jueves, 18 de septiembre de 2014

Las Leyes Naturales

Las Leyes Naturales



Las leyes naturales son la voluntad de Dios dirigida hacia todas las criaturas de la Creación. El estudio de las leyes naturales es un camino seguro para nuestro adelanto, a través de su comprensión, acercándonos al cumplimiento de la Voluntad de Dios en todos los aspectos de nuestras vidas.
Las leyes naturales se pueden dividir a priori en función de ámbito de aplicación, material o moral. Las leyes morales son las que conciernen al espíritu mientras que las leyes materiales conciernen a lo relacionado con cualquier modificación del fluido cósmico universal que determina las diferentes clases de materia en el Universo.

Allan Kardec, estudia en profundidad las principales leyes morales en “El Libro de los Espíritus" de Allan Kardec, mientras que en el libro “La Génesis” profundiza en las leyes materiales concernientes a los fluidos espirituales. Las leyes materiales físicas son pertenecen al campo de la Ciencia y su estudio estimula el desarrollo de la inteligencia como paso fundamental para el posterior desarrollo del sentido moral. Por ello estudiar las leyes materiales, desde la perspectiva espiritual, impulsa al hombre hacia lo alto, al posibilitar mayores compresiones de las Leyes Universales y, por tanto, a alcanzar su cumplimiento.

La anterior clasificación de leyes materiales y morales no siempre es apropiada puesto que en su apariencia algunas de ellas, aunque son materiales principalmente a nuestra observación, afectan en cierta forma a la materia periespiritual e influyen conside-rablemente en la psicología del individuo y por tanto en su moral. Es el caso de la Ley de Afinidad y la Ley de Causa y Efecto (también llamada Ley de Acción y Reacción).

Sobre la Ley de Acción y Reacción nadie duda en el plano físico, mas pocos se plantean que en otros estados de la materia, más sutiles como el fluídico espiritual y mental, también es una ley implacable, atenuada en función del cumplimiento de la ley de Justicia, Amor y Caridad.

Un mal pensamiento es materia mental que golpea y desestabiliza en mayor o menor media según nuestras defensas psíquicas, dejando un rastro penoso a través de los fluidos que atraviesa, incluidos los fluidos que caracterizan el tono vibratorio del periespíritu del emisor. La respuesta a la acción será una reacción, ya no inmediata como ocurre en el plano físico, sino reeducadora, esperando el momento más propicio para su aprovechamiento. Cuando llegue ese momento la Ley de afinidad atraerá la circunstancia correctora de vibración compatible con el disturbio original, apareciendo la desgracia, dolor o pérdida en el pobre incauto que no tuvo reparo en desear el mal.

Desde cierta perspectiva podemos agrupar las cuatro fuerzas fundamentales conocidas por la física, la fuerza de gravedad, fuerza electromagnética, interacción nuclear débil e interacción nuclear fuerte como distintas expresiones de la Ley de Afinidad aplicadas a la formación de la materia en cada uno de los distintos aspectos que la componen, másico (gravedad), energético (radioactividad, interacción nuclear débil), electromagnético y constitutivo (interacción nuclear fuerte).

Las fuerzas fundamentales se expresan de forma diferente en cada plano de manifestación de la materia y el Espiritismo muestra su existencia desde el estado más grosero, en el plano físico, hasta el más quintaesenciado perteneciente al periespíritu de los espíritus superiores, demostrando que la afinidad, mientras que en el plano físico se manifiesta como la constitución de la materia aglutinando el fluido cósmico universal en función del estado vibratorio del mundo correspondiente, en el plano espiritual es sobre todo una ley moral que atrae entre sí a los espíritus que comparten los mismo ideales y motivaciones.

Mucho más complicado es sondear los misterios de la “polaridad”, factor fundamental en las conocidas fuerza electromagnética e interacción nuclear débil. En el mundo físico, los científicos hablan de antimateria como polo opuesto a la materia, de cargas eléctricas positivas y negativas, polos magnéticos, sustancias polares y no polares, etc. En el mundo espiritual cercano al plano terrestre, continua la polaridad en la mayoría de los aspectos de la materia espiritual, aunque cada vez más atenuada conforme se eleva en su peregrinar hacia la perfección donde la gran Ley de Unidad que rige la Creación se impone.

Tratados de magnetismo animal nos hablan de las experiencias con fluidos vitales que se repelen o atraen según su polaridad positiva y negativa.

La frase "la virtud se encuentra en el término medio", es apropiada para el estudio de la polaridad, puesto que, de alguna forma, todo polo se puede ver como un desequilibrio de una virtud. El amor puro es virtud y no es polar. Cuando aparece el interés, el deseo por egoísmo lo polariza en dirección a uno mismo, perdiendo sus hermosas propiedades espirituales y sintonizando con vibraciones polares que en un fenómeno similar al electromagnetismo, serán atraídas o repelidas, pero en esta ocasión como mecanismo necesario de reajuste.

Conceptualmente se podría englobar la polaridad dentro de la Ley de Afinidad, al considerar que cada polo lleva en sí mismo el germen del opuesto o que cada desequilibrio lleva en sí mismo el desequilibrio contrario.

Ley de Adaptación

El periespíritu como parte semimaterial del alma, responde también a ciertas leyes, como son la ley de herencia y adaptación, las cuales se reflejan en el cuerpo físico del cual es su modelo organizador biológico. Durante milenios el periespíritu animal evoluciona junto con el Principio Inteligente caminando hacia la humanización del mismo. La capacidad de adaptación continúa en nosotros y es una herramienta fundamental para nuestra salud y supervivencia.

