sábado, 9 de marzo de 2013

El Año Nuevo



Encontramos en el capítulo sexto de "La Génesis", de Allan Kardec, esta curiosa definición:
“El tiempo no es más que una medida relativa de la sucesión transitorias de las cosas”.
 Desde esta perspectiva ¿debemos despreciar el tiempo, es decir, no tener en consideración las convenciones del calendario? ¿El fin de año, entonces, no es más que un límite, acordado por los expertos, sin mayor importancia para nuestras vidas? ¿Deberíamos los espiritualistas considerar las medidas relativas del espacio y el tiempo, desde el punto de vista del conocimiento de la eternidad de la vida y de la inmortalidad del alma, o se tornan simplemente absurdas?
El capítulo al que nos referimos trata de los problemas fundamentales del espacio, el tiempo, la materia, el espíritu, la creación y la vida. Y nos muestra la relatividad de nuestros conceptos, así como nos demuestra la importancia de lo relativo, en el proceso de desenvolvimiento espiritual. Se trata del capítulo sobre uranografía general, recibido del espíritu Galileo por el astrónomo Camille Flammarion, en la Sociedad Espírita de Paris y que Allan Kardec incluyó en la obra, bajo la orientación del Espíritu de Verdad, como uno de los puntos esenciales del libro.
En "El libro de los Espíritus" nos es dada la visión del universo desde una condición trinitaria: lo constituyen dos elementos generales, espíritu y materia, que se encuentran subordinados al poder supremo del Creador, Dios nuestro Padre. Se trata de la trinidad universal, como bien señala Kardec. Asimismo, en el reseñado capítulo de "La Génesis", vamos a encontrar la apreciación de los conceptos de espacio y tiempo en función de esta perspectiva trinitaria del universo. Espacio-tiempo son formas conceptuales y, por tanto, finitas, condicionadas a la relatividad de los sentidos humanos, de aquello que podríamos llamar lo “inmenso infinito” de la realidad superior que se nos escapa.
Esquematizando el problema para hacerlo más inteligible podemos exponerlo, dentro de la propia explicación del texto, de la siguiente manera:
a) El universo, en su constitución triple, es infinito en todos los sentidos, tanto espacial como temporal y conceptual.
b) El espacio no es más que la medida relativa de la extensión, cualidad perceptible de la inmensidad. Es decir: existe la inmensidad de la que percibimos la extensión, que nos permite formular el concepto de espacio.
c) El tiempo no es más que la medida relativa de la sucesión de las cosas, en la duración, que es la cualidad perceptible de la eternidad. Es decir: existe la eternidad de la que percibimos la duración, que nos permite formular el concepto de tiempo.
d) Inmensidad y eternidad, como aspectos de lo Absoluto, pertenecen a la realidad superior, al dominio supremo de la Creación, donde conseguimos intuir la presencia de Dios.
La medida del tiempo, que nos lleva a marcar los días, los meses y los años, aunque convencionalmente, tiene, por tanto, una realidad que la fundamenta. Contando los años, estamos contando nuestra percepción del fluir en la duración de la eternidad. De la misma manera que contando los kilómetros estamos contando el fluir de la extensión de la inmensidad. Y tanto el tiempo como el espacio son reales para nosotros, en nuestra condición de seres condicionados en la relatividad del mundo. No podemos vivir sin contarlos, sin tener en consideración la existencia real del espacio y del tiempo.
Sin embargo, desde el punto de vista espírita, lo sustancial del tema es comprender la relatividad de las cosas a fin de no servirnos de ellas como siendo necesidades inmediatas, sino realidades absolutas, es decir, como circunstancias necesarias de transcendencia transformadora. El espacio y el tiempo deben ser para nosotros, espiritistas, que pretendemos lo Eterno, instrumentos de comprensión de la Realidad superior y no formas de apego a la realidad transitoria. Eso fue lo que nos enseñó el Maestro Jesús cuando afirmó que aquel que se apega a la vida la perderá, tanto como el que por Él la pierda la encontrará. Porque apegarse a la vida es ligarse enteramente a los conceptos relativos de espacio y tiempo, considerando la efímera encarnación terrena como la única forma de vida, de la que después sólo viene la muerte. Por el contrario, el desapego a la vida es comprender su relatividad, su naturaleza transitoria y, por eso mismo, aprender, con las enseñanzas del Maestro, a utilizarla como simple medio de progreso espiritual para nuestra ascensión a la vida mayor.
Debemos considerar que, en nuestra existencia temporaria en el orbe terráqueo, cada año que finaliza es una fracción del tiempo, que usamos, bien o mal, en nuestro proceso evolutivo. Por consiguiente, el fin de año se convierte en una oportunidad para evaluar nuestro buen o mal uso del tiempo, realizando el balance de nuestra vida de la misma forma en que se realizan las cuentas de pérdidas y ganancias de las actividades empresariales. Es un equívoco tanto pensar que el fin de año no significa nada cuanto atribuirle excesiva importancia. El año llega a su fin. Pensemos en lo que hicimos durante su transcurso y veamos lo que podemos hacer mejor en el devenir del próximo año. No obstante, no cometamos el error de, observando lo que dejamos sin hacer en el año que finaliza, caer en la desesperación por lo no logrado o no considerado. Tenemos por delante un año nuevo, completamente intacto, como un regalo de lo Eterno de nuestra realización en la duración.
Miguel Vera Gallego
Murcia, a 27 de diciembre de 2012

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