viernes, 27 de abril de 2012

El dolor y el sufrimiento



El dolor es una experiencia sensorial (objetiva) y emocional (subjetiva) generalmente desagradable, que pueden experimentar todos aquellos seres vivos que disponen de un sistema nervioso.

La enfermedad y el dolor han estado unidos con la vida, durante la historia de la humanidad. Durante milenios el dolor y sus remedios se enmarcaron en una  concepción mágica de la enfermedad, aunque para ello se aprovecharan gran cantidad de hierbas, cortezas y raíces en una especie de farmacopea donde lo eficaz y lo ineficaz se mezclaban bajo el aura de lo sobrenatural.

Pienso que, el ser humano tiene que prepararse física y mentalmente para cuando le toque pasar por alguna enfermedad o accidente en el transcurso de su vida. Y la pregunta que nos podemos hacer es ¿de qué forma se puede una persona preparar, para algo que no sabe si le va a suceder? En el transcurso de mi vida me he dado cuenta de que uno mismo es su mejor amigo y su peor enemigo. Con esto estoy diciendo que nuestra mente es tan potente que es capaz de cosas insospechadas. Nuestros pensamientos dependiendo de cómo los encaucemos o focalicemos nos darán un resultado u otro, en lo referente al dolor. Me di cuenta de que si trasladamos nuestros pensamientos a cosas positivas y muy agradables que nos han pasado y recordamos lo felices que hemos sido en esos momentos, nos daremos cuenta de la importancia que tiene el estar bien y que no queremos sentir dolor de ninguna clase. Así al poner de nuestra parte, le quitaremos importancia al dolor y poco a poco irá disminuyendo pudiendo llegar a desaparecer.

Ejemplo: El otro día me quemé la palma de la mano con un objeto de plástico muy caliente, se me enrojeció al instante y pensé: “no puedo dejar de trabajar por esto”. Me mojé la mano con agua, la sequé y seguí  trabajando como si no hubiese pasado nada… ¡Claro que sentía dolor, la mano me estaba ardiendo, no podía ni cerrarla! Pero en ese instante pensé: “el dolor es una reacción, voy a reaccionar yo también” y comencé a pensar que lo que me había pasado no era para tanto, que hay cosas peores. Pensé “¡qué suerte , aunque me duela, puedo seguir trabajando!”, me mire la mano  y se estaba como hinchando . Pensé: “bueno ya falta menos para que  salga una ampolla” y seguí trabajando moviendo la mano como podía y continuando la conversación  que había comenzado antes del accidente. Focalicé mi mente  en el trabajo que estaba realizando y le quité toda importancia  a lo que me había pasado , como si no hubiese sucedido… al cabo  del tiempo, cuando termine de trabajar, me miré la mano ( ya que la había ignorado durante todo el rato, a pesar del dolor) y …¡Sorpresa!  El dolor había casi desaparecido y no me salió ninguna ampolla, me puse contento y me dije a mi mismo: “aquí no ha pasado nada.”

Si mi reacción hubiese sido la contraria, o sea, dándole importancia al dolor, quejándome, dejando de trabajar , vendándome la mano, recordando el dolor en cada momento… estoy seguro de que hubiese sufrido más de lo que lo hice.

Hay una frase de San Agustín que podemos aplicar a nuestras vidas y dice así: “¡conócete, acéptate, supérate!” En lo concerniente al dolor seria así ¡conócelo, acéptalo y finalmente, supéralo! .El espíritu, que es tranquilo, domina el cuerpo y el buen humor es la salud del alma. Si Dios no quisiera que los sufrimientos corporales fuesen en ciertos casos suprimidos o al menos mitigados, no habría puesto a nuestra disposición medios curativos. A este respecto su previsora solicitud, de acuerdo con nuestro instinto de conservación, indica que nos corresponde el deber de buscar y aplicar tales medios, al lado de la medicación usual, elaborada  por la ciencia medica.

Como dice un proverbio anónimo “¡el  dolor de ahora es parte de la felicidad futura!”  Y  “¡el dolor existe para disfrutar más, de la felicidad después!”.

El dolor y el sufrimiento, ya sea físico o moral, es un poderoso medio de desarrollo y de progreso. Las pruebas que sufrimos nos ayudan a conocernos y a dominar nuestras pasiones.

