domingo, 8 de diciembre de 2019

La glándula pineal

La glándula pineal



Mucho hemos oído hablar sin duda sobre lo que en lenguaje poético se suele llamar “el tercer ojo” a través de las diferentes corrientes místicas, pero aun no nos hacemos una idea aproximada de todas sus capacidades. Hoy hablaremos por tanto de la “glándula pineal” y sus diversas funciones.

La Glándula Pineal o Epífisis es una glándula neuroendocrina que regula el ritmo circadiano. Es una estructura cónica aplanada con forma de piña, de ahí su nombre.

En los seres humanos está ubicada en la pared posterior del tercer ventrículo, cerca del centro del cerebro y a la altura de los ojos.

Posee dos tipos de células denominadas: pinealocitos y células intersticiales. Además de estos dos tipos de células, también posee unas formaciones calcáreas conocidas como acérvulos cerebrales o arenilla cerebral. Estas formaciones parecen ser producto de la precipitación de fosfatos y carbonato de calcio: Cristales de Apatita.

Los cristales son detectables ya en la infancia y aumentan en cantidad conforme pasan los años.
La glándula pineal tiene varias funciones vitales, incluyendo la secreción de melatonina, la hormona que causa el sueño y regula varias funciones endocrinas.

Responde a las variaciones de la luz que se producen a nuestro alrededor y se activa ante la carencia de esta para segregar melatonina.

También segrega endorfinas que provocan una mayor tranquilidad y permite relajar los sentidos induciendo al sueño. Si hay una reducción de actividad se pueden dar casos de estrés, fatiga, mal humor, depresión, trastornos del sueño, rendimiento profesional disminuido etc.

Fisiológicamente, junto con la glándula del hipotálamo, la glándula pineal controla el deseo sexual, el hambre, la sed y el reloj biológico que determina el  proceso normal de envejecimiento del cuerpo.
En resumidas cuentas, la glándula pineal es algo más que nuestro tercer ojo. Es un pequeño director de orquesta inspirado por la luz del sol, ella es quien acompasa de modo sutil nuestros ciclos, nuestros instantes de relajación, nuestro despertar a la madurez…

Es ese vórtice energético que nos ofrecería un tipo de percepción que iría más allá del sentido de la vista.

Si echamos una mirada hacia atrás en la historia podemos constatar que hace más de dos mil años, la glándula pineal, o epífisis, ya era tenida como la sede del alma.

Sabemos que la glándula pineal fue descrita por primera vez en el siglo III a. C. Fue Herófilo de Calcedonia y le atribuyó unas funciones muy particulares; vio en la glándula pineal una válvula capaz de regular nuestro pensamiento.

Más adelante, Galeno de Pérgamo ya le dio una explicación un poco más ajustada y certera. La describió como una glándula del sistema nervioso.

La verdad es que el célebre Galeno no iba mal encaminado.

El filósofo y el matemático francés René Descartes en “Carta a Mersenne” de 1640, afirma que “existiría en el cerebro una glándula que sería el local donde el alma se fijaría más intensamente.”
Descartes decía de esta pequeñísima glándula, alojada justo en el centro de nuestro cerebro, que era el “asiento» del alma y el núcleo donde se gestaban todos nuestros pensamientos”.

Un estudio llevado a cabo en el 2016 en la Universidad de Shangai, se descubrió algo interesante: una relación directa entre nuestra salud cardiovascular y la glándula pineal.

La melatonina producida por parte de esta glándula excepcional tiene un impacto muy positivo en nuestra tensión arterial, en la fortaleza y elasticidad de nuestras venas y arterias y en la resistencia de los músculos cardíacos.

Este trabajo concluyó con algo que vale la pena tener en cuenta: la melatonina puede usarse para tratar enfermedades cardiovasculares.

Estamos pues, ante un tipo de glándula que, a pesar de estar ubicada justo en el centro de nuestro cerebro, es increíblemente sensible a nuestro entorno.

