miércoles, 1 de febrero de 2012

El pan nuestro de cada día, dánosle hoy


El “Padrenuestro” desgranamos una y otra vez, ya de memoria, apenas sin sentimiento las más de las veces, ese que todos hemos rezado alguna vez de pequeños, cuando nuestros padres nos obligaban a asistir a misa los domingos y cuyo significado nunca nos hemos parado a analizar, contiene  enseñanzas sobre las leyes divinas que “El Evangelio según el Espiritismo” nos ayuda a comprender. Como esta frase que sirve de título al artículo de hoy.

Es evidente que Dios no nos pone todas las mañanas un pedazo de pan sobre la mesa  para que empecemos el día, pero si nuestra conducta es apropiada, si luchamos por ser un poco mejores, si trabajamos y nos lo ganamos con el sudor de nuestra frente, el proveerá lo necesario para que no pasemos calamidades, igual que alimenta a los pájaros del cielo.

Pero nosotros, que vivimos dentro de la materia, tan inmersos en ella que ni nos damos cuenta de hasta qué punto nos “posee”, siempre queremos más de lo que tenemos, nunca estamos conformes, nos puede la avaricia, nos duele compartir por si después nos falta y no podemos cubrir nuestras necesidades básicas. Ese afán por poseer más que el vecino, por ser, incluso, más importante que él, en nuestro “estatus” social, alimenta nuestra vanidad y dispara nuestras ansias de poder. Sin darnos cuenta que todo tiene un límite y un fin, y que al final nos sobra con tres pies de tierra para cubrir los restos de nuestra envoltura carnal.
Que todo lo demás se queda aquí, imposible transportar el automóvil lujoso, el chalet adosado, la casita en la playa, las joyas, el dinero a plazo fijo que tan buenos intereses nos propinaba. Agua de borrajas todo, papel mojado. En el más allá nadie te valorará por nada de eso, los Reyes no gozan de mayores privilegios que quienes fueron sus siervos en la vida terrena. Sólo el alma es lo que se pesa; los sentimientos puros y honestos y las buenas acciones son lo que cuenta, para equilibrar la balanza de los errores.
¿Por qué todos soñamos alguna vez con ser ricos,  con “darnos la vida padre”?  Posiblemente porque somos un punto indolentes y queremos que nos lo den todo hecho.

Creemos que es una vida fácil la del potentado y no es así. La de la riqueza es una prueba harto complicada. Porque Dios da a  algunos más que a otros con el fin de que se reparta y no con el de malgastarla. Quiere que sea productiva y no que se guarde en los arcones o en las cuentas corrientes a dormir el sueño de los justos. El que poseyendo un gran capital no crea puestos de trabajo, o no socorre al necesitado, no se  siente responsable de hacer la caridad con el prójimo, falla la prueba estrepitosamente. No sería extraño que después volviera menesteroso para aprender la importancia real del dinero.
En “El Evangelio  según el Espiritismo” encontramos cuidadosamente explicado todo cuanto necesitamos saber al respecto. A continuación transcribo unos párrafos que espero os sirvan de guía en el camino de la evolución personal, y os ayuden a entender el porqué de muchas cosas que antes posiblemente carecieran de lógica.

En el Capítulo XXVIII  en lo referente a la oración dominical del “Padrenuestro” va analizando frase a frase su significado y al llegar  a la que nos ocupa dice lo siguiente:

“El bruto encuentra su alimento;  pero el hombre lo debe a su propia actividad y a los recursos de su inteligencia porque vos le habéis creado libre.

Vos le habéis dicho: “Extraerás el alimento de la tierra con el sudor de tu frente” por eso habéis hecho una obligación del trabajo a fin de que ejercitara su inteligencia buscando los medios de proveer a su necesidad y a su bienestar;  los unos por el trabajo material y los otros por el trabajo intelectual; sin trabajo quedaría estacionado y no podría aspirar a la felicidad de los espíritus superiores.
Vos secundáis al hombre de buena voluntad que confía en vos para lo necesario, pero no al hombre que se complace en la ociosidad, que todo quisiera obtenerlo sin pena, ni al que busca lo superfluo.”
“Antes de quejarnos de nuestra suerte preguntémonos si es producto de nuestras propias acciones: a cada desgracia que nos sucede, preguntémonos si hubiese dependido de nosotros el evitarla; pero digamos también que Dios nos ha dado la inteligencia para salir del atolladero, y que de nosotros depende el hacer uso de ella.

Puesto que la ley de trabajo es la condición del hombre en la Tierra, darnos ánimo y fuerza para cumplirla, danos también previsión y moderación, con el fin de no perder el fruto de este trabajo.”

 Y en el capítulo XVI “No se puede servir a Dios y a las riquezas” encontramos lo siguiente:

UTILIDAD PROVIDENCIAL DE LA FORTUNA
“La riqueza es, sin duda, una prueba muy resbaladiza, más peligrosa que la miseria por sus consecuencias, por las tentaciones que da, y la fascinación que ejerce, es el supremo excitante del orgullo, del egoísmo y de la vida sensual; es el lazo más poderoso que une al hombre a la tierra y que desvía sus pensamientos del Cielo; produce tal vértigo, que se ve muchas veces que el que pasa de la miseria a la fortuna olvida muy pronto su primera posición a los que le han protegido y los que le han ayudado, y se vuelve insensible, egoísta y vano. Pero de que se haga el camino difícil, no se sigue que lo haga imposible y que no pueda haber un medio de salvación entre las manos de aquel que sepa servirse de ella, así como ciertos venenos pueden volver la salud si se emplean a propósito y con discernimiento.”

