martes, 28 de mayo de 2019

Emociones, energía y periespíritu

Emociones, energía y periespíritu



El Espiritismo nos enseña que estamos compuestos de espíritu, cuerpo físico y periespíritu. El periespíritu es el cuerpo sutil que rodea al espíritu de forma que este pueda interactuar con los diferentes planos de manifestación de la materia hasta alcanzar el cuerpo físico. Materia que a su vez es energía, desde el pensamiento más sutil que podamos tener, hasta la materia tangible, pasando por los sentimientos y emociones que se desarrollan en nuestro interior. Por ello podemos decir que todo lo que rodea al espíritu es energía y por tanto su calidad se mide por su frecuencia vibratoria, que adquiere tonalidades casi infinitas, pudiendo por tanto clasificar de esta forma los pensamientos, sentimientos y emociones, en función de su vibración o lo que es lo mismo su elevación espiritual.

De esta forma podemos decir que  las emociones y los sentimientos definen el nivel vibratorio del conjunto de nuestros cuerpos sutiles, el periespíritu, que rodeando al Espíritu, determina a su vez, el filtro por el cual recibirá las experiencias que le serán accesibles al Espíritu en su camino evolutivo hacia la perfección. Estos niveles energéticos del periespíritu definirán los estados de vibración que definen nuestra personalidad y por los que pasamos diariamente, en función de los pensamientos que alimentemos en el día a día, o bien ocasionalmente cuando nos acontezcan hechos que modifican nuestras emociones y sentimientos.

Según el libro de "La Génesis", el Espíritu, a través de "...su envoltura periespiritual, que es parte constitutiva de su ser y que recibe en forma directa y permanente la impresión de sus pensamientos, debe llevar en ella, en mayor medida aún, sus cualidades buenas o malas"(1). Cualidades que muestran por su vibración en el periespíritu, el reflejo fiel de nuestra forma de pensar y moralidad y "...no cambiará, hasta tanto el espíritu no se modifique"(1).

El periespíritu a su vez podemos dividirlo, entre otros, en cuerpo mental, sede de la mente, y cuerpo espiritual, también llamado emocional, por la importancia que tienen estas sobre él. El cuerpo espiritual es a los espíritus que están en el plano espiritual más próximo, como nuestro cuerpo físico es a nosotros. Por ello, cuando estudiemos la literatura de Chico Xavier y se hable del periespíritu, también llamado psicosoma, debemos entender que están hablando del cuerpo espiritual de los espíritus, por el cual se muestran a los demás e interactúan con el medio espiritual, y que para muchos apenas difiere en cuanto a su percepción, del que tenían en vida como cuerpo físico.

Toda energía en movimiento se puede entender como un fluido de energía, que en su recorrido interactúa con el medio por donde pasa dejando su huella vibracional e interactuando con aquellos que en él se encuentran. Según la impresión que causan estos fluidos, se clasifican como armonizadores o desarmonizadores. Los sentimientos de amor, paz, y piedad, siempre nos armonizan y equilibran, acercándonos a la salud, mientras que por lo contrario las emociones estresantes, de miedo o rabia, siempre desarmonizan y pueden llegar a enfermarnos, primero a nivel energético y luego material, porque: "Prácticamente todas las molestias tienen sus raíces en el periespíritu"(2).

La salud y la enfermedad se establece primero en cada uno de los órganos espirituales de nuestro cuerpo energético para luego reflejarse en el cuerpo físico, órgano espiritual a órgano físico, acorde a las vibraciones de armonía y desarmonía del primero.

De todas las emociones y sentimientos, el Amor puro es el que tiene la energía más elevada y con mayores propiedades armónicas y equilibrantes, porque es la energía más próxima a Dios.

Por lo contrario el miedo y el odio son las energías que más nos desequilibran porque dificultan tener amor. El miedo, ante un peligro real, es necesario para la supervivencia y de ahí su razón de ser, pero cuando el miedo es subjetivo e irreal, nos desequilibra creando tensiones innecesarias que cuando duran largo tiempo nos debilitan afectando al periespíritu, agotando su energía y dando origen a emociones negativas, comprometiendo nuestra salud biopsicofisiológica.

El miedo implica inseguridad y la inseguridad impulsa a nuestra mente a tomar actitudes egoístas por puro instinto de conservación, por un lado, y por otro alimenta nuestro orgullo, como barrera de protección frente a los demás y los peligros que supone relacionarnos con ellos.

