viernes, 2 de marzo de 2018

La vida espiritual en la erraticidad

La vida espiritual en la erraticidad




La Doctrina Espírita nos enseña que "desde el momento que se admite la existencia del alma y su individualidad después de la muerte, es menester también admitir: 1º que es de una naturaleza diferente del cuerpo, pues que una vez separada de éste no tiene ya sus propiedades; 2º que goza de la conciencia de sí misma, puesto que se le atribuyen la alegría o el sufrimiento; de otro modo sería un ser inerte."

Admitido esto, el alma va a alguna parte, "¿en qué se convierte y a dónde va?"
"Es un Espíritu errante que aspira a su nuevo destino, que espera."

A medida que los espíritus iban dictando sus enseñanzas, Allan Kardec, se vio en la necesidad de crear nuevas palabras o neologismos que pudieran definir sin confusión los nuevos conceptos recibidos.

Erraticidad determina el estado de los espíritus no encarnados. Es ell periodo de tiempo que va desde el momento de la desencarnación hasta una nueva encarnación. Al ser ésta un estado transitorio, la erraticidad es, en realidad, el estado normal de ellos. Puede durar desde algunas horas hasta algunos millares de siglos. No hay un límite asignado al estado errante, pero nunca es perpetuo. Esa duración es consecuencia del libre albedrío. Algunos Espíritus piden su prolongación para continuar estudios que sólo pueden hacerse con provecho en ese estado. En otros, que se obstinan en su rebeldía durante muy largos periodos de tiempo, puede  ser obligado.

León Denis, en el libro "Después de la muerte", nos la describe del siguiente modo:
"Se encuentran en la erraticidad multitudes inmensas, siempre en busca de un estado mejor, que se les escapa. Espíritus innumerables flotan en ellas, indecisos entre lo justo y lo injusto; la verdad y el error; la sombra y la luz. Otros quedan sumidos en el aislamiento, la oscuridad y la tristeza, o van implorando acá o allá un poco de benevolencia o de simpatía.

La ignorancia, el egoísmo, los defectos de todas suertes reinan aún en la erraticidad, y la materia ejerce siempre sobre tales espíritus su influencia. El bien y el mal se encuentran mezclados. Es la erraticidad como una especie de vestíbulo de los espacios luminosos, de los mundos mejores. Todos pasan por ella, todos moran en ella, aunque para elevarse más arriba."

Los Espíritus errantes, por tanto, no forman una categoría especial. Recordamos que la clasificación de la escala espírita está basada según el grado de adelanto, las cualidades adquiridas y las imperfecciones a despojarse, siendo tres los órdenes principales:

-Tercer orden. -Espíritus imperfectos
-Segundo orden. -Espíritus buenos.
-Primer Orden. -Espíritus puros.

Según la descripción de León Denis, en la erraticidad, reinan los defectos de todas clases, mezclándose el bien y el mal, por tanto, la erraticidad sólo es una condición en la que pueden encontrarse. Tampoco constituye un significado de inferioridad, ya que, en ese estado, pueden encontrarse de todos los órdenes, excepto del primero que al no tener que pasar por más encarnaciones, se encuentran en su estado definitivo.

¿Cómo se desarrolla la fase de entrada al mundo espiritual?

Son muchos quienes afirman no temer el hecho de morirse, pero sí al momento de la transición. Y es que ese camino lo hemos de recorrer todos, sin distinción de clase, razas o ideologías. Si observamos la calma de ciertas muertes y la agonía dolorosa de otras, podemos darnos cuenta que el momento del tránsito muestra diferentes sensaciones en cada caso.

Que la materia inerte es insensible es un hecho, por tanto, sólo el alma percibe las sensaciones de placer y dolor a través de su periespíritu, al que siempre va unida.

Esta envoltura fluídica semi-material, durante la vida corporal penetra en el cuerpo, en todas sus partes, transmitiendo así, todas las impresiones orgánicas del cuerpo físico al espíritu.