“Si la riqueza debiera haber producido el mal, Dios no la hubiera puesto en la tierra; al hombre toca el hacer salir de ella el bien. Si no es un instrumento directo del progreso moral es, sin contradicción, un poderoso elemento de progreso intelectual.

En efecto, el hombre tiene por misión trabajar para la mejora material del globo, debe demostrarlo, sanearlo, y ponerlo para que un día, reciba toda la población que corresponde a su extensión; para alimentar a esa población que crece sin cesar, es preciso aumentar la producción; si la producción de una comarca es insuficiente, es necesario buscarla más lejos. Por esto mismo las relaciones de pueblo a pueblo se hacen cada vez más necesarias, y para hacerlas más fáciles, es menester destruir los obstáculos materiales que los separan y hacer las comunicaciones más rápidas. La  actividad indispensable para estos mismos trabajos aumenta y desarrolla su inteligencia, y esta inteligencia, que al principio se concentra en la satisfacción de sus necesidades materiales, le ayudará más tarde a comprender las grandes verdades morales. Siendo la riqueza el primer medio de  ejecución, sin ella no habría estimulante, no habría descubrimientos. Con razón pues, está considerada como un elemento del progreso.”

INSTRUCCIONES DE LOS ESPIRITUS
“El hombre no tiene en propiedad más  que lo que puede llevarse de este mundo. Lo que encuentra cuando llega y lo que deja cuando se va, lo goza mientras permanece en él; pero puesto que está obligado a abandonarlo, solo tiene el usufructo y no la posesión real. ¿Qué posee pues? Nada de lo que pueda ser de uso para el cuerpo, y si todo lo que es para uso del alma la inteligencia, los conocimientos, las cualidades morales, esto es lo que trae y lo que se lleva, lo que ninguna persona puede quitarle, y lo que le servirá en el otro mundo más aún que en éste: de él depende el ser más rico cuando se va que cuando llega porque de lo que haya adquirido en bien, depende su posición futura.”

“Siendo el hombre el depositario, el gerente de los bienes que Dios  pone en sus manos, se le pedirá una cuenta estricta sobre el uso que haya hecho de ellos, en virtud de su libre actuación. El mal uso consiste en hacerlos servir solo para apetencias personales; al contrario el uso es bueno siempre que resulta un bien cualquiera para otro; el mérito es proporcional al sacrificio que uno se impone.”

DESPRENDIMIENTO DE LOS BIENES TERRESTRES
“Vuestro apego a los bienes terrenales es una de las peores trabas para vuestro adelantamiento moral y espiritual, y por esta pasión de poseer os despojáis de vuestras facultades amadoras concentrándolas todas ellas en las cosas materiales. Sed sinceros. ¿La fortuna, da por ventura una felicidad inalterable?  ¿Cuándo vuestras arcas están llenas, no hay siempre un vacío en vuestro corazón?”

“El desprendimiento de los bienes terrestres consiste en apreciar la fortuna en su justo valor, en saber servirse de ella para los otros y no sólo para sí, en no sacrificar a ella los intereses de la vida futura, en perderla sin murmurar si le place a Dios el quitársela. Este es el verdadero desprendimiento. En primer lugar sed sumisos; tened fe en aquel que habiéndoosla dado y quitado puede volvérosla; resistid con valor el abatimiento y la desesperación que paralizan vuestras fuerzas;  pensad sobre todo que hay bienes infinitamente más preciosos que los de la Tierra, y este pensamiento os ayudará a desprenderos de estos últimos.

El Señor no ordena que uno se despoje de lo que posee para reducirse a una mendicidad voluntaria porque entonces vendría a ser una carga para la sociedad;  obrar de este modo sería comprender mal el desprendimiento de los bienes terrestres, es un egoísmo por otro estilo, porque es descargarse de la responsabilidad que la fortuna hace pesar sobre el que la posee. Dios la da a quien mejor le parece para administrarla en provecho de todos, el rico tiene, pues, una misión, misión que puede hacer agradable y provechosa para él; desechar la fortuna cuando Dios se la da, es también renunciar al beneficio del bien que puede hacer administrándola con prudencia. Saber pasar sin ella cuando no se tiene, saberla emplear útilmente cuando se tiene, saberla sacrificar cuando es necesario, es obrar según las miras del Señor.
Sabed contentaros con poco, si sois pobres no envidiéis a los ricos porque la fortuna no es necesaria para la felicidad;  si sois ricos, no olvidéis que estos bienes se os han confiado y que deberéis justificar su empleo como en una cuenta de tutela.

No seáis depositarios infieles haciéndolos servir para  la satisfacción de vuestro orgullo y vuestra sensualidad; no os creáis con el derecho de disponer únicamente para vosotros de lo que sólo es un préstamo y no un don. Si no sabéis devolver, no tenéis el derecho de pedir, y acordaos que el que da a los pobres paga la deuda que ha contraído con Dios.”

Así pues, si sabemos sacar provecho de estas enseñanzas nos conformaremos con lo que tenemos y daremos gracias por ello a nuestro Padre, porque solo él sabe lo que nos conviene. Y lo que realmente necesitamos “Dios proveerá” confiemos en su sabiduría.

Cielo Gallego

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