martes, 7 de julio de 2020

El Amor, el orgullo y la evolución

El Amor, el orgullo y la evolución



El Amor es la mayor fuerza del Universo, esencia misma de la Voluntad del Creador, con capacidad de crecimiento, equilibrio y armonización. Todo es producto del amor en distinto grado de elevación, con determinado grado de calidad y cantidad. Por tanto, en esencia todo es amor y no existe un contrario. Lo contrario al amor no es el odio, que solo es un simple sentimiento desviado, es el vacío, es la ausencia de creación, evolución y por tanto el frío abismo donde solo se cultiva el miedo. El miedo puede ser consecuencia de la falta de amor de tal forma que no se puede amar verdaderamente lo que se teme, al igual que no se puede temer a aquello que se ama. El amor disipa el miedo al igual que la luz disipa la oscuridad y el calor disipa el frío. La oscuridad, el frío y el miedo no son contrarios de la luz, el calor o el amor, son simplemente consecuencias de sus carencias. El miedo es carencia de amor, pero es tan sencillo de eliminar como el frío o la oscuridad. El miedo se esconde en las imperfecciones del alma, el orgullo y el egoísmo, donde se puede hacer fuerte y llegar a dominar nuestro psiquismo. El egoísmo y el orgullo son elementos claves en nuestra evolución pues expresan lo alejados que nos encontramos del amor y por tanto del Creador y su Voluntad.

Filosóficamente comprendemos a Dios como la máxima expresión de la Perfección, de la Bondad, de la Justicia y de la Verdad. Al igual que la Justicia de Dios solo puede ser infinita para poder ser perfecta, el Amor de Dios solo puede ser infinito para ser perfecto. No hay nada más bello, bueno y justo que el Amor de Dios y mediante su Voluntad lo irradia constantemente en forma de Creación.
Todo lo creado proviene del Amor de Dios, le pertenece a él y siendo a su vez parte de él en esencia no puede ser otra cosa que el mismo Amor en distintos estados de evolución en su misión de volver hacia su Creador. "Todo se encadena en la naturaleza, desde el átomo al arcángel" (preg. 540 ELDE), muestra claramente esta idea. El átomo perteneciente al Principio Material acompaña desde su creación al Principio Intelectual que llegará a evolucionar hasta el estado de arcángel donde se separará definitivamente de todo elemento material. La Existencia, por tanto, se compone de tres elementos: Dios, el amante; el Espíritu o Principio Intelectual, lo amado; y la consecuencia de su Amor, la creación material o Principio Material en sus distintos estados de manifestación, material, emocional, o mental. Lo amado siendo creado a imagen y semejanza de Dios tiene igualmente la capacidad de amar, o lo que es lo mismo de co-crear.

El Espíritu es la dínamo cocreadora que tiene la capacidad de transformar el Principio Cósmico Universal (Principio material), empezando con el pensamiento, que tiene la capacidad de moldearlo, el sentimiento que puede transformarlo y conferirle su nivel de calidad o vibración, y por último, sus actos a nivel físico, sembrando el porvenir y las futuras experiencias consecuencia de la Ley de Causa y Efecto. 

Cuando nuestro Amor se encuentra en unión con el pensamiento Creador de Dios, somos cocreadores con Él, cumpliendo "la gran Ley de Unidad que rige la Creación", mientras que cuando nuestro Amor se encuentra desalineado con el Creador, nos encontramos creando nuestra propia realidad que puede ser nuestro cielo o nuestro infierno particular. Somos completamente responsables de nuestra dicha y desdicha.

Nuestro espíritu tendría que ser el dueño y señor de nuestro psiquismo, pero en nuestro estado evolutivo no es así. Nuestra mente, forjada con las personalidades y deseos de cientos o miles de vidas pasadas, toma el dominio de nuestra psiquis consiguiendo que el espíritu se identifique con ella. Nuestra mente es la consecuencia de nuestras constantes elecciones que conforman nuestros hábitos que perduran de una existencia a otra.

