sábado, 15 de agosto de 2015

Espiritismo, propuesta para la educación


Espiritismo, propuesta para la educación

El hogar debe ser el escenario donde el individuo pueda sentirse con plena confianza, aceptado y amado, donde pueda exponer sus conflictos más íntimos con sinceridad, sin miedo de perder la comprensión de los familiares, donde pueda desahogar sus problemas y dialogar con profundidad con los que le son afines. La familia tiene que ser el pilar de su auto-educación. El ejemplo edificante, el ambiente moral, las vibraciones amorosas del hogar serán determinantes en la existencia presente y en la vida inmortal.

Es en la familia, donde podemos y debemos en primer lugar conquistar y ejercitar virtudes fundamentales, como el altruismo, la paciencia, amor al prójimo y al mismo tiempo el esfuerzo de contribuir en el progreso del otro. Se trata, pues, de un escenario permanente y fecundo para la Educación del Espíritu.

El momento actual, agitado por la inversión de los valores morales, requiere más atención la preservación de la armonía familiar, un antídoto valioso para la instalación del desequilibrio en el organismo social. ¿Cómo construir y mantener la tan esperada paz en el hogar? ¿Cómo superar las discusiones y divergencias en la familia? ¿Es posible encontrar el apoyo necesario en casa para superar los problemas cotidianos? ¿Cuál es la mayor dificultad de la vida en familia en la actualidad? Y ¿Qué es lo que la Doctrina Espírita nos oferta?

En lo tocante a la relación de padres e hijos la mayor dificultad es saber cómo orientarlos, ya que los modelos de la antigua educación autoritaria ya no funcionan. Conforme nos enseñan los Espíritus, una nueva orden moral debe establecerse en la Tierra, a fin de que nuestro mundo de expiaciones y pruebas se transforme en un mundo de regeneración. Se anuncia la Nueva Era.

Delante de ese cuadro, todos estamos invitados a las reflexiones y toma de decisiones maduras sobre lo que verdaderamente queremos para nosotros y para nuestra familia, ya que no  existe espacio para la neutralidad  y que ya sabemos detener el progreso es imposible.

Es preciso tener como principio la valorización de la familia, fortaleciendo los lazos que nos unen y, aun así es necesario que nos preparemos para vivir en el mundo, dentro de la familia, conectando con ella de algún modo, a fin de obtener provecho de esa relación. El Creador no nos asignó por mero acaso en esa o en aquella vinculación genética. Existen imponderables razones para que estemos conviviendo con quien lo hacemos.

La propuesta de la Doctrina Espírita es de revivir los valores Cristianos y nuestro modelo mayor es Jesús, que es el Maestro por excelencia, el ser más puro que tenemos para seguir como ejemplo de conducta, para que tengamos una familia más armoniosa y feliz. Acercándonos a sus enseñanzas, que el Espiritismo nos presenta, nos hace comprender que la Familia en un mundo de expiación y pruebas no será una familia perfecta, si no con desafíos, relaciones complejas, siendo muy natural que surjan conflictos.

La familia  saludable es la que trabaja con varias verdades posibles y no  con  un comportamiento en bloque. Y es necesario  que exista interés sobre cómo se siente cada uno en esa convivencia y cuáles son sus  necesidades. Respetar la individualidad  característica de cada ser forma parte de   una convivencia saludable y armoniosa. El hogar es el lugar sagrado que Dios concedió a las criaturas para que ellas pudieran construir los lazos del amor que representan el verdadero sentido y significado del Evangelio de Jesús.

Tenemos a la familia como una herramienta del “progreso en la marcha de la humanidad”, como nos muestra la cuestión 695 de “El Libro de los Espíritus”, por lo tanto, asunto de la más sensible comprensión para todos nosotros.

El Espiritismo nos invita a la vivencia del amor verdadero cuyo ejercicio comienza en el ambiente familiar. Ejercitando la amistad, el cariño, la comprensión, la cooperación, la libertad, el perdón, el respeto, la solución de conflictos , el diálogo franco y abierto , como instrumentos de perfección .
Nos surge  entonces la pregunta: ¿de qué manera podemos colocar tales ideas en nuestra práctica diaria, si en la familia convivimos con seres tan diferentes y antagónicos?

Dando el primer paso para que la familia  sea más feliz. Comience con pequeños gestos, sonría, salude a los familiares, ore por ellos, haga pequeñas gentilezas en el hogar, elogie (con sinceridad), oferte su ayuda. El ideal sería que tratemos a nuestros  familiares como tratamos a las visitas.
Finalizando, queda  la enseñanza de la benefactora Joanna de Ângelis:

“El destino de la sociedad está indisolublemente conectado al destino de la familia, pues esta constituye la base, el cimiento donde se inicia la experiencia de la fraternidad Universal".

Claudia Werdine
Comisión Europa de Educación Espírita para la Infancia, Juventud y Familia
Comisión de Educación de la FEE


Bibliografía:
El Libro de los Espíritus −Allan Kardec
La Educación  según el Espiritismo – Dora Incontri*Educación del Espíritu – Introducción a la Pedagogía Espírita – Walter Oliveira Alves
Lazos de Familia, Divaldo Franco y Autores Diversos
Desafíos de la Vida Familiar, Raul Teixeira
Familia & Espiritismo, Autores Diversos – USE*Mi Familia, el Mundo y Yo, Raul Teixeira,
La Vida en Familia, Rodolfo Calligaris

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lunes, 20 de julio de 2015

La acción del pensamiento en la salud y en la enfermedad


La acción del pensamiento en la salud y en la enfermedad

La Doctrina Espírita, en cuanto a filosofía y ciencia de consecuencias religiosas, conforme Allan Kardec en el libro Obras Póstumas, analiza el ser humano y sus manifestaciones bajo el prisma de la inmortalidad del alma. En esa visión, el hombre es más que materia, es el principio inteligente del universo, que se manifiesta en la materia utilizando incontables cuerpos, materias en estados vibratorios diferenciados, que van de la materialidad máxima del cuerpo físico a la sutileza espiritual, transcendente, del espíritu, inteligencia que refleja, de cierta manera, la inteligencia suprema del universo, de la cual fue creado a imagen y semejanza.

Allan Kardec, en El Libro de los Espíritus, acuñó el término periespíritu para designar el conjunto de cuerpos que envuelven el espíritu (Peri, prefijo griego = alrededor de). Conocemos, por medio de la literatura mediúmnica, el doble etérico, cuerpo de la vitalidad, presente solamente en los encarnados, que vitaliza la materia orgánica; el cuerpo espiritual, cuerpo de las emociones, que utiliza el espíritu para manifestarse en las dimensiones más próximas a la Tierra, más o menos materializadas, cuerpo este sutil controlado por la mente del espíritu, maleable y sensible a las transformaciones del sentimiento y del patrón mental; y el cuerpo mental, sede de la mente del espíritu. Esa introducción es necesaria para que comprendamos que el pensamiento, ondas de energía sutil, emana de la mente del espíritu que está localizada en la región supracerebral, no limitándose a una secreción neuroquímica del cerebro físico, como cree la fisiología y la medicina terrena.

Según Emmanuel, a través de la psicografía de Chico Xavier, “así como la araña vive en el centro de la propia tela, el hombre vive inmerso en las creaciones de su pensamiento”. Imagen muy feliz, pues el espíritu, pensando ininterrumpidamente, afecta con su vibración peculiar al mundo en que vive, estableciendo conexiones con criaturas, circunstancias y localidades, así como edifica o destruye su mundo íntimo, de las células al organismo, conforme elige la calidad de lo que cultiva en su campo mental y emocional. La araña construye la propia tela, que nace de ella, y en ella se mueve, captura insectos, interacciona con el ambiente y reside. De la misma forma el espíritu, pensando crea y creando se alimenta de aquello que eligió para su vida interior. Nos afirma Emmanuel, en el libro Pan Nuestro: “Pensar es crear. La realidad de esa creación puede no externalizarse, de súbito, en el campo de los efectos transitorios, pero el objeto formado por el poder mental vive en el mundo íntimo, exigiendo cuidados especiales para el esfuerzo de continuidad o extinción”.

Analizaremos la creación del pensamiento inicialmente en el mundo íntimo y, después, en la realidad exterior, para comprender un poco más cómo el pensamiento crea y controla la vida, como expresión del espíritu inmortal. 

El Pensamiento y el control celular

En el libro "Derrotero", Emmanuel enseña que “El pensamiento es generador de los infracorpúsculos o de las líneas de fuerza del mundo subatómico, creador de corrientes de bien o apenas, grandeza o decadencia, vida o muerte, según la voluntad que lo exterioriza y dirige”. Comprendemos con eso que el pensamiento actúa en la base de la materia, en el mundo subatómico, influenciando su funcionamiento.

En el organismo humano tenemos la célula como unidad básica, el ladrillo del cuerpo. Células que se agrupan formando tejidos, los tejidos forman órganos, los órganos forman sistemas y los sistemas, el organismo. En la intimidad de la célula encontramos el núcleo celular, donde se localiza el ADN, que, se cree, rige la vida en la intimidad orgánica. Del núcleo celular parten las órdenes, los mandos para producción de todas las substancias, que son fabricadas en el citoplasma de la célula. En el libro “Evolución en dos mundos”, André Luiz informa que el pensamiento actúa influenciando y alterando, por medio de lo que él llamó bióforos (que sufren la acción del pensamiento), la interpretación de la ejecución de las órdenes venidas del núcleo: “Por lo tanto, como es fácil sentir y aprender, el cuerpo hereda naturalmente del cuerpo, según las disposiciones de la mente que se ajusta a otras mentes, en los circuitos de la afinidad, correspondiendo pues, al hombre responsable reconocer que la hereditariedad relativa pero compulsoria le tallará el cuerpo físico que necesita en determinada encarnación, no siéndole posible alterar el plan de servicio que mereció o  que le fue asignado, según sus adquisiciones y necesidades, pero puede, por la propia conducta feliz o infeliz, acentuar o difuminar el color de los programas que le indican la ruta, a través de los bióforos o unidades de fuerza psicosomática que actúan en el citoplasma, proyectando sobre las células y, consecuentemente, sobre el cuerpo, los estados de la mente, que estará ennobleciendo o agravando la propia situación, en consonancia con su elección del bien o del mal”.

