miércoles, 1 de julio de 2020

Los espíritus glóbulos

Los espíritus glóbulos



Al hablar de las manifestaciones de los Espíritus, es posible que algunos de nosotros digamos que no queremos tener ningún contacto con ellos, pensar tan solo que esto pudiera pasar nos causa miedo, pavor. Otros, sin embargo, estaríamos deseando que esto sucediera. Sabemos que estas pueden ser de varias formas, en esta ocasión vamos a centrarnos en la facultad de ver a los espíritus, más conocida como videncia.

Esta manifestación tal y como nos dice El Libro de los Médiums es una de las más interesantes ya que ellos se nos hacen visibles, lo que puede hacernos pensar que esta forma de comunicarse es más sobrenatural que otras que pudieran utilizar los espíritus para contactar con nosotros. Sin embargo, esto no es así, puesto que el principio que produce las manifestaciones es en todas igual. 
En El Libro de los Médiums, capítulo VI de la segunda parte, ítem 100 leemos: 

“Preg.21.- ¿Cómo puede el Espíritu hacerse visible?

El principio es el mismo de todas las manifestaciones. Reside en las propiedades del periespíritu, que puede sufrir diversas modificaciones, conforme a la voluntad del Espíritu.”

“Preg.22. El Espíritu propiamente dicho ¿puede volverse visible o solo puede hacerlo con la ayuda del periespíritu?

En vuestro estado material, los Espíritus no pueden manifestarse sino con la ayuda de su envoltura semimaterial, es el intermediario por el cual obran sobre vuestros sentidos. Bajo esta envoltura aparecen algunas veces con una forma humana o cualquier otra, ya sea en los sueños, ya sea en el estado de vigilia, lo mismo a la luz, que en la oscuridad.”

Desear ver a los Espíritus es algo muy natural, porque ¿a quién no le gustaría poder ver a un ser querido que ya no se encuentra entre nosotros? ¿a cuántos no nos gustaría tener esta facultad? Si fuésemos sinceros seguro que la mayoría contestaríamos afirmativamente. 

Sin embargo, pocos son quienes pueden ver a los espíritus, sobre todo de forma permanente. Las apariciones espontaneas son bastante frecuentes, pero la mayoría de las veces son accidentales o motivadas por circunstancias individuales, basadas generalmente en la relación entre el vidente y el espíritu que se le aparece.

El Libro de los Médiums nos sigue diciendo en el mismo capítulo:
“Preg.25. ¿Todos son aptos para ver los Espíritus?

En el sueño, sí pero no en estado de vigilia. En el sueño el alma ve sin intermediario, en la vigilia está siempre más o menos sujeta a la influencia de los órganos, por esto las condiciones no son siempre las mismas.”

Por eso, es importante entender que una cosa es ver fortuitamente a un espíritu y otra muy distinta verlos habitualmente, y en las condiciones normales más comunes. Sin embargo, esto es lo que constituye la facultad propiamente dicha de los médiums videntes, ellos pueden verlos frecuentemente. Dicha facultad puede desarrollarse, pero si no existe la predisposición natural sería inútil intentar provocar que esto suceda. 

Como bien nos explica El Libro de los Médiums: “Esta facultad depende del organismo, proviene de la facilitad más o menos grande que tiene el fluido del vidente para combinarse con el del Espíritu. Así no basta al Espíritu querer mostrarse, es preciso, además, que encuentre en la persona a la cual quiere hacerse ver, la aptitud necesaria.“

Podemos preguntarnos si dicha facultad puede desarrollarse, y los espíritus nos contestan claramente: "Lo puede como todas las otras facultades, pero es una de aquellas de las cuales vale más esperar el desarrollo natural que provocarle, por el temor de sobreexcitar la imaginación. La visión general y permanente de los Espíritus es excepcional, y no está en las condiciones normales del hombre.”
Es por eso que hemos de mantenernos en guardia contra las ilusiones que nazcan del deseo de ver, sentir, o escuchar a los espíritus ya que esta aspiración puede dar lugar a que la imaginación se dispare, llevándonos a error y falsas conclusiones, así como a situaciones extremas.

¿Qué podemos decir acerca de la forma en la que se nos presentan? El Libro de los Médiums de nuevo nos aclara en el mismo capítulo 100, pregunta 28: ¿Los Espíritus pueden hacerse visibles bajo otra apariencia que la forma humana?

"La forma humana es la forma normal, el Espíritu puede variar su apariencia, pero siempre es el tipo humano."

Los espíritus casi siempre se aparecen en forma humana como acabamos de leer en el libro de los médiums. Suelen utilizar la imagen de aquel cuerpo que haga más fácil su reconocimiento por parte de aquel a quien se le manifiesta, de lo contrario sería mucho más difícil reconocerlo, perdiendo así el propósito de dicha aparición.

