domingo, 21 de noviembre de 2010

PADRES E HIJOS


El momento de tener hijos es uno de los más importantes de nuestra vida. Un mundo nuevo se abre para los recién estrenados papás, lleno de alegrías y responsabilidades. Es muy importante tener claro cuáles son nuestros deberes para con estos pequeños.

En los días en los que vivimos todo es muy rápido. Los papás y las mamás trabajan sin tener, desgraciadamente, todo el tiempo que desearían para poder dedicar a sus hijos. A esto se le suma el cansancio de después de trabajar, los agobios, las preocupaciones, etc. Sin darnos cuenta nos vamos metiendo en un bucle que desgraciadamente tiene una consecuencia muy grave: La falta de atención hacia nuestros hijos.

Cuántos hijos tendremos, quienes serán nuestros hijos, a qué edad nacerán… son decisiones muy importantes que asumimos antes de comenzar esta nueva encarnación. Muchas veces, nuestros hijos son amigos del pasado que vienen a ayudarnos y acompañarnos en esta vida para superar juntos las dificultades que nos harán aprender y evolucionar. Otras veces son enemigos encarnados para que dentro del núcleo familiar podamos solucionar, a través del cariño, los conflictos contraídos en vidas anteriores.

Una de las responsabilidades mayores que tenemos como padres es la de educar a nuestros hijos. Y digo educar, no instruir. Está claro que como padres queremos lo mejor para ellos y que haremos todo lo posible porque nuestros hijos estudien y se hagan personas cultas, con un porvenir mejor que el que nosotros tuvimos o al menos igual. Cuando hablo de educar me refiero a formarles dentro de unos valores de responsabilidad, de ayuda a los demás, de humildad, de comprensión… en resumen, de amor hacia sí mismos y hacia el prójimo. Aunque la instrucción y la educación son dos ramas que deberían ir parejas, lamentablemente la segunda tendemos a darle menor importancia e incluso, en algunos casos, ninguna.

La falta de atención hacia nuestros niños nos lleva ineludiblemente a la falta de educación. El problema mayor llega cuando estos pequeños se hacen adolescentes, se sienten solos, incomprendidos y lo peor, sin confianza en sus padres para poder apoyarse cada vez que se sienten en alguna dificultad. Esto conlleva una falta de comunicación y a las continuas quejas por parte de los adultos sobre el mal comportamiento de los jóvenes, sin pararnos a pensar que a estas alturas de la carrera no podemos exigir que nuestro niño “desatendido” sea un niño modelo que estudie, sea obediente, no conteste, etc. y convirtiéndose esta situación en una pescadilla que se muerde la cola. Siempre he pensado que es mejor prevenir que curar, por lo que vamos a hablar de la importancia de la educación.

El espiritismo nos dice que todos somos espíritus inmortales, con un pasado, un presente y un futuro. Tenemos libre albedrío y esta misma capacidad de tomar decisiones es la que nos hace, en muchas ocasiones cometer errores, hacer daño a las personas de nuestro alrededor, etc. Gracias a la reencarnación es que podemos subsanar y corregir todas esas equivocaciones que cometimos en vidas pasadas debido a nuestras imperfecciones morales. Todos, absolutamente todos los espíritus que vuelven a la vida corporal lo hacen con la finalidad de mejorarse y evolucionar y la delicadeza de la edad infantil nos torna moldeables y accesibles a los consejos de la experiencia y de los que deben hacernos progresar, principalmente nuestros padres. En la infancia del cuerpo, el espíritu encuentra la oportunidad de renovar las bases de su propia vida.
Los primeros siete años de vida son fundamentales dentro de la educación de nuestros niños. Hay que tener en cuenta que al nacer, aún su espíritu no está completamente ligado al cuerpo, por lo que son más susceptibles para aprender cosas nuevas y de esta manera integrarlas dentro de sí mismos para que cuando llegue la adolescencia y por supuesto la etapa adulta, puedan enfrentarse a los problemas con una mayor seguridad. Pasado este tiempo es mucho más difícil, ya que el espíritu se integra completamente dentro del cuerpo físico y sale a la luz su verdadero carácter, con sus virtudes y sus defectos traídos de la experiencia de sus vidas anteriores. Si llegado a la etapa adolescente no hemos conseguido inculcarles valores morales, bases del sentimiento y del carácter, que les hagan discernir entre lo que es correcto y bueno para ellos, de lo que está equivocado, será la propia vida con sus pruebas las que les hará aprender de una manera más violenta y desagradable, ya que no poseerán las herramientas necesarias para poder enfrentarse a ella. Fuera, en la calle, en el colegio, universidad…nuestros hijos se instruyen, pero sólo dentro del hogar es que se educan. Fuera ellos oyen lo que deben hacer, en casa ven cómo se hace, siguiendo siempre como ejemplo la conducta de sus padres. La sociedad está en condiciones de formar al ciudadano, pero sólo dentro del núcleo familiar se puede formar al hombre.