El ADN representa la herencia en cada uno de su pasado espiritual, aquello que es necesario ser trabajado en esta encarnación o que fue consecuencia inmediata de las elecciones del pasado. Es seleccionado por el ser reencarnante que elige (o bien elegido por los espíritus superiores que dirigen el proceso reencarnatorio) las necesidades espirituales más apremiantes, las tendencias biológicas que afectarán la vida del individuo de tal o tal manera, conforme las predisposiciones que el espíritu construyó para su vida. De esa forma, el ADN representa el presidente de la empresa y el citoplasma, los operarios de la misma. Creíamos que la célula funcionaba en régimen dictatorial: el núcleo ordena y manda. Pero la medicina viene descubriendo, por medio de la epigenética (rama de la biología que estudia las moléculas que interfieren en la regulación del núcleo celular), que la realidad es otra, la célula se comporta como una democracia, siendo que variadas condiciones del medio (nutrición, estrés, etc) y del comportamiento mental y moral controlan la expresión del genoma humano. En el ADN están las predisposiciones, que serán activadas, inhibidas o reforzadas, conforme el patrón mental, emocional y comportamental del espíritu a lo largo de la encarnación, en el que configura su libre arbitrio. El ADN, expresando el karma, se modifica solamente de encarnación en encarnación, sin embargo su expresión sufre la regulación y potencialización de la voluntad del individuo que redecide la vida a medida en que la vive. Y ahí tenemos una de las manifestaciones de la misericordia divina, dejando al ser que viva no en régimen de fatalidad, sino de acción y reacción, en todos los instantes de la vida.

El pensamiento, vertido continuamente desde la mente del espíritu, actúa en la intimidad celular, por medio de los circuitos y sistema circulatorio energético del organismo humano (centros de fuerza, etc.) de forma que autoriza o desautoriza continuamente los movimientos biológicos que la reencarnación presenta. Ejemplificando: si una persona reencarna con tendencia al drenaje energético y a algún contenido psíquico desarmónico, en forma de cáncer, a los 40 años de edad, reclamando el reequilibrio ante la vida, su conciencia y las leyes divinas, tendrá la oportunidad de, durante todo ese periodo, trabajar en su intimidad las circunstancias que le llevaron al desequilibrio, así como sus tendencias y características interiores. De esa manera, al llegar a los 40 años de edad, podrá haber confirmado su predisposición, reforzando la necesidad pedagógica y re armonizadora de un tumor maligno o bien haber progresado en su experiencia, habiendo aprendido y renovado por otros caminos, actuando benéficamente en su mundo celular, conectándose al amor que todo renueva y suaviza su experiencia, que podrá ser más liviana, o incluso no existir, dependiendo de la intensidad de sus conquistas. Por eso afirmó Pedro, sabiamente: “El amor cubre multitud de pecados” (I Pedro 4:7), lo que André Luiz, en el libro “En los dominios de la Mediunidad”, tradujo como “la mente reanimada vuelve a levantar las vidas microscópicas (células) que la sirven”. Sin embargo, si la persona en cuestión, no sólo ha dejado de aprender por otros caminos, sino además ha agravado sus débitos por la repetición de las elecciones, puede, por el mismo mecanismo, agravar sus características biológicas, complicando la salud y determinando lecciones más intensas de la vida para su despertar y reequilibrio.

Salud y enfermedad, bajo esta perspectiva, son, por lo tanto, frutos de la suma y balance entre predisposición y necesidad, tendencia y renovación, al servicio de la educación espiritual del espíritu inmortal y su consecuente despertamiento para el amor, síntesis de las leyes divinas.

Pensamiento y creaciones mentales

Del punto de vista exterior, aprendemos con Kardec y los espíritus codificadores, en “El Libro de los Espíritus”, que estamos rodeados, en nuestra atmósfera espiritual, por un fluido básico, denominado fluido cósmico universal y sus transformaciones (fluidos de variadas especies). En la revista espírita de Junio de 1868, Kardec nos enseña que “El pensamiento y la voluntad son para los espíritus lo que la mano es para el hombre. Por el pensamiento, ellos imprimen a los fluidos tal o cual dirección; aglomerándolos, combinándolos o dispersándolos; forman conjuntos teniendo una apariencia, una forma, un color determinado (...) Algunas veces, esas transformaciones son el resultado de una intención; frecuentemente, son el producto de un pensamiento inconsciente; basta al espíritu pensar en una cosa para que esa cosa se produzca...”. El pensamiento, siendo una onda de energía sutil, en asociación con el sentimiento, plasma en la realidad etérica la naturaleza de nuestros intereses y preocupaciones, sentimientos y fijaciones, en la forma de creaciones mentales, formas-pensamientos, parásitos espirituales, conforme la naturaleza de la creación, que habitan en torno a su foco de origen, haciendo que cada individuo esté permanentemente rodeado por la representación de las cosas, objetos, personas, intereses e intenciones que pueblen su campo mental y su vida íntima. Eso ocurre de tal forma que cualquier espíritu menos obnubilado espiritualmente que se aproxime a nosotros podrá percibir el tenor de nuestras ocupaciones e intereses, por el halo energético psíquico que irradia de cada uno de nosotros. Tal vez por eso Jesús afirmó que “nada hay oculto, que no haya de manifestarse, ni escondido, que no venga a ser conocido y revelado" (Lucas 8:17), visto que no hay forma de ocultar al universo nuestras creaciones mentales y emocionales.

André Luiz, en “En los dominios de la Mediumnidad”, nos afirma que “donde hay pensamiento hay corrientes mentales, y donde hay corrientes mentales existe asociación. Y toda asociación es interdependencia e influenciación recíproca”. Las formas pensamientos que son creadas por nuestra vida mental y son vitalizadas por nuestro sentimiento, se asocian en el universo a aquellas del mismo tenor energético, vibratorio, formando corrientes mentales en consonancia con su naturaleza íntima. Así como las ondas de radio, televisión y telefonía, existen incontables corrientes mentales y emocionales viajando en la atmósfera espiritual del planeta, tantas cuántas son las emociones y pensamientos predominantes en la humanidad terrestre, localizándose en cada comunidad las que sean creadas y estén en sintonía con el interés colectivo de aquellos que habitan aquella área.

Cuando pensamos fija y continuadamente en algo creamos y creando nos vinculamos a las corrientes de la misma naturaleza, de ella no se retroalimentamos, fortaleciendo el tenor vibratorio íntimo, en sistema de “feedback”. Marlene Nobre, citando André Luiz en su libro “El alma de la Materia” nos dice que “Una vez emitidos, los pensamientos vuelven inevitablemente al propio emisor, de forma que envuelve al ser humano en sus propias ondas de creaciones mentales, y, muchas veces, pueden estar incrementados por los productos de otros seres, que con ellos se armonizan”. Esa realidad se presenta de forma automática, natural en el día a día de encarnados y desencarnados, de forma inconsciente incluso, conforme enseñó Kardec. Por ello se hace aún más compleja cuando envuelve situaciones e intenciones conscientes, conforme nos explica André Luiz en "Acción y Reacción": “Ahora, sabiendo que el bien es expansión de luz y que el mal es condensación de sombra, cuando somos crueles con los demás, nuestros pensamientos, por ser ondas de energía sutil, al pasar por los lugares y criaturas, por las situaciones y cosas que afectan nuestra memoria, actúan y reaccionan sobre sí mismos en circuito cerrado, y nos traen así, de vuelta, las sensaciones desagradables que emanan de nuestras obras infelices”. La Medicina hoy nos explica que al recordar determinado hecho reproducimos la producción neuroquímica cerebral compatible con el acto, como si él ocurriera en aquel mismo instante, configurando verdaderamente el mismo sentimiento de la circunstancia feliz o infeliz vivenciada. Y André Luiz nos afirma que aún al recordar, volvemos a visitar energéticamente los lugares, criaturas, situaciones y cosas conectadas al hecho, conectándonos a ellas y recibiendo de ellas su tenor energético particular. Basado en esa conciencia, Emmanuel nos advierte en "Pan Nuestro": “Nuestro espíritu residirá donde proyectemos nuestros pensamientos, cimientos vivos del bien y del mal”. Por esto aún, decía Paulo, sabiamente: - "Piensen en las cosas del cielo". Todo ese retorno energético, siendo reabsorvido por sintonía por el ser espíritu, visita la intimidad celular del mismo, determinando armonía o desarmonía, salud o enfermedad conforme la naturaleza de la vibración.

Perdón, creaciones mentales superiores y salud

Basado en todo ese conocimiento, podemos concluir que Jesús nos legó un elevado código científico de salud y armonía cuando nos afirmó que él, expresión del amor, es el camino, la verdad y la vida, exhortándonos a perdonar incondicionalmente. El dolor, como mancha energética interior, símbolo de nuestras fragilidades heridas en contacto con el mundo, y la postura y el deseo de venganza, representan sintonía y conexión con criaturas y creaciones mentales deletéreas, que nos fortalecen la desconexión con el Padre y nos alejan de la paz de conciencia tan deseada. No perdonar, decía Shakespeare, es “tomar veneno deseando que el otro muera”. El perdón, en contrapartida, siendo una decisión por la paz, es una postura de humildad en el reconocimiento de nuestras necesidades íntimas, nuestras fragilidades y desafíos, nuestras susceptibilidades y carencias, beneficia de entrada a nosotros mismos, conectándonos a la fuente y a las creaciones mentales sublimes que nos elevan y centra en el camino correcto de la vida.

Conclusión

Observando el poder del pensamiento, en conexión con las emociones y el sentimiento, de los cuales no hay como disociarse, nos muestra que cada espíritu es señor de sí mismo, constructor de su destino y de su realidad física, energética y espiritual, escogiendo cada instante al que se conecta o desconecta, conforme elige en el que piensa y cultiva en su intimidad. Renovar las matrices mentales, tantas veces ya comprometidas con el reflejo de nuestro pasado espiritual, por los caminos del desamor, se presenta como la necesidad urgente de todo hijo de Dios que constata y desea asumir su felicidad como responsabilidad personal e intransferible.

El amor, lejos de ser sólo un símbolo religioso, se convierte en una verdad científica a la luz de la Ciencia espírita, presentándose como el camino más fácil corto y el menos complicado para la paz y la felicidad, construcción del reino de Dios en nosotros. Dijo Jesús: “Venid a mí todos vosotros que estáis cansados y oprimidos que os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestra alma. Porque mi yugo es suave, y mi fardo es ligero”. (Mateo 11 28-30). Pensar amorosamente, conectado a la compasión y a la ternura divina, manifestaciones de la misericordia del señor, es el camino para la vitalización del alma y la conexión con el bien, constructores de salud física y espiritual. Concluimos con Emmanuel, que con su sabiduría afirma, por la psicografía de Chico Xavier, en “Pensamiento y vida”: “Nuestro pensamiento crea la vida que buscamos, a través del reflejo de nosotros mismos, hasta que nos identifiquemos, un día, en el curso de los milenios, con la Sabiduría Infinita y con el Infinito Amor, que constituyen el pensamiento y la Vida de Nuestro Padre.”


