miércoles, 2 de mayo de 2018

El problema de la obsesión

El problema de la obsesión



El problema de la obsesión espiritual acompaña al ser humano desde el principio de los tiempos, al igual que la mediumnidad, que es el mecanismo en el cual se basa a través de los fenómenos de afinidad y sintonía.

La obsesión espiritual, a diferencia de la obsesión psicológica o auto-obsesión, no se inicia en un desajuste psicológico como la neurosis o la psicosis, aunque estos puedan presentarse como graves consecuencias en procesos de largo recorrido, sino en un problema únicamente de ámbito espiritual. De todas las ciencias y doctrinas de la Tierra, únicamente el Espiritismo trata la obsesión espiritual de forma abierta y con mente racional, eliminando mitos y supersticiones del pasado.

Según "El Libro de los Médiums", en el cap. XXIII, ítem 237, la obsesión es "el dominio que algunos Espíritus ejercen sobre ciertas personas. Se produce exclusivamente a través de Espíritus inferiores, que pretenden dominar, pues los Espíritus buenos no imponen ninguna coacción". "El Evangelio según el Espiritismo", cap. XVIII ítem 81 lo define como "la acción persistente que un Espíritu malo ejerce sobre un encarnado. Presenta características que van, desde la simple influencia moral – sin signos exteriores perceptibles – hasta la perturbación completa del organismo y de las facultades mentales.” Aprovechando los defectos morales, los espíritus inferiores cercan la voluntad del individuo intentando doblegarla. En función del grado de dominación así será la naturaleza de los efectos producidos, clasificados en "El Libro de los Médiums" como obsesión simple, fascinación y subyugación. De esta forma, según comenta "La Genesis", cap. XIV, ítem 45, la obsesión: “Presenta caracteres muy diversos, que van desde la simple influencia moral sin signos exteriores sensibles, hasta la perturbación completa del organismo y de las facultades mentales."

Los espíritus inferiores pueden tener distintas motivaciones en la obsesión. Los mecanismos de afinidad y sintonía implican que para que exista el fenómeno de la obsesión, ambos, obsesado y obsesor sean "compatibles". Las motivaciones del obsesor deben tener relación con las imperfecciones morales del obsesado para que por afinidad se aproximen uno al otro y por sintonía entren en relación. Las motivaciones del obsesor pueden ser muy variadas:

-Espíritu que no tiene donde ir y encuentra sintonía y reconforto con el obsesado. En su compañía no se encuentra solo.

-Familiar recién desencarnado que no se resiste a la separación de un ser querido y no quiere separarse de él o bien, familiar encarnado que no deja de pensar en el desencarnado, atrapándolo a través de su pensamiento, atrayéndole hacia él.

- spíritus compañeros de fechorías en el pasado que no quieren que el obsesado progrese, ni se separe moralmente de ellos.

-Espíritus que sufren por su problema de adicción se vinculan a incautos que tienen el mismo vicio entrando en sintonía y compartiendo los mismos fluidos, que ingeridos por el obsesado son también absorbidos por el obsesor mientras vibran con sensaciones al unísono en perfecta simbiosis.

-Víctimas del pasado intentan vengarse desde el plano espiritual cuando identifican a sus verdugos en el plano físico. Los sentimientos de venganza y odio conectan las mentes infelices predisponiéndolos a la obsesión a veces durante muchas vidas, intercambiando sus papeles una y otra vez hasta alcanzar el perdón mutuo.

-Espíritus ambiciosos pretenden mantener el poder que ostentaron mientras vivían encarnados.

-Espíritus organizados con dedicación completa hacia el mal, trabajando para evitar que la luz triunfe. Sufren más, por envidia, cuanto mayor es el progreso moral de la humanidad e intentan evitarlo.

Obsesión simple

La obsesión simple no solamente es un tipo de obsesión, es además el primer peldaño hacia los siguientes estados obsesivos.

Para el médium se muestra cuando "un Espíritu dañino se impone a un médium, se entromete contra su voluntad en las comunicaciones que recibe, le impide comunicarse con otros Espíritus y sustituye a los que son evocados" (ítem. 238 de “El Libro de los Médium”). Se caracteriza por la tenacidad de un espíritu del que es difícil desembarazarse.

