miércoles, 2 de enero de 2008

CRONICA DE NAVIDAD


Desde la ascensión de Herodes, El Grande, que fue rey con el apoyo de los romanos, no se hablaba en Palestina sino del Salvador que vendría, en fin…

Más fuerte que Moisés, más sabio que Salomón, más suave que David, llegaría en un suntuoso carro de triunfo para extender sobre la Tierra las leyes del Pueblo Escogido.

Por eso, prestigiosos judíos, descendientes de las doce tribus, le preparaban ofrendas en varias naciones del mundo.

Viejas profecías eran leídas y comentadas en Fenicia y en Siria, en Etiopía y en Egipto.

Desde los confines del Mar Muerto hasta las tierras de Abilena, rondaban noticias de la suspirada reforma…

Y manos hábiles preparaban con devoción y cariño la llegada del redentor.

Candelabros de oro y plata eran cincelados en Cesárea, tapetes primorosos eran tejidos en Damasco, vasos finos eran importados de Roma, perfumes raros eran traídos de remotos rincones de Persia… Negociantes habituados a la codicia cedían verdaderas fortunas al Templo de Jerusalén, después de escuchar las predicciones de los sacerdotes, e hijos tostados del desierto venían de lejos a traer al santuario de la raza la contribución espontánea con que deseaban formar en los homenajes al Celeste Renovador.

Todo era fiebre de expectación y ansiedad.

Se construían palacios, pomares y viñas surgían cuidadosamente podados, toros y carneros, cobras y palomas eran tratados con esmero para el regocijo esperado.

Mientras, el Emisario Divino desciende al mundo en la sombra espesa de la noche.

De las torres y de los montes, hebreos inteligentes recogen la grata noticia… Una estrella extraña rutila en el firmamento.

El enviado, sin embargo, elige un pequeño pesebre para su cuna de luz.

Milicias angelicales re regocijan en pleno cielo.

Pero ni príncipes, ni doctores, ni sabios ni tan siquiera los poderosos de la Tierra le asisten la consagración conmovida y sublime.

Son pastores humildes que se acercan, extendiéndole los brazos.
Campesinos amigos le traen pieles zurcidas.

Mujeres pobres le llevan leche blanca.

Y porque las voces de los Cielos se hacen oír, cristalinas y jubilosas, cantan ellas también…

- “¡Gloria a Dios en las alturas, paz en la Tierra, buena voluntad para los hombres…!

Allí, en el sencillo establo, están El y el pueblo…

Y el pueblo con El inicia una nueva era…

Es por eso que la Navidad es la fiesta de la bondad victoriosa.

Recordando al Rey Divino que descendió de la Gloria al Pesebre, reparte con tu hermano tu alegría y tu esperanza, tu pan y tu vestimenta.

Recuerda que El, en su divina magnificencia, eligió por primeros amigos y benefactores a aquellos que del mundo nada poseían para dar, aparte de la pobreza ignorada y simple.

No importa que sea, por el momento, tierno y generoso con el prójimo solamente un día…

Poco a poco, aprenderás que el espíritu de la Navidad debe reinar con nosotros durante todas las horas de nuestra vida.

Entonces, serás el hermano abnegado y fiel de todos, porque, cada mañana, escucharás una voz del Cielo susurrándote, sutil:

*
¡Jesús nació! ¡Jesús nació!....

Y el Maestro de Amor habrá realmente nacido en tu corazón para vivir contigo eternamente.

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