Andrei Moreira, médico de familia, 
especializado en homeopatía y 
presidente de la Asociación Médico-Espírita
 de Minas Gerais (Brasil) – www.amemg.com.br

sábado, 16 de mayo de 2015

Espiritismo y obra social



Espiritismo y obra social

En nuestra sociedad es muy común escuchar hablar de obras sociales. Las más conocidas tienen incluso sus propias publicidades en los medios de información.

Sin embargo, cualquier organización que se complazca en temas morales y espirituales debería tener su pequeño apartado dedicado a esa actividad.

El espiritismo, que basa su realización de mejora personal en las enseñanzas de Jesús, en cada uno de sus núcleos, por pequeño que sea, debería tener presente la posibilidad de esta realización.

En los tiempos en los que grandes catástrofes nos asolan, todos somos capaces de sacar nuestra parte más solidaria, pero es en el día a día, con cada una de las personas que nos rodean, donde el espírita, no sólo debería atender las oportunidades que se le presentan, sino salir a buscarlas.

Muchas veces si somos pocos no nos sentimos con fuerza de emprender este camino, pero es seguro, que si nos unimos a otros como nosotros se podrían alcanzar grandes logros.

La máxima que Kardec nos dejó fue: “Fuera de la caridad no hay salvación” y es de sobra conocida por todos aquellos quienes compartimos estas enseñanzas, pero ¿dónde se quedan las palabras? ¿escritas en un pedazo de papel? ¿se las lleva el viento cada vez que se las escuchamos a algún compañero o compañera? ¿por qué no somos capaces de dejarlas que entren en nuestro corazón?
Emprender una obra social en nuestros centros no requiere de grandes esfuerzos pero sí de mucha voluntad y generosidad.

Sería además, el culminar práctico de todo, lo que  intentamos aprender,  porque la doctrina espirita no requiere ser memorizada sino comprendida y sentida en nuestro interior. Para ello, es necesario practicarla en cada segundo de nuestra existencia.

La solidaridad espírita debe estar presente en el área de la asistencia a la pobreza, a los enfermos y desvalidos, proporcionándoles apoyo en las carencias sociales, económicas, físicas, morales y espirituales.

Esta ayuda se puede dar en cualquier centro, en cada uno acorde a sus condiciones y posibilidades
La atención que podemos dar a un espíritu encarnado puede servirle de guía en esta propia existencia y evitarle el sufrimiento de deambular perdido en el mundo espiritual.

Saber que alguien puede calmar su ansiedad y angustia, simplemente, sintiéndose escuchado,  respetado y tenido en cuenta, debería hacernos sentir de lo más afortunados porque, a veces, una sola palabra puede ser la mayor obra de caridad que podamos realizar.

Además, el trabajo en el bien es la única fórmula que puede hacer mejorar nuestra existencia. No requiere de ningún sortilegio mágico, ni talismán, simplemente funciona por la acción de la Ley de Causa y Efecto.

Si siempre tuviéramos presentes las palabras de nuestro maestro “….todo cuanto hicisteis a uno de estos hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis” lograríamos cambiar tantas cosas.
Animaros pues a poner en práctica todo aquello que habéis aprendido para que la cosecha sea siempre productiva.

“Haced, pues, que al veros se pueda decir, que verdadero espiritista y verdadero cristiano, son una sola cosa y una misma cosa: porque todos los que practican la caridad, son los discípulos de Jesús, cualquiera que sea el culto a que pertenezcan.” (El Evangelio según el espiritismo, Cap. XV)

Ana Mª Sobrino
C. E. Entre el Cielo y la Tierra

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lunes, 4 de mayo de 2015

Las voces del cielo


Las voces del cielo

Comienza, en su frontispicio, la obra "El Evangelio según el Espiritismo" con la frase: 

"Los espíritus del Señor que son las virtudes de los cielos, se esparcen por toda la superficie de la Tierra como un ejército inmenso, apenas han recibido la orden; parecidos a las estrellas que caen del cielo, vienen a iluminar el camino y a abrir los ojos a los ciegos."


Y así es como una ley natural: la comunicabilidad con el mundo de lo invisible (o de los espíritus) fue metodizada como todos sabemos por Allan Kardec, o H. L. Denizard Rivail (su verdadero nombre). Este hombre, adalid del pensamiento ilustrado, conocedor e indagador de múltiples áreas del saber, (pues no en balde se formó y formaba a su vez, siguiendo el método pedagógico del mundialmente conocido profesor H. Pestalozzi) tropezó un día con el fenómeno de las llamadas “mesas giratorias” que tanto furor causó en Estados Unidos y cuya fama se trasladó a los salones de toda Europa, incluida Francia, pues era París en los albores del siglo XIX la capital cultural de Occidente. Remiso en un principio, pues ya en su primer tratado de pedagogía (1824) consideraba la creencia en los espíritus de “credulidad supersticiosa”, terminó acudiendo a una, dada la invitación de un amigo. Un espíritu tan despierto como el suyo comenzó pronto a vislumbrar que tras ese aparente juego, más dado a preguntas frívolas o de escasa relevancia, se escondía una ley física nueva y no suficientemente estudiada hasta ese momento por la ciencia. De pronto, él mismo se quedó perplejo. Lo que comenzó como una indagación personal, adquiría el rango de un nuevo saber que era menester poner en conocimiento de más personas. Se abrían de pronto las puertas de lo desconocido, siglos de especulaciones metafísicas y de misticismo se abalanzaban sobre su raciocinio. Era menester recoger toda aquella información de un modo cabal, siguiendo una metodología, dándole un corpus teórico coherente. Hercúlea tarea, a la cual él estaba de sobra capacitado, dada su alta cualificación humanista y científica. Durante tres años (1855-1857) estuvo sentando las bases de lo que sería la obra fundamental, opera prima y síntesis filosófica de la llamada Doctrina de los Espíritus Superiores o Espiritismo. Su labor fue ingente hasta el mismo día de su muerte o desencarnación (1869), acomodando los conocimientos científicos, filosóficos y morales, con las comunicaciones y revelaciones del plano espiritual. Sumiéndolas a la criba concienzuda, sin dejarse llevar por el entusiasmo, ni por la incredulidad acérrima; sino abriendo los temas al debate y feliz discusión constructiva en aquellos postulados que no estaban del todo claros. Con justicia es llamado el codificador de toda esta nueva ciencia de estudio e investigación.

Su más preclaro continuador fue León Denis, hombre autodidacta, sin la erudición del maestro Denizard Rivail, pero con el entusiasmo y la contundencia que da ser un hombre nacido en medio de las inclemencias del pueblo. Comprendiendo la cercanía y necesidad de la gente del mensaje que daba el recién nacido Espiritismo.

Conoció Denis la doctrina de un modo fortuito (si tal cosa es posible): un día paseando por su natal ciudad de Tours, indagador como siempre de las novedades literarias, se quedó contemplando un raro ejemplar que le llamó vivamente la atención. Se trataba del Libro de los Espíritus, de un tal Allan Kardec. Guiado por un febril impulso entró en la tienda y se apropió dicho ejemplar. Su lectura fue un crisol de luz para su alma atribulada. Un bálsamo de paz: "Encontré en este libro la solución clara, completa y lógica, al problema universal. Mi convicción se hizo fuerte. La teoría espiritista disipó mi indiferencia y mis dudas". Dieciocho años contaba el joven Denis, que de bien niño se vio en la necesidad de trabajar para primero ayudar a la maltrecha economía familiar, y después mantener a su madre, tras la temprana muerte de su progenitor. Dedicando las escasas horas que le restaban de sueño al estudio incesante de cualesquier materia que avivara su conocimiento; tal era su imperiosa necesidad de saber y comprender todo lo que le envolvía.

Denis captó como nadie el mensaje social que traía el Espiritismo: era constante su trato con los mineros de la zona del Benelux, bien como confe-renciante, bien mediante correspondencia. Su interés por la educación de los iletrados le hizo participar de movimientos sociales que perseguían tales fines, consciente de la importancia de dotar a las gentes de los medios del saber, únicos capaces de sacarles de la ignominia cultural y social en que se hallaban relegados. Tal era su implicación que muchos tildaron años después que el único defecto de Denis era “ser espiritista”. Mueca iró-nica, pues él comprendía el porqué de sus acciones, y sentía en su fuero interior la revelación espiritista como la más sensata y completa para explicar las disquisiciones existenciales del ser humano.

Habían otros nombres, de más nombre en el campo de la ciencia, que en aquellos años de fines del siglo decimonono apoyaban con su prestigio el movimiento del Espiritismo, o espiritualismo moderno, como preferían lla-marlo ingleses y americanos. Denis aunó cualidades que ellos no poseían: supo estu-diar las obras de los cien-tíficos que comenzaron a preocuparse por el tema de los fenómenos espiritistas, siguiendo los postulados de-marcados por Kardec. En sus obras analizaba con cuidado y detenimiento las inves-tigaciones realizadas por William Crookes o Alfred Wallace; por los miembros de la SPR de Londres (Sociedad de Investigaciones Psíquicas): Myers, Gurdney y Podmore, que publicaron la ingente obra Phantams of Linvings, grueso volumen repleto de casos de apariciones y fenómenos psíquicos; y de cualquier honorable científico que abordara dichas cuestiones. Había mucha controversia sobre la cuestión y los fraudes no faltaban. Denis se informaba de tales publicaciones y sueltos de revistas, para bajo la óptica del Espiritismo lograr una síntesis lógica y cohe-rente que no hacía sino dar realce a lo ya manifestado en las obras de Kardec. Venía a ser un poco la comprobación empírica por gente ajena al Espiritismo de los fenómenos reseñados; algo así y salvando las diferencias, con las comprobaciones de científicos como Eddignton que ratificaban lo propuesto en la teoría de la relatividad de Einstein.

A su vez Denis tuvo contactos con personalidades tales como Conan Doyle, cuya defensa del Espiritismo, no era 100% exacta con la predicada por él. Pero eran más las cosas que les unían, que las que les separaban; haciendo causa común, respetando y valorando las diferencias, como proceso normal de la investigación y el debate en cualquier área del cono-cimiento humano. Pues la finalidad era demostrar que la vida continúa; que el adagio latino mors jauna vitae (la muerte es la puerta de la vida) tiene razón de ser.

