periespíritu.
El concepto judío de “rúaj hakódesh”, la inspiración divina, que Pablo transmitió como don de lenguas y profecía (1 Co 12,4-11), según la Ciencia Espírita, es la inspiración de Dios transmitida por los espíritus buenos (“spiritum bonum”) que nos asisten, a través de la facultad de la mediumnidad.
Tanto la diversidad de carismas (1 Co 12,4-11) como la multitud de fenómenos mediúmnicos de apariciones, materializaciones (Jesús por ejemplo, a veces se aparecía con un cuerpo tangible y otras intangible), curaciones y expulsión de espíritus obsesores que encontramos en las escrituras muestran el importante papel que tuvo la mediumnidad para fortalecer el conocimiento espiritual y la Fe en Jesús, e impulsar el crecimiento de los cristianismos primitivos (judaizantes, helenistas y gnósticos), casi inexplicable por otro medio, superando incluso años de persecuciones.

Con el importante impulso que la mediumnidad bien practicada da, en todos los tiempos, a la Fe razonada, parece completamente lógico pensar que, en los tiempos del cristianismo primitivo, conforme se fue prohibiendo su práctica, por las nuevas jerarquías de poder eclesiástico, se fue extinguiendo también la Fe razonada que se alimentaba viviendo personalmente los mismos fenómenos que habían presenciado los apóstoles con Jesús, apareciendo la imposición de creencias por la fuerza con nuevos dogmas que establecieron el principio de una nueva época donde la Fe ciega se impondría implacablemente hasta finales del siglo XIX y prácticamente hasta nuestros días…

…Pero no será así siempre, porque llegará el tiempo en que "...yo derramaré de mi Espíritu sobre toda carne; vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes tendrán visiones, y vuestros ancianos tendrán sueños. – En aquellos días, yo derramaré de mi Espíritu sobre mis servidores y sobre mis servidoras, y ellos profetizarán. (Hch 2, 17-18)" y la mediumnidad será común en la Tierra, pero no una mediumnidad desequilibrada, fruto de los errores pasados, sino una mediumnidad intuitiva y equilibrada, interconectándonos con el conocimiento espiritual que se derrama al entrar en unión con los mundos superiores en base a la gran Ley de Unidad que rige toda la Creación.

José Ignacio Modamio
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

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