viernes, 27 de abril de 2012

La oración



La oración es una invocación, a través de la cual, entramos en contacto con el Ser a quien nos dirigimos.
Este deseo anhelado, se proyecta, con una fuerza, capaz de vibrar en una frecuencia determinada, la cual, es sintonizada por las Inteligencias que nos rodean.

Cuanto más elevado es el porcentaje de cualidades de estas Entidades, más amplia es su capacidad de colaborar, en nombre de Dios, para responder a las solicitudes realizadas.

Se habla de colaboradores  porque cuando se ruega a otros seres, que no sean  la Inteligencia Suprema del Universo, sólo es con el título de intermediarios, ya que nada sucede sin la voluntad del Creador.

¿De qué forma se puede orar?

El Maestro Jesús a través de sus enseñanzas nos indicó rogar en silencio, sin exponerse a la evidencia,  de forma concisa, ya que es la sinceridad de las palabras las que serán tenidas en cuenta y no la cantidad. Además, si se tuviera  alguna cosa en contra de alguien, perdonarla con anterioridad, porque la oración no sería agradable a Dios si sale de corazones con sentimientos contrarios a la caridad, ya que del corazón del egoísta, que ora sólo de palabra, no puede salir la fuerza que proyecte la piedad que da todo su poder a la oración.

¿Para qué sirve una oración?

Algunas personas niegan su eficacia bajo la creencia de que Dios conoce nuestras necesidades y por tanto, no es necesario exponérselas.

Pueden,  incluso, argumentar que puesto que todo el Universo se eslabona bajo unas Leyes Divinas, nuestras plegarias no pueden cambiarlas.

No cabe duda, que existen leyes naturales e inmutables, no obstante, Dios creó al hombre con libertad, inteligencia, voluntad y capacidad de actuar, generando en consecuencia, circunstancias que escapan a la fatalidad, es decir, a que todo esté predeterminado y sea inamovible.

Por eso, Dios puede acceder a ciertas súplicas sin derogar las Leyes naturales.
Así mismo, sería ilógico deducir de la máxima: “Pedid y se os dará”, que es suficiente con requerir algo para obtenerlo, acusando después a la Providencia si no accede a esa petición.

Hay que tener en cuenta que los males de la vida se dividen en dos partes:
- Los que el hombre no puede evitar.
- Los que su causa es el propio hombre como consecuencia de su abandono y su desmesura.
Estas últimas, sabemos que superan con creces a las primeras y no son más que el resultado de pasar el límite de lo necesario.

De manera, que, aún admitiendo que el hombre no puede nada sobre las otras circunstancias, y que todas las oraciones fueran ineficaces para preservarse de ellas; ¿No sería bastante, poder evitar todo aquello que viene de sus propias acciones?

¿Cómo actúa, entonces una oración?

“La oración, cualquiera que ella sea, es acción provocando la reacción que le corresponde”. (1)
Tenemos en cuenta que se puede orar para nosotros mismos, para otros, para los vivos y para los muertos.
Si  todos los seres, encarnados y desencarnados nos encontramos dentro de un fluido universal que ocupa el espacio,  el pensamiento que emitimos, es impulsado por la voluntad, a través de él hasta el infinito. Cuando ese pensamiento está dirigido a un ser, se establece una corriente fluídica entre ambos, cuya fuerza  está en relación a la idea y la intensidad con la que fueron formuladas. Así, la oración es escuchada por los Espíritus en cualquier parte que se encuentren.

A través de ella, el hombre recibe las inspiraciones e ideas necesarias, para alcanzar la fuerza moral suficiente que le ayude a vencer las dificultades, pudiendo desviar de sí, los males que se atrae por sus propias faltas.

Utilidad de la oración para los espíritus desencarnados y sufrientes

A través de las plegarias que realizamos por ellos, notan que son recordados y se sienten menos abandonados; aumenta su ánimo, les incita al arrepentimiento y la reparación.
En ese sentido se puede abreviar su pena.

Si por su parte colabora con buena voluntad, ese deseo de mejorar, estimulado por la oración, atrae junto a ellos, otros espíritus mejores, que acuden a instruirlo, consolarlo y darle esperanza. (2)

Sin embargo, aquellos, que incitados por el orgullo, persisten en sus extravíos, e incluso los exageran, la oración no puede producir ningún efecto ni podrá hacerlo hasta el día en que una chispa de arrepentimiento se manifieste en ellos. (3)

La oración siempre está recomendada. Cuando la rehusamos, estamos ignorando la Bondad de Dios, es decir, renunciamos a su asistencia, no sólo para nosotros mismos, sino para los demás y el bien que podemos realizar.

Ana Mª Sobrino Talavera
Centro Espírita “Entre el Cielo Y la Tierra

(1) “Entre la Tierra y el Cielo”, de André Luiz, a través de la psicografía de Francisco Cándido Xavier.
(2) El Libro de los Espíritus, ítem 664
(3) Libro de los Espíruts, ítem 997

2 comentarios:

José Manuel dijo...

Fantástico artículo sobre la oración, pues no se pueden decir más cosas sobre la misma en tan breves palabras. Felicidades Ana por su rigor y por su carácter didáctico. No basta con escribir, hay que "llegar" a la gente, a las personas, y pienso sinceramente que tu artículo sí que lo hace. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Fantástico artículo sobre la oración, pues no se pueden decir más cosas sobre la misma en tan breves palabras. Felicidades Ana por su rigor y por su carácter didáctico. No basta con escribir, hay que "llegar" a la gente, a las personas, y pienso sinceramente que tu artículo sí que lo hace. Un abrazo.