El inicio del siglo XX fue igualmente rico en investigaciones psíquicas, naciendo así la Metapsíquica de Charles Richet, y pos-teriormente la actual Parap-sicología de la mano de J. B. Rhine.
Actualmente se ha perdido ese interés por las investigaciones científicas y por los psíquicos que no pertenecen al movimiento espírita. Ningún pionero de la doctrina tomaba al pie de la letra lo dicho por Eusapia Paladino, Douglas Home o las Hermanas Fox, senci-llamente se pasaba por el filtro de la razón lo obtenido, y se conseguía con ello un enriquecimiento y solidez de lo postulado en las obras básicas codificadas por Allan Kardec.

Jesús Gutiérrez Lucas


miércoles, 29 de abril de 2015

La Paciencia

La Paciencia



La Paciencia es una de las virtudes menos comprendidas y valoradas en la actualidad puesto que realmente desconocemos la extensión de hasta donde pueden llegar sus beneficios, dejándola normalmente fuera del programa de trabajo interior que podríamos hacer en relación con uno mismo.
Solemos vivir la paciencia como una prueba cuando realmente es una oportunidad, una nueva forma de afrontar la vida que nos habilita para dar lo mejor de nosotros mismos.

Si dejamos a la vida que nos enseñe paciencia, estamos pidiendo realmente que la paciencia nos venga en modo de prueba. Sin embargo, planteándonos, en el trabajo interior, mejorar nuestra paciencia, estamos adelantándonos en la lección de la vida y dicha paciencia adquirida pasará a ser una herramienta inestimable, que nos ayudará día a día en todos los ámbitos de nuestro progreso necesario.

La paciencia y la sensibilidad 
La paciencia es fundamental para el desarrollo de cualquier sensibilidad, sea mediúmnica o anímica. Tenemos normalmente la mente tan repleta de conflictos, intereses, automatismos, pensamientos y recuerdos, cada cual pugnando en cada momento por influenciar de alguna forma a la tan estimada conciencia, que es imposible que cualquier nueva sensibilidad se abra paso en semejante ambiente. Nuestra mente es por tanto como un reino con muchos señores pero un único rey, menor de edad, el Espíritu, que no puede reinar hasta alcanzar la madurez necesaria para imponerse por méritos propios en su corte. En el reino mental, cada vez que nos oponemos a una idea la alimentamos incons-cientemente, de forma que debemos evitar el conflicto si no queremos entrar en una guerra de guerrillas interior. La mejor táctica será la paciencia, mediante la cual trabajaremos constantemente la paz interior a través de no alimentar con pensamientos o sentimientos a nuestros antiguos señores internos, junto con la adquisición de nuevos hábitos, expe-riencias y actitudes benéficas que irán acondicionando nuestro reino interior para el resurgir del nuevo orden. La paciencia será necesaria para soportar, sin alterarnos en forma alguna, todas las revueltas internas de estos antiguos señores que carentes de alimento intentarán instigar todos los instintos y pasiones que tengan a su alcance. Flashes de imágenes, deseos repentinos, antojos, pueden asaltar nuestro consciente en cualquier momento y de forma natural buscarán posicionarse en nuestra mente aunque sólo sea despertando el sentimiento de culpa. Seamos conscientes que la culpa sólo es útil mientras no hay arrepentimiento, después de alcanzarlo es un lastre que sigue alimentando los hábitos internos de forma que nos es perjudicial mientras no nos liberemos definitivamente de ellos. Todos los vicios y pasiones en realidad son grandes adicciones del espíritu que tendrá poco a poco que abandonar. La victoria nos habilitará para la Paz interior y el desarrollo superior de las habilidades del espíritu. La paciencia bien entendida es clave, junto con el trabajo interior, conocimiento de uno mismo y el estudio de las verdades espirituales.

Paciencia y Templanza
Estudiando la mente mediante la comparación con un reino antiguo, podemos entender fácilmente cómo trabaja la paciencia para dar soporte a la capacidad de templanza. Templanza es la virtud de no dejarse llevar por los impulsos de nuestros antiguos señores internos. La templanza al no actuar contribuye con la paciencia en la victoria final sobre todas las pasiones. Cada vez que caemos en el error alimentamos el antiguo hábito equivocado, cada vez que nos oponemos con toda nuestra voluntad, lo arrinconamos en nuestro inconsciente preparado para saltar a la mínima en cuanto le sea posible. Enfrentándonos lo alimentamos igualmente retra-sando una nueva recaída. No reaccionando de forma negativa podremos alcanzar la victoria, creando nuevos espacios para la sustitución de los viejos hábitos por nuevos patrones de conducta. No podre-mos eliminar los malos hábitos si no ponemos otros nuevos renovados, por mucho que pensemos que los hemos abandonado, el trabajo no estará terminado.

Paciencia y estudio
La comprensión espiritual de los problemas, mediante el estudio, es condición necesaria para trabajarnos la paciencia gracias a que nos permite afrontar la realidad desde una nueva perspectiva diferente con mayor confianza y fe.

Conocimiento, comprensión, esperanza y fe, son compañeros de viaje para todo trabajador paciente en el Bien. 

Estamos viendo que la Paciencia es mucho más que lo que muestra su definición clásica que la define como "fortaleza para aceptar con serenidad el dolor y las pruebas de la vida necesarias para nuestro progreso".

La Paciencia ejerce un puente entre las virtudes que estudiaron Platón y Aristóteles, también llamadas cardinales, Justicia, Prudencia, Templanza y Fortaleza. Sin Paciencia en nuestras labores difí-cilmente seremos prudentes. Sin Paciencia ante nuestros deseos, no tendremos la templanza suficiente. Sin Paciencia en nuestros padeceres no tendremos fortaleza y finalmente, sin Paciencia en nuestras emociones, la ira nublará nuestro sentido de Justicia.

Lo contrario a la paciencia es el sentimiento de contrariedad tanto o más que la propia impaciencia. La impaciencia es un estado de ausencia de paciencia pero puede no llegar a tener graves consecuencias si no se llega a la acción. El sentimiento de contrariedad sin embargo raramente nos deja indiferentes y desemboca normalmente en graves consecuencias. La impaciencia surge ante un estancamiento en la realización de nuestros planes, que puede llevarnos a un estado de ansiedad, pero la contrariedad conlleva un enfrentamiento que desata normalmente la ira, la crítica y la queja. En estado de contrariedad nos apartamos de las virtudes de Templanza, Justicia y Prudencia cuando no disponemos del necesario autocontrol y conocimiento de uno mismo. La contrariedad es una emoción que quema por dentro y nubla el entendimiento mediante la activación de los instintos de supervivencia y conservación, fundamento del egoísmo ("La Génesis" cap. III ítem 10: "Si hacemos un estudio de las pasiones, e incluso de los vicios, veremos que su origen común está en el instinto de conservación".)

Paciencia y Fortaleza
Clásicamente reducimos la Paciencia al ámbito de la virtud de Fortaleza como resignación ante el dolor y vicisitudes de la vida. Pero la paciencia es una virtud bien distinta de la mera pasividad ante el sufrimiento; no es un "no reaccionar", ni un simple "aguantarse". Es parte de la virtud de la fortaleza y lleva a aceptar con serenidad el dolor y las pruebas de la vida, grandes o pequeñas esforzándonos constán-temente por superarlas en la medida de nuestras posibilidades.

Esta aceptación no llega arbitrariamente sin un trabajo previo que nos permita desarrollar el convencimiento (Fe basada en conocimiento espiritual) que nos da la fuerza de voluntad necesaria para mantenernos fuertes en medio de las persecuciones y pruebas de la vida.

El convencimiento férreo de las verdades espirituales es el fundamento que nos dará la gran-deza de ánimo que caracteriza a los grandes espíritus que vienen en misión.

De esta forma mantendremos la alegría de vivir e incluso la Paz interior en la adversidad del mundo que nos rodea, a sabiendas que tal como dice una máxima de "El Evangelio según el Espiritismo" (Cap. V ítem 20), "la felicidad no es de este mundo".

Paciencia y virtudes
La paciencia, precursora como hemos visto de las cuatro virtudes cardinales, junto al conocimiento espiritual que aporta la Doctrina de los Espíritus, son alimento para el resto de virtudes como la Fe, la Esperanza y la Caridad, de forma que nuevamente podemos decir que no tenemos Fe ni Esperanza si no tenemos Paciencia con la confianza que la caracteriza.

Esto prueba que la mayor virtud de todas es la Caridad tal como nos dice "El Evangelio según el Espiritismo", puesto que es la única virtud que podemos practicar incluso sin adquirir ninguna otra,  mientras que el resto de las virtudes quedan de alguna forma relacionadas entre ellas, al menos, a través de la Paciencia. La persona paciente tiende a desarrollar una sensibilidad que le va a permitir identificar los problemas, contrariedades, alegrías, triunfos y fracasos del día a día y, por medio de ella, afrontar la vida de una manera optimista, tranquila y siempre en busca de armonía.

La paciencia y el deseo
Hoy en día el deseo es uno de los principales motores de la sociedad. Constantemente se va renovando porque si permanece estático se desmorona como un castillo de arena. La sociedad de consumo nos va creando nuevas necesidades, objeto de deseo, dirigiéndonos por una senda muy acotada hacia sus intereses. Hoy en día las enfermedades más comunes son el estrés y la ansiedad. El estrés producido por todo el trabajo y agitación necesarios para mantener el ritmo de vida que se nos va marcando y la ansiedad producida por el rastro que deja el propio estrés que hemos mantenido por tanto tiempo.

Normalmente somos impacientes donde más nos esforzamos porque necesitamos respuestas rápidas para continuar motivados. Si no vemos avances nos desmoralizamos e impacientamos. Paciente es el que trabaja en el bien sin esperar a resultados para continuar esforzándose. Paciente es quien confía pero no permite que la ociosidad le haga perder el tiempo. La persona paciente es rica en tiempo porque no lo malgasta. Si malgasta el tiempo no es paciente, es irresponsable, perdiendo el tiempo que luego necesitará y que le hará experimentar la impaciencia como prueba a superar.

El cultivo de la paciencia limita los efectos que causa el deseo al alejarnos del abuso. La comprensión de lo necesario y lo superfluo nos iluminará para tomar el rumbo correcto en la vida. La vida conforme las leyes naturales se caracterizan por la simplicidad y sencillez alejada de toda extravagancia superflua. La paciencia es contraria al estrés puesto que no permite la sobrecarga intelectual o física así como el abuso de nuestra salud. La salud entra dentro de lo necesario y la paciencia lo protege al comprender que en toda carrera de fondo lo importante es llegar lo más lejos en las mejores condiciones posibles.