Según descripciones de los propios médiums, generalmente su aparición es bajo una forma vaporosa y diáfana, en ocasiones vaga y borrosa. Al principio puede ser una luz blanquecina, sus contornos se van delineando poco a poco. Otra veces las líneas son más acentuadas y los rasgos del rostro se distinguen con tal precisión que permite que sean descritos con total exactitud. En esos momentos un pintor podría hacer un retrato con la misma facilidad como si la persona estuviera encarnada.

Como ya hemos dicho, al poder dar a su periespíritu todas las apariencias, el Espíritu se presenta con la forma que mejor le permita hacerse conocer. De esta manera, aunque como Espíritu no tenga, por ejemplo, ninguna enfermedad corporal que hubiera tenido como hombre encarnado, podría presentarse manco, lisiado o cojo, si así lo viera conveniente para probar su identidad. 

En cuanto a la ropa, normalmente se compone de una túnica que termina en largos pliegues flotantes, al menos esta es la apariencia que se nos dice que presentan los espíritus superiores, que nada conservan del mundo terrenal. Por otro lado, los espíritus comunes, aquellos que hemos conocido en nuestro paso por la Tierra, se presentan casi siempre con la ropa que usaban en la última etapa de su existencia. Frecuentemente se aparecen con los atributos característicos de su posición social e incluso de su profesión.

Mientras que los espíritus superiores tienen un semblante bello, noble y sereno, los inferiores tienen una fisonomía vulgar, donde se pueden ver reflejadas las pasiones más o menos innobles que poseían, incluso a veces llevan los vestigios de los crímenes que han cometido o de las penurias que han padecido. Algo notable es que, exceptuando circunstancias particulares, las partes menos delineadas son generalmente los miembros inferiores, mientras que la cabeza, el tronco y los brazos son siempre trazados con nitidez.

Los médiums videntes los ven ir, venir, entrar, salir y circular entre la multitud de los encarnados, pareciendo –al menos con relación a los espíritus comunes- tomar parte activa de lo que sucede a su alrededor. Frecuentemente son vistos acercándose a las personas, sugiriéndoles ideas, influyendo sobre ellas, consolándoles, mostrándose tristes o contentos según el resultado que obtengan, es decir, son la copia o el reflejo del mundo corporal, con sus vicios, o virtudes. 

Puede incluso que el espíritu tome una forma más nítida, tomando la apariencia de un cuerpo sólido, hasta el punto de producir una ilusión completa y de hacer creer en la presencia de un ser corporal. La tangibilidad puede volverse real, es decir, ese cuerpo se puede tocar, palpar, sintiendo la misma resistencia y el mismo calor que en un cuerpo animado, lo que no implica que la aparición pueda desvanecerse rápidamente. Estas apariciones suelen ser siempre accidentales y de corta duración. 
Aunque estas apariciones tangibles son bastante raras, confirman y explican lo que la Historia relata con relación a personas que se han mostrado después de su muerte con todas las apariencias de su naturaleza corporal. Además, por extraordinarios que parezcan estos fenómenos, todo lo que pudiera tener de sobrenatural desaparece cuando se conoce su explicación y, entonces, se comprende que lejos de ser una derogación de las Leyes Naturales, son realmente una aplicación de las mismas. Un ejemplo de este suceso son las apariciones de Katie King, estudiadas por William Crookes.

Cuando los Espíritus presentan la forma humana, no da lugar al engaño o a confusión, y por supuesto a que la imaginación se desborde. Pero ¿qué sucede cuando la ilusión nos hace tomar como espíritus aquellos fenómenos puramente físicos? ¿Qué podemos decir sobre los Espíritus glóbulos? ¿Son reales? 
Hay circunstancias en las que la agitación y las corrientes de las moléculas aeriformes producidas por el calor son perfectamente visibles. La aglomeración de estas partículas forman pequeñas masas transparentes que parecen nadar en el espacio y que han dado lugar al singular sistema de espíritus bajo la forma de glóbulos. Por efecto del aumento y de la refracción, producen en el aire ambiente y a la distancia la apariencia de pequeños discos, algunas veces irisados. Este suceso es interpretado por muchas personas como espíritus que nos acompañan. Sin embargo, la razón de esta apariencia está en el propio aire. Pero también se puede producir un efecto similar en el ojo del ser humano. 

Para comprender mejor este suceso expliquemos brevemente lo que puede suceder en el ojo para que esto se produzca. 

Al frente de nuestro ojo está la córnea, y detrás de ella el iris y en el centro de está la pupila. Todos ellos conforman la cámara anterior del ojo. Y allí se encuentra también un líquido transparente llamado humor acuoso. Este es el que da forma al ojo.

La retina es una capa de células sensibles a la luz. Cuando las neuronas que forman la retina se excitan con la luz envían una señal al cerebro por medio del nervio óptico. La señal consiste en información sobre lo que el ojo ha registrado.

