sábado, 21 de febrero de 2015

Desigualdad de riquezas

Desigualdad de riquezas



Si nos paramos a pensar en la situación económica mundial en la actualidad seguramente nos parecerá que los ricos se hacen más ricos, y los pobres se hacen más pobres… mientras la clase media tiende a desaparecer.

¿Alguna vez os habéis preguntado por qué ocurre esto? ¿Será culpa de los gobiernos? Si enfocamos la cuestión desde el punto de vista material, puede que lo sea, pero si ampliamos nuestro campo de visión y lo miramos bajo un prisma más espiritual, nos daremos cuenta de que toda causa tiene su efecto y de que todo tiene su razón de ser.

Si no olvidamos aquello de que "Dios escribe derecho con renglones torcidos" caeremos en la cuenta de que todo forma parte del plan divino. De este modo "El Evangelio según el Espiritismo" viene a enseñarnos el porqué de esto que a nuestro corto entender y a primera vista puede parecer un sin sentido.

Todas las piezas del puzzle vuelven a encajar cuando comprendemos la información que nos brinda. Cuando entendemos que la riqueza es un instrumento usado por Dios para inducir a la humanidad al progreso y que la desigualdad de su distribución proviene de la propia desigualdad de caracteres de los hombres y de las necesidades de estos en relación a su posesión.

La desigualdad de riquezas es uno de los problemas que en vano se quieren resolver, si sólo se atiende a la vida actual. La primera cuestión que se presenta, es esta:

¿Por qué todos los hombres no son igualmente ricos?

No lo son por una razón muy sencilla: "porque no son igualmente inteligentes, activos y laboriosos para adquirir, ni sobrios y previsores para conservar".

Además, está matemáticamente demostrado que la fortuna igualmente repartida, daría a cada uno parte mínima e insuficiente; que suponiendo hecha esta repartición, el equilibrio se rompería en poco tiempo por la diversidad de caracteres y de aptitudes; y que suponiéndola posible y duradera, teniendo cada uno apenas lo necesario para vivir, daría por resultado el agotamiento de todos los grandes trabajos que concurren al progreso y al bienestar de la Humanidad. Supongamos que se diese a cada uno lo necesario, entonces no habría ya el aguijón que empuja a los grandes descubrimientos y a las empresas útiles.

Admitido esto, os preguntareis por qué Dios se la ha concedido a personas incapaces de hacerla fructificar para el bien de todos. Esta es también una prueba de la sabiduría y de la bondad de Dios. Dando al hombre el libre albedrío, ha querido que llegase por su propia experiencia a diferenciar el bien del mal y que la práctica del bien fuese el resultado de sus esfuerzos y de su propia voluntad.
No debe ser conducido fatalmente ni al bien ni al mal, pues sin esto sólo sería un instrumento pasivo e irresponsable, como los animales. La fortuna es un medio para probarle moralmente; pero como al mismo tiempo es un poderoso medio de acción para el progreso, no quiere que quede por mucho tiempo improductiva, y por esto "la cambia incesantemente".

Cada uno debe poseerla para aprender a servirse de ella y probar el uso que de la misma saber hacer; pero como existe la imposibilidad material de que todos la tengan a un mismo tiempo, y como por otra parte, si todos la poseyesen, nadie trabajaría y el mejoramiento del globo sufriría las consecuencias, "cada uno" la posee en su momento, el que hoy no la tiene, la tuvo ya o la tendrá en otra existencia.

Hay ricos y pobres, porque siendo Dios justo, cada uno debe trabajar cuando le toca su turno; la pobreza es para los unos la prueba de la paciencia y de la resignación, y la riqueza es para los otros la prueba de la caridad y de la abnegación.

Nos lamentamos con razón al ver el miserable uso que ciertas gentes hacen de la fortuna, las innobles pasiones que provoca la codicia, y preguntamos:

¿Dios es justo dando la riqueza a semejantes gentes?

Cierto es que si el hombre sólo tuviera una existencia, nada justificaría semejante repartición de los bienes de la Tierra; pero si en lugar de limitar su vista a la vida presente, se considera el conjunto de las existencias, se verá que todo se equilibra con justicia.

El pobre, pues, no tiene motivo de acusar a la Providencia, ni de envidiar a los ricos; y los ricos tampoco lo tienen para glorificarse por lo que poseen.

¿Porqué Dios concede riqueza a quienes no la ponen al servicio del bien?

Dios da a estos oportunidades de, utilizando su libre albedrio, contribuir al progreso de la Humanidad y evolucionar espiritualmente.

El origen del mal está en el egoísmo y en el orgullo; los abusos de toda la naturaleza cesarán por sí mismos cuando los hombres se sometan a la ley de la caridad.

¿Cómo podemos contribuir para que sea menos injusta la sociedad en que vivimos?

Si nos fue dado poseer bienes, debemos utilizarlos en beneficio del prójimo. Generando oportunidades de beneficiarlo con el trabajo digno y recordando siempre que lo superfluo no nos pertenece.

Si nos encontramos privados de riquezas cuidemos de almacenar tesoros de paciencia y resignación. Buscando en el trabajo y en la oración la superación de nuestras dificultades, sin dejar de luchar con ánimo firme por las mejorías y progresos en nuestras vidas.

¿Cuándo conocerá la humanidad una distribución más justa de las riquezas?

Solamente cuando los hombres se regeneren por la caridad, eliminando de sus corazones el egoísmo y el orgullo, habrá mayor equilibrio en la distribución de las riquezas, desapareciendo de la Tierra los extremos de la riqueza excesiva y de la miseria absoluta.

Ahora que ya sabemos el motivo de las desigualdades, nos toca poner de nuestra parte aquello que nos corresponde, según nuestra posición social, ya que nadie hay tan pobre que no pueda dar nada a su prójimo, si no es en el plano puramente material, será en el intelectual o el moral. Todos somos hermanos y juntos hemos de caminar hacia un futuro más solidario y más justo en el que las diferencias se hagan cada vez más pequeñas.


Cielo Gallego
C.E. "Entre el Cielo y la Tierra"
Extraído de "El Evangelio según el Espiritismo" de Allan Kardec

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