El dolor es la purificación suprema, la escuela donde se aprende la paciencia, la resignación y todos los austeros deberes. Es el horno donde se derrite el egoísmo y se disuelve el orgullo. Todos los males de la vida contribuyen a nuestra elevación. Por medio del dolor, de las pruebas de las humillaciones, de los achaques y de las desgracias, lo mejor nace de lo peor. Por esto hay en este mundo más penas que alegrías.
Hay infinidad de casos en los que después de una enfermedad muy grave, de un accidente de tráfico, de un infarto cerebral o coronario, al verse cerca de la muerte, la reacción positiva de la persona es tan grande que cambia radicalmente de forma de pensar y de vivir. Las cosas materiales que antes eran el centro de su vida ya no les resultan importantes. Al reflexionar sobre lo que han pasado y lo cerca que han estado de la muerte, se ha despertado en ellos  la necesidad de analizarse  y preguntarse qué están haciendo  con sus vidas y en esta introspección, descubren que les sobra casi todo lo material y les falta lo espiritual. La mayoría no descubren ningún centro espirita, pero sí se dan cuenta de todo lo que les rodea, la grandiosidad de la naturaleza, la paz, la armonía y si se dejan impregnar por ella  descubren sensaciones  profundas que tenían adormecidas , el sol que sale cada día es diferente, brilla más, calienta más, es más grande, las nubes tienen un azul diferente y unas formas más perfectas, los insectos ya no son tan desagradables, el agua sabe mejor, saben valorar más el tiempo, la familia, la amistad, las pequeñas cosas de la vida, ven con otros ojos a las personas, tienen más paciencia, más alegría, se ríen más… en definitiva saben apreciar y valorar todo lo que  la naturaleza y la vida nos da.

El dolor y el sufrimiento, es un aviso necesario, un estímulo para la actividad del hombre. Él nos obliga a reconcentrarnos y a reflexionar, nos ayuda a vencer nuestras pasiones. El dolor es el camino del perfeccionamiento. No se puede juzgar una cosa si no se sabe todo lo que de ella resulta y por esa razón, nadie podrá comprender la vida si no conoce su finalidad, ni sus leyes morales.

El dolor y el sufrimiento, bajo sus múltiples formas, son el remedio supremo  para las imperfecciones y para los achaques del alma, sin él no hay curación posible. Así como las enfermedades orgánicas son, a menudo, el resultado de nuestros excesos, las pruebas morales que nos alcanzan lo son de nuestras faltas pasadas. Tarde o temprano, estas faltas recaen sobre nosotros con sus consecuencias lógicas. Esta es la ley de justicia y de equilibrio moral. Sepamos aceptar sus efectos como  aceptamos los remedios y las operaciones dolorosas que deben devolver la salud  y la agilidad a nuestro cuerpo. Suframos con paciencia, pues tan sólo la ignorancia de las leyes universales, nos hace odiar nuestras penas. Si comprendiésemos cuán necesarias son para nuestro adelantamiento, si supiéramos apreciar su amargura, ya no nos parecerían una carga.

Como nos dice el “Evangelio según el Espiritismo” “¡Bienaventurados los que lloran porque ellos recibirán consolación! Debéis conceptuaros dichosos de padecer porque vuestros dolores de este mundo son de la vida que habéis adquirido a causa de vuestras pasadas faltas y si soportáis con paciencia en la Tierra esos dolores, os ahorrareis siglos enteros de sufrimiento en la vida futura, por lo tanto, debéis sentiros felices por el hecho de que Dios reduzca vuestra deuda permitiéndoos pagarla hoy , lo cual os asegura tranquilidad en el futuro”.

Explicándolo de otra manera a modo de ejemplo: Imaginemos que la persona que está padeciendo y sufriendo los dolores de este mundo, fuese parecida a la que tiene una deuda muy grande con un banco y un día nos llamase el director y nos dijese: “hemos pensado una manera  para solucionar su deuda, si me abona, ahora el 1% del importe total de lo que debe, queda  liquidada su deuda y ya no debe nada, si por el contrario, no lo hace, sabe lo mucho que debe” ¿No te sentirías feliz con esta proposición? ¿Aunque tuvieses que pasar toda clase de privaciones, con tal de poder pagar “solo el 1% “del importe total de la deuda y quedar con ello libre? ¿No le darías las gracias? Pero si pagamos por un lado y nos volvemos a endeudar por otro, tardaremos más en alcanzar nuestra liberación.

En el “Evangelio según el Espiritismo” encontramos una oración para ser leída por un enfermo y dice así:  “Señor, bien se que eres todo justicia, por eso, la enfermedad  que determinaste enviarme debo haberla merecido, ya que tu no afliges nunca sin que exista una causa para ello .A ti me encomiendo, a tu infinita misericordia para mi curación. Si te place devolverme la salud, bendito sea tu santo nombre, pero, si es que debo aun seguir sufriendo, sea igualmente bendito. Me someto sin quejarme, A tus divinos designios, porque todo lo que haces, solo puede tener por objeto el bien de tus criaturas. Haz, ¡Oh, Dios mío! que esta dolencia que me aqueja sea para mí un saludable aviso y me haga recapacitar sobre mis faltas. La acepto como expiación de mi pasado y como prueba para mi fe y sometimiento a tu santa voluntad.”
Que Dios nos bendiga a todos.

Lorenzo

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