De estas aseveraciones podemos sacar como conclusión que el sufrimiento en el momento de la muerte depende de la fuerza de adherencia que une el cuerpo y el periespíritu, y esta fuerza unión depende del estado moral del alma.

El psiquiatra brasileño, Jorge Andrea dos Santos, en su libro "Psiquismo: Fuente de la Vida", nos narra:

"Desprendido del cuerpo físico, el periespíritu inicia un proceso que se conoce con la denominación de histogénesis periespiritual, que representa una reestructuración de su organización, ya que desligado de sus inserciones en la zona física, necesita adaptarse a la nueva dimensión a la que es elevado".

A medida que el periespíritu empieza a desprenderse del cuerpo físico, necesita reorganizar su estructura para adaptarse al nuevo medio, ya que sus propiedades, durante la unión al órgano material se han encontrado limitadas y ahora empiezan a intensificarse todas sus percepciones.

André Luiz, en "Evolución en dos Mundos", explica que: dicha histogénesis periespiritual se realiza mediante la segregación de sustancias mentales que bajo el influjo de impulsos renovadores, el alma que desencarna, una vez finalizado el proceso histolitico de las células que integraban su vehículo biológico, y fortificado el campo mental que se enmarañara con su nuevo estado, logra liberarse, mecánicamente, de los órgano físicos.

A través del pensamiento y la voluntad, el espíritu va a ir reforzando su campo mental a medida que va tomando conciencia de su nuevo estado, y una vez finalizado el proceso de descomposición del cuerpo físico logrará desligarse de la materia orgánica, a la que ha estado ligado durante la encarnación.

¿Cómo empieza la vida espiritual tras la muerte del cuerpo? ¿Es igual para todos los encarnados?
En el ser primitivo, salvaje, cruel habitante todavía de la selva, que va desarrollando su inteligencia a través de la fuerza, la astucia, la dominación de los seres inferiores de su entorno, despierta en el mundo espiritual horrorizado por lo desconocido, manteniéndose cerca de los suyos, uniéndose con ellos, de tal forma que su único deseo es volver a la vida física. Esta incesante idea de renacer en la tribu, en su propia choza, constituyen su única aspiración, convirtiéndose en una idea, reversible solamente con una nueva encarnación.

En el ser más evolucionado, recapitula durante minutos o largas horas, durante el coma o en la cadaverización del órgano físico, todos los hechos de su propia vida, imprimiendo magnéticamente a las células que se desdoblarán en el cuerpo espiritual, todas las instrucciones a que estarán sujetas en el nuevo medio en el que van a ingresar.

Tras un periodo de ensoñación, o turbación, que puede ser más o menos largo, comienza a acceder al análisis de sus experiencias, encontrando en sí mismo los resultados conseguidos o desaprovechados, accediendo de esa forma a las consecuencias de la ley de causa y efecto.

"Así, el Espíritu errante es feliz o infeliz; según el buen o mal empleo que hizo de su última existencia. Él estudia las causas que apresuraron o retardaron su adelanto; toma las resoluciones que procurará poner en práctica en su próxima encarnación y escoge, él mismo, las pruebas que cree más apropiadas para su evolución; pero en algunas ocasiones se equivoca o sucumbe, porque no mantiene, como hombre, las resoluciones que había tomado como Espíritu".

Testimonios del libro "El Cielo y el Infierno"

Varios testimonios de esta diversidad de circunstancias las podemos encontrar en la Segunda parte del libro "El Cielo y el Infierno", desde el cap. II hasta el cap. VIII.

-Espíritus felices. Samuel Philipe:

Samuel Philipe era un hombre de bien en toda la acepción de la palabra. Nadie recordaba haberle visto cometer una mala acción, ni haber hecho voluntariamente perjuicio a quien quiera que fuese.
Ante la pregunta: "¿Tenéis un recuerdo claro de vuestros últimos instantes en la Tierra?"
Responde: "Perfectamente. Este recuerdo me ha venido poco a poco, porque en aquel momento mis ideas estaban todavía confundidas.

