lunes, 5 de enero de 2009

La grandeza de la compasión

Algunas de las más bellas historias de la humanidad se encuentran en la literatura de la antigua India. La que vamos a conocer ahora está en el poema épico Mahabharata.

Una gran batalla estaba a punto de empezar: Los Kurus y sus primos Pandaras se enfrentarían, dentro de pocas horas.

Poco antes del inicio de la batalla, los ojos del príncipe Krishna se fijaron en un pajarillo que temblaba con los ruidos de la guerra. Era un avefría.

El pajarillo había hecho su nido en medio del matorral. Los elefantes y los caballos de la guerra aplastarían el lecho que abrigaba a las crías.

Los ojos claros de Krishna se llenaron de compasión. Bajó de su carruaje y se aproximó al nido.

Vio al pajarillo que se negaba a abandonar el nido indefenso, y oyó como piaban desesperados. Observó como la madre se debatía afligida adivinando el peligro inminente. Se conmovió.

Madrecita –dijo Krishna– ¡que bella es la devoción que tienes por tu familia! ¡Que elevada forma de amor hay en tu corazón!

Buscó entonces una pesada campana de bronce y cuidadosamente cubrió el nido y a los pajarillos.

Cuenta la historia que la batalla fue terrible, pero cuando terminó, la familia de pajarillos estaba a salvo.

Pasaron muchos años y aquel campo de batalla todavía existe en la India. En él se puede oír el trinar de las avefrías que allí hacen sus nidos.

Son los recuerdos vivos del gentil Krishna y de su compasión por todos los seres vivos.

¡Qué lección tenemos en esta sencilla historia! Y cómo podemos aplicarla a nuestras vidas.

Compasión es percibir el sufrimiento de otro, aún cuando estemos en medio de nuestros propios problemas.

Compasión es una dulce palabra, que viene de un corazón sensible y está mucho más allá de solamente conmoverse con el sufrimiento material de alguien.

Está claro que hambre, pobreza y dolencia sensibilizan el alma, pero la compasión también puede ser traducida por el sentimiento de comprensión ante las personas difíciles, por el perdón a quien nos ofende y maltrata. Lo más difícil de la compasión es tolerar aquellos que nos son desagradables o causan perjuicios.
Por tanto, la pregunta sería: ¿Cómo amar a los que nos humillan sin considerarnos cobardes?
La respuesta fue dada por Jesús: Cuando digas que si, que sea sí, y cuando digas no, que sea no. Esto es: sinceridad, transparencia siempre.

Pero todo eso dulcificado con la compasión.
No se trata de ver al otro como a un pobre o a un mediocre, quien piensa así está despreciando a otra persona.

El que siente verdadera compasión, comprende al prójimo, no se pone en posición superior a él ni le humilla.
La verdadera compasión es generosa, entiende el momento y las razones de la otra persona. Un ejemplo de compasión lo tenemos en Jesús: en lo alto de la cruz, fustigado por el hambre y la sed, traicionado por los amigos, torturado por los hombres, levantó los ojos para el cielo y pidió simplemente al Padre celestial: Perdónales, Padre pues no saben lo que hacen.

No citó sus errores, suplicó para ellos el perdón divino.
Ciertamente, cada uno de los que hirieron a Jesús cargó durante años el peso del remordimiento. La ley Divina no dejó de obrar con ellos.

Mientras sus verdugos permanecían en la Tierra, martirizados por la propia conciencia, Cristo seguía adelante, en paz consigo mismo.

Hoy –por lo menos hoy– piensa en la grandeza de ese gesto e imita a Jesús.

Traduccido de Momento Espírita
http://www.momento.com.br

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