En la obsesión simple, ser médium es, en cierta forma, una ventaja puesto que le da la oportunidad de detectar el problema antes de que las consecuencias sean de gravedad. Cuando el médium se da cuenta, el espíritu obsesor "no se oculta ni disimula en manera alguna sus malas intenciones y su deseo de contrariarlo. El médium reconoce el engaño sin dificultad y, como se mantiene en guardia, rara vez cae en la trampa." (ítem. 238 de “El Libro de los Médium”)

Cuando el obsesado no es médium ostensible, detectar la obsesión simple es mucho más complicado porque se confunde con los problemas del propio psiquismo, agravándolos. El espíritu obsesor aprovecha toda brecha moral para entrar sintonía con la mente del obsesado mediante la sugestión mental, puesto que todos somos médiums de inspiración. Por ella recibimos las inspiraciones de los espíritus con los que entramos en sintonía, buenos o malos. Un espíritu bueno siempre nos dará una influencia buena sin privarnos de libertad de elección. Sin embargo, un espíritu malo siempre aprovechará nuestras debilidades para amplificarlas o recordárnoslas y abrirse paso en nuestro psiquismo. Utilizan el material que ya se encuentra en nosotros mismos, nuestros deseos, vicios y apegos. Cada vez que aceptamos un pensamiento sugerido estamos allanando el camino al siguiente, de forma que cada vez el lazo que tiende el obsesor se estrecha oprimiendo la voluntad y agravando las consecuencias de la obsesión, llevándola a otro nivel, el de la fascinación o subyugación.

La obsesión simple surge como idea fija que no podemos eliminar fácilmente de la mente relacionada con la satisfacción de una necesidad, deseo o preocupación. Se vuelve más poderosa cuanto mayor es el miedo. La idea ya se encontraba en nosotros, el obsesor la recoge y la proyecta constantemente sobre el obsesado.

La idea perturbadora estresa al obsesado consumiendo sus fuerzas mentales. El obsesor le envuelve en fluidos negativos afectando al sistema nervioso y su salud, además de absorber las energías limpias que se pongan a su alcance, entrando en un proceso obsesivo cada vez más profundo, llegando a la neurosis.

Lo que empezó como una obsesión simple común y fácil de tratar, progresó hasta una obsesión cada vez más compleja, de camino a la fascinación y subyugación.

Durante la obsesión simple el obsesado todavía tiene la capacidad de darse cuenta de que semejantes pensamientos son exagerados y externos a él. Está de acuerdo en el origen, pero no en lo que se ha convertido su pensamiento, aunque le cuesta una gran voluntad desembarazarse de ello.

Quizás el límite con el siguiente nivel, la fascinación, empieza cuando deja de ser capaz de darse cuenta de que la influencia es externa y empieza a creer ciegamente que todo es real.

La fascinación

Cuando la obsesión simple se perpetúa en el tiempo, el espíritu envuelve al obsesado de una forma más íntima de forma que le producirá ilusiones y alucinaciones que progresivamente irán paralizando su raciocinio y terminará por creer ciegamente.

La idea fija que empezó en la obsesión simple, es ahora envuelta de alucinaciones, ilusiones o embelesamiento eliminando toda resistencia mental del obsesado instaurando su alienación y posteriormente la psicosis.

En este estado el médium podrá escribir cosas absurdas de las que confía plenamente, se apartará de los que le recomienden que dude de ellas y probablemente rehusará toda ayuda, no viéndose necesitado de ella, sintiéndose especial y excitado en su orgullo al sentirse un canal de los espíritus superiores, en base a las comunicaciones que recibe, consejos que escucha, etc.

En el obsesado que no sea médium ostensible la fascinación será muy difícil de detectar ya que sus alucinaciones se confundirán con problemas psicológicos, neurosis en las primeras etapas de obsesión simple y psicosis en la siguiente etapa de fascinación.

Richard Simonetti, en su libro "¿Quién tiene miedo a la obsesión?" nos habla de la obsesión simple y la fascinación como causantes de neurosis y psicosis, pero no al revés, afirmando lo siguiente:

-"En la obsesión simple el obsesado sabe que está equivocado en los absurdos en los que incurre. En la fascinación él no tiene ninguna duda de que está absolutamente en lo cierto."

-"La víctima de la obsesión simple se sitúa en una neurosis. Neurótico es aquel ciudadano dominado por insuperables preocupaciones."

El obsesado, en cierta forma, sabe que esas preocupaciones no son reales, aunque no puede dejar de pensar en la posibilidad de que sean reales.

-"Psicótico es aquel individuo que no tiene ninguna duda (sobre sus alucinaciones)... se apartó de la realidad."

El obsesado con fascinación cumple plenamente con la afirmación de psicótico. Lo contrario no siempre es cierto puesto que el problema psicótico no tiene porqué venir de una fascinación, al ser un problema más complejo.