Aunque sufrí cruelmente en mi última enfermedad, no tuve agonía. La muerte llegó como un sueño, sin luchas ni sacudidas. No teniendo miedo al porvenir, no me aferré a la vida, y por consiguiente, no tuve necesidad de luchar para romper los últimos lazos. La separación se verificó sin esfuerzos, sin dolor y sin que me diese cuenta de ello. Ignoro cuánto duró este último sueño. Pero ha sido corto. El despertar ha sido de una calma que contrastaba con mi estado precedente. No sentía dolor y. me regocijaba de ello. Quería levantarme y marchar, pero un entorpecimiento que no era nada desagradable y que hasta tenía cierto encanto, me retenía, y yo me abandonaba a él con una especie de deleite sin darme ninguna cuenta de mi situación, y sin pensar que había dejado la Tierra. Lo que me rodeaba me parecía como un sueño....

....Lo que me aclaró la realidad fue que me vi rodeado de muchas personas que apreciaba, muertas desde mucho tiempo, y otras que no reconocí al pronto, y que parecía que me velaban y esperaban que despertase. Este estado tuvo instantes de lucidez y de somnolencia, durante los cuales recobraba y perdía alternativamente la conciencia de mi yo. Poco a poco mis ideas adquirieron más claridad. La luz, que no entreveía sino a través de una niebla, se hizo más brillante. Entonces comencé a reconocerme y comprendí que no pertenecía al mundo terrestre. Si no hubiera conocido el Espiritismo, la ilusión se hubiera, sin duda, prolongado mucho tiempo más."

- Espíritus de mediana condición. José Bré.

"Expío mi falta de fe. Sufro, no como podrías entenderlo, sino por el sentimiento que tengo de no haber empleado bien mi tiempo en la Tierra.

Entre vosotros se tiene a un hombre como honrado cuando respeta las leyes de su país, cuando no hace mal a su prójimo, quitándole ostensiblemente lo suyo Pero le quita a menudo sin ningún reparo su honor y su dicha, desde el momento en que el código o la opinión pública no pueden alcanzar al culpable hipócrita.

No basta para ser honrado ante Dios dejar de infringir las leyes de los hombres. Es preciso ante todo no haber quebrantado las leyes divinas.

He faltado a muchas de esas condiciones, lo confieso sin avergonzarme. He sufrido bastante por eso cuando lo he reconocido."

- Espíritus sufrientes. Novel

Mi espíritu, retenido en mi cuerpo por lazos materiales, tuvo gran trabajo en desprenderse de aquél, lo cual fue una primera ruda agonía. La vida que dejé a los veinticuatro años era todavía tan fuerte en mí, que no creía en su pérdida.

Buscaba mi cuerpo, y estaba sorprendido y espantado de verme perdido en medio de esta multitud de sombras. En fin, la conciencia de mi estado y la revelación de las faltas que había cometido en todas mis encarnaciones se me presentaron de repente. Una luz implacable iluminó los más secretos pliegues de mi alma, que se sintió desnuda, y después sobrecogida por una vergüenza abrumadora. Trataba de escaparme de ella, interesándome en los objetos nuevos, aunque conocidos, que me rodeaban. Los espíritus radiantes, flotando en el éter, me daban la idea de una dicha a la que no podía aspirar. Formas sombrías y desoladas, las más sumergidas en una triste desesperación, las otras irónicas o furiosas, se deslizaban a mi alrededor y sobre la Tierra, a la cual permanecía adherido.

Arrastrado como por una fuerza irresistible, procurando huir de este dolor encarnizado, salvaba las distancias, los elementos, los obstáculos materiales, sin que las hermosuras de la Naturaleza ni los esplendores celestes pudiesen calmar un instante la amargura de mi conciencia, ni el espanto que me causaba la revelación de la eternidad".