Si la fuerza del deseo surge del instinto de conservación como puente hacia el desarrollo del progreso, la paciencia, como medida de conservación, sirve de control para evitar el agotamiento de la salud en la sobreactuación del deseo mediante el abuso. El egoísmo surge directamente del instinto de conservación cuando no carecemos de paciencia para anteponer los intereses de los demás a los nuestros.

Paciencia, seguridad, confianza, conocimiento y egoísmo

La paciencia implica seguridad y donde no hay seguridad reina el miedo y el egoísmo. De todo ello podemos inferir que el ser pacientes nos hace menos egoístas.

La paciencia implica confianza. A partir de la seguridad en uno mismo, la confianza en los demás es siempre más fácil. El prójimo deja de ser un competidor puesto que ya no hay ninguna carrera donde competir y pasa a ser un colaborador. Juntos todos tenemos más fuerza y por ello, el instinto de conservación hace al hombre ser de tipo gregario de forma natural. Incons-cientemente sabemos que todos juntos somos más fuertes que como suma de las partes.

La paciencia implica conocimiento. Sin conocimiento reina la ignorancia y el miedo, el instinto de supervivencia se antepone al de conservación y al de progreso impidiendo el desarrollo de la paciencia ahogada completamente por el egoísmo.

La paciencia implica Fe. El hombre que no tiene Fe llegará un momento en que se planteará las verdades mayores y sufrirá el sentimiento de indefensión que irremediablemente le hará elevar su mirada hacia lo alto base al instinto natural por el cual todo ser intuye una realidad superior a él según la Ley de Adoración explicada en "El Libro de los Espíritus" de Allan Kardec.

Paciencia y resignación
La paciencia es activa y pasiva a la vez. Activa porque cumple con la Ley del Trabajo mediante el esfuerzo diario y pasiva por la resignación que conlleva como aceptación de las circunstancias que nos llegan ajenas a nuestra voluntad sin posibilidades de remediarlas por nosotros mismos. Toda expiación conlleva en sí misma una necesidad de resignación (parte pasiva de la paciencia), mientras que toda prueba siempre conlleva intrínsecamente un ejercicio activo de paciencia, en base al cumplimiento del deber.

La paciencia es indulgente con los demás, exigente con uno mismo pero comprensiva con nuestros resultados, impidiendo los pensamientos negativos o de derrota antes los malos resultados casuales, conocedores de que el espíritu siempre progresa, que nuestra realidad actual es fruto de nuestro merecimiento pasado y que los males actuales son abono para los bienes futuros del espíritu.

Paciencia y humildad
Una de las causas mayores de nuestra impaciencia es debido a la falta de humildad y comprensión de la finalidad de nuestra encarnación. Tendemos a pensar que somos más evolucionados de lo que realmente lo somos y por ello tendemos a tener ciertas aspiraciones que en muchas ocasiones nos causan impaciencia. Una aspiración clásica es tener mediumnidad ostensible.

Muchas veces, después de una buena temporada de estudio y buena voluntad, nos sentimos con el convencimiento, la confianza y fe suficientes para considerarnos "merecedores". La idea que significa la palabra merecedor es variable, unos días nos conformamos con sencillos detalles positivos que vemos en el día a día pero otros días, un sentimiento de impaciencia casi irritante nos invade. En ocasiones nos sentimos merecedores de mejor suerte, ya no material, sino de orden espiritual, todo ello motivado por la falta de paciencia.

La impaciencia es uno de los mayores frenos para el desarrollo de las capacidades espirituales, mediúmnicas y anímicas.

Ocurre principalmente cuando nos falta com-prensión de lo que realmente somos, merecemos, y a qué hemos venido a trabajar en la presente encarnación. Es habitual querer avanzar más rápido de lo que estamos preparados por impaciencia y falta de humildad. Con humildad las circunstancias del trabajo espiritual van a apareciendo delante de nosotros y sólo tenemos que ir respondiendo en base a nuestro esfuerzo y buena voluntad. Sin humildad vamos buscando nuevos objetivos enriquecedores que calmen nuestra sed, alcanzando la frustración cuando no los conseguimos. Una buena dosis de humildad será necesaria siempre para adquirir una pequeña dosis de paciencia en estos casos. Sin humildad no hay paciencia puesto que careciendo del sentido correcto de Justicia terminamos esperando erróneamente lo que no va a llegar, transformando la situación, finalmente una vez más, en otra prueba de paciencia por culpa de nuestra ya reiterativa impaciencia.

José Ignacio Modamio
Centro Espírita "Entre la Tierra y el Cielo"

domingo, 26 de abril de 2015

Ciencia y espiritualidad en las curas de Jesús

Ciencia y espiritualidad en las curas de Jesús



Preguntas a Andrei Moreira:

1. Para muchos, las curas de Jesus son consideradas como milagros. Pero si las leyes naturales las explican , entonces ellas dejan de ser milagrosas, ¿no es verdad?

A La luz de la doctrina espírita el milagro se transforma en ciencia. Desvelando la comprensión de las leyes naturales, el espiritismo, como ciencia del espíritu, nos explica los mecanismos de acción del magnetismo y del amor crístico, en la realización de auto-curas de los enfermos de su época. Con el estudio de la fluidoterapia, de la fuerza de la mente y del sentimiento, educados para el amor, comprendemos cómo y porqué Jesus curaba, lo que no quita el carácter maravilloso de sus acciones, sólo lo sobrenatural. Sus curaciones recaen siempre dentro de las leyes naturales, y Jesus nos enseña lo que es posible para el corazón que ama, hecho confirmado por las curas realizadas por los apóstoles, más tarde, como un símbolo para la humanidad entera.  

2. El Espiritismo nos dice que un día la Ciencia explicará todo el proceso por el cual se dieron esas curas de Jesus, ¿por qué eso es importante?

Porque nos hace comprender más perfectamente la sabiduría de Dios y el papel que nos compete en la co-creación, por la utilización del manantial gigantesco de recursos que la divindade nos dotó y a la naturaleza, para la plena ejecución de la voluntad del Padre. Cuando Jesus dijo, Vosotros sois dioses, reafirmando la ley antigua, y añadió: “podéis hacer lo que hago y mucho más”, estaba colocándonos en contacto con nuestra naturaleza divina, de espíritus perfectibles, creados a la imagen y semejanza de la sabiduría suprema del universo, fuente de toda bondad y perfección. Con eso, Jesus nos inducía a desarrollar los dones del espíritu en la conquista de las potencialidades infinitas de cura y auto-cura.

3. ¿Qué es lo que el médico espírita ya conoce sobre eso en los días de hoy?

El médico-espírita está consciente de la ley de los fluidos y de la fuerza de la mente, del pensamiento y del sentimiento en la manipulación de los fluidos ambientes y el organismo humano. Sabe que el espíritu, manifestándose por medio del pensamiento, controla el cosmos orgánico por su fuerza mental y direcciona su funcionamiento físico, tanto en cuánto su comportamiento moral califica y determina el equilibrio o desequilibrio fisio-psíquico. Sabe que tanto la enfermedad como la cura es patrimonio del enfermo y que Jesús sólamente curó aquellos que se erigieron a un nivel superior por el buen aprovechamiento de su sufrimiento. Eso queda explícito en la cura del paralítico de la piscina de Betesda, cuando Jesús ordena al recién curado que tome su cama y camine, o sea, que lleve su equipaje, su historia y biografía, avanzando más allá porque había alcanzado un nuevo nivel de experiencia y ahora le cabía aprovechar al máximo su momento evolutivo por la madurez conquistada. Y cuando lo encuentra en el templo, local de adoración a Dios, Jesús le recuerda que no camine por las mismas elecciones y no errase nuevamente el blanco (sentido original de la palabra pecado– hamartia, del griego), tomando un rumbo superior para el caminar de sus piernas rehabilitadas hacia la cuesta de las lágrimas y la renuncia, gracias a la misericórdia divina.

4. ¿Y la ciencia ortodoxa tiene algún interés sobre este asunto? ¿Tiene alguna explicación?

La ciencia camina a pasos lentos en la comprensión de esas cuestiones pues no admite la existencia del espíritu como principio inteligente viajero de la eternidad. Sin embargo, muchas investigaciones ha sido hechas en el sentido de revelar el beneficio o no de la espiritualidad hacia la salud, siendo que la mayoría de las investigaciones hasta el momento, presentan datos positivos, llamando la atención de las empresas patrocinadoras de las investigaciones demostrandose la necesidad de invertir en ese sentido.

5. Por qué es importante para el médico espírita estudiar y conocer las curas de Jesus?

Por qué Jesus es el paradigma de la medicina espiritual, el médico por excelencia. Cuando Allan kardec preguntó a los espíritus codificadores acerca de cuál había sido el mejor y mayor modelo dado por Dios a los hombres, la respuesta fue categórica: “Ved a Jesús”.

Si observáramos la práctica del maestro veríamos que él individualizaba al enfermo, teniendo una postura terapéutica con cada uno diferente. A unos él los buscó, a otros los mandó venir. A aquel preguntó ¿qué quieres que te haga? a otro indagó ¿quieres quedar sano? A todos Jesus indujo a una autoanálisis y respuesta frente a la vida, y como pedagogo divino ejercitó a todos en el arte de pensar y llegar a sus propias conclusiones, sedimentando su cura en el movimiento interior de liberación y madurez espiritual. No curó a todos, supo evaluar el momento de cada uno. Suplió las deficiencias personales y ofreció la misericórdia divina cuando faltaron fuerzas para el movimiento final de rehabilitación, pero no violentó ninguna conciencia y respetó el momento evolutivo de cada hijo de Dios, despertando la conciencia divina del hermano en camino. Por todo eso y sobre todo por la calidad del amor ofertado, de la renuncia y sacrificio, Jesús es el paradigma de la medicina espiritual que todos soñamos practicar y reproducir, aunque en escala infinitamente más pequeña, para la cura de nuestros hermanos y de nosotros mismos, en nuestra práctica profesional.

6. ¿Cómo el médico espírita debe desarrollar sus calidades de cura espiritual? ¿Cúal es la mejor manera de emplear el fluido magnético en favor de los pacientes?