En un principio, el espíritu es creado simple e ignorante, pero no carente de instinto. El instinto en las primeras etapas de la evolución nos guía incluso mejor que nuestra razón, pero cuando empieza a desarrollarse la inteligencia se nos abre ante nosotros multitud de alternativas no todas ellas buenas que nos pueden desviar del camino del bien apareciendo las pasiones y conformando nuevos hábitos contrarios a las leyes naturales. El instinto de conservación nos permitía movilizar recursos para el bien de nuestra comunidad, pero en el mismo momento en que el sentimiento de separación, el orgullo, nos distanció emocionalmente de los demás, nuestra inteligencia ya no tenía razones lógicas, en ausencia de la ética, para no poner nuestros propios intereses por delante, alimentando nuestro egoísmo y desarrollando una personalidad alejada de los ideales de lo bueno, bello y verdadero, en armonía con el Amor Universal y las Leyes Naturales. Vida tras vida, en ausencia de la ética y del conocimiento espiritual, nuevas personalidades cada vez más complejas iban aportando contenidos a la mente, que como buen filtro, mostraba al Espíritu únicamente su punto de vista sesgado, llenándole de identificaciones con el fin de calmar sus inseguridades en ausencia de los verdaderos contenidos espirituales. Fueron necesarias muchas vidas, muchos progresos realizados para darnos cuenta de las cosas realmente importantes de la vida, adquiriendo conocimiento espiritual para retomar el camino de la ética y del cumplimiento de las Leyes Naturales. Sin embargo, hoy todavía no hemos dejado atrás el orgullo y el egoísmo, verdaderos verdugos de la humanidad. La ignorancia puede ser causante de grandes males, pero son el orgullo y el egoísmo los responsables de nuestro estancamiento espiritual. El egoísmo en el plano emocional y material intenta cubrir o satisfacer nuestras inseguridades emocionales y materiales, mientras que el orgullo, actuando en el plano psicológico y espiritual, intenta satisfacer nuestras inseguridades psicológicas y espirituales. Dichas inseguridades son realmente necesidades superficiales impuestas por nuestros miedos promovidos por la ausencia de valores espirituales fundamentados en el Amor.

El orgullo se opone al amor al fomentar en uno mismo el sentido de separación, totalmente contrario al sentido de unión. El orgullo siempre separa mientras que el amor siempre une. El espíritu, creado simple e ignorante, lleva implícito un sentido de la individualidad que lo hace único y le acompañara en todas las etapas evolutivas. Este sentido de la individualidad no es incompatible con el sentido de unión puesto que el instinto le hace gregario con la necesidad de pertenecer a un grupo al que amar donde encontrarse protegido. Sin embargo, en algún momento tendrá que enfrentarse a la idea de sentirse separado, origen del orgullo y del sentido de separación, instigado por la inteligencia recién desarrollada que le aplica una lógica material que le habla sobre las posibilidades mayores de éxito como independiente del resto, gracias a sus mayores capacidades intelectivas o de recursos desde ese momento egoístas. La lógica materialista le crea la ilusión de la separación, cuando realmente todos estamos interconectados y la ilusión de la posesión, cuando todos somos usufructuarios y no poseemos realmente nada salvo nuestro conocimiento y forma de ser. Estas ilusiones, altamente verosímiles crean identificaciones al espíritu, el cual se viste con ellas y se siente especial, diferente y con una identidad propia. El concepto de identidad es muy peligroso espiritualmente porque implica la separación de todo aquello que no se identifica con tales criterios productos de la ilusión de una inteligencia moralmente desviada. La identidad de grupo crea el orgullo colectivo que puede ser racial, de clan, de un colectivo, de un país o región, etc. La identidad personal crea el orgullo personal que se viste de sofisticaciones externas para esconder las carencias internas. La mente, principio organizador del pensamiento al servicio del espíritu, se llena de contenidos (identificaciones) enrocándose como regente absoluto de la psiquis, consiguiendo el dominio sobre los pensamientos del espíritu, limitándolo e imponiéndole sus contenidos.

El instinto de progreso propicia el desarrollo de la inteligencia y permite demostrar la utilizad del orgullo en lo referente a la lucha por el bienestar material. Todavía en nuestra sociedad el orgullo tiene una connotación positiva cuando es el responsable de nuestro estancamiento espiritual. No hay que confundir orgullo con autoamor, versión saludable y positiva del amor por uno mismo, ingrediente esencial para la construcción de una mentalidad saludable y base del progreso moral. No se puede amar a los demás si no nos amamos sanamente a uno mismo. 