Olvidamos muchas veces que todo exceso es un ataque a nuestro cuerpo físico y periespirirual que mina la energía vital en determinados órganos promoviendo la enfermedad como medida de reajuste.
La capacidad de adaptación es la sabiduría instintiva del periespíritu que promueve la vida. Simplificando conceptos, la enfermedad podemos verla como la adaptación del cuerpo físico con misión de recobrar la salud, primero activando los mecanismos de eliminación, como la inflamación y las enfermedades agudas, después redirigiendo (adaptando) las funciones y capacidades perdidas hacia el resto de los órganos con fin de perpetuar la vida, dando origen a las enfermedades crónicas, y finalmente, cuando llega el agotamiento de los recursos vitales, las enfermedades degenerativas y la muerte física. En sí la enfermedad, comúnmente identificada por los síntomas, son las consecuencias del trabajo que realiza el cuerpo instintivamente por recobrar la salud. La enfermedad, vivida conscientemente, es esperanza porque pone de manifiesto la imperiosa necesidad de modificarnos y de dejar de quebrantar las leyes naturales. “Puesto que cada cual es castigado por donde pecó” (preg. 399 de “El Libro de los Espíritus), la enfermedad muestra indicios de su origen y meditando sobre ella y nuestro comportamiento, nos muestra el camino por donde tenemos que progresar para recobrar la salud.

La verdadera medicina reconoce los síntomas como adaptaciones y busca el origen de la enfermedad en las causas que la originan, tanto mentales, emocionales como físicas.

La capacidad de adaptación del cuerpo nos brinda la oportunidad de progresar hacia hábitos más saludables hacia uno mismo, como el vegetarianismo y el deporte, en el ámbito físico, la meditación en el ámbito mental y la oración en el espiritual. La vida natural, respetable con el medio ambiente, no violenta nuestro organismo con sustancias extrañas ni excesos. El ejercicio físico promueve la eliminación de toxinas que de otra forma terminaríamos acumulando. Trabajarnos la paz de espíritu nos libra del estrés y permite la libre circulación de energías vitales a través de nuestros órganos fortaleciéndolos en sus funciones.

La ley de adaptación, cuando la vida es sana y natural, trabaja no hacia la compensación de deficiencias sino a hacia la prolongación al máximo de la vida evitando el desgaste innecesario de los órganos, rejuveneciendo y fortaleciendo el cuerpo en su lucha diaria por el progreso del Espíritu.

Multidimensionalidad del ser

El Espiritismo también nos enseña que somos seres multidimensionales y, por tanto, que interaccionamos con diferentes planos de la Creación. La salud al igual que el Ser, es multidimensional y cualquier tratamiento necesitará abarcar las necesidades de curación del alma así como las del cuerpo.

El cumplimiento de la Ley Natural es el único camino real hacia la curación total de toda dolencia, porque conlleva el reequilibrio integral del Ser, del alma y del cuerpo. Los órganos fisiológicos son alimentados por distintos circuitos de fuerza vital que determinan su capacidad, resistencia y comportamiento.

Un determinado comportamiento de los órganos puede dar lugar a enfermedades autoinmunes, cuando el cuerpo se sensibiliza frente a determinados alérgenos, a enfermedades de acumulación, cuando la acumulación de toxinas imposibilita el correcto funcionamiento de los órganos, o de eliminación, cuando el cuerpo encauzando toxinas a través de los distintos emuntorios se alcanza la saturación en alguno de ellos producción su inflamación crónica.

La capacidad y resistencia de los órganos determinará los índices máximos de toxemia permitidos sin la aparición de síntomas de enfermedad aun manifestándose signos claros de debilitamiento. La no existencia de síntomas médicos no significa que haya salud. El debilitamiento y envejecimiento prematuro es muestra evidente de toxemia consecuencia del abuso de las leyes naturales.
El ejemplo lo tenemos en la naturaleza donde los animales salvajes, no domesticados, disfrutan de un periodo de edad adulta con el 100% de sus capacidades la mayor parte de su vida, decayendo únicamente al final de sus días porque la naturaleza no les permite subsistir por debajo de sus plenas posibilidades.

Son acaso antinaturales los casos de ancianos que disfrutan de plena forma, con capacidades equivalentes a muchos adultos o simplemente son casos naturales donde la naturaleza no ha tenido obstáculos para manifestarse.

Retornemos a la vida natural, tanto física como espiritual, para aprovechar todas las oportunidades que nos da la vida junto a las planificaciones de cada encarnación. Cuantas tareas dejamos de realizar o atender por vivir fuera de la Ley Natural, normalmente con los sentidos extenuando nuestras fuerzas vitales, debilitando nuestra resistencia ante las vicisitudes de la vida y cayendo en dolencias subclínicas hasta terminar frenados finalmente por la enfermedad clínica que nos obliga a detener nuestra labor.

Estudiemos la Ley Natural en toda su extensión, abarcando principalmente los procesos espirituales y morales pero sin abandonar el día a día material, que también nos condiciona el progreso espiritual.
Si llevar una vida natural conlleva a nivel físico evitar las toxinas comunes, mediante dietas saludables (hipotóxicas o alcalinizantes), adoptar hábitos higienicistas, ejercicio físico, etc.; a nivel energético igualmente tendremos que guardar análoga disciplina, evitando ambientes viciados con pensamientos inferiores que nos puedan afectar, como la crítica, los excesos, la negatividad con dosis de pesimismo, etc. La vigilancia junto al autoconocimiento nos permitirán adelantarnos a la caída, esquivando educadamente la invitación a participar o criticar. Las toxinas psíquicas son más peligrosas que las físicas, puesto que preparan el terreno a la enfermedad debilitando generalmente las funciones de los órganos físicos que con las capacidades mermadas, acumularan y atraerán las toxinas físicas manifestando finalmente los síntomas de la enfermedad.
José Ignacio Modamio
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

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