sábado, 8 de junio de 2013

¿Tienen ocupaciones los espíritus?



Tenemos la falsa idea de que las almas de las personas, una vez extinguida la vida corporal, sólo tienen dos lugares a los que ir; el cielo, donde están en perpetua adoración al Creador, o, el infierno, donde sufren las penas eternas.

Dejando a un lado esta teoría, que contradice la bondad y misericordia Divina, sabemos que en la Naturaleza todo se eslabona, desde el átomo al arcángel.

Desde que el espíritu es creado, tiene una actividad que realizar, bien de forma consciente, o bien inconscientemente ya que, en ocasiones, es utilizado por espíritus superiores, para la realización de determinadas actividades.

Primero, ejecutan, después, a medida que su inteligencia se desarrolla, ordenarán y dirigirán las cosas del mundo material. No existe diferencia con el desarrollo humano. De niños se aprende a través de las indicaciones de los educadores. Más tarde adquirimos la autonomía de nuestros pensamientos y acciones.

En el ítem 560 del Libro de los Espíritus, nos indican que cada uno de nosotros debe vivir en todos lados y adquirir el total conocimiento de todas las cosas, pero como se dice en el  Eclesiastés, para todo hay un tiempo.

Los espíritus deben recorrer los diferentes grados de la escala para perfeccionarse, ya que la Justicia de Dios  no ha podido dar a unos el conocimiento sin trabajo y a otros sólo a través del esfuerzo.
Los espíritus por la conciencia que tienen de ser útiles, les resulta agradable permanecer en activo. Su actividad es incesante, teniendo en cuenta, que su pensamiento siempre lo está, y viven por él.
No obstante, al igual que los hombres, hay espíritus que permanecen ociosos, que sólo viven para ellos, (no por pasar al estado espiritual, un hombre ocioso pasa a ser un espíritu activo). Sin embargo, más tarde o más temprano se cansan de este estado y el deseo de adelantar les hace sentir la necesidad de ser útiles, siempre que hayan llegado al estado de tener conciencia de sí mismos y gocen de libre albedrío.
Los espíritus que han alcanzado la perfección reciben directamente los mandatos de Dios y se encargan de transmitirlos por toda la Creación, al mismo tiempo que velan por su ejecución. La ociosidad para ellos sería un eterno suplicio.

Hay misiones que pueden realizar en estado errante o encarnados, en cualquiera de ellos su objeto es el de realizar el bien, ayudar a progresar a la humanidad preparando las sendas adecuadas para que determinados acontecimientos se produzcan.

Otros tienen misiones más personales, como asistir a enfermos o afligidos, velar por aquellos en quienes se convierten en sus guías o protectores.

Actividades como cultivar la tierra, son también una misión, porque cada uno es  útil acorde a sus capacidades y necesidad de aprendizaje, y de esta manera progresa según la forma en que desarrolle su actividad.

Cuando un espíritu fracasa en la ocupación que ha elegido deberá recomenzar de nuevo, acumulándosele la reparación del mal que haya ocasionado.
Su influencia sobre nosotros, es considerable, tanto para el bien como para el mal, en virtud de su elevación o de su inferioridad.

Hay que tener en cuenta que todo lo que hace el hombre no es el resultado de una misión para la que estaba predestinado. Con frecuencia es él, el instrumento del que se sirve un espíritu para hacerle ejecutar algo que considera útil. Es el caso de determinados descubrimientos, trabajos artísticos…., ya que durante el sueño del cuerpo, el espíritu encarnado entra en contacto con el espíritu en estado errante.

Del mismo modo, su influencia, para derivarnos por caminos incorrectos, es acentuada.
En las grandes misiones del mundo hay espíritus que se equivocan, difundiendo graves errores, al lado de grandes verdades, sus capacidades son inferiores a la tarea que han emprendido, no obstante, hay que tener en cuenta las circunstancias, porque a veces, una enseñanza en determinada época puede parecer errónea, mientras que en otra más adelantada sería mejor comprendida.
Es de esta forma que podemos comprender que los espíritus tanto en estado  encarnado, como desencarnados, son siempre útiles en la Creación.
Ana Mª Sobrino
(Del Capítulo X, libro segundo del Libro de los Espíritus)

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