sábado, 4 de junio de 2016

Terapia desobsesiva

Terapia desobsesiva

"¿Cómo te llamas? Y respondió: Legión me llamo, 
porque muchos somos" (Marcos 5:1-19)


De entre toda la terapéutica espírita: atención fraterna, estudio, fluidoterapia, desobsesión, etc., esta última, conlleva expresiva relevancia tanto por su importancia intrínseca como por su delicada práctica.

Allan Kardec describe la obsesión espiritual (en su fase más simple) como la influencia que ejerce un espíritu sobre determinado individuo que se afina con él a nivel mental. Y como convivimos en un universo de ondas pensamiento y vibraciones mentales que se interpe-netran, todos, en mayor o menor medida, participamos sino de obsesiones en su sentido pleno, sí de interferencias e ideas fijas que no nos hacen nada bien.

El abordaje científico y moral del Espiritismo enfatiza este asunto de la obsesión espiritual como siendo una pandemia psíquica que acompaña al mismo ordenamiento íntimo y social del hombre de todas las edades. Y es que en el pensamiento contemporáneo el Espiritismo es la primera escuela filosófica que saca a dominio público esta realidad consustancial a la psicología humana y al vasto y a veces sutil entramado de las relaciones, así como, además, ofrece la profilaxis más integral para su tratamiento.

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Cierto que este asunto de la parasitosis psíquica no es de planteamiento exclusivo del Espiritismo (pertenece a la noche de los tiempos)… En los mismos Evangelios ya existía esta terapia desobsesora mencionada como “echar fuera demonios” y que no era practicada solo por Jesús y sus apóstoles, sino que formaba parte del culto general de los primeros cristianos, antes de la hegemonía católica y el ordenamiento del clero romano. Es interesante anotar que se le llamase “espíritus inmundos” o “demonios”, siendo este último adjetivo una demo-nización de la expresión griega daimon, es decir; “espíritu”, que podía ser positivo o negativo (el propio Sócrates hablaba abiertamente de su daimon o espíritu guía).

De tal manera, en el medio espiritista, echar o expulsar demonios podemos traducirlo tranquilamente como “conducir” o “tratar” espíritus…

Sea como fuere muchos de los seguidores de Jesús (apóstoles, pero también judíos convertidos a la nueva fe, gentiles, gentes ilustradas, pueblo llano, etc.), se educaban durante un tiempo razonable para desarrollar estas prácticas de la manera más conveniente y dentro del marco del mensaje de paz y amor del Nazareno…

“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad antes si son de Dios” (I Epístola de Juan 4:1)
Los cristianos de la primera hora instruían a las almas inferiores que influían mentalmente haciendo daño a sus víctimas encarnadas, ayudándoles a romper sus resistencias psíquicas y trascender a regiones más elevadas del plano espiritual.

Dieciséis siglos más tarde, el espiritismo (afín por esencia al mensaje original del primer cristianismo) recupera esta terapia denostada por el totalitarismo religioso de los siglos posteriores, y lo hace por mediación de los Espíritus Superiores que inspiraron la Revelación espírita del siglo XIX, sabedores del flagelo que la obsesión produce en los escenarios del mundo, y de la paz y la luz que la terapia desobsesiva puede otorgar a determinados tormentos del psiquismo humano domiciliado en uno u otro lado de la existencia.

Los espíritas, carentes como el resto de la humanidad de la magnitud espiritual del Galileo, pero, a semejanza de sus seguidores de otrora, imperfectos pero voluntariosos, conscientes del papel libertador del servicio desinteresado, continúan hoy realizando esta terapéutica del diálogo y el amor, tal como exhortaba el mismísimo Galileo, pero también personajes de la talla de Pablo de Tarso (en sus recomendaciones de la I Epístola a los Corintios), Juan el discípulo amado o Hermas.
Hay un motivo más para contribuir en este tipo de tratamiento del psiquismo colocado al servicio de la caridad, y es que todos, en esta o en pasadas existencias, hemos sido verdugos encarnados o desencarnados, todos en mayor o menor medida hemos andando por las sombras y necesitados de luz y apoyo sin condiciones. Por esto, casi todos, podemos ser candidatos y prepararnos para este servicio inmemorial que el Espiritismo trajo de nuevo, rescatado de los pliegues del tiempo y de la persecución de los felices y poderosos… y lo hizo de manera fraternal y didáctica en 1861, dentro de la configuración del inmortal: "El libro de los Médiums".

Kardec, el pedagogo, pero también el iniciado y benefactor de la Humanidad, inspirado por “las Voces de los Cielos” (los Espíritus Superiores guías de los hombres), retoma la terapia desobsesiva en la 2ª obra de la Codificación ya mencionada, y lo hace no para una minoría de escogidos (como en los Misterios del pasado), sino para los buscadores e iniciados de los nuevos tiempos que inspirados por la luz bendecida del Espiritismo, deseen colaborar en la obra de regeneración y liberación de las conciencias.

El maestro de Lion, asesorado por el Espíritu de Verdad, aborda las prácticas esotéricas de los primeros cristianos y de los gnósticos, y lo hace dentro de una óptica positivista, racional y moral, configurando una de las terapias más esenciales de la Doctrina de los Espíritus, donde obsesor (espíritu) y obsesado (hombre o mujer) tienen un encuentro con su yo interno y les es facilitado el despertar de sus conciencias cristalizadas en el tiempo.

Los espíritas (siempre cuando reúnan las condiciones mínimas para ser respaldados por los Hermanos superiores), en reuniones especiales de contenido íntimo, acogen a las entidades atrapadas en las fajas vibratorias del bajo astral, y ateniéndose a las directrices de la psicoterapia espírita pueden ayudar a las almas a recobrar su cordura y trascender al Mundo Superior que Jesús llamó el “Reino de los Cielos”.

Juan Manuel Ruíz 
"Asociación Espírita José Grosso", Córdoba

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