Desarrollaremos la cualidad de cura espiritual en la misma medida en que aprendamos a amar con desinterés y abnegación. Mientras más tomemos conciencia que nuestros pacientes son nuestros médicos, ofreciéndonos la divina oportunidad de sensibilización, trabajo y aprendizaje, más nos esforzaremos por poseer virtudes que nos posibiliten ofrecer más y mejor para cada uno de ellos. A medida que mejoremos como seres humanos y pasemos a expresar más intensamente la buena voluntad, cariño, a escucha atenta e inclusiva, con disponibilidad de tiempo y corazón, más nos habilitaremos a vibrar el amor, medicamento por excelencia, que podrá tocar el alma de nuestros hermanos incentivándoles a la autocura.

El centro espírita es el lugar más adecuado para realizar las prácticas magnéticas, pero no debemos olvidarnos que por la mirada, el toque, las palabras e intenciones, estamos magnetizando diariamente a todos los que crucen por nuestro camino. Si utilizamos todo ese potencial con conciencia y compromiso por el bien, podremos auxiliar mucho, conforme nos enseñó Jesus, que curaba 24h por día. Debemos acordarnos que el médico (así como cualquier otro profesional de salud) es el primer medicamento ofertado al enfermo y muchas veces el único necesario para el estímulo curativo.


Para saber más: Curar, curarse, autores diversos, ed. Cultrix

Andrei Moreira es médico de familia, especializado en homeopatía y
presidente de la Asociación Médico-Espírita de Minas Gerais (Brasil) – www.amemg.com.br

sábado, 7 de marzo de 2015

Renuncia, virtud olvidada

Renuncia, virtud olvidada


Hoy en día, se puede decir que la palabra renuncia no tiene buena prensa. Fácilmente vinculamos esta palabra con otras de connotación negativa como son derrota, pérdida, carencia, etc., cuando en realidad tendríamos que utilizar el término renuncia como sinónimo de desprendimiento. Este significado lo podemos utilizar cuando nos referimos a algo que poseemos o tenemos derecho y tenemos cierto dominio sobre ello. Si de algo no tenemos derecho o no poseemos, realmente no podemos renunciar a ello en un sentido estricto, sencillamente porque no es nuestro. Un significado más acertado de renuncia lo encontramos utilizando el término desprendimiento, el cual únicamente tiene connotación positiva.

La renuncia de aquello que poseemos y de lo que somos capaces de renunciar, es siempre un acto de superioridad meritorio en función del valor moral de lo renunciado y su utilidad. Decimos valor moral y no material apelando al mayor valor del óbolo de la viuda tal como nos enseña el Evangelio en Lucas 21,1-4.

El óbolo del pobre, como renuncia de lo necesario, es el sacrificio más acorde con la ley de Dios que nos dice que el hombre que cumple con su deber ama primero a Dios, luego a todas sus criaturas y finalmente a sí mismo. ("Evangelio Según el Espiritismo" Capítulo XVII, ítem 7).

No existirá valor moral alguno si el acto no es de utilidad para hacer el bien a los demás o incluso a uno mismo. Cuando lo hacemos por los demás, la renuncia nos habilita para practicar la Caridad, pues es la llave que necesitamos para vencer nuestro egoísmo más arraigado.

La Caridad practicada ve incrementada su mérito en función de la cantidad de renuncia que podemos movilizar por aquello que nos cuesta. Nos dice el libro de los Espíritus que "el mérito del bien reside en la dificultad" (pregunta 646). Sin dificultad no hay mérito pero sigue habiendo caridad, puesto que el adelanto moral nos habilita para la integración en nuestros hábitos de forma automática de las virtudes como la Caridad, sin mostrar dificultad ni oposición alguna, de forma natural con la forma de ser de uno mismo.

Cuando la renuncia es por uno mismo, apuntamos directamente hacia la superación de nuestras debilidades. Para ello es necesario un alto conocimiento de uno mismo, de nuestra situación actual, para saber qué puntos son los más urgentes para desarrollar. El estudio continuo nos habilitará para la mayor compresión de la naturaleza humana y de las Leyes naturales de forma que poco a poco nos mostrará la renuncia como una necesidad para nuestro progreso en los diferentes ámbitos de nuestra vida.

Renuncia es el desprendimiento consciente de un valor en vista de conseguir o mantener un bien superior. Es precursora de la humildad cuando se opone al orgullo y de la caridad cuando se opone al egoísmo. Es por ello que podemos considerar la Renuncia como una las principales virtudes olvidadas hoy en día.

Obediencia y resignación.

Según nos dice el "Evangelio Según el Espiritismo", la obediencia es el consentimiento de la razón y la resignación es el consentimiento del corazón. Ambas son los dos tipos principales de renuncia, puesto que toda renuncia, incluso la material, es precedida siempre por el consentimiento de la razón o del corazón según de que estén formados nuestro orgullo y egoísmo.

Renuncia, ¿prueba o expiación?

Desde el punto de vista filosófico, si consideramos la renuncia como virtud, no podrá ser expiación sino prueba. Una virtud se puede probar pero no expiar así como no se puede imponer. Lo que se expían son las faltas. Una expiación que nos imponga una renuncia no sería filosóficamente posible puesto que sólo podríamos renunciar a lo ganado por derecho. Realmente la expiación nos trae la carencia de lo que no hemos sido capaces de merecer para que aprendamos su verdadero valor. El peligro de una expiación es desaprovechar la enseñanza sufriendo mal. El sufrir bien ante la carencia nos habilita para sobrellevarlo y poder optar a la renuncia en una prueba posterior una vez superada dicha expiación.

La renuncia por tanto, es siempre una prueba o una misión. Una misión cuando la renuncia es únicamente en beneficio de los demás y no de uno mismo, y una prueba cuando es un proceso indispensable para nuestro progreso. Por ello podemos afirmar que siempre, el mayor beneficiado de cualquier prueba de renuncia es uno mismo, aún cuando nuestro ego ensalce el bien que podamos haber hecho a los demás. Desde cierto punto de vista toda prueba conlleva una renuncia pero no toda renuncia conlleva una prueba.

Por otro lado, tendemos a ver expiaciones donde sólo hay pruebas. El peor apego es el que convierte, para nuestro parecer, lo superfluo en necesario porque convierte lo que realmente es una prueba, en una expiación aparente a nuestros ojos, con una óptica más dura de la realidad.

Nuestra óptica ordinaria de las cosas tiende a ver expiaciones en simples pruebas del día a día.
Normalmente somos ricos de lo necesario pero nuestra disconformidad es con lo superfluo.

Renuncia de lo necesario.

En la vida frecuentemente nos cuesta discernir la frontera entre lo necesario y lo superfluo.
Teniendo en cuenta que Dios nos provee siempre de los medios que necesitamos, salvo por falta de nuestra compresión (pregunta 704 de "El Libro de los Espíritus"), concluimos que siempre tendremos todo lo necesario para el cumplimiento de nuestras pruebas, consideramos poco probable que dichas pruebas nos lleven a la renuncia de lo necesario, centrándose principalmente hacia la renuncia de lo superfluo.

Es en la diferenciación entre necesario y superfluo donde nuestros criterios suelen estar equivocados, considerando necesario gran parte de lo superfluo, generándonos grandes dificultades en el cumpliendo de nuestras pruebas o incrementando las cargas con deudas nuevas.

En este punto, para distinguir la difusa frontera entre lo necesario y lo superfluo, tenemos el "Libro de los Espíritus" que nos esclarece en la pregunta 704, que "únicamente lo necesario es útil, al paso que lo superfluo nunca lo es".

Renuncia de lo superfluo

La renuncia de lo superfluo nos lleva a eliminar de nuestras vidas todo aquello que no tenga utilidad.
La compresión de lo útil y por tanto necesario, es una larga tarea que conlleva el estudio continuado de las Leyes Naturales y por tanto de el Espiritismo, los cuales nos irán desvelando las claves de la existencia humana.

El apego por lo superfluo es la base del egoísmo y por ello, nuestro egoísmo señala el potencial de renuncia que un día llegaremos a desarrollar. Sin apego egoísta no hay necesidad de renuncia. Cuanto mayor sea nuestro egoísmo mayor tendrá que ser el esfuerzo liberador que tendremos que realizar a través de la renuncia, hasta que desarrollemos el Amor verdadero.

El Amor verdadero nos habilita para evitar el sufrimiento de la renuncia. El Amor verdadero no conoce el apego ni el egoísmo porque no los necesita para sentirse en unión con lo amado. El Amor entreteje una red invisible que une a todos los seres según la Gran Ley de Unidad que rige la Creación. Por ello no hay lugar al miedo, a la pérdida o a la inseguridad emocional, el Amor verdadero libera, no esclaviza. La renuncia antecede a la libertad pero, cuando ya la hay, la renuncia deja de ser necesaria. No puede existir la renuncia entre seres estando en unión interconectados por el verdadero amor.

Renuncia para superarnos.

Estamos saturados de pequeños hábitos que nos retienen pegados a las vibraciones groseras de la materia. Todos son fruto de nuestro apego por lo superfluo. La renuncia consciente es el camino para liberarnos de dichos hábitos adquiridos. Hábitos como la queja o la crítica pueden vencerse con el acto consciente de la renuncia. Concentrémonos en renunciar a la queja ante el mínimo contratiempo y poco a poco dejaremos de utilizar esta muletilla que no sirve para nada bueno. El hábito de la crítica podemos vencerlo con la renuncia cuando la situación nos pone a tiro el "dardo" envenenado que nos coloca supuestamente por encima de los demás. La renuncia vence la ilusión de la supuesta necesidad de quedar encima o llamar la atención. Todo ello es superfluo y lejos de ser útil hace un mal a los demás. El egoísmo y el orgullo están formados por montones de ilusiones superfluas de las que tendremos que renunciar algún día.

Renuncia al placer

Tenemos derecho al goce, de hecho es uno de los acicates que impulsan nuestra sociedad. Para poner límite a sus consecuencias, la naturaleza nos avisa mediante la sensación de saciedad que precede al hartazgo con sus consecuencias. La inteligencia que nos impulsa hacia la mejora de la condición humana, también debe imponerse sobre las pasiones para alejarnos de las consecuencias del abuso que llegan con el hartazgo, que siempre es penoso al poner en juego el dolor como elemento corrector. Renunciemos no al goce, sino a acercarnos a la saciedad como margen de seguridad que nos libre del dolor corrector de los excesos. Una vez más, el estudio de las leyes naturales será necesaria en cada área de la vida para alcanzar la comprensión las necesidades reales de nuestra naturaleza humana para alejarnos del error en cada faceta de nuestra existencia.

