lunes, 4 de marzo de 2019

El camino recto

El camino recto



Muchas veces, cuando estudiamos Espiritismo, hemos de abordar una cuestión que parece fácil de comprender, pero no tanto de llevar a la práctica.

Y es la de elevar nuestra propia vibración para estar en sintonía con los buenos espíritus. Con los que son cuanto menos un poco más elevados que nosotros.

En un mundo tan materializado como el nuestro, ¿cómo podremos conseguir trascender lo cotidiano para elevarnos a nivel espiritual?

El secreto consiste en aprender a concentrarnos, a meditar, para elevar nuestro nivel de energía y así poder dirigirla allí donde sea más necesaria.

Para conseguir aislarnos del mundanal ruido y concentrarnos en lo verdaderamente importante hay que encontrar la paz interior y eso solo se consigue encontrando un lugar idóneo, donde las circunstancias externas nos molesten lo menos posible y, sobre todo, hallando el modo de liberar nuestra mente de presiones y estrés. Para así poder acceder a un estado de concentración mental que nos lleve a otras dimensiones.

Es decir, se precisa relajación física y concentración espiritual.

Para conseguir ambas cosas es bueno centrarse en una imagen que nos transmita belleza y que eleve nuestro potencial a nivel sentimental, por ejemplo, una flor que nos resulte especialmente hermosa. Manteniendo esa imagen en nuestro cerebro y sintiendo como todo el cuerpo se relaja, podemos acceder a un grado de comprensión de lo que nos rodea mucho más profundo de lo que habitualmente solemos conseguir.

Ya estamos en el punto de partida. A partir de ahí podemos empezar a navegar hacia la fuente de energía que nos baña a todos y nos impregna con su luz.

Creo que ninguno de nosotros ignora que los pensamientos son creadores, que por esa misma sintonía a la que nos referíamos al principio atraemos hacia nosotros todos aquellos que vibran en el mismo grado de frecuencia, digamos, y que aquellos que emitimos nos llegan de vuelta cargados  de energía afín que han absorbido en su camino antes de volver a nosotros, por lo cual, si emitimos un pensamiento negativo, este regresara más orondo y más crecido  a alimentar esas actitudes poco recomendables que sin duda todos tenemos.

De modo que, aunque sea por salud mental, hemos de hacer limpieza diaria de  todo aquello que significa un lastre para nuestro espíritu, y alimentarnos de pensamientos y sentimientos positivos, para conseguir poco a poco llenarnos de ese amor espiritual que hace que prevalezca el interés del otro sobre nuestra comodidad o nuestro egoísmo personal.

Aquí nos topamos con un tema delicado y es que para ser mejores hemos de tener una meta  a la que deseemos llegar, pero primero debemos saber desde dónde partimos, es decir, cuáles son nuestros defectos, nuestros fallos, aquellos que normalmente nos cuesta tanto reconocer y admitir.
De ahí que debamos aplicar el axioma espírita de “Conócete a ti mismo”.

A veces, llegar a lo más profundo de nuestro ser resulta incómodo, porque nos han enseñado a vernos como triunfadores para ser aceptados y rehusamos recorrer los vericuetos de nuestro cuarto oscuro. En el fondo nos da miedo enfrentarnos a nosotros mismos, porque entonces tendremos que hacer cambios en nuestro comportamiento diario y arriesgarnos a salir de nuestra zona de confort en la que ya llevaremos años atrincherados, seguramente, y que nos resulta tan cómoda.

Pero amigos míos, ya sabéis aquel dicho popular de que el que algo quiere, algo le cuesta.
Si sabemos que aquí hemos venido a trabajar más vale que vayamos poniéndonos las pilas cuanto antes.

Al principio es duro, sin duda, pero basta con ir poniéndose pequeños retos diarios. Sobre todo, trabajar en el bien e intentar practicar la indulgencia y la caridad en toda su amplitud y diversidad de facetas con nuestros hermanos.

Desechar los pensamientos negativos que acuden a nuestra mente y cambiarlos por otros positivos, hace que, a fuerza de disciplina, aprendamos a darle importancia a aquello que realmente la tiene. Dejemos de enfadarnos por tonterías y nos resulte más fácil ponernos en el lugar del otro, comprender sus razones para actuar como actúa, aunque no esté de acuerdo con nuestros planteamientos, y por ende, el acto de perdonar, cuando seamos capaces de no juzgar, resulte una consecuencia de nuestro auténtico cambio interior.

Lo que ha de suceder, sucederá, nuestras pruebas están ahí y habremos de pasarlas, nos guste o no.
La diferencia está en nuestra actitud ante ellas, en cómo reaccionamos ante las dificultades, porque de nuestra manera de afrontar los momentos difíciles de la existencia en los cuales se pone a prueba nuestra paciencia y resignación, depende que seamos más o menos felices, y que tengamos paz interior o no.

Las circunstancias son las mismas, pero si aprendemos a sopesar los pros y los contras sin hacer trampas, y sabiendo que muchas veces el dolor nos sirve de aprendizaje y de forja para edificar nuestra fortaleza, si no renegamos de lo que nos ocurre, si lo aceptamos sin revelarnos, entonces lo asumimos con todas sus consecuencias, y luchamos de forma pacífica para superar el escollo en la medida de lo posible. Pero si remamos contracorriente, entonces sufriremos mucho más.
Sabemos que nuestro crecimiento personal y sobre todo nuestra elevación espiritual, dependen de nuestro progreso moral. Aunque nos cueste aceptarlo hemos de trabajar por ello diariamente, porque todos sabemos ya que los milagros no existen. Que hemos de seguir al pie de la letra la Ley de Trabajo considerando este como todo empleo útil de nuestro tiempo.

Y tratar de emplear ese regalo del Padre de la mejor forma que nos sea posible. Cada día es una nueva oportunidad para esforzarnos en ser un poco mejores que el anterior, porque no sabemos cuándo acaba nuestro contrato en este planeta azul, desperdiciar el tiempo es un error imperdonable.
La Ley que más necesitamos integrar en nuestra conciencia es sin duda la Ley de amor y caridad.
Ella nos enseñara que todos somos iguales, sin superioridades ficticias, hijos de un mismo padre que es Dios, que nos creó a todos y cada uno de nosotros como espíritus simples e ignorantes, dándonos infinitas oportunidades de progreso en las sucesivas existencias, para que algún día lleguemos como está previsto, a ese estado de pureza espiritual que nos haga dignos de colaborar con Dios en la creación del Universo y nos sea dado poder gozar de su presencia eternamente.

Pero mientras más duro trabajemos por nuestra reforma íntima, más cerca estará ese día. Así pues, paso a paso, hemos de seguir haciendo camino hasta llegar a la meta final.

En resumen, para elevar nuestra vibración y atraer por sintonía a los buenos espíritus cuya compañía hemos de anhelar, hace falta autoconocimiento, deseo sincero de mejorar, trabajar en el bien, pensar cada vez de forma más positiva, orar mucho, que es una herramienta imprescindible para cuando estamos de capa caída, poder remontar, meditar hasta encontrar la forma de ir superando nuestros defectos, y sobre todo, practicar la caridad moral para con nuestro prójimo e irradiar amor.

Ser un faro de luz para aquellos que viven en la oscuridad, seguir la guía de las Leyes Morales y del Evangelio en el que nuestro hermano Jesús, nuestro amado maestro, dejó las claves para guiarnos por un comportamiento ético y moral que nos vaya encaminando hacia el Padre que tanto nos ama.

Cielo Gallego
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

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