La subyugación

La subyugación corresponde a un grado más avanzado de obsesión que la fascinación, donde a veces el constreñimiento del obsesado es tan fuerte que llega a anular completamente la voluntad del obsesado.

La subyugación puede ser moral o material. En la subyugación moral el subyugado se ve obligado a realizar actos ridículos por encima de su voluntad, dándose cuenta plenamente y sufriendo íntimamente por todo ello. En la subyugación física, el obsesor toma el control total de parte de los músculos obligándole a realizar acciones o movimientos en contra de su voluntad que le originan accidentes y problemas físicos, como es accidentarse por retirar la mano de un apoyo en determinado momento para producirle una fuerte caída, etc.

Así como la fascinación es el proceso más difícil de tratar ya que dispone del pleno beneplácito del obsesado, progresando a la subyugación, puede volver la capacidad de raciocinio a su conciencia siempre a través del dolor que le provoca el nuevo estado de subyugación. Cuando los efectos de la subyugación son evidentes la fascinación empieza a ceder conforme el obsesado se da cuenta de que ya no es dueño de su voluntad y que está siendo utilizado. Es el momento en que puede reanudar su lucha por recuperar su libertad.

En este punto hay dos factores claves que le capacitarán para recuperarse: la resistencia física y la resistencia mental.

En individuos con escasa resistencia física, puede ocurrir que su estado de salud se haya debilitado excesivamente en las etapas anteriores de la obsesión, no quedándole fuerzas físicas para la lucha, precipitándose lentamente hacia la desencarnación.

Disponer de una buena constitución física y haber cuidado previamente el cuerpo físico, habiendo llevado hábitos saludables y rebosando de energía saludable a través del ejercicio físico, es una importante ayuda a la hora de resistir físicamente largos procesos de subyugación donde el robo de energías vitales por parte del obsesor debilitarán la resistencia del cuerpo físico incrementado sus dolencias y generando otras nuevas que ya estaban en germen, llegando incluso a producirle ataques epilépticos y otras crisis, que continuarán mermando la salud más aún.

La resistencia mental, ayudado por la resistencia física, determinará las posibilidades de recuperar la voluntad y la cordura, siempre y cuando sea asistido por una buena terapia desobsesiva.
En el pasado, cuando los tratamientos psiquiátricos eran altamente invasivos, las secuelas eran irreversibles y los éxitos ridículos. En la actualidad la psiquiatría bien orientada puede ser de gran ayuda para mitigar el sufrimiento del paciente siempre que le deje la suficiente luz vibrando en su conciencia. Cualquier medida que anule totalmente la conciencia del paciente no le permitirá trabajar por su liberación mental.

Desprendimiento durante el sueño

La obsesión es una presión constante sobre el espíritu incluso cuando el cuerpo duerme, pero el alma se libera durante el sueño.
Al entrar en sueño profundo, el alma se desprende y va a los lugares donde es atraída por afinidad rodeándose de las compañías correspondientes al mismo nivel vibratorio. Cuando son inferiores, entre dichas compañías, se encuentran sus obsesores que continuarán el trabajo diurno con nuevas sugestiones e ideas de espíritu a espíritu, intentando ganar, además, su confianza en vistas de alcanzar niveles cada vez más profundos de sugestión de camino a la fascinación y la subyugación.
Las influencias recibidas durante el desprendimiento del sueño, dejarán al despertar, cuando la influencia fue negativa, sentimientos de desánimo, indignación que favorecerán la obsesión. Sin embargo, el mismo mecanismo está al servicio del bien, cuando durante la noche aprovechamos el tiempo y nos reunimos con nuestros guías y empleamos el tiempo hacia el bien, despertándonos a la mañana siguientes, reconfortados, con buen ánimo, llenos de esperanza e ilusión, gracias a su influencia positiva. Por todo ello es tan necesario alcanzar el mejor estado vibratorio al irnos a dormir, con oración, lecturas edificantes e incluso pidiendo protección a los Espíritus superiores.

Terapia Obsesión

La terapia de la obsesión debe tener carácter integral englobando tanto aspectos personales como familiares. La familia puede ser un gran apoyo que rodea frecuentemente al obsesado, donde puede encontrar un bastión donde defenderse y encontrarse mejor, a través de la práctica del Evangelio en el hogar, manteniendo y cultivando el ambiente fluídico apropiado que sirva en buena medida de protección.

En la terapia de la obsesión se pueden diferenciar, como principales trabajos, el trabajo con el obsesado y el trabajo con el obsesor.