Egoísmo y orgullo se encuentran en el origen de todas las pasiones y desequilibrios y se relacionan directamente con los instintos de supervivencia y conservación. La Génesis nos dice: "Si hacemos un estudio de las pasiones, e incluso de los vicios, veremos que su origen común está en el instinto de conservación" (3).

Las emociones en cierta forma son el lenguaje con el habla nuestro subconsciente reaccionado a los estímulos del exterior, producidas por los instintos, las pasiones y por tanto nuestro ego. Nuestro ego utiliza las emociones para conseguir sus propósitos, muchas veces sin hacernos conscientes de ello.
Las emociones, internamente, son una reacción subjetiva que viene acompañada de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos), influenciados por la experiencia, formando parte de los procesos que nos permiten adaptar nuestro organismo al entorno que nos rodea. Dicho mecanismo fácilmente es utilizado por nuestro Ego para dar satisfacción a nuestras pasiones. Los sentimientos, por el contrario, podemos verlos como mecanismos más sutiles que nos conmueven interiormente alcanzando más directamente al Espíritu, que consciente de ello, tiene la posibilidad de reaccionar más en base a su voluntad que condicionado por sus necesidades fisiológicas inmediatas. Muchas veces los sentimientos remueven a su vez ciertas emociones que nos hacen difícil identificarlos, afectando por ello, tanto al cuerpo espiritual como al físico.

El remordimiento, por ejemplo, afecta a los centros de fuerza relacionados con el sentimiento de culpa que lo originó ralentizando sus funciones, causando su hipotensión o adinamia, cumpliéndose la máxima de que "cada uno es castigado por donde pecó"(2). El libro "El alma de la materia" nos habla del remordimiento como causa de adinamia en los centros de fuerza, que es la "hipotensión en el movimiento circulatorio de las fuerzas que mantienen el cuerpo espiritual; resulta del remordimiento"(4).

A su vez, sentimientos depresivos demuestran carencia de autoamor y debilitan nuestro periespíritu, permitiendo incluso el robo de energías, principalmente en el centro de fuerza esplénico que “…está situado en el bazo, regulando la distribución y la circulación adecuadade los recursos vitales por todos los rincones del vehículo que nos servimos.”(5), Edgar Armond explica sobre este centro que “una disfunción o agotamiento del centro de fuerza esplénico, resulta siempre en pérdida de fuerzas, enflaquecimiento progresivo, depresión psíquica”. (6)

El odio y el rencor a su vez, desarmonizan gravemente el periespíritu al ser sentimientos contrarios al amor, endureciendo el corazón y afectando al centro de fuerza cardíaco "responsable de la emoción y del equilibrio"(7).

El amor, como energía más próxima al Creador, es la mejor terapia armonizadora que está al alcance de todos nosotros.Trabajarnos la Fe Razonada, mediante el estudio aumentando nuestro conocimiento espiritual, es la mejor forma de disminuir nuestros miedos que nos alejan del equilibrio. Nuestra mente, muchas veces influenciada por estímulos y creencias externas, crea formas pensamiento, a través de la imaginación sobreexcitada, que luego son un lastre energético para nuestro periespíritu, influenciando los centros de fuerza, acelerándolos ("hipertensión o hiperdinámia"(4)), pudiendo crear graves consecuencias emocionales y para la salud, como son la ansiedad, nerviosismo, insatisfacción y por tanto infelicidad. La terapia de amor, con nuestra dedicación de amor hacia los demás, nos permitirá aligerar nuestro egoísmo acercándonos a nuestro equilibrio, alimentando nuestros centros superiores gracias a la práctica de la caridad, permitiéndonos, a su vez, que despierte de nuestra nuestra espiritualidad interior de camino hacia la autorrealización.

José Ignacio Modamio
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

Referencias:
(1) "La Génesis" cap. XIV ítem 18, Allan Kardec.
(2) "El Libro de los Espíritus" preg. 973, Allan Kardec.
(3) "La Génesis" cap. III ítem 10, Allan Kardec.
(4) "El alma de la materia" p.45, Marlene Nobre comentando"Evolución en Dos Mundos", 2ª parte, p. 30.
(5) Entre la Tierra y el Cielo, cap. 20. Pág. 127, Fco. Cándido Xavier. 
(6) “Desenvolvimiento mediúmnico”, cap. III, pág. 59, Edgard Armond.
(7) "El alma de la materia" p.43, Marlene Nobre.


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