Desde que nacen hasta que pasan la adolescencia necesitan de toda nuestra atención, cariño, tiempo, dedicación y sobre todo necesitan de nuestro ejemplo.

El espiritismo es muy claro referente al tema de la educación. En “El Libro de los Espíritus”, obra primordial dentro de la doctrina, podemos encontrar observaciones muy interesantes acerca de la cuestión:

Prg. 208- “Los Espíritus de los progenitores ¿no ejercen influencia sobre el del niño después del nacimiento de éste?

- Tienen una influencia muy grande. Como ya dijimos, los Espíritus deben contribuir a su progreso recíproco. Pues bien, los de los padres tienen por misión desarrollar el de sus hijos mediante la educación. Para el Espíritu del padre es esta una tarea: si falla, será culpable.”

Prg. 582. ¿Se puede considerar a la paternidad como una misión?

- Es, sin disputa, una misión. Se trata al mismo tiempo de un deber muy grande y que compromete, más de lo que el hombre cree, su responsabilidad para el porvenir. Dios ha puesto al hijo bajo la tutela de sus padres para que éstos lo encaminen por la senda del bien, y facilitó su tarea dando al niño una organización frágil y delicada, que lo torna accesible a todas las impresiones. Pero hay quienes se ocupan más en enderezar los árboles de su huerto y lograr que den muchos y buenos frutos, que en corregir el carácter de su hijo. Si éste sucumbe por su culpa, a ellos corresponderá la pena, y los sufrimientos del niño en la vida futura recaerán sobre los padres, porque no habrán hecho lo que de ellos dependía en pro del adelanto del hijo por la senda del bien.

Prg. 583. Si un niño se vuelve malo a pesar de los cuidados de sus progenitores, ¿son éstos los responsables?

- No, pero cuanto peores sean las disposiciones del niño, más pesada resultará la labor y mayor será el mérito si los padres logran apartarlo del falso camino.
Indiscutiblemente, la educación de nuestros hijos no es un trabajo sencillo, pero sí debe ser algo prioritario en nuestras vidas. De ello depende que nuestra sociedad sea más justa, honesta y responsable. En estos días que tanto y tanto se habla de crisis, no nos paramos a pensar que la crisis mayor que hoy en día existe es la crisis del carácter, causante de todas las demás. Este momento necesita la acción de mujeres y hombres morales, justos y responsables. Es imprescindible reformar a la sociedad y la manera más efectiva es educando a nuestros niños y jóvenes, que son el futuro.

Yolanda Durán.
Coordinadora dpto. Infanto-Juvenil de la Federación Espírita Española.

1 comentario:

Maria M dijo...

Felicidades, el tema está desarrollado perfectamente. Ojala todos pudiéramos educar a nuestros hijos de esa manera, yo tengo a mis hijos ya mayores y siempre intenté inculcarles esos valores, sería conveniente que la gente joven que empieza a formar familia, participaran de estas enseñanzas, así se iría consiguiendo una humanidad con más amor y más valores morales.