Entre la superficie de la retina y la cara posterior del cristalino hay todo un mar de líquido gelatinoso y transparente llamado humor vítreo. A diferencia del humor acuoso, el vítreo nunca se repone. Morimos con la misma cantidad de humor vítreo con el que nacimos. Esto significa que si algún cuerpo extraño —sangre u otras células— llegan allí, se quedarán allí.  A medida que vamos cumpliendo años, la sustancia vítrea se vuelve cada vez más líquida. Y cuando esto pasa, las partículas sólidas que se encuentran en ella se pueden agrupar. Asimismo, cuando estas pequeñas partículas pasan a través del ojo y bloquean la luz, proyectan pequeñas sombras en la retina. Esas sombras son las manchas que se ven suspendidas en el campo visual, como si fueran moscas o cuerpos flotantes.  Y, aunque lo pueda parecer, no se trata de ilusiones ópticas, están realmente ahí, dentro del ojo. Al estar en suspensión en el líquido del propio ojo, sus movimientos y ondulaciones acompañan al mismo.

Según lo que cuentan las personas que perciben estas figuras comentan que estos discos o medallones, no solo las acompañan, sino que siguen todos sus movimientos, van a la derecha, a la izquierda, hacia arriba, hacia abajo, o se detienen según el movimiento de la cabeza. Esto precisamente es lo que demuestra que la sede de la apariencia está en nosotros y no fuera de nosotros, además de que los movimientos ondulatorios de los discos no se alejen de un cierto ángulo, aunque aleguen que tienen cierta independencia al no seguir bruscamente la línea visual. Como hemos dicho, no son ilusiones ópticas ya que es un suceso que se produce en el interior del ojo.

Como vemos, los puntos opacos o semiopacos del humor vítreo –causa del fenómeno- se hallan en suspensión, pero tienden a descender siempre, cuando suben es porque fueron impulsados por el movimiento del ojo de abajo hacia arriba, al llegar a cierta altura, si se fija el ojo, vemos que los discos descienden lentamente y después se detienen. Su movilidad es extrema, ya que, basta un movimiento imperceptible del ojo para hacerlos recorrer en el rayo visual toda la amplitud del ángulo en su abertura en el espacio, donde la imagen se proyecta. Como hemos dicho anteriormente, el humor vítreo no se renueva ni regenera nunca, así que tiende a envejecer. Por este motivo, puede ir acumulando partículas en su interior. Concretamente por falta de hidratación. Dichas partículas son, en efecto, esas moscas volantes que aparecen en nuestro campo visual, y es conocido como Miodesopsias, y suele ser algo muy habitual. Aproximadamente un 70% de personas llegan a percibir este hecho en algún momento de sus vidas.

Lo mismo podemos decir de las lucecitas que algunas veces se producen en haces o en manojos más o menos compactos, por la contracción de los músculos del ojo, y que probablemente se deben a la fosforescencia o a la electricidad natural del iris, puesto que están generalmente circunscriptas a la circunferencia del disco de ese órgano.

Tales ilusiones provienen por lógica pues, de una observación incompleta, ya que quien haya estudiado seriamente la naturaleza de los espíritus, por todos los medios que proporciona la ciencia práctica, comprenderá cuan pueriles son dichas ilusiones. 

Si esos glóbulos aéreos, fuesen espíritus, habría que convenir que estarían reducidos a un papel bastante mecánico asignado a seres inteligentes y libres, papel bastante tedioso por un lado, para los espíritus inferiores, e incompatible, con mucha más razón con la idea que tenemos de los espíritus superiores. 
Los únicos signos que verdaderamente pueden atestiguar la presencia de los espíritus, son los signos inteligentes. Cuando no fuere probado que las imágenes a las que nos estamos refiriendo, -incluso si tuvieran forma humana- tienen un movimiento propio, espontaneo, con evidente carácter intencional y que denoten una voluntad libre, así como inteligencia no veremos en esto sino fenómenos fisiológicos.
Esta misma observación se debe aplicar a todos los géneros de manifestaciones, sobre todo a los ruidos, golpes, movimientos insólitos de los cuerpos inertes, que mil y una causas físicas pueden originarlos. Vigilemos nuestra propia imaginación, que puede llevarnos a ver cosas donde no las hay, o confundir sucesos físicos como los que hemos mencionado con manifestaciones espirituales. Todo lo hemos de pasar por el tamiz de la razón y no dejarnos llevar por ilusiones o deseos inconscientes en la mayoría de las ocasiones.

Por todo lo expuesto tengamos siempre presente que, en cuanto un efecto no fuere inteligente por sí mismo, e independiente de la inteligencia de los hombres, es preciso observarlo más de una vez antes de atribuirlo a los espíritus. 
Conchi Rojo
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

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