La inteligencia, junto con la conciencia ecológica y natural, concluye en la necesidad de alcanzar cierta simplicidad en la vida. Analicemos nuestras costumbres y su ecología, lo simple y sencillo siempre tiene un valor añadido.

La renuncia es como la medicina amarga. Podemos tomarla sin gustarnos al principio, descubriendo su belleza escondida finalmente, o bien esperar a necesitarla después la crisis que viene con la enfermedad. El sabor amargo nos recuerda los episodios de superación de las cadenas del apego.
Renunciar es romper con el dominio que ejerce el elemento material sobre uno mismo.
Por ello, toda desviación del cumplimiento de la ley natural exige renuncia.

Renunciar por una dieta o hábitos más saludables tiene una recompensa directa. Renunciar por los demás también nos trae un beneficio directo pero nuestra conciencia no lo asocia inmediatamente, la recompensa espiritual queda fuera del alcance de los sentidos materiales. La espiritualización por tanto exige renuncia, y la renuncia conlleva nuevamente simplicidad en hábitos y desapego.

José Ignacio Modamio
C.E. Entre el Cielo y la Tierra


sábado, 21 de febrero de 2015

El fenómeno de la vida

El fenómeno de la vida



En el año 1 de nuestra era, Roma dominaba prácticamente medio mundo, bajo el mandato del Emperador Augusto. En Roma los ladrones y criminales eran enviados a luchar al circo romano para distraer gratuitamente a la gente y muchos eran destrozados por las fieras. Los gladiadores luchaban con el rostro cubierto con el fin de no reconocerse entre ellos mismos, a veces compañeros o familiares. Y años más tarde los cristianos fueron conducidos a la misma situación para poder distraer al pueblo romano.

Mientras tanto y dentro del ambiente “oficial” que tenía el favor de Augusto, el reinado más largo de la historia romana, aquellos que se enamoraban de “mujeres” eran mal vistos. Los historiadores cuentan que en cierta ocasión un Senador por abrazar a su esposa en público fue destituido de su cargo.

Aquellas niñas o niños que nacían enfermos, eran arrojados al vertedero. Eso sí, antes debían consultar hasta cinco veces a sus vecinos, para que esta decisión tuviese su conformidad. También del vertedero eran retiradas esas criaturas por matrimonios que no podían tener hijos.
Y los jóvenes estaban obligados a vengar hasta la muerte cualquier humillación que los padres hubiesen recibido.

En comparación con el año 1 hemos avanzado, sin embargo, la vida sigue siendo esa gran incógnita. Desde que tenemos conocimiento del paso del hombre por la vida, pensadores, científicos, fisiólogos y filósofos de todas las épocas opinaron e indagaron sobre sus orígenes en nuestro planeta, sin lograr mayores respuestas, por la carencia de elementos probatorios. Y como consecuencia de ello, sondas tecnológicas surcan el espacio sideral buscando similares a la Tierra, en nuestro sistema solar, que aporten datos que permitan afirmar, científicamente, cuándo y dónde  tuvo origen la vida en la Tierra.
¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué hacemos aquí en la Tierra?

El conocimiento de la prehistoria se resiente por la falta de documentación, no sólo por lo remoto, sino también por las destrucciones hechas de lo poco que, atravesando los siglos, llegó a las generaciones posteriores. La Biblioteca de Alejandría, por ejemplo, que reunió más de 700.000 volúmenes sobre el pasado de la civilización, fue arrasada, en parte por los romanos de Cesar en el año 45 a.C y por los musulmanes en el 641 d.C. Hubo destrucción en China en el año 240 a.C.; en Roma en el siglo II, en Méjico, Perú y España en el siglo XVI; en Irlanda y Egipto en el siglo XIII.
Por ello, son de lo más diversos los conceptos que existen en torno al fenómeno de la vida, variando de un autor a otro. Los diferentes investigadores discrepan entre sí, en la definición, considerando los factores causales de la vida, cuando son examinados bajo el severo rigor científico. Solo que, raramente, es precisa o definitiva la explicación presentada.

Aristóteles fue de los primeros pensadores que elaboraron una definición de la vida. En los tiempos modernos, Claude Bernard, el eminente fisiólogo francés, manifestó que era imposible poder definir la vida, por ser imponderable, abstracta. Ocurre que los estudiosos en general examinan la materia orgánica (viva) y la inorgánica (inerte), así que la pluralidad de los hechos recogidos y de los fenómenos observados por la Etnografía han sido muy difíciles de clasificar. De allí nació la Antropología, con el mismo objeto que la anterior, pero desde un punto de vista distinto, con la misión de que se apoya, principalmente, en la Anatomía, la Biología, la Filología, la Geografía, la Paleontología y la Arqueología, tomando como base el conocimiento obtenido de las exploraciones realizadas de los grupos humanos que viven en la superficie de la Tierra y lograr una acertada clasificación.

Plinio con su “Historia Natural”, los anatomistas Leucipo y Demócrito, Linneo en “Sistemas de la Naturaleza”, Camper, Pichard publicando “Historia Natural del hombre” y otros más, nos fueron capaces de solucionar la problemática de la vida, pues dos teorías fueron presentadas con ese objeto: el Creacionismo y la Abiogénesis o Generación Espontánea. La primera, el Creacionismo, estribaba en conceptos filosóficos y religiosos, en un Dios Creador, que todo lo elaboró en forma definitiva organizada. La segunda, la Abiogénesis, sería una consecuencia de un mecanismo de que se valió el Creador para el surgimiento de las formas vivas y en cierto modo, complementando lo anterior.

Algunos científicos, Pasteur entre ellos, demostraron que no era variable la segunda, cuando probaron, mediante experiencias en las cuales se imposibilitó la presencia del aire y del polvo cargados de bacterias y gérmenes, que la vida no se originaba en tales organismos. El Creacionismo sufrió rudos embates por cuenta del materialismo, que ridiculizada la teoría de una vida de biotipos concluidos, definidos, estructurados en patrones exactos.

En 1807 Juan Bautista Lamarck al publicar su “Filosofía Zoológica”, dando lugar al Transformismo, expone en cierto modo, la teoría de la Evolución o Evolucionismo, y  aun cuando aclaraba las modificaciones de los seres vivos,  no consiguió establecer el origen de la vida, resaltando que  “somos espíritus en evolución, viviendo actualmente una experiencia carnal. Pero somos ante todo espíritus creados para nuestro progreso”.

En 1859 Broca, considerado uno de los “jefes” de la Antropología moderna, fundó en París la Sociedad de Antropología y en ese mismo año Darwin publica “El origen de las especies” después de 25 años de preparación, obra ésta que abrió una gran expectativa en el conocimiento científico, por cuanto la teoría de la Evolución o Evolucionismo estaba ya encaminada hacia el esclarecimiento de muchos puntos oscuros que existían sobre los orígenes del hombre sobre el planeta que le sirva de cuna y escuela.

Entre Lamarck y su obra ya citada - ya que era el fundador de las teorías de la generación espontánea y del transformismo-  y Darwin, con su concepto del evolucionismo, surge en 1857 el pensamiento de Kardec, como intérprete del conocimiento de los Espíritus, para informar que en el proceso de la Evolución Anímica o Espiritual, se encuentra encerrada la clave del misterio de la vida.

Juan Miguel Fernández Muñoz
Asociación de Estudios Espíritas de Madrid

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Desigualdad de riquezas

Desigualdad de riquezas



Si nos paramos a pensar en la situación económica mundial en la actualidad seguramente nos parecerá que los ricos se hacen más ricos, y los pobres se hacen más pobres… mientras la clase media tiende a desaparecer.

¿Alguna vez os habéis preguntado por qué ocurre esto? ¿Será culpa de los gobiernos? Si enfocamos la cuestión desde el punto de vista material, puede que lo sea, pero si ampliamos nuestro campo de visión y lo miramos bajo un prisma más espiritual, nos daremos cuenta de que toda causa tiene su efecto y de que todo tiene su razón de ser.

Si no olvidamos aquello de que "Dios escribe derecho con renglones torcidos" caeremos en la cuenta de que todo forma parte del plan divino. De este modo "El Evangelio según el Espiritismo" viene a enseñarnos el porqué de esto que a nuestro corto entender y a primera vista puede parecer un sin sentido.

Todas las piezas del puzzle vuelven a encajar cuando comprendemos la información que nos brinda. Cuando entendemos que la riqueza es un instrumento usado por Dios para inducir a la humanidad al progreso y que la desigualdad de su distribución proviene de la propia desigualdad de caracteres de los hombres y de las necesidades de estos en relación a su posesión.

La desigualdad de riquezas es uno de los problemas que en vano se quieren resolver, si sólo se atiende a la vida actual. La primera cuestión que se presenta, es esta:

¿Por qué todos los hombres no son igualmente ricos?

No lo son por una razón muy sencilla: "porque no son igualmente inteligentes, activos y laboriosos para adquirir, ni sobrios y previsores para conservar".

Además, está matemáticamente demostrado que la fortuna igualmente repartida, daría a cada uno parte mínima e insuficiente; que suponiendo hecha esta repartición, el equilibrio se rompería en poco tiempo por la diversidad de caracteres y de aptitudes; y que suponiéndola posible y duradera, teniendo cada uno apenas lo necesario para vivir, daría por resultado el agotamiento de todos los grandes trabajos que concurren al progreso y al bienestar de la Humanidad. Supongamos que se diese a cada uno lo necesario, entonces no habría ya el aguijón que empuja a los grandes descubrimientos y a las empresas útiles.

Admitido esto, os preguntareis por qué Dios se la ha concedido a personas incapaces de hacerla fructificar para el bien de todos. Esta es también una prueba de la sabiduría y de la bondad de Dios. Dando al hombre el libre albedrío, ha querido que llegase por su propia experiencia a diferenciar el bien del mal y que la práctica del bien fuese el resultado de sus esfuerzos y de su propia voluntad.
No debe ser conducido fatalmente ni al bien ni al mal, pues sin esto sólo sería un instrumento pasivo e irresponsable, como los animales. La fortuna es un medio para probarle moralmente; pero como al mismo tiempo es un poderoso medio de acción para el progreso, no quiere que quede por mucho tiempo improductiva, y por esto "la cambia incesantemente".

Cada uno debe poseerla para aprender a servirse de ella y probar el uso que de la misma saber hacer; pero como existe la imposibilidad material de que todos la tengan a un mismo tiempo, y como por otra parte, si todos la poseyesen, nadie trabajaría y el mejoramiento del globo sufriría las consecuencias, "cada uno" la posee en su momento, el que hoy no la tiene, la tuvo ya o la tendrá en otra existencia.