- Espíritus suicidas. Francisco Simón Louvet.
(Esta comunicación fue dada espontáneamente)

“¡Tened piedad de un pobre miserable que sufre hace mucho tiempo los más crueles tormentos! ¡Oh! ¡El vacío..., el espacio..., caigo, caigo, socorro!.... ¡Dios mío, tuve una vida tan miserable!... Era un pobre diablo, sufrí a menudo el hambre en mi vejez, por esto me entregaba a la bebida y me avergonzaba y disgustaba de todo... He querido morir, y me he arrojado... ¡Oh! Dios mío, ¡qué momento!... ¿Por qué, pues, tener deseo de acabar cuando estaba tan cerca del término? ¡Rogad! Para que no vea siempre este vacío debajo de mí... ¡Voy a destrozarme contra estas piedras!..."
La falta de valor, le llevó a sucumbir ante la prueba de pobreza, descendiendo a los niveles de la desesperación. Sin ser un alma adelantada tiene conciencia de la vida futura y pide por su término.
Dentro de esta categoría hay una amplia gama de circunstancias que llevaron al suicidio, cada una de ellas,  tiene consecuencias diversas, teniendo en cuenta el grado de conocimiento y el motivo que les llevó a su realización.

- Criminales arrepentidos.

De las varias comunicaciones recibidas en este apartado, se desprende que el arrepentimiento no es suficiente para eximir de la responsabilidad de los actos. Es el primer paso hacia la rehabilitación, el preludio del perdón y de disminución de los sufrimientos. Pero es precisa la expiación y sobre todo la reparación.
Cuanto más tardío es el arrepentimiento, la pena es más larga. Casi siempre de tipo material, en los casos que están más materializados, ya que es necesario que afecte a sus sentidos, mientras en los otros suele ser de tipo moral, ya que han llegado al grado exigido para comprenderlas.

- Espíritus endurecidos.

Están, después de la muerte, entregados a una duda cruel sobre su destino presente y futuro. Miran a su alrededor, no ven al principio ningún objeto sobre el que puedan ejercer sus fechorías, y la desesperación se apodera de ellos, porque el aislamiento y la inacción son insoportables para este tipo de espíritus: La perspectiva de lo infinito hace su posición intolerable, y sin embargo, no tienen fuerza ni voluntad para salir de ella. Éstos son aquellos que en la reencarnación llevan esas existencias ociosas, inútiles para sí mismos y para los otros, y que a menudo acaban por suicidarse, sin motivos serios. Consideran lo que les rodea, e impresionados al instante por el abatimiento de los espíritus débiles y castigados, se adhieren a ellos como a una presa y les recuerdan sus pasadas faltas, que ponen sin cesar en acción por sus gestos irrisorios. No bastándoles esta burla, se sumergen en la Tierra como buitres hambrientos, buscan entre los hombres el alma más accesible a sus tentaciones, se apoderan de ella, exaltan su concupiscencia, procuran apagar su fe en Dios y cuando, al fin, dueños de su conciencia, consideran su presa asegurada, extienden sobre todo lo que rodea a su víctima el fatal contagio.

Estos espíritus son, en general, más difíciles de conducir al bien que los que son francamente malos, porque en estos últimos hay energía. Una vez instruidos, son tan ardientes para el bien como lo han sido para el mal. Los otros tendrán sin duda que pasar por muchas existencias, para progresar sensiblemente. Pero poco a poco, vencidos por el fastidio, como otros por el sufrimiento, buscarán una distracción en una ocupación cualquiera que más tarde será para ellos una necesidad.


¿El Espíritu progresa en la erraticidad?  

Puede mejorar mucho, siempre según su voluntad y su deseo. No obstante, en la existencia corporal es donde pone en práctica las nuevas ideas que ha adquirido.

Estudian su pasado y buscan los medios de elevarse. Ven, observan lo que sucede en los lugares que recorren. Escuchan los discursos de los hombres instruidos y los consejos de los Espíritus más elevados que ellos, lo cual les brinda ideas que no tenían.

En la literatura espírita encontramos diversas narraciones de estudio y progreso.