Para el trabajo con el obsesor no siempre se tiene disponible un grupo mediúmnico bien preparado y accesible, pero eso no quita que tengamos que abandonarlo, el propio obsesado puede realizar cierto trabajo con él, teniendo en cuenta sobre todo que el vínculo con el obsesor es bidireccional. Visto desde este punto de vista, conforme va moralizándose el obsesado, el obsesor recibe también la influencia, lo que le obliga en los casos más endurecidos a tener que abandonar al obsesado en los periodos de oración y estudio si no quiere ver peligrar su voluntad hacia el mal, lo que le permite al obsesado disfrutar de momentos de menor presión espiritual. Para intentar evitar que el obsesado saque provecho de esos momentos, el obsesor le inunda de energías viciadas que le causen malestar y disminuyan su voluntad.  Por ello es importantísimo recibir tratamiento de fluidoterapia, como los pases del centro u otros específicos para ayudar en el tema.

Desde ese momento, tenemos que empezar a ver al obsesor como un compañero al que también hay que ayudar. Empezando a enviarle amor y buenos sentimientos junto a la terapia fluídica que también le beneficia, podrá también empezar a cambiar. Primero se sentirá desconcertado y enfadado, pero si somos constantes, los beneficios del estudio, pases, irradiaciones y buenos sentimientos harán huella en él y se le empezará a ablandar el corazón disminuyendo la presión sobre el obsesado. Llegará el momento en que ya no se aleje en los momentos de estudio mostrando interés y desconcierto. En ese momento habremos llegado a la recta final de la obsesión porque habremos preparado la recuperación de ambos.

Existen casos de obsesión donde esta lleva implícito un bien, una enseñanza o una reparación (expiación) y hay que tener cuidado en no cortarla antes de tiempo.

Mientras las condiciones morales del obsesado no cambien, rescatar sólo al obsesor no le será de ayuda porque al poco tiempo dispondrá de otro espíritu obsesor de recambio, pues son sus condiciones morales las que los atraen por afinidad y sintonía, hasta la extenuación de todos los recursos de ayuda externa.

En la terapia espírita hacia el obsesado, lo más importante es atender el aspecto moral, como aspecto fundamental para modificar la afinidad y sintonía, elevándonos para acercándonos a los buenos espíritus rompiendo los lazos con el mundo espiritual inferior.

Cuando el proceso obsesivo es de carácter expiatorio, tenemos que tener en cuenta que será necesario armarse de mucha paciencia y centrarse en la máxima “…el amor cubre multitud de pecados” (1 Pedro 4:8). De esa forma primero irá saldando las cuentas de su conciencia interna y poco a poco perdiendo la sintonía con los espíritus que le atormentan, en un largo proceso de renovación interior.

La terapia Espírita de la obsesión es por tanto un conjunto de medidas orientadas hacia el obsesado:

-Asistencia semanal a clases de estudio del Evangelio y de la Doctrina Espírita.

-Evangelio en el hogar diario con todos los miembros de la familia.

-Estudio diario del libro de "El Libro de los Espíritus" o de "El Libro de los Médium".

-Oración sentida tres veces al día y en cualquier momento en que se perciba la influencia externa.

-Mantener pensamientos positivos apartando de la mente todo lo negativo sin juzgarlo ni sentirnos culpables por ello. No permitir sentimientos de miedo, culpa o remordimiento que disminuyan la vibración.

-Abandonar todo sentimiento negativo hacia el obsesor y progresivamente mejorar los sentimientos hacia él con el deseo sincero de ayudarlo en lo posible. Verlo como un compañero que también está enfermo y con el que tenemos que convivir temporalmente.

-No juzgar a lo demás para no desequilibrarnos. Los demás también tienen sus influencias externas y si nos ponemos a su alcance sin duda aprovecharán esta vía. Cuando el obsesado se protege íntimamente, debe prepararse para el ataque desde fuera, desde las personas y cosas que le importan como los familiares, el trabajo o los amigos.

-Obligarse a realizar actos de caridad periódicamente apuntándose a organizaciones de ayuda, visita a enfermos, comedores sociales, etc.

-Voluntad firme en estos propósitos, releyéndolos periódicamente para no perder el convencimiento de su necesidad y no dejarse embargar por la pereza.

-Elevar la autoestima como medida necesaria para adquirir y conservar energías, no derrochándolas en pensamientos negativos que disminuyen la vibración y facilita el robo de dichas energías.

-Vigilancia y disciplina. El pensamiento es la puerta por donde entra toda influencia externa, llegando al sentimiento a través de él. Cuando nos sintamos de cierta forma, preguntémonos qué pensamientos nos llevaron a ver el tema así, buscando el remedio para retornar al equilibrio.

José Ignacio Modamio
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"