La conciencia del espíritu va progresando por tanto hacia el cumplimiento de las leyes naturales empezando primero con sus instintos, desarrollando luego los sentimientos y por último virtudes. En dicho camino, el orgullo puede acompañarnos escondido en las diferentes etapas de la evolución de la conciencia apareciendo posteriormente incluso cuando ya no se le espera. 

En el camino evolutivo el orgullo oculto nos va retrasando en cada una de las etapas. Al principio junto al instinto de supervivencia intentará alejarnos del grupo para conseguir la supervivencia del individuo. En la etapa correspondiente a la ley de conservación donde tenemos que ayudar a nuestra comunidad avanzar intelectualmente y en bienestar, el orgullo se viste de egoísmo y busca la satisfacción de uno mismo primero frente al bien comunitario sin importarle los demás. En la etapa regida por la ley de progreso, la inteligencia despierta aprovecha sus cualidades para coger ventaja sobre los demás buscando su liderazgo en busca de poder. Es el momento donde el orgullo se ve más claramente. La alta inteligencia es un elemento diferenciador frente al resto, que puede considerar como manada, para hacerlo más impersonal y alejado de uno mismo. En la etapa donde empieza a regirse por la Ley de Amor, Justicia y Caridad, donde es tan importante el desarrollo de los sentimientos, aparece el orgullo espiritual para retrasarnos, haciéndonos sentirnos más especiales, más importantes, más merecedores o más espirituales. Es la etapa donde empiezan a desarrollarse las facultades espirituales gracias a la elevación de los sentimientos, dominando nuestras emociones mediante el conocimiento de uno mismo, y empezando a ver la vida desde una perspectiva cada vez más espiritual, aplicando el conocimiento adquirido.

Mientras, en las etapas anteriores, el orgullo y el egoísmo son los causantes de los grandes errores de la humanidad, desvirtuando los instintos naturales. El instinto de supervivencia, cuándo es acompañado por el orgullo, puede causar errores importantes como la crueldad. El instinto de conservación, acompañado del egoísmo, permite los grandes males de la sociedad para enriquecer a unos pocos aumentando las grandes diferencias incluso por encima de los derechos fundamentales. El instinto de progreso, acompañado de orgullo, pone sus objetivos en la búsqueda del poder para dominar al resto de la sociedad. El orgullo espiritual, en la sombra normalmente, busca el dominio y el afecto de los demás más sutilmente de forma que es muy difícil darnos cuenta de ello, por ejemplo, si queremos imponer nuestras ideas sobre los demás porque pensamos que es lo mejor para ellos, cuando realmente estamos esperando algún tipo de recompensa o reconocimiento que nos llene de satisfacción.

Como vemos entonces, el orgullo lleva viajando con nosotros a lo largo de muchas encarnaciones incrementando nuestras caídas y prolongando nuestras instancias en el error. Etapa tras etapa hay que superarlo con la mayor fuerza del universo que es el amor. El amor en la etapa de supervivencia permite sobrevivir con el grupo aunando esfuerzos anteponiendo el bien de los demás sobre el de uno mismo. En la etapa de conservación el amor permite una sociedad justa con un bienestar igualitario bien repartido. En la etapa de progreso el amor permite la utilización de la inteligencia para el bien de los demás y el trabajo en la búsqueda de bienes más elevados de los conseguidos hasta entonces, abriendo el camino hacia la siguiente etapa, la etapa espiritual, donde la Ley de Amor, Justicia y Caridad nos proveerá de nuevas capacidades superiores acordes a nuestro nuevo nivel evolutivo, descubriendo nuevos sentimientos, una nueva creatividad libre de excentricidades y la búsqueda del conocimiento espiritual verdadero. La Ley de Amor, Justicia y Caridad permite desarrollarnos como seres humanos completos con sentimientos buenos en búsqueda del ideal de Belleza, Verdad y Bondad, abriendo paso a futuras etapas espirituales todavía más elevadas dirigidas hacia el mundo de los espíritus superiores donde se cumple plenamente la gran Ley de Unidad que rige toda la Creación y al conjunto de todos los seres.
 Jose Ignacio Modamio
Centro Espírita “Entre el Cielo y la Tierra “

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