Aquí hay algunos extractos:

Sir Arthur Conan Doyle en Historia del Espiritismo (cap. XXV) hace referencia  al testimonio del espíritu  Lester Colman a Lilian Walbrook, que indica "Después de mi fallecimiento estuve indeciso durante algún tiempo respecto a si mi trabajo sería la música, o la ciencia. Tras pensarlo mucho, decidí que la música fuese mi entretenimiento, y mi ocupación la ciencia en todas sus ramas" Y continúa... "—Para progresar En mis estudios, visito frecuentemente un laboratorio, donde encuentro facilidades tan completas como extraordinarias para llevar a cabo los experimentos".

En "Volví", el Hermano Jacobo, a través de la psicografía de Chico Xavier, nos ofrece diversas explicaciones del progreso moral e intelectual:

En el capítulo XIV en "La palabra de un gran benefactor" encontramos la siguiente narración: "el admirable científico declaró que, no obstante hallarse desencarnado, continuaba trabajando sin descanso al frente de los peligros que amenazan la actualidad terrestre. Sumergido en los estudios y realizaciones de la Física en el plano espiritual..."

Y en el Cap. XIX "Sorpresa Sublime": "Siempre que los intervalos naturales de los estudios y de las tareas del instituto iluminativo me favorecían, me dirigía inmediatamente a las zonas de los espíritus desviados, ejercitando mi capacidad de soportar..."

Éstos son dos ejemplos de oportunidades de aprendizaje intelectual y moral.


¿Dónde se realizan estas actividades?

Juan, apóstol de Jesús, en su evangelio nos transcribió estas palabras del Maestro:
"En la casa de mi padre hay muchas moradas. Si así no fuera, os lo hubiera dicho. Voy a prepararos un lugar. - Y cuando me fuere, y os hubiera preparado un lugar, volveré  otra vez, y os tomaré conmigo, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros" (Juan cap. XIV vs.1, 2, 3).

Con estas palabras, Jesús, nos indica que la Casa del Padre es el Universo; las diferentes moradas son los mundos que circulan en el espacio infinito, que ofrecen a los espíritus encarnados estancias apropiadas a su adelantamiento, y así también puede entenderse de los lugares a los que el alma desencarnada se dirige, aún cuando no estén circunscriptas ni localizadas.

A través del ítem 234 de "El Libro de los Espíritus", estos nos confirman:
"- Sí, mundos hay dedicados en particular a los seres errantes y en los cuales pueden éstos residir en forma temporaria; especie de vivaques o campamentos donde puedan reposar en una prolongada erraticidad..."

El eminente científico, teólogo, filósofo y médium Emanuel Swedenborg (1688-1772), miembro de la Real Academia de las Ciencias de Suecia, a través de su visiones encontró que el otro mundo consistía en un número de diferentes esferas que representaban varios grados de y felicidad a los cuales vamos después de la muerte.

Así otros muchos Espíritus que se han comunicado, han afirmado que el plano inmediato a la residencia de los hombres, está subdividido en varias "esferas".

André Luiz aclara que estas "esferas" espirituales se distinguen por distintas vibraciones, más densas a medida que están más cerca del núcleo de la Tierra. Cuanto más cercanas están más, materializados están los espíritus que las conforman. Existen en un mismo plano horizontal o en el mismo nivel, del mismo modo que nuestras ciudades no están unas encimas de otras. Lo que varía es el tipo de vida de cada núcleo.

Según "ese tipo de vida" "....en el espacio hay grupos o familias que se unen por el afecto, por la simpatía y por la semejanza de sus inclinaciones...". Estableciéndose entre ellos una jerarquía cuya autoridad está basada en la ascendencia moral. Entre los espíritus superiores, es natural y benéfica. Respeta el libre albedrío de cada uno. Sin embargo, en las relaciones de los espíritus inferiores utilizan la inteligencia o el poder para subyugar a otros espíritus, estén encarnados o no.

Ana Mª Sobrino
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

Bibliografía: 
El Libro de los Espíritus; El Libro de los Médiums; El Espiritismo en su más simple expresión; Después de la Muerte; Psiquismo: Fuente de Vida; Evolución en dos Mundos; El Cielo y el Infierno; Historia del Espiritismo; Volví; El Evangelio según el Espiritismo.






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