Es un pequeñísimo faro biológico en el ser humano y un órgano vestigial en algunos animales.
La glándula pineal es una llave maestra que traduce las señales de nuestro entorno en respuestas endocrinas.

La epífisis cerebral nos permite además potenciar nuestros instantes de calma para conectar mejor con nosotros mismos. Las personas que practican la meditación, por ejemplo, experimentan una sensación placentera gracias a que la glándula pineal segrega endorfinas, recompensándonos así con esos instantes enriquecedores donde cuerpo y mente se hallan en armonía.

En los estados de conciencia alterados, las dimensiones espirituales de la realidad pueden ser directamente experimentadas de un modo tan convincente como nuestra experiencia del mundo material, si no más aún.

El estudio detallado de estas experiencias demuestra que no pueden ser explicadas como productos de una enfermedad mental, sino que son reales.

Frecuentemente la glándula pineal surge como el centro de nuestra relación con otras dimensiones, esto es así en variadas corrientes religiosas y místicas desde hace millares de años.
No obstante, si recurrimos a la explicación de la “ciencia del espíritu” la amplitud de respuestas y conocimientos precisos se nos antojan más que suficientes al colocar en el “principio espiritual” (el alma humana, independiente del cuerpo) la base y el origen aparecen perfectamente lógicos sin anormalidad alguna, propios del desarrollo evolutivo del ser.

La mediumnidad, explicada por la filosofía de Kardec es, hasta la fecha, el mejor método explicativo de todos y cada uno de los fenómenos paranormales; esta extraordinaria ciencia del espíritu nos aclara como, entre el cuerpo físico y el alma, encontramos un cuerpo intermedio denominado periespíritu que es el origen de todos los fenómenos psicológicos, anímicos, espirituales, paranormales y mediúmnicos que se producen en el ser humano, siendo el responsable de los denominados estados de conciencia alterados.

Este cuerpo intermedio, de naturaleza semi-material, es capaz de conectar las moléculas físicas del cuerpo biológico con sus correspondientes moléculas periespirituales, y a través de un órgano biológico, situado también en el cerebro, se produce la interconexión que permite toda esta serie de fenómenos que ya dejaron de ser paranormales para ser totalmente normales y capaces de ser desarrollados en cualquier persona.

Este órgano no es otro que la glándula pineal, situada en la parte baja del cerebro, que tiene una importancia fundamental hasta la pubertad de los seres humanos, pero que a partir de la adolescencia restringe casi totalmente su actividad biológica. A través de este órgano se producen los fenómenos de la mediumnidad, la doble vista, la telequinesis, la telepatía, el éxtasis, el trance, etc.

Charles Richet, premio Nobel de medicina, definió la mediumnidad como “el sexto sentido del ser humano”. La ciencia viene a confirmar la realidad de la filosofía espírita, cuando Kardec en “El Libro de los médiums” pregunta a los espíritus sobre el mecanismo que posibilita la mediumnidad, y estos le responden  que a través de la glándula pineal se producen las manifestaciones mediúmnicas, pues en este área cerebral se interconexionan las moléculas del periespíritu del médium, con las del periespíritu del espíritu que comunica, traduciendo así los pensamientos y emociones de este último para el primero, a fin de transmitirlo por la palabra, la escritura , la vista etc...

“El fin providencial de las manifestaciones es convencer a los incrédulos de que no todo acaba con la vida física, y ofreciendo a los que ya creen ideas más exactas sobre el porvenir”. (Allan Kardec, “¿Qué es el Espiritismo?” Cap. II.)

Ahora ya sabemos un poco más sobre esta glándula tan importante, no solamente para regular nuestras funciones físicas, sino para posibilitar nuestra conexión con el plano espiritual.
Hagamos buen uso de nuestras capacidades psíquicas para fortalecerlas, desarrollarlas y ser cada vez espíritus mejores, más elevados y no desviarnos del camino que lleva al Padre.
Cielo Gallego
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

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