Hay ricos y pobres, porque siendo Dios justo, cada uno debe trabajar cuando le toca su turno; la pobreza es para los unos la prueba de la paciencia y de la resignación, y la riqueza es para los otros la prueba de la caridad y de la abnegación.

Nos lamentamos con razón al ver el miserable uso que ciertas gentes hacen de la fortuna, las innobles pasiones que provoca la codicia, y preguntamos:

¿Dios es justo dando la riqueza a semejantes gentes?

Cierto es que si el hombre sólo tuviera una existencia, nada justificaría semejante repartición de los bienes de la Tierra; pero si en lugar de limitar su vista a la vida presente, se considera el conjunto de las existencias, se verá que todo se equilibra con justicia.

El pobre, pues, no tiene motivo de acusar a la Providencia, ni de envidiar a los ricos; y los ricos tampoco lo tienen para glorificarse por lo que poseen.

¿Porqué Dios concede riqueza a quienes no la ponen al servicio del bien?

Dios da a estos oportunidades de, utilizando su libre albedrio, contribuir al progreso de la Humanidad y evolucionar espiritualmente.

El origen del mal está en el egoísmo y en el orgullo; los abusos de toda la naturaleza cesarán por sí mismos cuando los hombres se sometan a la ley de la caridad.

¿Cómo podemos contribuir para que sea menos injusta la sociedad en que vivimos?

Si nos fue dado poseer bienes, debemos utilizarlos en beneficio del prójimo. Generando oportunidades de beneficiarlo con el trabajo digno y recordando siempre que lo superfluo no nos pertenece.

Si nos encontramos privados de riquezas cuidemos de almacenar tesoros de paciencia y resignación. Buscando en el trabajo y en la oración la superación de nuestras dificultades, sin dejar de luchar con ánimo firme por las mejorías y progresos en nuestras vidas.

¿Cuándo conocerá la humanidad una distribución más justa de las riquezas?

Solamente cuando los hombres se regeneren por la caridad, eliminando de sus corazones el egoísmo y el orgullo, habrá mayor equilibrio en la distribución de las riquezas, desapareciendo de la Tierra los extremos de la riqueza excesiva y de la miseria absoluta.

Ahora que ya sabemos el motivo de las desigualdades, nos toca poner de nuestra parte aquello que nos corresponde, según nuestra posición social, ya que nadie hay tan pobre que no pueda dar nada a su prójimo, si no es en el plano puramente material, será en el intelectual o el moral. Todos somos hermanos y juntos hemos de caminar hacia un futuro más solidario y más justo en el que las diferencias se hagan cada vez más pequeñas.


Cielo Gallego
C.E. "Entre el Cielo y la Tierra"
Extraído de "El Evangelio según el Espiritismo" de Allan Kardec

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Editorial número 31

¡Estamos de vuelta!

Una vez más, como en las anteriores ediciones, renace nuestro “Ángel” para seguir con la labor para la cual nació, que no es otra que la divulgación de la doctrina espírita.

En el pasado queda el 2014, con sus penas y alegrías, habiéndonos transportado hasta este nuevo día donde la esperanza debe volver a brillar en nuestros corazones, tan sólo por seguir en pie, por poder respirar o bien porque al mirar a nuestro alrededor encontramos a todas esas personas que nos quieren y están a nuestro lado día tras día.

Hijos, padres, hermanos, amigos y enemigos encuentran en esta época un punto de reconciliación para volver a caminar juntos, dejando atrás los rencores, producidos por el orgullo de querer sobresalir siempre o querer agradar a todo el mundo, cuestión muy complicada y peligrosa. 

A nadie le gusta pasar por malos momentos, los disgustos no son para nada agradables, la ingratitud de las personas que en algún momento quisimos o apreciamos y que hoy nos traicionan, sólo deben ser herramientas que nos impulsen a reflexionar y a crecer. Debemos estar por encimar de las mentes maliciosas que buscan su felicidad a costa de la infelicidad que crean en los demás. Las enfermedades, los problemas, los contratiempos y reveses de la vida, son otras tantas oportunidades para reforzar nuestro trabajo en el bien, que implica nuestra reforma interior si queremos hacer lo correcto.

Los espíritas somos muy afortunados en cuanto a estos asuntos. Con esto no queremos decir que no suframos, que no pasemos malos momentos, enfermedades, crisis, etc. Los espíritas estamos hechos de la misma pasta que el resto de los habitantes de la Tierra,  pero nuestra filosofía, que se basa en la razón y la observación de los hechos, nos enseña a ver la vida desde un punto más alto. Nos ayuda a sustraernos de los problemas y analizarlos con su importancia real.

Al estudiar espiritismo y ponerlo en práctica en la vida diaria, vemos como poco a poco vamos entendiendo la finalidad de nacer, vivir y desencarnar en este planeta. La Tierra no es más que una escuela, lugar necesario para los aprendices de la vida, donde reparamos errores de vidas pasadas, reencontramos a personas muy queridas, conocemos otras nuevas, volvemos a cruzarnos con enemigos del pasado, etc. Aquí ponemos orden a miles de años de instinto de superviviencia, saqueos, destrucción e invasión cometidos por la forma de vida que hemos tenido y que podemos ver en la historia del planeta. También construimos, crecemos y aprendemos. Colaboramos con el progreso y con el desarrollo de la conciencia empezamos a Amar a nuestros seres más cercanos y poco a poco lo vamos haciendo extensible a aquellos que según la sangre no son familia, pero como nada es por casualidad, sino por causalidad y como existe la gran ley de acción y reacción, debemos en algún momento recoger los beneficios de nuestro amor y los réditos de nuestro mal comportamiento y proceder, de ahí la base de los sufrimientos particulares. Pero no desesperemos, a partir de aquí vemos que todo es justo y útil en la Naturaleza y que dándonos una razón al porqué de las cosas y sabiendo que el camino final es el Amor, todos los problemas disminuyen, se desarrolla la resignación y aparece en nuestros corazones la semilla de la solidaridad hacia los demás.

El Espiritismo es la herramienta perfecta para llegar a la felicidad, porque su camino es a través de la razón, la comprensión y el Amor, imprescindibles y necesarios para alcanzar la perfección. Por ello, si estas páginas de nuestro Ángel del Bien, llegan a diversos hogares y un uno por ciento logran conocer nuestra doctrina e iluminar sus corazones, nuestra labor habrá alcanzado el éxito.
¡Gracias a todos, nuestros queridos lectores, por esparcir la luz del Espiritismo por el mundo!

La Redacción.

martes, 9 de diciembre de 2014

La riqueza

La riqueza


En nuestro mundo, en donde predominan los valores materiales, la riqueza ocupa un lugar preferente, y los seres humanos en general, salvo excepciones, la desean y la buscan, no obstante, sólo un sector minoritario se beneficia de ella.

¿Por qué es tan atractiva la riqueza?. La razón es que permite conseguir todo lo que ofrece la sociedad de consumo, que es mucho más de lo que puede asimilar la persona más exigente, dada la multiplicidad de aspectos, a cual más sugestivo, que ejercen una poderosa influencia en todo aquel que se sumerge en esas sensaciones.

En apariencia, se considera muy afortunado al poseedor de la riqueza, pero la realidad es muy diferente, toda vez que el ser humano es un espíritu inmortal, que tendrá que responder de sus actos, una vez concluida su etapa terrenal.

La riqueza es una dádiva del Creador, para que su poseedor haga un buen servicio de ella, no empleándola con fines egoístas y placenteros, sino en beneficio del progreso y ayuda al prójimo necesitado.

La riqueza como tal no es mala, todo depende del uso que se haga de ella, y la mayoría de los ricos caen bajo los efectos de la fascinación, ya que se consideran propietarios absolutos de cuanto poseen, cuando no son más que administradores, a los que Dios puede retirar sus bienes en cualquier momento.

Jesús en una parábola que figura en el Evangelio: Lucas 12: 16 al 21, manifestó:
“La finca de un hacendado dio una gran cosecha, hasta el punto que no tenía donde almacenarla, así que decidió ampliar sus graneros, para meter en ellos todas sus cosechas.

“Calculó que tenía bienes almacenados para largos años, así es que pensó en descansar, comer, beber y pasarlo bien, pero Dios le dijo: ¡Insensato!, esta noche se te pedirá tu alma, y entonces ¿para quién será lo que has acaparado?. Así sucederá al que atesora para sí y no es rico a los ojos de Dios”.

Dada la imposibilidad de que todas las personas sean ricas al mismo tiempo, la Providencia reparte la riqueza por turnos, a cada uno en su momento, en la larga serie de reencarnaciones necesarias al espíritu para su  evolución y así nadie se queda sin la oportunidad de experimentar esa situación, no obstante, superar con éxito la prueba de la riqueza, muy pocos lo logran, por ello, según el Evangelio: Mateo 19: 24, Jesús manifestó: “Es más difícil que un rico entre en el Reino de los Cielos, que un camello pase por el ojo de una aguja”.

Cuando por una herencia o un premio en el juego la persona se convierte de la noche a la mañana en rica, lo acepta con mucha alegría e ilusión, pero en caso de perder la fortuna, muy pocas personas lo asimilan con resignación.

Un Patriarca de la antigüedad, de nombre JOB, era un hacendado que  por diferentes circunstancias perdió todos sus bienes, no obstante aceptó humildemente su destino y orando a Dios, manifestó: “Señor, Tú me lo has concedido, Tú me lo has retirado, que se haga Vuestra Voluntad”.

Se califica al rico por los muchos bienes materiales que posee, pero el verdadero rico, no es el que más tiene, sino el que menos necesita.

Cuánto más liberado de lo material esté el ser humano, más fácil será su camino para alcanzar la plenitud espiritual.  El apóstol Pablo, consciente de su destino transcendental expresó: “Nada trajimos al mundo, nada nos vamos a llevar, así que suficiente es, atender al alimento, el vestido y un lugar para el descanso”.

El mayor tesoro no es el material que es perecedero, sino el tesoro espiritual, que es eterno, en los mundos maravillosos que el Creador tiene dispuestos, para todos los que se esfuerzan por su renovación moral, cumpliendo las enseñanzas de Jesús.

Por ello el Espiritismo consuela y esclarece a todos los seres, con amplia perspectiva de futuro, que no se impresionan por el espejismo de la riqueza temporal y cifran su confianza y esperanza en Dios, y en la eternidad del espíritu, en progresiva evolución hacia la perfección.
C.E.y.D.E